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Fechas de publicación en el blog:
+Parte 1: Miércoles 15 de abril de 2020.
+Parte 2: Martes 21 de abril de 2020.
+Parte 3: Martes 28 de abril de 2020.
Audios de las tres publicaciones:
Audios de las tres publicaciones:
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Gaia: una Supraconsciencia que regula el equilibrio intra e
interespecies
El esquilmado planeta donde vivimos, Gaia, no solo alberga Vida,
sino que, también, y de manera misteriosamente inteligente, “ha gestionado y
gestiona” la preservación y el desarrollo de todos los ecosistemas que sobre
Ella han existido y, en menor medida hoy, siguen existiendo. La autorregulación
planetaria de la Tierra a nivel de su propia biosfera está suficientemente
documentada y más que observada científicamente. Cada especie vegetal y animal,
de los cientos de miles o millones que pueden existir en algunos casos y en
determinados espacios, son eslabones muy importantes dentro de una cadena de
interrelación que inciden los unos sobre los otros. Del mismo modo, esa
conexión interespecies puede verse afectada por el lugar, la altitud o
profundidad y las condiciones atmosféricas y metereológicas de cada momento.
Siendo nosotros, sin embargo, una sola especie entre las más de ocho millones
existentes, pero, desafortunadamente, la única capaz de producir la extinción
de decenas de miles de ellas en todo el planeta y en poco tiempo e, inclusive,
la única con capacidad de autodestruirse y aniquilarse a sí misma.
Afortunadamente, Gaia tiene múltiples formas y maneras de
defenderse ante los despiadados ataques -mayoritariamente inconscientes- que la
raza humana le está infligiendo conforme vamos destruyendo su preciada
biodiversidad. Ya hemos superado un umbral muy peligroso para el sostenimiento
presente y futuro de los millones de especies que convivimos en este preciado
planeta y no es de extrañar que tan maternal Ser Planetario, en estos momentos
de crisis pandémica, aparte de darnos una gigantesca lección mostrando, por una
parte, su belleza y su alegría, a modo de “sonrisa”, mediante la manifestación
exhuberante y alegre de sus múltiples formas de vida ante nosotros, en estos
difíciles momentos por los que estamos atravesando como especie, como también,
por otro lado, nos está mostrando su “firmeza y compromiso” por defenderse a sí
misma preservando a todas y a cada una de las millones de especies que compartimos
el mismo Hogar Planetario, incluidos nosotros sus hijos humanos, aunque esto
suponga la pérdida de un número reducido de individuos que no sepan o no puedan
adaptarse. Esto sería como una especie de “limpieza” o “poda” ecológica.
Por tanto, deberíamos confiar plenamente en la Sabiduría-Compasión
de Gaia, podemos aprender muchísimo de Ella y, asimismo, reverenciarla y
rendirnos ante su magnificencia. Esto no significa que debamos adorarla ni
generar una religión o sectas en base a los principales e innegables atributos
que podemos conferirle: Voluntad, Amor, Belleza e Inteligencia, o lo que es lo
mismo: Consciencia. Nada de adoración ciega ni de sectarismo interesado hacia
la Madre Tierra, que ya los hubo históricamente y aún los sigue habiendo por
distintos motivos, principalmente por inconsciencia. Gaia, únicamente nos
debería inspirar a observarla, a conocerla, a comprenderla, a respetarla, a
ayudarla y, en consecuencia, a evolucionar junto a Ella en Consciencia, a
través de sus principales atributos antes mencionados.
Según distintas teorías científicas los virus y las bacterias
aparecieron en este planeta hace unos 3.500 millones de años, como la base
sobre la que se desarrolló la vida celular para posteriormente impulsarla a
formas de vida más complejas. Según se ha podido demostrar, en la Tierra
siempre han existido más virus que bacterias y, sin ir más lejos, ya sabemos a
ciencia cierta que en nuestros cuerpos hay muchas más bacterias que células y
muchos más virus que bacterias. Por tanto, veamos a estos minúsculos seres con
buenos ojos y confiemos plenamente en ellos, pues existían mucho antes que
nosotros y gracias a ellos, estamos aquí.
