Tras la entrada publicada ayer en el Blog dedicada a Ignacio Darnaude (Entrevista a Ignacio Darnaude, “Filósofo de los Ovnis”), he recibido unas cascada de emails con preguntas relativas a la vida alienígena y la inteligencia extraterrestre. En particular, me han llamado la atención los numerosos comentarios relativos a Japeto o Iapetus, el octavo, en distancia, satélite de Saturno, y a la posibilidad de que se trate de un objeto manipulado artificialmente. Ante ello, os resumo la información de que dispongo.
Para empezar, Iapetus mide
La propia NASA ha reconocido su rareza, aunque argumenta que su formación se debe a residuos ancestrales de cuerpos sólidos o colisiones cósmicas en el origen de Ors. Eso sí, en 1980, Donald Goldsmith y Tobias Owen escribieron textualmente en un informe para
Pero hay quienes han ido más allá en sus indagaciones y conclusiones. Es el caso de Richard C. Hoagland, que en 2005 acometió el análisis más completo y detallado que hasta ahora nadie haya efectuado sobre Iapetus.
Primero, gracias al examen de la configuración y características del satélite respecto de la reflexión de la luz solar, constató su particular forma geométrica dodecaedral-esferoidal.
Seguidamente, comprobando su rotación, se percató de una peculiaridad única en el sistema solar: Iapetus tarda exactamente lo mismo, los 79,33 días antes citados, tanto en completar una vuelta en torno a Saturno como en rotar sobre su propio eje. Es como si
En tercer lugar, estudiando las fotos tomadas precisamente por la sonda Cassini el 31 de Diciembre de
Por fin, Hoagland determinó que la geometría y rotación de esta luna de Saturno implica algún mecanismo interno de automotricidad, que desafía rotundamente los patrones conocidos de todos los demás satélites de Ors y pone de manifiesto la existencia de algún tipo de propulsión interna que le hace describir un movimiento programado respecto de Saturno.
De todo lo cual concluyó que Iapetus, tal como lo conocemos hoy, surgió de la manipulación del satélite original, cuando no la propia construcción, por algún tipo de avanzada inteligencia.
Suena francamente increíble, pero las investigaciones de Donald Goldsmith, Tobias Owen y Richard C. Hoagland no han sido objeto de refutación por la “ciencia oficial”, que se limita a ignorarlas o a descalificarlas sin argumentos de fondo.
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