Meli Iglesias remite esta adivinaza elaborada por Adrián Paenza. ¿Eres capaz de resolverla?. No hay trampas, ni cosas o datos escondidos: todo está a la vista.
Algo más: si no das con la solución, reflexiona sobre ello, porque a lo mejor pone de manifiesto que lo que crees sobre ti mismo quizá no sea tan cierto. Esta es la adivinanza:
Antonio, padre de Roberto, un niño de 8 años, conduce desde su casa a la playa. Roberto, va con él. En el camino se produce un terrible accidente. Un camión, que venía de frente, se sale de su sector de la autovía y embiste de frente al auto de Antonio.
El impacto mata instantáneamente a Antonio, pero Roberto sigue con vida. Una ambulancia llega rápidamente, advertida por quienes fueron ocasionales testigos. El niño es trasladado al hospital más cercano.
Los médicos de guardia comienzan a tratarlo con mucha dedicación pero, luego de charlar entre ellos y estabilizarle las condiciones vitales, deciden que no pueden resolver el problema de Roberto: su estado es muy delicado, hay varias alternativas quirúrgicas y no saben exactamente cómo actuar, cualquier pequeño error puede resultar fatal. Necesitan una opinión más experta que les ayude a decidir qué hacer. Además, advierten el riesgo de trasladar al niño a un hospital con mayores recursos médicos y, por eso, deciden dejarlo internado allí.
Luego de las consultas pertinentes, logran localizar a una eminencia en el tema, a quien dan conocimiento de lo ocurrido y todos los datos sobre la situación de Roberto.
Dada que todos están de acuerdo en que lo mejor es dejarlo hospitalizado donde está, la eminencia decide viajar directamente hacia allá. Y lo hace de inmediato.
Cuando llega, examina al pequeño y las pruebas y análisis realizados. Los médicos del hospital esperan ansiosos su opinión. Finalmente, uno de ellos es el primero en hablar:
-¿Está usted en condiciones de ocuparse del pequeño?-, pregunta con un hilo de voz.
Y obtiene la siguiente respuesta:
-Cómo no lo voy a tratar: ¡es mi hijo!-.
Bien, hasta aquí, la historia. Está en ti tratar de pensar una manera de que tenga sentido. Hay que insistir en que no hay trampas, ni nada oculto. ¡Ahh!, Antonio no es el padrastro; tampoco es sacerdote.
Ahora te toca a ti y a tu imaginación. Eso sí, te sugiero que leas otra vez la descripción del problema. Te aseguro que su solución es muy, pero que muy sencilla.
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¿Te has tomado tu tiempo?. ¿Has hallado la solución?. Lo notable de esta adivinanza es lo sencillo de su respuesta. Peor aún: no bien la leas, si es que no pudiste resolverla, te vas a dar con la cabeza contra la pared pensando, ¿cómo puede que no se me hubiera ocurrido?
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La solución es que la eminencia de la que se habla es… ¡la madre!.
Este punto es clave en toda la discusión del problema. Como se advierte (si quieres, vuelve a releerlo), nunca se hace mención al sexo de la eminencia. En ninguna parte. Pero hay una tendencia a pensar que las eminencias tienen que ser hombres, que no pueden ser mujeres.
Claro que, si nos pusieran ante la disyuntiva explícita de decidir si una eminencia puede o no ser una mujer, ninguno dudaríamos en aceptar que ello es perfectamente posible. Sin embargo, en este caso, falla. No siempre se obtiene esta respuesta en la adivinanza.
Más aún: hay muchas mujeres que no pueden resolver el problema y cuando conocen la solución se sienten atrapadas por la misma conducta machista que, con toda lógica y razón, critican.
En fin, esta adivinanza es sólo un divertimento. Pero también un ejercicio interesante para desvelar algunos laberintos internos.
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Po una servidora se creyó mismamente que Esa Eminensia era el Cardenal Segura.
ResponderEliminarA mi paso algo parecido la primera vez que lo leí.
ResponderEliminarJa,ja,ja.
¡Ea, po ya semos dos los que mus bemos quivocaos, luego no andábamos mu lejos! ¡Caliente, caliente!
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