Las guerras biológicas y la inoculación del miedo
Cosa distinta es la finalidad de la manipulación genética y la
experimentación de laboratorio que hacemos con los virus y las bacterias. Las
modificaciones que hagamos sobre ellos y su posterior exposición para el
contagio intencionado, bien sea para probarlos o bien como armas biológicas,
pueden tener consecuencias desastrosas hasta ciertos límites. Las cepas,
víricas o bacterianas, son poblaciones de microorganismos de una sola especie
descendientes de una única célula. Si esta primera célula ha sido modificada
genéticamente en un laboratorio y luego se experimenta con ella para probar su
contagiosidad, puede producir efectos peligrosos sobre la salud de la especie
destino, pero como la Naturaleza es muy sabia, el cuerpo etérico del virus o
bacteria -el “molde” esencial que lo sostiene- no puede ser modificado desde el
plano físico, por lo que tenderán a regresar a su estado original al cabo de
multiplicarse durante varias generaciones. En estos casos se habla de mutación
natural de las cepas. Lo mismo ocurre con las especies animales sobre las que
se han hecho modificaciones genéticas o hibridaciones. Tras varias generaciones
éstas regresarán a su especie original como, por ejemplo, los cerdos o los
perros que puedan sobrevivir libres en la Naturaleza, tras varias generaciones
devendrían en jabalíes y lobos respectivamente. En los planos de existencia más
sutiles, los cuerpos etéricos de las especies modificadas e hibridadas por
nosotros, siempre tenderán a regresar al estado original de la especie en
cuestión, salvo que desde el plano etérico seres de planos superiores
intervinieran sobre dichos cuerpos sutiles para consolidar los cambios
realizados por nosotros.
Cosa distinta es, mantener y replicar las cepas modificadas
artificialmente y lanzarlas continuamente sobre las poblaciones humanas como
arma vírica o bacteriológica. Para ello haría falta fumigar regularmente a las
poblaciones diana mediante los llamados chemtrails -estelas químicas que dejan
algunos aviones tras de sí-, de lo contrario solo afectaría negativamente a los
primeros en tomar contacto con los agentes patógenos. Posteriormente, y dada la
altísima velocidad con la que se reproducen los virus y las bacterias, tras
varias generaciones, las cepas artificiales perderían su patogénesis y serán
cada vez más suaves y menos letales.
Cosa distinta son los efectos del miedo, pánico o terror que este
tipo eventos provocan en las poblaciones desinformadas y manipuladas
mediáticamente. Puesto que, en una pandemia declarada oficialmente, aunque los
virus o bacterias puedan perder virulencia en el plano físico con el paso del
tiempo, se podría producir una mayor letalidad no por el virus o bacteria en
sí, sino por la poderosa influencia del plano mental sobre los planos emocional
y físico, lo que provocaría una rápida bajada de las defensas naturales
inmunológicas, sobre todo en las personas más desinformadas y temerosas
haciéndolas, por tanto, más vulnerables. Éstas al creerse que los virus y las
bacterias son unos “enemigos” invisibles que hay que combatir, somatizarían los
mismos síntomas o peores que los huéspedes afectados por los virus inicialmente
modificados. Al bajar la barrera inmunológica, otras bacterias u otros virus,
distintos a los que se usaron como arma biológica, activarían similares
respuestas fisiológicas, inclusive con resultados letales en algunos casos. Por
tanto, podríamos concluir en este sentido, que la desinformación y el miedo
-muy contagiosos a través de las tecnologías de la información y comunicación-
son los principales “enemigos” para la salud y el bienestar de las personas.
Por tanto, los virus no son unos micro-enemigos a
los que hay que combatir y vencer, más bien todo lo contrario. Son nuestros
mejores aliados para la supervivencia de nuestra especie, perfectamente
dirigidos y administrados por Gaia. Y al igual que podemos hacer con el
Macro-Ser llamado Gaia, también podemos estudiar y comprender la naturaleza y
funciones de los seres vivos más básicos y más antiguos de la Naturaleza.
Dejemos de manipularlos para que dejen de perjudicarnos y, en definitiva,
empecemos por aceptarlos y respetarlos por su indudable función beneficiosa
para nosotros y para todas las especies. Y ante su existencia como forma de
vida básica y primigenia, solo queda reverenciarla como parte esencial de Gaia.
