En las entregas anteriores hemos ido
repasando, sin ánimo de entrar en detalles, en el devenir de la Creación,
partiendo en principio en un “porque sí”, como causa del origen, pero en el
principio de complejidad, como motor de la Evolución, tanto del Cosmos como
tal, como de la Vida, hasta llegar a nuestro querido homínido Moonwatcher, de
la novela y película de Arthur Clarke, “2001
una odisea del espacio”; es decir, hasta nosotros mismos en la actualidad,
acompañándonos en este relato por el memorable Danubio azul, rumbo a la
Estación espacial internacional.
[https://www.youtube.com/watch?v=wIBEK99ri7U]
Vamos a profundizar a partir de ahora en
los principios que tan sólo apuntamos en la entrega 4ª, pero que hemos ido
viendo cómo se cumplen en la evolución de los seres vivos
Probablemente, la definición más perfecta
y que más obedece a la realidad, respecto de la Vida, la escuché de boca de ese
genial divulgador científico de los años sesenta y setenta, Lluis Miravitlles, “la
vida es la lucha contra el caos”.
Y es verdad, porque mientras en el mundo
inanimado, todo tiende a ganar entropía, en un permanente descenso térmico y
con ello, ganancia de desorden y caos, los seres vivos, mientras permanecen
(permanecemos) vivos, han (hemos) de gastar ese plus de energía necesaria para
mantener el calor interno necesario y suficiente (pero no más), para mantener
todas sus (nuestras) estructuras organizadas y en funcionamiento para mantener
ese orden interno, que les confiere el atributo de mantenerse (mantenernos) con
vida.
Así que la lucha contra el caos no es ni
siquiera el primer principio, sino la base, la esencia de la vida, pues digamos
como axioma que…
“Todo sistema que muestre una termodinámica de
procesos irreversibles, capaz de mantener su temperatura estable, ¡está vivo!”
Es cierto que existe un estado de vida
“latente”, como el de las semillas o el de hibernación, pero quizás es la
necesaria excepción que hace necesario este axioma. Porque en el momento que se
de las necesarias condiciones de humedad, presión y temperatura, la manifestación
de la vida se hará patente.
Este es el primer hashtag, el cero, que
mencioné en la entrega 8, al explicar el génesis de la vida, con la evolución
de la célula.
¿Y cómo se hace eso de luchar contra el
caos?
Principio de las fuerzas antagónicas
Si en el mundo físico inanimado, todos
los fenómenos se basan en la estabilidad de pares de fuerzas, acción –
reacción, es verdad que la Teoría de la muerte térmica del Universo , propuesta
por Lord Kelvin y que sostiene que todo tiende hacia un incremento ilimitado de
entropía… salvo que los efectos gravitatorios de la materia oscura digan lo
contrario. Pero dejando aparte esto, la Segunda Ley de la Termodinámica nos
condena a la entropía, al caos, en el extremo, a la muerte. Y la Vida,
justamente lo que hace es un malabarismo térmico, de modo que, respetando la
Segunda Ley, usa un extra de energía, justamente para violar esta Segunda Ley y
mantener sus estructuras, lo que supone, tener que “funcionar”, es decir,
cumplir una serie de funciones propias de los seres vivos.
El ser humano se pone muy contento
cuando descubre una ley, puesto que, al evidenciarla, de alguna forma siente
que da un decidido paso al frente en la comprensión del mundo que le rodea.
Pues bien, con un enfoque sistémico, por el cual, el investigador siempre tiene
claro que los patrones de comportamiento de la Naturaleza obedecen a principios
comunes a todos los agentes, tanto animados como inanimados, es hasta cierto
punto sencillo encontrar similitudes que en el fondo son isomorfismos, o
patrones de comportamiento que obedecen en esencia a la misma estructura de
relaciones.
Por poner un ejemplo, cuando una madre
trata de sobreproteger a su hijo haciendo por él lo que el niño debería
aprender por sí mismo, en esencia está comportándose de igual forma que un médico
que sólo aplica un tratamiento sintomático a un paciente sin atacar a la causa
de la enfermedad, o un gerente que trata de aplicar medidas para cubrir el
expediente anual de presentar unas cuentas de resultados maquilladas al consejo
de dirección, aunque ello hipoteque el futuro de la empresa. Detrás de estos
comportamientos hay fuerzas que emergen y que compiten por dominar el escenario
del sistema que conforma la madre con su hijo, el médico actuando en el
complejo sistema orgánico del paciente, o la empresa que dirige el gerente.
