Antes de compartir mis reflexiones, quiero
conectar con el corazón para descubrir y comprender lo que aflora dentro de mí,
y responder con un espíritu claro.
Desde el inicio de este retiro, me he sentido
como una ermitaña que toma consciencia de todo lo que le rodea y que vibra con
todo lo que acontece. Soy consciente de que este tiempo me está brindando la
oportunidad para vaciar el cuenco de la mente de pensamientos, y que hay que estar preparada para recibir. También
entiendo que es necesario saber el camino que hay que tomar y escuchar con
atención y humildad.
He seleccionado las noticias y mensajes que
durante estos días me llegaban, lo que me ha permitido vivir cada momento con
atención y serenidad, y tener compasión por cada una de las personas, cercanas
o lejanas que sufren. Tengo presente la importancia de no dejarme llevar por el
miedo y elevar mi conciencia para que la luz me ilumine. No me olvido de las
leyes que rigen en el universo y que todo vuelve a su equilibrio cuando las
cosas se ven alterada.
Para comprender el mundo en el que vivimos
estudiamos teosofía, nos agrupamos para compartir nuestros conocimientos y para
pensar juntos. Así hemos evolucionado a través de la historia de la humanidad.
Pienso que ésta es la mejor plataforma para crecer, que estamos en el momento
adecuado y en el lugar que nos corresponde para ver soluciones, tanto a nivel
individual como en grupo. Me siento responsable de la respuesta que doy en cada
momento y quiero ser coherente con lo que pienso; en la medida que tengo
conocimiento de lo que pasa, tengo posibilidad de cambiarlo.
En una reciente introspección, he vuelto a
rememorar la lectura del libro Hiperión o
el eremita en Grecia, de Friedrich Hölderlin. Reconozco el significado
profundo que su lectura tuvo en mi camino espiritual cuando lo leí por primera
vez. El personaje de Hiperión es ese
ermitaño que ha de partir en busca de sus raíces. Leer a Hölderlin es una
experiencia que trasciende, y que me
atrajo por su forma de concebir el arte, la religión y la filosofía con
una visión equilibrada; anclada en el momento presente, en un movimiento continuo
y circular. Hoy encuentro necesario tener pensamientos que nos muevan en esta
dirección, para reconectar con lo que fuimos y con la naturaleza; y para
participar en la obra del universo del que todos formamos parte.
Entiendo la búsqueda de la belleza a través del
arte, la música y la poesía como medio para entender lo sagrado. El ejercicio en la profesión docente y en la
práctica del arte me ha llevado descubrir el significado profundo de la
creación artística. La ilustración que encabeza esta reflexión pertenece a un
proyecto sobre los distintos significados de las plantas. En esta obra, las
semillas y hojas de adelfas representan el nacimiento y la muerte; el dar y
recibir como la función primordial para la vida fértil.
La vuelta a la vida cotidiana, después de este
retiro, va a significar para mí vivir
con un mayor compromiso, con mayor entrega en la relación con la familia y los
amigos que viven cerca o lejos; con todos y cada uno de los que participan en
los talleres que imparto en los Centros de Mayores; y con los compañeros que
compartimos el espacio de meditación. Es mi deber sembrar como las semillas de
la adelfa; dar y recibir como las hojas que transforman la energía y el
alimento en vida; y siempre desde la entrega del ser consciente, con amor y
compasión.
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Autora: Emilia Gómez Máximo (emiliaalajar@gmail.com)
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