Arpas Eternas se encuentra entre los llamados “Libros Revelados”. Y es uno de los más importantes de los últimos tiempos. Fue editado 20 años antes de lo publicado sobre los Manuscritos de Qumram y el contenido de ambos es, en lo esencial, coincidente, aunque Arpas Eternas es más rico en detalles y datos. De su amplio contenido, Pepe Navajas, editor de Ituci Siglo XXI y amigo del Blog, ha seleccionado una serie de pasajes que pone a disposición de todo@s nostr@s.
1. Una Profecía del Maestro Jesús referida a estos tiempos (ver entrada publicada el pasado 19 de febrero)
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2. Encuentro entre Jesús y Juan el Bautista siendo niños
La entrada de Jhasua en el Monte Quarantana (1) fue más emotiva, si se quiere, de lo que fue en los otros Santuarios Esenios. Un esenio con un niño de 13 años salió a recibirles. Este niño era Jhoanan, el que más tarde sería llamado El Bautista, Profeta del Jordán. A Jhasua le acompañaban los Terapeutas, José de Arimathea y Nicodemus. Los niños se quedaron mirándose por un breve instante... Luego se oyó esta doble exclamación, al final de la cual, la hermosa cabeza rubia de Jhasua con la negra retinta de Jhoanan, se confundían en el estrecho abrazo de los dos escogidos del Señor:
-¡Jhasua!...
-¡Jhoanan!...
-Los ancianos os esperan en el estrado – dijo el esenio que les había recibido.
Pero los niños no se movieron. Cuando aquellas dos hermosas cabezas se separaron, todos vieron que había gotas de llanto que pugnaban por desbordarse y correr...
Jhoanan fue el primero en hablar.
-Yo te había visto en sueños esta noche llegando a mí, tal como lo has hecho.
-Mi madre me había dicho al salir para aquí: En las montañas de Judea tienes un primo, niño como tú, cuya madre antes de morir tuvo revelación de que sería un gran siervo de Dios. Y no bien te vi, ya supe que tú eres ese niño.
Los Terapeutas y el Esenio portero sabían que Jhoanan era la reencarnación de Elías y como es natural lo pensaron en aquel instante.
Ambos niños corrieron hacia los establos que ofrecían en verdad un pintoresco aspecto. Cabras y cabritillas, trepados a los peñascos salientes y perdidos entre grandes colgaduras de musgos, cenicientos, amarillos y verdosos formaban todo un conjunto tan agradable y único, que Jhasua se encontraba como en un paraíso. El correr de las cabritillas y sus descomunales saltos, desde los erizados peñascos, le divertía grandemente.
-Dichoso tú Jhoanan, que tienes para ti toda esta alegría de vivir -le decía a su amiguito- mientras que yo debo estar aquí tan sólo ocho días.
-Y en tu casa de Nazareth ¿no hay también alegría de vivir?- le preguntaba Jhoanan compadecido de Jhasua.
-Es que aquello no es esto –contestaba el niño– Mi padre y mis hermanos mayores (2) están absorbidos por el taller y respectivas familias. Ana y Jhosuelin que están solteros, son ambos melancólicos y están siempre pensando en cosas que yo no entiendo. Mi madre es la única que trata de hacerme alegre la vida, pero como tiene muchas ocupaciones, vive absorbida por ellas. Además, allí no puedo tener sino dos o tres corderitos y algunas palomas, porque estropearían las hortalizas y plantaciones, y claro está, eso no es justo.
-Mira Jhasua: tengo una idea.
-Dila.
-Que todas las veces que vengáis para las fiestas de Pascua, te traigan hasta aquí, y que pases aquí algo así como vacaciones después de la escuela.
-¡Oh que idea mas linda! Llevemos al rebaño a pastorear y al abrevadero y luego trataremos el asunto con mis dos amigos y con los Ancianos.
-¿Sabes Jhoanan una cosa?
-Si me lo dices...
-Que por palabras sueltas oídas por casualidad, he sacado yo deducciones...
-¿De qué y por qué? Habla Jhasua.
-Que tú y yo traemos misiones importantes a cumplir en este mundo por mandato de Jehová. Yo sé que tú y yo hemos vivido muchos siglos antes de ahora y que hemos vivido muchas veces antes de ahora.
