Agenda completa de actividades presenciales y online de Emilio Carrillo para el Curso 2024-2025

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6/4/20

La lucha contra el caos: 1 (Visión sistémica del mundo: 12)


En las entregas anteriores hemos ido repasando, sin ánimo de entrar en detalles, en el devenir de la Creación, partiendo en principio en un “porque sí”, como causa del origen, pero en el principio de complejidad, como motor de la Evolución, tanto del Cosmos como tal, como de la Vida, hasta llegar a nuestro querido homínido Moonwatcher, de la novela y película de Arthur Clarke, “2001 una odisea del espacio”; es decir, hasta nosotros mismos en la actualidad, acompañándonos en este relato por el memorable Danubio azul, rumbo a la Estación espacial internacional.
[https://www.youtube.com/watch?v=wIBEK99ri7U]

Vamos a profundizar a partir de ahora en los principios que tan sólo apuntamos en la entrega 4ª, pero que hemos ido viendo cómo se cumplen en la evolución de los seres vivos
Probablemente, la definición más perfecta y que más obedece a la realidad, respecto de la Vida, la escuché de boca de ese genial divulgador científico de los años sesenta y setenta, Lluis Miravitlles, “la vida es la lucha contra el caos”.

Y es verdad, porque mientras en el mundo inanimado, todo tiende a ganar entropía, en un permanente descenso térmico y con ello, ganancia de desorden y caos, los seres vivos, mientras permanecen (permanecemos) vivos, han (hemos) de gastar ese plus de energía necesaria para mantener el calor interno necesario y suficiente (pero no más), para mantener todas sus (nuestras) estructuras organizadas y en funcionamiento para mantener ese orden interno, que les confiere el atributo de mantenerse (mantenernos) con vida.

Así que la lucha contra el caos no es ni siquiera el primer principio, sino la base, la esencia de la vida, pues digamos como axioma que…
“Todo sistema que muestre una termodinámica de procesos irreversibles, capaz de mantener su temperatura estable, ¡está vivo!”
Es cierto que existe un estado de vida “latente”, como el de las semillas o el de hibernación, pero quizás es la necesaria excepción que hace necesario este axioma. Porque en el momento que se de las necesarias condiciones de humedad, presión y temperatura, la manifestación de la vida se hará patente.

Este es el primer hashtag, el cero, que mencioné en la entrega 8, al explicar el génesis de la vida, con la evolución de la célula.

¿Y cómo se hace eso de luchar contra el caos?

Principio de las fuerzas antagónicas


Si en el mundo físico inanimado, todos los fenómenos se basan en la estabilidad de pares de fuerzas, acción – reacción, es verdad que la Teoría de la muerte térmica del Universo , propuesta por Lord Kelvin y que sostiene que todo tiende hacia un incremento ilimitado de entropía… salvo que los efectos gravitatorios de la materia oscura digan lo contrario. Pero dejando aparte esto, la Segunda Ley de la Termodinámica nos condena a la entropía, al caos, en el extremo, a la muerte. Y la Vida, justamente lo que hace es un malabarismo térmico, de modo que, respetando la Segunda Ley, usa un extra de energía, justamente para violar esta Segunda Ley y mantener sus estructuras, lo que supone, tener que “funcionar”, es decir, cumplir una serie de funciones propias de los seres vivos.

El ser humano se pone muy contento cuando descubre una ley, puesto que, al evidenciarla, de alguna forma siente que da un decidido paso al frente en la comprensión del mundo que le rodea. Pues bien, con un enfoque sistémico, por el cual, el investigador siempre tiene claro que los patrones de comportamiento de la Naturaleza obedecen a principios comunes a todos los agentes, tanto animados como inanimados, es hasta cierto punto sencillo encontrar similitudes que en el fondo son isomorfismos, o patrones de comportamiento que obedecen en esencia a la misma estructura de relaciones.

Por poner un ejemplo, cuando una madre trata de sobreproteger a su hijo haciendo por él lo que el niño debería aprender por sí mismo, en esencia está comportándose de igual forma que un médico que sólo aplica un tratamiento sintomático a un paciente sin atacar a la causa de la enfermedad, o un gerente que trata de aplicar medidas para cubrir el expediente anual de presentar unas cuentas de resultados maquilladas al consejo de dirección, aunque ello hipoteque el futuro de la empresa. Detrás de estos comportamientos hay fuerzas que emergen y que compiten por dominar el escenario del sistema que conforma la madre con su hijo, el médico actuando en el complejo sistema orgánico del paciente, o la empresa que dirige el gerente.

