Pepe Navajas, buen amigo y editor de Ituci Siglo XXI (http://www.ituci.com/paginas/inicio.php), me envía esta reflexión relativa a lo publicado en este Blog el pasado viernes 7 de agosto, bajo el título “A propósito de la entrada anterior”:
Querido Emilio: Totalmente de acuerdo en lo de expandir la información y el conocimiento; y con algún reparo y apreciación, en lo de "no caer en el resentimiento ni en posiciones antisistema". Voy a tratar de explicarme.
Teniendo muy presentes los 7 Principios o Leyes Fundamentales, (Hermes Trismegisto y todas las Escuelas Iniciáticas, muchos Maestros Ascendidos y, por supuesto, el Maestro Jesús en todas sus enseñanzas y parábolas) y, por tanto, el principio de vibración, llegamos a que si no trabaja uno, cada uno, interiormente para dejar atrás el resentimiento, el odio,... por supuesto que lo que hacemos es alimentar el sistema.
Pero trabajando también el primer principio, el del mentalismo, cuantos más seamos trabajando con nuestra mente, con nuestro deseo, con nuestro corazón y con todo nuestro sentir, para que las instituciones que sostienen el sistema se desmoronen, antes llegaremos al Gran Cambio.
Se admite habitualmente que se visualicen y envíen energías positivas, o sanadoras, u otras cosas en el mismo sentido, a quienes lo necesiten. Pero no suele admitirse que se envíen energías y deseos que ayuden a que florezca un mundo nuevo, para lo que antes, el anterior tiene que haber desaparecido, o haber perdido su poder.
Eso no suele admitirse por que son miles de años influyendo en nuestra espiritualidad (castas sacerdotales e iglesias) y en nuestra ética (desigualdades por géneros, sociales, propiedad y enriquecimiento...). Ha calado en nosotros, los humanos, hasta los tuétanos.
Y creo que también hay que explicar esto y no caer el la trampa de: ¡Ah, contra tal cosa no se puede hablar,... por que eso es odio o resentimiento!.
Hay multitud de personas que han caído en esa trampa o en otras similares.
Confío en haber sabido explicarme. Un abrazo. Pepe
Le he contestado a Pepe de manera personal. Y él me ha autorizado a colgar aquí el contenido de mi respuesta:
Te has explicado perfectamente, Pepe.
Desgraciadamente, son numerosas y tienen nombres y apellidos las instituciones, entidades y organizaciones –personas jurídicas, las llama el Derecho- que sostienen y alimentan con su quehacer el sistema vigente y sacan provecho del mismo: un sistema ilógico y cruel basado en la eliminación de cualquier visión trascendente de la existencia, el dolor y la injusticia, la insolidaridad, el miedo y la inseguridad, la pobreza severa de gran parte de la humanidad, la consecución por unos pocos del mayor lucro posible en el menor tiempo posible, la soledad en medio de la multitud, la desinformación por la información masiva y manipulada, la destrucción del habitat natural del planeta, el agotamiento de los recursos naturales, el uso de los avances tecnológicos en beneficio de una minoría y de la carrera armamentista y un amplio etcétera destructor, avasallador e indigno de nuestra divina dignidad.
Tales instituciones, entidades y organizaciones carecen de autoridad moral alguna, por mucho que se revistan de poder; por mucho que hablen bien de ellas los medios de comunicación; y por mucho que se exprese por su boca el pensamiento único a través de personas arregladas, aseadas, educadas, joviales y aparentemente preocupadas por el bienestar común. Y tales instituciones, entidades y organizaciones -laicas o religiosas, gubernamentales o privadas- no se merecen en modo alguno lo que tradicionalmente se ha denominado “obediencia debida”.
Por esto, ante ellas y ante el sistema que sustentan hay que ser rebeldes, término derivado del latín “rebellis -e” y que identifica precisamente a “los que faltan a la obediencia debida”.
Rebeldes, sí. Rebeldes para no soportar la buena educación que nos lleva a un mundo falso, hipócrita, de tramoyas y disfraces; rebeldes para llamar al pan, pan, y al vino, vino; rebeldes para, sin violencia ni exasperación alguna, pero muy clarito, para que resuene (del latín “reboo”), decir a la cara de los bienpensantes, bienintencionados, bienhablados,… que todo es un cuento.
Pero la rebeldía es una cosa y otra bien distinta el resentimiento y los dualismos (en estos se incluye el antisistema y cualquier otro “anti”).
El resentimiento y la dualidad se basan en el odio, la prevalencia del ego, el dolor sublimado como sufrimiento, la vanidad y el olvido de nuestro linaje divino.
La rebeldía, en cambio, se fundamenta en la compasión. Y ésta, sólo en el Amor.
Un Amor Incondicional –incluye, por supuesto, el Amor a los que nos hacen daño, el Amor contra Resistencia- que no sabe de amarguras, ni de enfados, ni de insultos, ni de ira. Un Amor Incondicional que nos transforma en comprensivos, alegres y generosos y multiplica exponencialmente nuestra capacidad de perdón.
Que nos inunde, Pepe, el Amor Incondicional para que la compasión nos haga estremecernos ante el dolor del prójimo; y que la compasión nos vivifique interiormente hasta transformarnos en rebeldes capaces de expulsar a los mercaderes del templo y de nuestro corazón.