Si pudiéramos denominar a estas
fuerzas de alguna forma, las denominaríamos “fuerzas antagónicas”. Y son
antagónicas porque caminan en sentidos opuestos de una misma dirección. La
dirección es el “crecimiento” o “desarrollo”, y los sentidos son el positivo o
el negativo.
Cuando ambas fuerzas antagónicas
actúan, pero ninguna prevalece sobre la otra, el sistema se encuentra en estado
estacionario o estable (en inglés “steady state”).
Cuando una de las dos prevalece, el
sistema se mueve en sentido positivo “crecimiento positivo”, “evolución”,
“desarrollo” o simplemente crecimiento. O en sentido negativo “crecimiento
negativo”, “involución”, “decrecimiento” o “recesión”.
Cuando ninguna de las dos actúa,
entonces el sistema se encuentra en equilibrio. En los sistemas físicos
inanimados esta situación no tiene ninguna repercusión en el futuro del
sistema. En los sistemas vivos, esto significa que el sistema ha muerto, ha
dejado de funcionar de modo irreversible.
El primer par de fuerzas antagónicas
nos las ofrece la Física, y se trata del par “acción – reacción”.
Fuerza es siempre una acción mutua que
se ejerce entre dos cuerpos. Hablamos de la tercera Ley de Newton que sentencia
el principio físico de acción - reacción, “si en un
punto de un cuerpo se ejerce una fuerza (acción), sobre otro, éste reacciona
siempre de modo que sobre el primero ejerce una fuerza (reacción) igual y
contraria”.
Con esta definición, nos damos cuenta
que cuando queremos mover nuestro coche porque se ha quedado sin batería,
nuestra fuerza está siendo contrarrestada por otra exactamente igual que el
coche ejerce sobre nosotros al negarse a obedecernos. En este caso estamos
luchando denodadamente contra la inercia que hace se mantenga parado. En
Física, la situación en la que ambas fuerzas se anulan, con lo cual no se
observa ningún movimiento, se denomina estado de equilibrio, y no estado
estable, porque en realidad, en el Universo material no hay un solo rincón del
cosmos donde no exista ninguna fuerza. Cualquier cuerpo material está sometido
a fuerzas que, si se contrarrestan, “parece” que le hacen permanecer en reposo.
Pero abandonando la puridad terminológica, lo que aquí importa es ser
conscientes de que la realidad que vemos es así porque constantemente pares de
fuerzas están actuando enfrentadamente.
En el mundo de la Química tenemos el
equivalente del par acción reacción, en la Ley de acción de masas, por la que “la velocidad de una reacción química es proporcional al
producto de las masas activas de las sustancias reaccionantes”. La
velocidad de una reacción química es tanto mayor cuanto mayor es la diferencia
de concentraciones entre los elementos reaccionantes por un lado y el resultado
de la reacción por otro. Cuando ambos extremos alcanzan concentraciones y
presiones iguales, la reacción entra en estado de equilibrio, es decir, que
tantas reacciones de unión se producen frente a las mismas de disociación,
porque A + B tienden a unirse, pero AB tiende a separarse.
A + B
<=> AB
Volviendo a la física que ven nuestros
sentidos, nos sonará aquello de fuerza centrífuga y fuerza centrípeta, que es
el estado en el que nuestros satélites artificiales orbitan nuestro planeta, o
la Luna gira alrededor de la Tierra, o la tierra alrededor del Sol, o una piedra
gira alrededor de nuestra mano, sujeta por una honda, etc. La fuerza centrípeta
es simple y llanamente la fuerza de gravedad, mientras que la fuerza centrífuga
es su opuesta, que consigue hacer estable y posible el Universo a base de
movimiento angular continuo. Y un último ejemplo, recordemos cuando hacíamos la
mili, al disparar una pistola, cómo a la fuerza que imprime velocidad a una
bala, se opone otra en sentido contrario, que nos tira de la mano para atrás,
en el momento de producirse la detonación.
Las estrellas lucen y en nuestro caso
el Sol nos da calor cada mañana gracias a que el horno estelar se encuentra en
un estado de razonable equilibrio de fuerzas entre la fuerza de gravedad que
tiende a colapsar la inconmensurable masa de gas de la estrella, y la fuerza
explosiva de las reacciones termonucleares de fusión, que tienden a que ese
mismo gas salga despedido cuando se libera la terrorífica energía originada al
fusionarse dos átomos de Hidrógeno en uno de Helio. Durante los diez mil o más
millones de años que una estrella normal permanece estable, ambas fuerzas están
estabilizadas. Cuando el horno nuclear se agota, y todo el Helio se ha
transformado en Oxígeno, Carbono o Hierro, la fuerza de gravedad vence a la
expansiva, la estrella se colapsa y en un último grito de dolor, estalla en mil
pedazos (es un decir) convirtiéndose durante unos pocos días en una bellísima
nova o supernova.
