Y un niño se le acercó
junto con otros niños y, tirándole de la túnica, le decía:
—Maestro bueno, ¿por qué no nos hablas hoy,
como otros días, y nos cuentas de tus cosas? Porque sólo tú te paras y nos
escuchas, y tan solo tú miras como miran nuestras madres.
Y Abul Beka se sentó con todos ellos y así les hablaba:
—¿Veis a los pajarillos cómo se sientan también para escucharnos? ¿No
notáis cómo las hojas de los árboles se inclinan para darnos más sombra?
¿Sentís cómo la naturaleza os cobija entre sus manos y os protege en su pecho?
Y un niño se levantó y dijo:
—Maestro nuestro, ¿sabes?, yo veo a un amigo
que siempre va conmigo y que cuando nadie me oye él me oye; y que cuando nadie
me ve, él me ve. Muchas veces le hablo; mas los mayores dicen que es mi cabeza,
que tiene alas de fantasía, y se ríen de él y de mí. Dime, ¿tú también te
reirías?
Y él le respondió:
–De verdad te digo que cuando la inocencia llena
la vida es cuando únicamente no se está solo. Aquellos que se ríen de ti ya
mataron a su amigo y su compañía, y se sumergieron en la apariencia de creer
que están rodeados de amigos y compañías. Ellos ríen en ti aquello que mataron
y también desean que tú lo mates.
Y después, mirándolos a todos, les dijo:
—Mirad que no dejéis nunca de guardar a vuestro amigo en el
corazón. Él es el único que conservará vuestra infancia. Y de verdad os digo
que aquel que logre de vosotros seguir siendo un niño, a través de todas las
etapas que, como zancadillas, os pone la vida, se convertirá en maestro de los
hombres para volverlos como niños.
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Autor: Cayetano Arroyo
Fuente: Diálogos con Abul Beka (Editorial
Sirio)
Nota: En homenaje a la memoria de Cayetano Arroyo y Vicente Pérez Moreno,
un texto extraído de los Diálogos de Abul Beka se publica en este blog todos los
miércoles desde el 4 de octubre de 2017.
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