Agenda completa de actividades presenciales y online de Emilio Carrillo para el Curso 2024-2025

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18/9/10

Taller de Espiritualidad para Buscadores: Módulo 2

PARA TODOS LOS QUE DESEEN SEGUIR POR ESTE BLOG EL

TALLER DE ESPIRITUALIDAD PARA BUSCADORES

(Se publican en el Blog las entradas correspondientes a los distintos Módulos que configuran el Taller conforme éste se va desarrollando para l@s que lo siguen de manera presencial, comenzando el sábado 11 de septiembre y concluyendo el domingo 19 de diciembre de 2010)

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Taller de Espiritualidad para Buscadores:

+ Módulo 1: Ver entradas del sábado 11 y domingo 12 de septiembre

+ Módulo 2: Nueva visión

Sábado18 de septiembre:

8. Ciencia y espiritualidad

9. El cine y la esencia de la vida (Baraka)

10. ¿Y tú qué sabes?

11. Nueva visión y consciencia de unidad

Domingo 19 de septiembre:

12. The Matrix: la mente del Todo

13. Del laberinto (del fauno) al cielo (berlinés)

14. La influencia secreta de la música.

15. Racionalidad e irracionalidad

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8. Ciencia y espiritualidad

La experiencia acumulada por el ser humano a lo largo de la historia pone de manifiesto que, conforme asumimos la firme voluntad de “buscar” y conocernos íntimamente, una nueva visión va tomando cuerpo en nuestro interior de manera espontánea y natural. Su luz ofrecerá una novedosa perspectiva que nos deparará no pocas sorpresas acerca de la auténtica realidad del Universo, nuestro planeta y cuanto nos rodea; y sobre nuestra propia existencia y ser.

Obviamente, la nueva visión va más allá de lo que podemos percibir por medio de nuestros cinco sentidos y es esencialmente trascendente y espiritual. No obstante, en las últimas décadas, la ciencia moderna, con la física cuántica a la cabeza, ha comenzado a vislumbrar la verdadera dimensión de las cosas que la nueva visión muestra. No debe extrañarnos. Uno de los principales empeños y falacias de la visión dominante es la dualidad. Y ésta, entre otros efectos e impactos, ha llevado a separar y confrontar lo inmanente con lo trascendente y la ciencia con la espiritualidad. Mas tal división dicotómica es un engaño por asombroso que parezca a los ojos contemporáneos.

Lo expresó muy bien el astrofísico Arthur Eddington al indicar que una misma luz interior es la que impulsa tanto la búsqueda intelectual de la ciencia como la búsqueda mística del Espíritu. Y el discernimiento espiritual aporta un amplio conjunto de saberes con claras y directas implicaciones científicas, del mismo modo que el conocimiento científico posibilita la mejor y más ajustada comprensión de lo espiritual: existe una estrecha interacción entre la ciencia física y el conocimiento de la divinidad, hasta el punto que puede y debe hablarse de una “Física de la Deidad”, en la que se centrarán los Módulos 6 a 8 de este Taller. La ciencia actual está ofreciendo pruebas evidentes de ello, lo que posibilita que entendamos mejor las características de la nueva visión a la que se viene haciendo mención.

9. El cine y la esencia de la vida (Baraka)

Imbuido por estos adelantos científicos y por la propia experiencia de búsqueda vivida por seres humanos concretos, un ámbito tan cercano y fascinante como el del cine, con su enorme capacidad de influencia y divulgación, ha dado de sí creaciones magistrales que, amena y sugestivamente, nos acercan a la nueva visión que cristaliza en los buscadores y examinan la interrelación espiritualidad-ciencia. Sin ánimo de exhaustividad, se indican seguidamente algunas de tales producciones cinematográficas que vienen como anillo al dedo para el propósito de estas páginas.

Para empezar, sirva de aperitivo Baraka, rodada en 24 países de los cinco continentes y estrenada en 1992. Su director, Ron Fricke, nos sumerge en un mundo puramente visual, pues en la cinta no hay diálogos, pero sí encantadoras imágenes y una gran partitura musical de Michael Sterns. Se integra en un género de documentales, que se prodigó a partir de los años 80, en los que el potencial narrativo se despliega en una mezcolanza de imágenes, música y sonidos naturales o artificiales y en una honda reflexión sobre el ser humano, la humanidad y su interacción con el medio ambiente.

