Agenda completa de actividades presenciales y online de Emilio Carrillo para el Curso 2023-2024

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29/1/10

Aportaciones para la plasmación de la consciencia expandida y la red consciencial (VIII)

0. Solicitud de aportaciones (entrada de fecha 19 de enero)

1. La hora y el turno de la “ecología mental” (Leonardo Boff) (20 de enero)

2. Más de lo mismo. ?No! (Federico Mayor Zaragoza) (20 de enero)

3. 2010: Año del Amor Incondicional y del Paraíso en la Tierra (Domingo Díaz) (20 de enero)

4. Es tiempo de los ciudadanos (Xavier Caño Tamallo) (21 de enero)

5. 2010: Latido Mundial (Latido Mundial) (21 de enero)

6. Ser Dios mismo, aplicándonos en conseguir las cualidades que le atribuimos (José Manuel Piñero) (21 de enero)

7. Consciencia ampliada (José Julio Ruiz Benavides) (21 de enero)

8. Elogio de la metamorfosis (Edgar Morin) (22 de enero)

9. Pautas de Sintonización y Activación Energético-Vibratoria (Asthar Sheran) (23 de enero)

10. Consciencia y “participation mystique” (José Tamayo) (25 de enero)

11. Expansión de la consciencia: Redes de consumo local (Pilar S.) (26 de enero)

12. Más allá del horizonte (Julio Andrés Pagano) (26 de enero)

13. Consciencia y unificación de la física en el marco de la nueva ciencia (Rafael López Guerrero) (27 de enero)

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14. Organización del trabajo e invasión de la privacidad: correr por correr (Sidi Mohamed Barkat. El País, 26/01/2010)

(Remitido por Juanjo Sanabria, desde Bilbao, como aportación a la reflexión colectiva abierta en el Blog)

El “fordismo”, la organización del trabajo surgida del sistema de producción en cadena creado por Henry Ford, ya no rige nuestras sociedades.

Antes, los sindicatos se batían por reducir el número de horas y aumentar los salarios; y, en menor medida, controlaban las condiciones de trabajo, pero no tocaban lo que pasaba dentro del trabajo. Este sistema permitió el desarrollo de la sociedad de consumo, el crecimiento económico, pero no abordó la cuestión de la existencia, de la “respiración” del ser humano Los trabajadores respiraban fuera del trabajo: con el dinero se podía acceder al mundo, se podía entrar en una comunidad -la comunidad nacional-, un mundo -la civilización- y un espacio -el territorio del país-. Eran objetos de amor y conformaban la identidad.

La nueva organización del trabajo ha cambiado este relato y los suicidios, cada vez más numerosos en muchos países, son el grito desesperado de los trabajadores que sucumben. Los gobiernos buscan las razones para los suicidios en problemas personales. Para mí son un grito de revuelta ante una situación que nos desborda y de la que no podemos escapar; el suicidio abre una brecha para poder tomar el aire, es una cuchillada, como lo fue realmente en el caso de un trabajador de France Télécom que en medio de una reunión se clavó un cuchillo en el abdomen. El que se suicida nos convoca para ver lo que los demás no vemos. Nuestra civilización no es consciente de que está produciendo muertos vivientes, zombis.

La evaluación individualizada de la productividad crea una división en el interior de la persona. El trabajador ha sido transformado en una especie de empleador de sí mismo. En algunos sectores, ciertamente, se le ha concedido un grado considerable de autonomía, e incluso se puede decir que es más libre. Pero lo que sucede es que una parte de sí mismo -el sujeto- va a emplear a la otra parte -el cuerpo- y le va a pedir una serie de cosas. Si los objetivos que se impone son muy elevados, el sujeto puede pedirle al cuerpo tal vez lo imposible y es así como el cuerpo va a trabajar, no sólo en la empresa, sino fuera de la empresa; por ejemplo, pidiendo al marido o a la esposa que le ayude; formándose a su propio coste.

El trabajo ha desbordado completamente su esfera para invadir la esfera de lo privado. Incluso a los trabajadores se les regala material como ordenadores, teléfonos, etcétera. En realidad, el objetivo es que transporten su trabajo fuera del espacio de su trabajo. Ahí es donde empieza el conflicto entre el sujeto que ordena y el cuerpo que obedece. El cuerpo pensante, que es flexible y ligero, no puede serlo más que manteniendo una cierta economía vital; si se le empuja demasiado lejos, es como una máquina a la que se le pide más de la cuenta y se rompe. En lugar de producir ligereza e invención produce pesadez

La contradicción deriva de las nuevas técnicas de gestión empresarial. Se dijo que los trabajadores ya no tenían razones para sentirse enfrentados al capital; se dijo: hemos hecho del asalariado su propio patrón, ya no hay lucha de clases. Pero el capital -ahora en forma de capital financiero- y el trabajo siguen estando ahí y el conflicto y el antagonismo social se ha trasladado al interior del individuo.

El conflicto social estaba regulado por las negociaciones entre la patronal y los sindicatos, por las reglamentaciones etcétera y por lo que antes definíamos como la comunidad nacional, la identidad..., pero ahora el conflicto está dentro del individuo, y este conflicto es el que lleva a explotar, el suicidio. Se puede hablar de acoso laboral, de jefes malvados, y es cierto, esto está ahí y hay que denunciarlo, pero no es eso lo que sucede dentro de este individuo que se suicida, no es el patrón, es él mismo. No hay manera de establecer una mediación entre uno y uno mismo

La cuestión fundamental es cómo se hace correr a la gente. Si usted sólo quiere simplemente trabajar, no le darán ese empleo. Por esto se busca sólo a jóvenes, a gente que cree en esa idea de que son ganadores y no perdedores y que están dispuestos a comprometerse en el éxito, que están por la acción; gente que quiere moverse... El movimiento es el elemento determinante.

