Cuando contemplamos un amanecer todos nuestros problemas se diluyen en la sinfonía de colores. Nuestra mente se armoniza con la belleza exterior, abriéndose al rico mundo interior. Nadie en este momento puede sentirse víctima, ni pobre, ni desamparado…porque se hace consciente de la abundancia inagotable que mana de su Ser.
Las creencias, las teorías, de lo que estamos viendo, pierden su poder sobre nosotros. Sentimos la fuerza de las alas de nuestro propio espíritu queriendo propulsarnos, esperando las órdenes de nuestro corazón, el guardián de nuestros sueños. Realmente estamos ante un amanecer, el nuestro.
La magia del Sol naciente es un verdadero despertador que nos recuerda nuestros anhelos más profundos, aquellos con los que podemos crearnos una auténtica felicidad, aquellos que ponen en marcha nuestros dones, aquellos que nos permiten ser un regalo para la vida de los demás.
Nada puede enriquecer más a la humanidad que volver realidad nuestros sueños, porque ellos nacen más allá de todo egoísmo, en la tierra común de nuestros corazones. Allí, se entretejen unos con otros, sabiendo que no hay mayor disfrute para nuestras almas que construir juntas.
Todos estamos embarazados de sueños maravillosos, cuando los demos a luz los contemplaremos con el amor incondicional de una madre, y sabremos dejarlos libres como sabios padres, para que enriquezcan la vida. Irán a jugar con los sueños paridos por otros… y llegará el momento en que encuentren su pareja y conciban nuevos hijos.
Una nueva humanidad en la que el subsistir queda atrás, para dar paso al creador de realidades, de realidades soñadas en nuestro corazón. Pensarás, amigo lector, que todo esto sólo puede durar el tiempo de un amanecer, que después la magia se esfumará… que nos dirigiremos a nuestros trabajos de subsistencia, a nuestros problemas cotidianos. Pero hay un detalle en el que tal vez no has reparado, el amanecer no termina si seguimos caminando hacia poniente, en todo momento está amaneciendo en algún punto de
Podemos habitar una vida programada, con sus claros y sus oscuros, siendo marionetas de la dualidad, o podemos caminar llevando el amanecer con nosotros, sintiéndonos parturientas de nuestros propios sueños, creando con ellos nuestra realidad.
A estas alturas te preguntarás: ¿Cómo puedo lograr todo esto? Es muy fácil de decir, pero…¿por dónde comenzamos?. Amigo, es muy simple, empieza contemplando un amanecer…el tuyo.
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Fuente: Asociación Jing Chi Shen, Andalucía (http://chialjarafe.blogspot.com/)
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