El año 2009, que ayer concluyó, pasará por muchos motivos a la historia de la economía española. Eso sí, a sus páginas más tristes y desoladoras. Al menos desde la perspectiva de los intereses generales y los objetivos de la mayoría social.
Contemplando la foto final del ejercicio, se puede afirmar con rotundidad que la crisis ha servido, quizá ha sido el pretexto perfecto, para impulsar el mayor trasvase de rentas conocido desde la hacienda pública a manos privadas, fundamentalmente hacia el sector bancario.
Lo explican muy bien las ayudas públicas a la banca privada, por montante de 220.000 millones de euros, que el Gobierno ha tramitado ante el Banco Central Europeo Y, mientras el paro subía a cifras apabullantes,
La denominada “distribución funcional de la renta” indica de modo preciso como ésta se reparte entre el trabajo y el capital. En el arranque de los años 70 del pasado siglo XX y en plena transición democrática, las rentas del trabajo alcanzaron el 64 por 100 del producto interior bruto (PIB), frente al 46 de las de capital. A partir de ahí, la disminución de su porcentaje ha sido casi constante. En 1999, cierre de la centuria, el peso de las rentas de trabajo y capital se igualaron, 50 por ciento cada una. A comienzos de 2008, el descenso de las rentas del trabajo llegó hasta el 46,6%, siendo ya superadas por las del capital (53,4). Y ahora, al finalizar 2009, año en el que el Instituto Nacional de Estadística ha venido reconociendo cada trimestre nuevas bajadas, las rentas del trabajo se han colocado en la banda del 45 por 100 del PIB.
Por tanto, a lo largo de las últimas décadas, las rentas del trabajo han perdido un 30% en la distribución funcional de la renta, marcando al cierre de 2009 su mínimo histórico. Y lo que en el reparto de la riqueza nacional era una posición de ventaja para las rentas del trabajo (64-46) o, ya en 1999, de igualdad (50-50), se ha convertido en una situación de clara desventaja frente a las rentas de capital (45-55).
Hay que insistir en que se trata de la cifra más reducida de participación de los salarios en la renta nacional desde que existen series estadísticas. Y la más baja de toda
Con este telón de fondo y ante la inauguración de 2010, año para el se anuncian reformas laborales y nuevas leyes en la esfera económica (pensiones, economía sostenible,…), poner fin a esta auténtica sangría de las rentas salariales ha de ser un objetivo prioritario.
El único cambio de modelo productivo que interesa a los ciudadanos es aquel que permita avanzar hacia una economía donde las rentas del trabajo recuperen peso, exista empleo digno y estable para todos y el déficit público no ponga el solfa el sistema público de pensiones y los pilares del Estado del Bienestar. Lo demás es sólo retórica hueca para que el personal no perciba el cambio de modelo que, por la vía de hecho, se viene produciendo ya, de manera cada vez más acelerada, a favor de los sectores más pudientes y privilegiados de la sociedad.
No he logrado subirlo la primera vez. Te decía, querido Emilio, que no sacas las conclusiones que tú mismo iluminas. Y además, falta decir que Aznar subió esas rentas salariales desde el 48,7% en que las dejó el gobierno González hasta el 50,1% en 1999. Un abrazo. Pedro de Tena
ResponderEliminarNo he logrado subirlo la primera vez. Te decía, querido Emilio, que no sacas las conclusiones que tú mismo iluminas. Y además, falta decir que Aznar subió esas rentas salariales desde el 48,7% en que las dejó el gobierno González hasta el 50,1% en 1999. Un abrazo. Pedro de Tena
ResponderEliminarHola, Pedro.
ResponderEliminarMe alegra mucho saludarte y te agradezco tu comentario.
El análisis que la entrada plantea es muy sintético y no aborda periodos estadísticos más cortos, como el que tú planteas entre 1996 y 1999, en el que, efectivamente, hubo un corto cambio de tendencia, que pronto volvió a su cauce de pérdida de peso de las rentas del trabajo.
Un fuerte abrazo.
e