Su presencia entre nosotros, ya sea artificial o natural, solo nos debe mover a
actuar en Consciencia, dejando de prestar atención a los medios de
desinformación, informándonos bien y compartiendo información veraz,
suficientemente contrastada, sobre todo por nuestra sabiduría interior o
intuición. Y a nivel de nuestra salud, simplemente debemos adoptar hábitos
saludables para fortalecer nuestro sistema inmunológico y garantizar así, no
solo nuestra supervivencia y la de las personas que nos rodean, sino también la
Felicidad y la Alegría de Vivir.
Criba porcentual dentro de una especie para su
mejor adaptación
Desde un punto de vista más esotérico, abundando
un poco más en lo que ya hemos compartido, los virus, las bacterias y sus
distintas cepas, tienen una importante función en la regulación sistemática y
selectiva de los individuos de cualquier especie en clave de protección y
potenciación de su propia evolución, así como del conjunto de especies con las
que se interrelaciona. Es decir, estos minúsculos seres, aparecen, se
multiplican y se expanden no por casualidad. Gaia o la Vida Planetaria en su
conjunto, los usa para proteger y reequilibrar sus innumerables ecosistemas y
cada una de las especies que los integran, ya sea en un nivel geográfico
limitado o bien a nivel continental o planetario, según sea preciso, a costa,
únicamente, de la pérdida de un porcentaje reducido de individuos de la especie
que está en plena crisis de adaptación. Ahora, por ejemplo, la Humanidad entera
lo está.
Independientemente que este tipo de coronavirus haya sido modificado
o no en un laboratorio y su propagación se deba a un escape accidental, o bien
intencionado como arma biológica, lo que parece estar claro es que el COVID-19,
posiblemente muy contagioso tal y como se dice, tiene un grado de penetración y
de afectación celular muy limitado y a la vez muy selectivo, principalmente, en
razón al nivel de fortaleza del sistema inmunológico de sus huéspedes. Por
tanto, serán mucho más vulnerables las personas más frágiles de salud física y
mental y, entre ellas, las más ancianas –los ancianos fuertes y sanos quedarían
a salvo-. Sin embargo, ya sabemos que hay factores determinantes de alto riesgo
que pueden hacer que el virus cause mayores efectos perniciosos sobre la salud
de personas aparentemente fuertes y sin patologías previas, como son el miedo,
la ansiedad, el estrés, la depresión, la angustia, la ira y, sobre todo, el
pánico o el terror -las máximas expresiones del miedo-. Estas emociones y
estados del ánimo, directamente relacionados con nuestro estilo de vida personal
y con nuestros pensamientos -y con nuestra consciencia-, van a producir una
caída de nuestro sistema inmunológico directamente proporcional a la intensidad
de tales emociones y de su duración en el tiempo.
En el caso de los animales, posiblemente ocurra lo mismo, pero, más
que por sus estados mentales y emocionales -que también los tienen-, los virus
los atacarían más bien en razón a su debilidad física -ellos no son conscientes
de lo que dicen los medios de comunicación-, pudiéndose producir, de este modo,
una selección natural y una evolución de los más fuertes.
Aseveración y conclusión
Por todo lo explicado hasta ahora, podemos aseverar con gran
rotundidad que la crisis sanitaria provocada por el COVID-19, es una magnífica
oportunidad que nos brinda la Naturaleza, ante las incesantes agresiones a las
que la estamos sometiendo, para cambiar nuestra percepción acerca de la Madre
Tierra, Gaia, Pacha Mama o como queramos denominarla. Por tanto, deberíamos
replantearnos muy seriamente cómo vamos a relacionarnos con Ella a partir de
ahora.
Para ello, y a modo de conclusión, vemos muy necesario que se
reconozca a la Naturaleza -a Gaia- como sujeto político en todos los niveles de
gobierno, desde lo local hasta lo internacional, tal y como explica muy bien el
catedrático de Filosofía y Política Daniel Innerarity en su artículo El voto
de los animales, analizado brevemente en el subepígrafe 5.1 del capítulo de
Ecología de esta obra. Igualmente animamos al lector a que lo lea completo en
la web www.sociedaddistópica.com, donde esencialmente explica que la política tiene que ser menos
antropocéntrica y más biocéntrica y que, de algún modo, la Naturaleza tiene que
estar convenientemente representada en nuestras democracias.
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Autor: Manolo López (Coordinador temático de Ecología del
Proyecto de investigación Consciencia y
Sociedad Distópica)
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