-¿Cómo lo sabes? Preguntó Jhoanan.
-Por las instrucciones que los Ancianos del Monte Carmelo me han dado.
-Oh, que viejos somos...-exclamó Jhoanan- Y eso que parecemos niños.
-Y niños somos en la materia que revestimos, tantas veces fuimos niños arrullados en nuestro sueño por una madre que meció nuestra cuna...Oh las madres... las maravillosas madres que aman siempre...que sufren siempre y esperan siempre...
-Que extraño estás Jhasua...parece que te hubieras transformado en un Anciano como los Esenios.
-Es que ahora te habla mi Yo interno que ha vivido largas edades...
-Pero tú sabes muchas cosas, Jhasua...-exclamó Jhoanan- ¿Por qué yo no las sé?
-Ahora las sabrás en los días que yo estoy aquí. ¿Tienes miedo de Elías, Profeta del cual corren tan espeluznantes tradiciones?
-No tengo miedo ninguno, pues por las escrituras sé que fue un Profeta de Jehová, que en su nombre hacía justicia sobre los poderosos y malvados.
-¡Elías eras tú mismo!
-¿Yo?...¿has dicho que yo?
-Sí, tú, y esto lo he oído en el monte Tabor, mientras los Ancianos hacían evocación a Jehová para que les enviase luz divina con sus mensajeros celestiales.
-¿Y que pasó?
-Ellos creían que yo dormía porque me vieron quieto...muy quieto. Y era que yo no podía moverme como si hubiera perdido el movimiento de mi cuerpo. Más mi mente estaba lúcida y atenta. A la oración ferviente de los Ancianos, les respondió Jehová con una visión que parecía una llama de fuego. Poco a poco se fue dibujando una silueta humana y era Elías Profeta que habló de que se acercaba la hora del gran apostolado de Jhasua y de Jhoanan, hoy niños ambos.
-Oh Jhasua...no sé como comprender lo que me has dicho…
-Antes de dudar, Jhoanan pensemos un poco. Los Ancianos me enseñaron como se piensa de acuerdo con la razón. Cuando tú duermes ¿qué hace la parte activa y principal de ti mismo, o sea el alma, inmaterial y vibrante como un rayo de luz?
-¿Que sé yo lo que hará?... ¡Dormirá también!...
-No, Jhoanan, no duerme, porque sólo duermen los cuerpos orgánicos que necesitan descanso para el sistema nervioso. El alma queda libre durante el sueño y puede ir a donde
-Cuando han explicado las Escrituras a los Esenios del grado primero, me han mandado escuchar y yo he oído que Elías Profeta vendrá antes que el Mesías Salvador de Israel- dijo Jhoanan pensativo.
-Tú me dices ahora que estás convencido que soy Elías que ha vuelto a la vida, entonces tú ¿quién eres que siendo más pequeño que yo, sabes tantas cosas?...Jhasua...¿quién eres tú?
Y Jhoanan devoraba con sus brillantes ojos negros a Jhasua cuya mirada seguía perdida en las lejanías...
-Yo soy Moisés, que ha vuelto con una ley nueva para los hombres: “
¡Sin saber por qué los dos niños se abrazaron con una emoción indescriptible!.¡Moisés y Elías!...las dos grandes figuras de la epopeya final del Cristo Redentor, transformadas para esa hora, en Jesús de Nazareth y Juan el Bautista.
-¿Qué pasa aquí que os abrazáis tan desesperadamente?- dijo de pronto junto a ellos la voz de Nicodemus que seguido de José y el Esenio portero, buscaba a los niños cuya tardanza les causaba extrañeza.
-No pasa nada -contestó Jhasua- sino que estamos recordando nuestra amistad antigua y la ternura nos ha rebosado del pecho, ¿para qué nos queréis?
-La leche y las castañas asadas están humeantes sobre la mesa. ¿No queréis desayunar con nosotros?
-Vamos allá -dijeron ambos niños- siguiendo a Nicodemus.
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(1) El Monasterio Esenio del Monte Quarantana fue uno de los nueve en los que Jesús se formó antes de su Vida Pública.
(2) Los hermanos de los que habla son hermanos de padre, del primer matrimonio de José antes de enviudar. A Jhosuelin estuvo muy unido.
!muy buen libro¡
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