Si pudiéramos denominar a estas fuerzas de alguna forma, las denominaríamos “fuerzas antagónicas”. Y son antagónicas porque caminan en sentidos opuestos de una misma dirección. La dirección es el “crecimiento” o “desarrollo”, y los sentidos son el positivo o el negativo.

Cuando ambas fuerzas antagónicas actúan, pero ninguna prevalece sobre la otra, el sistema se encuentra en estado estacionario o estable (en inglés “steady state”).

Cuando una de las dos prevalece, el sistema se mueve en sentido positivo “crecimiento positivo”, “evolución”, “desarrollo” o simplemente crecimiento. O en sentido negativo “crecimiento negativo”, “involución”, “decrecimiento” o “recesión”.

Cuando ninguna de las dos actúa, entonces el sistema se encuentra en equilibrio. En los sistemas físicos inanimados esta situación no tiene ninguna repercusión en el futuro del sistema. En los sistemas vivos, esto significa que el sistema ha muerto, ha dejado de funcionar de modo irreversible.

El primer par de fuerzas antagónicas nos las ofrece la Física, y se trata del par “acción – reacción”.

Fuerza es siempre una acción mutua que se ejerce entre dos cuerpos. Hablamos de la tercera Ley de Newton que sentencia el principio físico de acción - reacción, “si en un punto de un cuerpo se ejerce una fuerza (acción), sobre otro, éste reacciona siempre de modo que sobre el primero ejerce una fuerza (reacción) igual y contraria”.

Con esta definición, nos damos cuenta que cuando queremos mover nuestro coche porque se ha quedado sin batería, nuestra fuerza está siendo contrarrestada por otra exactamente igual que el coche ejerce sobre nosotros al negarse a obedecernos. En este caso estamos luchando denodadamente contra la inercia que hace se mantenga parado. En Física, la situación en la que ambas fuerzas se anulan, con lo cual no se observa ningún movimiento, se denomina estado de equilibrio, y no estado estable, porque en realidad, en el Universo material no hay un solo rincón del cosmos donde no exista ninguna fuerza. Cualquier cuerpo material está sometido a fuerzas que, si se contrarrestan, “parece” que le hacen permanecer en reposo. Pero abandonando la puridad terminológica, lo que aquí importa es ser conscientes de que la realidad que vemos es así porque constantemente pares de fuerzas están actuando enfrentadamente.

En el mundo de la Química tenemos el equivalente del par acción reacción, en la Ley de acción de masas, por la que “la velocidad de una reacción química es proporcional al producto de las masas activas de las sustancias reaccionantes”. La velocidad de una reacción química es tanto mayor cuanto mayor es la diferencia de concentraciones entre los elementos reaccionantes por un lado y el resultado de la reacción por otro. Cuando ambos extremos alcanzan concentraciones y presiones iguales, la reacción entra en estado de equilibrio, es decir, que tantas reacciones de unión se producen frente a las mismas de disociación, porque A + B tienden a unirse, pero AB tiende a separarse.
                                       A + B <=> AB

Volviendo a la física que ven nuestros sentidos, nos sonará aquello de fuerza centrífuga y fuerza centrípeta, que es el estado en el que nuestros satélites artificiales orbitan nuestro planeta, o la Luna gira alrededor de la Tierra, o la tierra alrededor del Sol, o una piedra gira alrededor de nuestra mano, sujeta por una honda, etc. La fuerza centrípeta es simple y llanamente la fuerza de gravedad, mientras que la fuerza centrífuga es su opuesta, que consigue hacer estable y posible el Universo a base de movimiento angular continuo. Y un último ejemplo, recordemos cuando hacíamos la mili, al disparar una pistola, cómo a la fuerza que imprime velocidad a una bala, se opone otra en sentido contrario, que nos tira de la mano para atrás, en el momento de producirse la detonación.

Las estrellas lucen y en nuestro caso el Sol nos da calor cada mañana gracias a que el horno estelar se encuentra en un estado de razonable equilibrio de fuerzas entre la fuerza de gravedad que tiende a colapsar la inconmensurable masa de gas de la estrella, y la fuerza explosiva de las reacciones termonucleares de fusión, que tienden a que ese mismo gas salga despedido cuando se libera la terrorífica energía originada al fusionarse dos átomos de Hidrógeno en uno de Helio. Durante los diez mil o más millones de años que una estrella normal permanece estable, ambas fuerzas están estabilizadas. Cuando el horno nuclear se agota, y todo el Helio se ha transformado en Oxígeno, Carbono o Hierro, la fuerza de gravedad vence a la expansiva, la estrella se colapsa y en un último grito de dolor, estalla en mil pedazos (es un decir) convirtiéndose durante unos pocos días en una bellísima nova o supernova.