En conclusión, el objetivo de esta
breve exposición de nuestro mundo físico es hacer comprender que el mundo material
físico, inanimado es como es porque la Ley de fuerzas antagónicas está
permanentemente actuando. Y todo ello gracias a la conversión de energía en
materia.
Si pasamos a los seres vivos, las
fuerzas antagónicas están también en la base de la vida. En los seres vivos
hablar de equilibrio sería lo mismo que hablar de muerte. Un ser vivo se
mantiene vivo gracias a que su organismo está permanentemente intercambiando
materia, energía e información con el entorno. Es un sistema abierto, que
necesita comer, incorporar materia del exterior, que transforma en energía
necesaria para mantener permanentemente funcionando todos sus subsistemas
biológicos. Tanto entra como sale de él. Así que las mismas fuerzas que actúan
introduciendo materia energía e información en el interior se compensan con
otras que en sentido contrario hacen que salga al exterior materia, energía e
información.
Interiormente, nuestro organismo tiene
sistemas de autorregulación de las funciones denominadas vegetativas y de
homeostasis que, sin entrar en demasiadas explicaciones, permiten mantener
nuestro medio interno dentro de márgenes de viabilidad. Entre ellos, nuestro
sistema nervioso dispone de lo que en Fisiología se denomina Sistema nervioso
vegetativo, y este se comporta generando dos fuerzas antagónicas, una que
tiende preferentemente a acelerar las funciones del organismo (el sistema
simpático), y otra que tiende a decelerar esas mismas funciones del
parasimpático o vagal). (En realidad no es tan drástica la separación entre
función aceleradora sólo del simpático y deceleradora sólo del parasimpático,
pues ambos comparten acciones aceleradoras y deceleradoras, pero valga aquí
esta académica separación a lo que nos ocupa) ambos sistemas nerviosos
vegetativos se comportan como el acelerador y el freno de un automóvil. Hacen
falta los dos. Si el automóvil sólo dispusiera de freno, (parasimpático), el
vehículo no se movería jamás, las funciones orgánicas estarían permanente
frenadas. Si sólo tuviera acelerador, el automóvil adquiriría una velocidad
tal, que consumiría todo el combustible, no podría detenerse o decelerar ante
algún peligro, y montarse en ese vehículo sería un auténtico suicidio. De la
misma forma, con sólo el sistema simpático, las funciones orgánicas estarían
tan aceleradas, que el organismo no podría reposar jamás, el consumo de energía
sería insostenible, y al final el organismo moriría de agotamiento de fuerzas,
de energía y de recursos consumidos para satisfacer las insaciables exigencias
de unos órganos permanentemente desquiciados.
En resumen, vemos que nuestro Universo
y nosotros mismos vivimos y existimos gracias a ese conjunto de pares de
fuerzas antagónicas que opuestas, hacen que sea posible, tanto el movimiento
como la estabilidad, tanto la vida, como la muerte, tanto la luz, como la
oscuridad.
Es la filosofía oriental del Yin y el
Yang, donde las fuerzas en realidad no son antagónicas, sino complementarias.
Ambas se necesitan mutuamente para que sea posible la existencia. No son buenas
unas y malas otras. En realidad, el
bien y el mal no existe en la Naturaleza, son percepciones
subjetivas, no realidades objetivas. Aceptamos que es bueno lo que favorece
la vida y su crecimiento, y es malo todo aquello que la frena o la pone en
peligro. Pero esa percepción es individual y relaciona cada cual con el
entorno. En su conjunto, si por buena es una fuerza que genera crecimiento, por
mala sería aquella que genera minoración, involución. Pero no es verdad, porque
“todo está bien”, o simplemente “es”. Las fuerzas involutivas no están para
fastidiar nada, sino porque el exceso y la supremacía de las fuerzas
evolutivas, harían igualmente inviable la Vida y el Cosmos.
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Autor: José Alfonso Delgado (Doctor en Medicina especializado en Gestión Sanitaria y
en Teoría de Sistemas) (joseadelgado54@gmail.com)
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La publicación de las diferentes entregas de Visión sistémica del mundo se realiza en
este blog, en el contexto del Proyecto Consciencia y Sociedad Distópica, todos los lunes
desde el 20 de enero de 2020.
Se puede tener información detallada sobre los objetivos y contenidos de tal Proyecto
por medio de su web: http://sociedaddistopica.com/
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