Baraka -antigua palabra sufí que significa bendición, aliento o esencia de vida- nos introduce a través del esplendor audiovisual en ámbitos de conocimiento ajenos al cine convencional: la evolución del planeta y el ser humano; las flagrantes carencias de la visión imperante; su huida hacia adelante a costa de la explotación de la naturaleza y de la propia humanidad; los peligros de mecanización que la acompañan, en el sentido expuesto en el diálogo entre Gurdjieff y Ouspensky recogido en el Módulo precedente; y la espiritualidad y el sentimiento de búsqueda como señas de identidad más singulares de la persona. Todo ello con el telón de fondo de una meditación y contemplación de enorme belleza plástica en torno a las preguntas básicas y clásicas sobre nuestra existencia.

La película responde perfectamente a lo apuntado por Raymundo Gleyzer: “No hacemos filmes para morir, sino para vivir, para vivir mejor. Y si se nos va la vida en ello, vendrán otros que continuarán”. Lo que tiene su complemento en lo reseñado por Jean Breschand: “Interrogar al cine partiendo de su faceta documental significa interrogarse sobre el estatuto de la realidad frente a la cámara, o la relación entre el film y la realidad. Significa elegir un eje de reflexión, un eje que supone que el cine se reinventa a sí mismo cuando logra hacer visible algo que hasta entonces había permanecido inadvertido en nuestro mundo”.

10. ¿Y tú qué sabes?

Y esto es lo que de modo sobresaliente hace otra genial película-documental: ¿Y tú qué sabes?, de 2004, codirigida por William Arntz, Betsy Chasse y Mark Vicente. Aunque presenta una trama alrededor de las vivencias de una fotógrafa, Amanda (personaje interpretado por Marlle Matlin, oscar a la mejor actriz por Hijos de un dios menor), constituye sobre todo una profunda reformulación de la realidad en la que existimos y a la que pertenecemos y, por este medio, de nosotros mismos. Para lo cual indaga en áreas muy diversas del conocimiento científico -física, química, psicología y psiquiatría- y plantea una extensa batería de teorías, algunas de las cuales provienen de la Escuela de Iluminación de Ramtha (www.ramtha.com), de JZ Knight/Ramtha, de la que los tres codirectores son seguidores.

Estos han afirmado que la película se dirige especialmente a los que denominan “creativos culturales”, una categoría sociológica que englobaría a una proporción creciente de la población, al objeto de establecer un diálogo sobre los límites, reales o ficticios, que separan nuestra mente del mundo exterior y sus consecuencias filosóficas y prácticas. Y aunque una parte de la comunidad científica ha alegado que el film interpreta incorrectamente varios principios de la mecánica cuántica, otros científicos aplauden sus contenidos y reivindican una discusión transparente sobre los asuntos que difunde.

Tres grandes ejes reflexivos y científicos sirven a la cinta de hilo conductor: el convencimiento de que la consciencia de ser, forjada en el interior de cada cual, es decisiva en la conformación del mundo exterior; la necesidad de replantearse y redefinir lo que se entiende como “real”; y la convicción de que todo lo que existe, incluido nosotros mismos, pertenece a una misma unidad o totalidad.

En lo relativo a lo primero, el argumento y las acotaciones científicas que lo adornan muestran como lo exterior a cada uno depende del interior de cada cual. Esto es, recuérdese El laberinto de la felicidad, lo que crees es lo que creas: existe una conexión entre lo interior -trascendente- y lo exterior -material-, estando lo segundo animado e inducido desde lo primero. Lo ha expresado muy bien Edgar Mitchell, el que fuera astronauta de la NASA: “Lo fundamental es la consciencia misma; y la materia/energía es producto de la consciencia. Si cambiamos nuestra opinión sobre quiénes somos, si conseguimos vernos como seres eternos y creadores que creamos experiencia física y si nos unimos todos en ese nivel de existencia que llamamos Consciencia, empezaremos a ver y crear el mundo en que vivimos de una manera muy distinta”.