El segundo elemento es la polivalencia y la reestructuración, lo que supone sustituir la existencia. Pero esta misma regla permite que la empresa diga regularmente que no hacen suficiente. La gente corre para atrapar, no sólo el salario, no sólo el reconocimiento, corre por el simple hecho de correr. Cuando se corre se crea un hilo y si uno se para, el hilo se rompe. Correr es trazar una línea. Esta línea no existe. Sólo existe cuando se corre.

15. Aprovechemos la crisis para transformar el sistema (José Carlos García Fajardo)

(Han sido varios los amigos del Blog que me han remitido este escrito como aportación a la reflexión sobre la expansión de la consciencia abierta en el Blog. Aunque ya fue publicado en él con fecha 11 de diciembre de 2009, no está de más, ni mucho menos, insertarlo de nuevo en este contexto)

Cuando cerca de mil millones de seres humanos viven debajo del umbral de la pobreza, cada día decenas de millares de personas mueren de hambre, desaparecen etnias, modos de vida, culturas, poniendo el patrimonio de la humanidad en peligro, cuando el clima se deteriora, no podemos resignarnos a hablar sólo de cómo atajar la crisis financiera.

Nuestro mundo requiere alternativas, no sólo regulaciones. No es lógico rehabilitar un sistema si no tratamos de transformarlo. Para comprender el alcance de este deber moral tenemos que ponernos en la perspectiva de las víctimas. Esto nos permite constatar que las crisis, financiera, alimentaria, energética, hídrica, climática, social, tienen una causa común, el agotamiento de un modelo económico de desarrollo por sobreexplotación y olvido de la condición humana. Puesto que estamos ante un caso de conductas desorbitadas e incontroladas podemos transformar el crecimiento y el progreso adoptando otra actitud más humana y solidaria en armonía con las exigencias de la naturaleza.

Esta crisis tiene consecuencias sociales que van más allá del ámbito en que se han desarrollado. El desempleo, el consumo desaforado, la implacable agresión a la naturaleza y la exclusión de los más pobres, la creciente vulnerabilidad de las clases medias y el incesante incremento de las víctimas. No se trata sólo de un accidente en el recorrido del sistema ni de un abuso cometido por poderes económicos. Se trata de los efectos de una lógica que atraviesa la historia económica de los últimos dos siglos.

Se ha confundido ser con tener, mientras se instalaba la falacia de que el motor del crecimiento pasaba por la acumulación del capital, de la cual se beneficiaría, a la larga, el resto de la humanidad. No ha sido así. Estas no son más que las cimas emergentes de un océano de insolidaridad, de ciega explotación de la naturaleza y del trabajo de los seres humanos. Con todas las salvedades cabría decir: bienvenida sea la crisis si con ella acometemos la transformación del sistema.

En este sentido, la burbuja financiera exacerbada por el desarrollo de nuevas tecnologías de la información y de las comunicaciones ha reventado los instrumentos que había idolatrado. La economía financiera se ha vuelto cada vez más virtual y los beneficios se han conseguido a costa de la explotación de riquezas naturales y de comunidades. La especulación se ha convertido en norma del sistema económico.

Un ejemplo lo podemos ver en la crisis alimentaria. Los precios no aumentaron sólo a causa de la explosión demográfica ni por un descenso en la producción, sino por haber sometido la vida de las personas a la consecución de beneficios desorbitados.

También la crisis energética va más allá de los desajustes de los precios del petróleo. Ésta señala el fin del ciclo de la energía fósil barata, pues su mantenimiento llevó a una utilización desorbitada de la energía, en favor de un modo de crecimiento acelerado. La sobreexplotación de los recursos naturales y la liberalización de los intercambios multiplicaron el transporte de las mercancías y fomentaron los medios de movilidad individual, sin considerar las consecuencias climáticas y sociales. La utilización de derivados del petróleo como fertilizantes y pesticidas se generalizó en el marco de una agricultura intensiva.

Ante esta crisis urge buscar soluciones que no se compadecen con mantener el nivel de beneficios, sin tomar en cuenta el medio ambiente ni las necesidades de la población. Pero eso no entra en el cálculo del modelo capitalista. Es el caso de los agrocarburantes y sus consecuencias ecológicas: destrucción, por el monocultivo de la biodiversidad, de los suelos y de las aguas subterráneas, y sus consecuencias sociales: expulsión de millones de campesinos que van a poblar los cinturones de miseria de las ciudades y a empeorar la presión migratoria.

En este contexto podemos considerar la crisis social. Este conjunto de tropelías desemboca en una crisis de la civilización, con el consiguiente agotamiento del planeta y la amenaza a millones de seres vivos. Nunca antes en la historia de la humanidad había sido tan posible la destrucción física del planeta. De ahí la urgente necesidad de aportar propuestas alternativas que permitan una transformación radical de nuestras formas de vida. La política que renuncia a la razón y abandona la ética siega las posibilidades de otro mundo posible, más justo y solidario.

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Os invito a que me remitáis (mediante email a EMCARRI@terra.es) reflexiones y propuestas (artículos, escritos, comentarios,…) destinadas a plasmar, en lo efectivo y concreto, la expansión de consciencia que están experimentando muchos seres humanos y la Humanidad, conformando un auténtica red consciencial. Pueden ser tanto vuestras como de otros, pero que os han llamado la atención (en cuyo caso, lógicamente, haremos referencia a la fuente: autor y medio en el que se ha publicado).

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