Había, una vez, un hombre que tenía que hacer un largo viaje. Enganchó un carro a su caballo e inició la marcha hacia su destino, al que debía llegar en un tiempo límite.
Al caballo lo llamó Consciencia.
Al carro, Deseo.
A una rueda la llamó Placer.
A la otra, Sufrimiento.
Cuanto más veloz iba el carro, más rápidamente se movían las ruedas del Placer y del Sufrimiento, conectadas por el mismo eje y transportando el carro del Deseo.
Como el viaje era muy largo y el viajero se aburría, decidió decorarlo con bellos adornos. Cuanto más embelleció el carro del Deseo, más pesado se hizo para Consciencia, de tal manera que, en las cuestas, el pobre animal desfallecía, sintiéndose incapaz de arrastrar tanto peso. En los caminos arenosos o de barro, las ruedas del Placer y el Sufrimiento se hundían, quedando inmovilizado el carro del Deseo.
El viajero, desesperado porque el camino era muy largo y estaba muy lejos su destino, decidió reflexionar sobre el problema y, al hacerlo, escuchó el relincho de su viejo amigo Consciencia. Comprendiendo el mensaje, a la mañana siguiente, aligeró el peso del Deseo, quitándole los adornos y, muy temprano, salió hacia su destino, al trote de su caballo. No obstante, había perdido un tiempo que ya era irrecuperable.
A la noche siguiente, mientras reflexionaba sobre cómo recuperar el tiempo malgastado, un nuevo relincho de Consciencia, le hizo comprender que tenía que acometer una ardua y difícil tarea, su desprendimiento. Era necesario sacrificar el carro del Deseo, a sabiendas de que con ello perdía la rueda del Placer, pero también la del Sufrimiento. Sí, estaba decidido. Soportaría tales pérdidas. Una compensaría la otra.
Y, muy de madrugada, montó a Consciencia y, cabalgando sobre sus lomos, a todo galope, atravesó encrestadas montañas, misteriosos bosques, serenos valles y verdes praderas, hasta llegar, felizmente, a su destino.
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Fuente: Asociación Jing Chi Shen, Andalucía (http://chialjarafe.blogspot.com/)
Que relato más bonito. Me ha encantado, e increiblemente no te imaginas lo bien que me ha venido leerlo hoy. Parece encajar perfectamente con los acontecimientos de esta semana...
ResponderEliminarUn abrazo y gracias.
Marta.
Pues me alegro un montón, Marta.
ResponderEliminarGracias a ti.
Un beso.
Pues mi carro tiene tres ruedas, y aún no sé si es que le falta la cuarta, o es que le sobra otra. Si es esto último, me crea un dilema, pues no sabría cual quitarle, ya que se me olvidaron bautizarlas y no tienen siquiera nombres. Tampoco importaría mucho, ya que lo más grande de todo es que las ruedas son cuadradas en vez de redondas. El caballo, hasta ahora, parece que aguanta, pero el que se monte en mi carro, seguro que irá todo el tiempo bailando.
ResponderEliminarTodo mi afán es encontrar un carro semejante, pues con tanto ruido y traqueteo, se hace el camino un poco largo.
No lo tengo tal claro, que el tiempo se pierde, las cosas suceden porque tienen que pasar y precisamente , para ser cada vez más consciente con tu vida. Lo que más cuesta es el desprenderse, el abandonarse, el vaciarse de todo lo innecesario, el desaprender de pensaminetos y costumbres erróneas.Por mi parte, estoy en el intento. Merce
ResponderEliminarEn el cuento, el papel del tiempo es puramente metafórico, para enlazar y encajar el mensaje fundamental: ¡súbete a lomos de la Consciencia!. Y, una vez arriba, déjate fluir en la paz y la alegría de la Providencia.
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