¿Sorprendente?. Pues no tanto, ya que, desde finales del siglo XIX, como recopilé en Los códigos ocultos (RD Editores; Sevilla, 2005), las teorías y propuestas lanzadas por numerosos científicos han abierto preguntas y formulado cuestiones que no pueden ser contestadas desde la perspectiva de la ciencia tradicional y la visión dicotómica –ciencia versus espiritualidad- imperante. Marco en el que está adquiriendo peso la idea de que la consciencia acerca de lo que somos, sobre lo que cada uno es, crea la realidad que nos rodea, las experiencias de cada cual: el mundo no físico moldea el Universo material y la realidad que detectan nuestros sentidos.

Buda enseñó que “la mente (consciencia) es todo; nos convertimos en lo que pensamos (toma de consciencia)”. La ciencia comienza a confirmarlo: somos productores natos de realidad y permanentemente creamos la realidad y sus efectos; somos al 100 por 100 responsables de nuestras vidas (la técnica del ho´oponopono que se recogerá en el Módulo 10 se fundamenta en ello). Maharishi Yogi lo ha expresado de manera hermosa: “El Universo entero es expresión de la consciencia. La realidad del Universo es un océano ilimitado de consciencia en movimiento”.

Ligado a lo cual hay que resaltar la creciente convicción de que la naturaleza, sus características y sucesos, no puede examinarse desde fuera, como enseñan los postulados racionalistas clásicos. Entre los científicos que han llegado a esta conclusión destaca el alemán Werner Heisenberg, Nóbel de Física en 1932, cuyas investigaciones le llevaron a argumentar que “lo que observamos no es la naturaleza misma, sino la naturaleza expuesta a nuestro método inquisitorial (...); la división común del mundo interno y mundo externo, cuerpo y alma, ha dejado de ser adecuada”. Esta relatividad que afecta a la indagación científica, lejos de cerrarle puertas, le ha abierto muchas, hasta el punto de que son numerosos los investigadores que piensan que los saberes científicos se hallan en la antesala de una nueva forma de concebir y entender el Universo entero -su esencia y sus estructuras- y la realidad cotidiana que nos envuelve y a la que pertenecemos. A este respecto, Illya Prigogine, nacido en Moscú en 1917 y premio Nóbel de Química, escribió que “estamos lejos de la visión monolítica de la física clásica y ante nosotros se abre un Universo del que apenas comenzamos a entrever sus estructuras”.

Un contexto en el que la ciencia contemporánea ha dado un sensacional salto cognoscitivo, que es el segundo gran eje de ¿Y tú que sabes?: el replanteamiento de lo que entendemos por “real”. Lo que engarza con lo manifestado por antiguas culturas que insisten en que el mundo percibido por los sentidos físicos es pura ilusión -“maya”- y que por debajo hay algo más poderoso y fundamental y, desde luego, más real, aunque sea totalmente intangible. Esto es, precisamente, lo que la física está revelando: en el núcleo del mundo material y cuanto la compone hay una realidad no física que puede ser denominada ondas de probabilidad, información, consciencia, pensamiento,... . Así, el físico Jeffrey Satinover ha señalado: “La materia, sea lo que fuere, no tiene nada en esencia; es completamente insustancial. Lo más sólido que se puede decir sobre ella es que se parece mucho a un pensamiento; es como una pizca de información concentrada”.

Una nueva forma de comprensión de lo real que tuvo uno de sus más notables pioneros en el filósofo inglés Herbert Spencer, nacido en 1820, quien postuló la existencia de una “energía infinita y eterna de la cual proceden todas las cosas”. Línea de investigación que ha ido evolucionando con aportaciones como las del genial físico, matemático e ingeniero Nikolas Tesla -señaló que en el núcleo de lo material hay una realidad no física que se expresa como vibración y tiene su razón de ser en información, consciencia o pensamiento- o el antropólogo y lingüista Gregory Bateson -llegó a afirmar que “la mente es la esencia de la vida”-.