En conclusión, el objetivo de esta breve exposición de nuestro mundo físico es hacer comprender que el mundo material físico, inanimado es como es porque la Ley de fuerzas antagónicas está permanentemente actuando. Y todo ello gracias a la conversión de energía en materia.

Si pasamos a los seres vivos, las fuerzas antagónicas están también en la base de la vida. En los seres vivos hablar de equilibrio sería lo mismo que hablar de muerte. Un ser vivo se mantiene vivo gracias a que su organismo está permanentemente intercambiando materia, energía e información con el entorno. Es un sistema abierto, que necesita comer, incorporar materia del exterior, que transforma en energía necesaria para mantener permanentemente funcionando todos sus subsistemas biológicos. Tanto entra como sale de él. Así que las mismas fuerzas que actúan introduciendo materia energía e información en el interior se compensan con otras que en sentido contrario hacen que salga al exterior materia, energía e información.
Interiormente, nuestro organismo tiene sistemas de autorregulación de las funciones denominadas vegetativas y de homeostasis que, sin entrar en demasiadas explicaciones, permiten mantener nuestro medio interno dentro de márgenes de viabilidad. Entre ellos, nuestro sistema nervioso dispone de lo que en Fisiología se denomina Sistema nervioso vegetativo, y este se comporta generando dos fuerzas antagónicas, una que tiende preferentemente a acelerar las funciones del organismo (el sistema simpático), y otra que tiende a decelerar esas mismas funciones del parasimpático o vagal). (En realidad no es tan drástica la separación entre función aceleradora sólo del simpático y deceleradora sólo del parasimpático, pues ambos comparten acciones aceleradoras y deceleradoras, pero valga aquí esta académica separación a lo que nos ocupa) ambos sistemas nerviosos vegetativos se comportan como el acelerador y el freno de un automóvil. Hacen falta los dos. Si el automóvil sólo dispusiera de freno, (parasimpático), el vehículo no se movería jamás, las funciones orgánicas estarían permanente frenadas. Si sólo tuviera acelerador, el automóvil adquiriría una velocidad tal, que consumiría todo el combustible, no podría detenerse o decelerar ante algún peligro, y montarse en ese vehículo sería un auténtico suicidio. De la misma forma, con sólo el sistema simpático, las funciones orgánicas estarían tan aceleradas, que el organismo no podría reposar jamás, el consumo de energía sería insostenible, y al final el organismo moriría de agotamiento de fuerzas, de energía y de recursos consumidos para satisfacer las insaciables exigencias de unos órganos permanentemente desquiciados.

En resumen, vemos que nuestro Universo y nosotros mismos vivimos y existimos gracias a ese conjunto de pares de fuerzas antagónicas que opuestas, hacen que sea posible, tanto el movimiento como la estabilidad, tanto la vida, como la muerte, tanto la luz, como la oscuridad.

Es la filosofía oriental del Yin y el Yang, donde las fuerzas en realidad no son antagónicas, sino complementarias. Ambas se necesitan mutuamente para que sea posible la existencia. No son buenas unas y malas otras. En realidad, el bien y el mal no existe en la Naturaleza, son percepciones subjetivas, no realidades objetivas. Aceptamos que es bueno lo que favorece la vida y su crecimiento, y es malo todo aquello que la frena o la pone en peligro. Pero esa percepción es individual y relaciona cada cual con el entorno. En su conjunto, si por buena es una fuerza que genera crecimiento, por mala sería aquella que genera minoración, involución. Pero no es verdad, porque “todo está bien”, o simplemente “es”. Las fuerzas involutivas no están para fastidiar nada, sino porque el exceso y la supremacía de las fuerzas evolutivas, harían igualmente inviable la Vida y el Cosmos.

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Autor: José Alfonso Delgado (Doctor en Medicina especializado en Gestión Sanitaria y
en Teoría de Sistemas) (joseadelgado54@gmail.com)
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La publicación de las diferentes entregas de Visión sistémica del mundo se realiza en
este blog, en el contexto del Proyecto Consciencia y Sociedad Distópica, todos los lunes
desde el 20 de enero de 2020.
Se puede tener información detallada sobre los objetivos y contenidos de tal Proyecto
por medio de su web: http://sociedaddistopica.com/
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