Un abrazo.
e
Querido Emilio: Totalmente de acuerdo en lo de expandir la información y el conocimiento; y con algún reparo y apreciación, en lo de "no caer en el resentimiento ni en posiciones antisistema". Voy a tratar de explicarme.
Teniendo muy presentes los 7 Principios o Leyes Fundamentales, (Hermes Trismegisto y todas las Escuelas Iniciáticas, muchos Maestros Ascendidos y, por supuesto, el Maestro Jesús en todas sus enseñanzas y parábolas) y, por tanto, el principio de vibración, llegamos a que si no trabaja uno, cada uno, interiormente para dejar atrás el resentimiento, el odio,... por supuesto que lo que hacemos es alimentar el sistema.
Pero trabajando también el primer principio, el del mentalismo, cuantos más seamos trabajando con nuestra mente, con nuestro deseo, con nuestro corazón y con todo nuestro sentir, para que las instituciones que sostienen el sistema se desmoronen, antes llegaremos al Gran Cambio.
Se admite habitualmente que se visualicen y envíen energías positivas, o sanadoras, u otras cosas en el mismo sentido, a quienes lo necesiten. Pero no suele admitirse que se envíen energías y deseos que ayuden a que florezca un mundo nuevo, para lo que antes, el anterior tiene que haber desaparecido, o haber perdido su poder.
Eso no suele admitirse por que son miles de años influyendo en nuestra espiritualidad (castas sacerdotales e iglesias) y en nuestra ética (desigualdades por géneros, sociales, propiedad y enriquecimiento...). Ha calado en nosotros, los humanos, hasta los tuétanos.
Y creo que también hay que explicar esto y no caer el la trampa de: ¡Ah, contra tal cosa no se puede hablar,... por que eso es odio o resentimiento!.
Hay multitud de personas que han caído en esa trampa o en otras similares.
Confío en haber sabido explicarme. Un abrazo. Pepe
Le he contestado a Pepe de manera personal. Y él me ha autorizado a colgar aquí el contenido de mi respuesta:
Te has explicado perfectamente, Pepe.
Desgraciadamente, son numerosas y tienen nombres y apellidos las instituciones, entidades y organizaciones –personas jurídicas, las llama el Derecho- que sostienen y alimentan con su quehacer el sistema vigente y sacan provecho del mismo: un sistema ilógico y cruel basado en la eliminación de cualquier visión trascendente de la existencia, el dolor y la injusticia, la insolidaridad, el miedo y la inseguridad, la pobreza severa de gran parte de la humanidad, la consecución por unos pocos del mayor lucro posible en el menor tiempo posible, la soledad en medio de la multitud, la desinformación por la información masiva y manipulada, la destrucción del habitat natural del planeta, el agotamiento de los recursos naturales, el uso de los avances tecnológicos en beneficio de una minoría y de la carrera armamentista y un amplio etcétera destructor, avasallador e indigno de nuestra divina dignidad.
Tales instituciones, entidades y organizaciones carecen de autoridad moral alguna, por mucho que se revistan de poder; por mucho que hablen bien de ellas los medios de comunicación; y por mucho que se exprese por su boca el pensamiento único a través de personas arregladas, aseadas, educadas, joviales y aparentemente preocupadas por el bienestar común. Y tales instituciones, entidades y organizaciones -laicas o religiosas, gubernamentales o privadas- no se merecen en modo alguno lo que tradicionalmente se ha denominado “obediencia debida”.
Por esto, ante ellas y ante el sistema que sustentan hay que ser rebeldes, término derivado del latín “rebellis -e” y que identifica precisamente a “los que faltan a la obediencia debida”.
Rebeldes, sí. Rebeldes para no soportar la buena educación que nos lleva a un mundo falso, hipócrita, de tramoyas y disfraces; rebeldes para llamar al pan, pan, y al vino, vino; rebeldes para, sin violencia ni exasperación alguna, pero muy clarito, para que resuene (del latín “reboo”), decir a la cara de los bienpensantes, bienintencionados, bienhablados,… que todo es un cuento.
Pero la rebeldía es una cosa y otra bien distinta el resentimiento y los dualismos (en estos se incluye el antisistema y cualquier otro “anti”).
El resentimiento y la dualidad se basan en el odio, la prevalencia del ego, el dolor sublimado como sufrimiento, la vanidad y el olvido de nuestro linaje divino.
La rebeldía, en cambio, se fundamenta en la compasión. Y ésta, sólo en el Amor.
Un Amor Incondicional –incluye, por supuesto, el Amor a los que nos hacen daño, el Amor contra Resistencia- que no sabe de amarguras, ni de enfados, ni de insultos, ni de ira. Un Amor Incondicional que nos transforma en comprensivos, alegres y generosos y multiplica exponencialmente nuestra capacidad de perdón.
Que nos inunde, Pepe, el Amor Incondicional para que la compasión nos haga estremecernos ante el dolor del prójimo; y que la compasión nos vivifique interiormente hasta transformarnos en rebeldes capaces de expulsar a los mercaderes del templo y de nuestro corazón.
Un abrazo.
e
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