Gracias a científicos como ellos, en el siglo XXI se empieza a describir la realidad substancial de cuanto existe como energía vibratoria asociada a alguna modalidad de información, idea o pensamiento. La Teoría de Cuerdas, por ejemplo, sostiene que las partículas fundamentales no son puntos, como ha mantenido la teoría de partículas convencional, sino cuerdas, objetos extensos y vibratorios. Para el físico David Gross, premio Nóbel y uno de los máximos expertos en dicha teoría, partículas como el electrón o la radiación electromagnética corresponden sencillamente a las vibraciones de menor energía. En palabras de Fritjof Capra, prestigioso físico fundador del Instituto Elmwood, “no resulta inverosímil pensar que todas las estructuras del Universo (desde las partículas subatómicas hasta las galaxias y desde las bacterias hasta los seres humanos) sean manifestaciones de la dinámica autoorganizadora del Universo, que hemos identificado como la Mente Cósmica”.

Lo que conduce, además, a la idea de una única identidad o unidad cosmogónica en la que todo se integra y se sostiene, tercer eje básico de ¿Y tú qué sabes?. Unidad o Todo a la que pertenecen las distintas manifestaciones materiales, inmateriales y espirituales que nos ofrecen el mundo y el Universo en su globalidad interdimensional.

De hecho, ya Albert Einstein había considerado al ser humano como parte inseparable de una totalidad llamada Universo, si bien una parte limitada en el espacio y el tiempo. Destacó que “la distinción entre el pasado, el presente y el futuro es solamente una ilusión”, pues los sucesos no se desarrollan, simplemente son. Y que otra especie de ilusión de nuestra consciencia hace que nos experimentemos a nosotros mismos y a nuestros pensamientos como algo separados del resto.

A propósito de lo cual, Erwin Schrödinger, Nóbel de Física en 1933 y otro de los padres de la mecánica cuántica, enfatizó la convicción de que “todos estamos en todo (...) y nuestras vidas no son piezas, sino la totalidad; somos la totalidad del mundo”. Entendimiento al que se sumó J.S. Bell, autor en 1964 del Teorema que lleva su nombre, considerado como la obra aislada más importante en toda la historia de la física, y que viene a concluir que no existe nada que pueda llamarse verdaderamente “parte separada”, porque todas las partes del Universo están conectadas de manera íntima a un nivel fundamental, trascendiendo del tiempo y el espacio.

Una nueva senda para la ciencia donde brillan las contribuciones del profesor de física teórica David Bohm, que giran alrededor de la unidad esencial del Universo: cualquiera de sus elementos se contiene en la totalidad del mismo, que incluye tanto la materia como la consciencia. Convencido de que existen otros planos de la realidad a los que sólo podemos tener acceso a través de estados místicos –éxtasis, elevación del grado de consciencia.,…-, subrayó que la globalidad de la creación y todos los planos dimensionales están conectados “en un estado de interminable flujo o doblado y desdoblado”, siendo la evolución un signo de la inteligencia creadora explorando estructuras diferentes que van mucho más allá de lo que se precisa para sobrevivir. Para Bohm, existe un orden implicado plegado en la naturaleza que se despliega gradualmente a medida que evoluciona el Universo. Algo parecido a un holograma, aunque prefirió hablar de “holomovimiento”: forma parte de la realidad que se envuelve y se desenvuelve constantemente, entre el orden implicado y el orden manifestado, a un ritmo tal que el mundo visible aparece como uniforme.

11. Nueva visión y consciencia de unidad

Los contenidos que se han resumido a propósito de ¿Y tú qué sabes? sitúan al ser humano ante una nueva visión y una novedosa frontera existencial relacionada con su propia toma de consciencia y la comprensión del entorno. Lo que conduce, como ha señalado Willigis Jäger, a la necesidad de acometer experiencias en el espacio transpersonal. Sin ellas no podremos sobrevivir como especie humana, afirma este monje benedictino, maestro zen, autor de obras como La ola es el mar (Desclée de Brouwer; Bilbao, 2002) y fundador de la Casa de San Benito en Würzburg (Alemania)

Tales experiencias transpersonales deben partir del hecho de que el “yo” es un éxito de la evolución, pero, al mismo tiempo, representa un obstáculo para que ésta siga su avance. Nos hemos desarrollado desde una consciencia prehomínida de la que progresamos hacia una consciencia mágica, luego mítica y ahora mental y racional. Pero no podemos quedarnos aquí: nuestra consciencia ha de ampliarse. En nuestro interior gozamos de capacidades para comprender la realidad de un modo que no puede abordarse con la razón. La personalidad, la experiencia de individualidad en libre albedrío, significa un gran logro de la evolución, pero al mismo tiempo supone una limitación. Caer en la cuenta de ello es esencial para cada persona y para nuestra especie.

Muchos piensan que su consciencia egóica –la ligada a su yo- es la única posibilidad de saber y comprender. Pero esto, indica Jäger, es igual de tonto que cuando creíamos que la Tierra era el centro del Universo. Con tal concepción nos hemos orientado hacia un enorme egocentrismo, que es la fuente de los males que afligen al mundo. Él nos ha llevado al borde de la desaparición. Para salir de esta limitación hay que entrar en el nivel de la unidad; constatar que somos uno con Todo y que sólo existe la Unidad. Una red de pescador consiste en numerosas mallas, una malla sola no tiene sentido: cada uno adquiere sentido en la totalidad.

Provenimos de un paraíso en el que alguna vez nos sentimos en una unidad simbiótica con la naturaleza. Lo que llamamos “pecado original” no es otra cosa que el haber desarrollado la consciencia individual fuera de esa simbiosis. Pero, apenas salimos de ella y pudimos decir “tú” y “yo”, Caín empezó a matar a Abel. Desde entonces nuestra especie no ha hecho otra cosa que matarse mutuamente y eso se ha agravado muchísimo. Hemos llegado a un punto en el que no sabemos cómo vamos a terminar. En el siglo pasado se mataron mutuamente cien millones de personas y ninguna moral surtió efecto. Frases como “debes hacer” o “tienes que” no han hecho adelantar a la especie humana para nada.

Cómo superar las limitaciones del yo es algo que las místicas de Occidente y Oriente siempre han sabido. Pero se puede hacer en las religiones y también fuera de ellas. La mayoría de las personas buscan hoy fuera de sus religiones. Lo importante es subir un piso más arriba en la experiencia de lo religioso. Las religiones predican el amor y dicen “debes amar a tu prójimo igual que a ti mismo”, pero no nos han ayudado a dar ni un paso hacia adelante. Decimos “mi religión”, “mis creencias”,…: egoísmo. Y los que no estaban de acuerdo fueron quemados. Eso sigue igual en el presente: sunnitas y chiítas, judíos y musulmanes, fundamentalistas en la Iglesia Católica. Todos dicen “yo, yo, yo…”: los problemas del mundo derivan del egocentrismo.

Sólo cambiaremos, concluye Willigis Jäger, si entramos en un nivel nuevo de consciencia, en el espacio transpersonal. Se trata de vivir siendo más plenamente ser humano. Hay que preguntarse qué sentido tienen esos pocos decenios de mi vida en un Universo al que la ciencia calcula una antigüedad de 13.700 millones de años. La respuesta radica en ser plenamente humano. Expresado a la manera cristiana y en línea con lo que se expondrá en otros capítulos: Dios quiere ser persona en mí, tal como soy en este momento, con esta figura que tengo. Es el único motivo por el que existimos. Por eso bailo esta danza de la vida, pero yo no “estoy” bailando, sino que “soy” bailando, soy el baile. Dios se baila a Sí mismo en mí. Eckart dice que Dios se saborea a Sí mismo en las cosas. Ése es el motivo de mi existencia.

Yo tengo una importancia sin par. Por eso dice Eckart que si no estuviera yo, Dios no sería. Por eso tengo un significado único con mi vida, con esas escasas décadas en medio del Universo. Mi verdadera existencia no es la conciencia egóica del yo, sino la consciencia de Ser, algo que no nace y no muere. Lo que soy en lo más íntimo es algo que seguirá cuando mi cuerpo físico haya muerto. Y no soy el único que está bailando, sino que bailan conmigo muchas personas, que tienen la misma importancia que yo. Cuando experimento esto, mi comportamiento cambia.

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Continúa mañana domingo:

12. The Matrix: la mente del Todo

13. Del laberinto (del fauno) al cielo (berlinés)

14. La influencia secreta de la música.

15. Racionalidad e irracionalidad

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