La
Ciencia avanza mediante el contraste de hipótesis[i].
Ante una realidad esquiva, se enfrentan dos planteamientos, el que se quiere
demostrar como cierto (hipótesis nula) frente a su alternativa (hipótesis
alternativa), que niega la primera. Más o menos.
Yo
soy o me considero un cristiano de frontera, es decir, un cristiano que,
compartiendo la fe de mis padres con la Comunidad eclesial, sin embargo, acaso
por acontecimientos vividos en mi juventud, siempre me ha preocupado lo que les
sucede a los humanos que viven “fuera de los muros de la diócesis”, es decir, a
los otros Santos de Dios, los no bautizados en la fe católica que, por cierto,
son bastantes más del 80% de la población mundial. Mi encuentro con la
filosofía oriental vivida por mí en San Francisco, California con diecisiete
años, al leer el librito de Krishnamurti “A los pies del Maestro”, regalo de un
grupo de Hare Krisna que conocí en la plaza Girardelli Square, mientras en
España se emitía la serie “Kung fu”, me generó un salto cuántico a nivel
espiritual, en el que el pensamiento de Teresa y Juan de la Cruz, que ya
conocía y sentía hondamente, se daba la mano con el de Buda o Lao Tse, para
enojo, sin duda, de nuestros exégetas y hermeneutas.
Y
descubrí que la vida mística es simplemente universal, que no tiene fronteras
religiosas. Así que, desde muy joven, me cuestioné si la espiritualidad y la
religiosidad eran lo mismo o no. Me cuestioné si podía existir una fe Universal
y si esta era compatible con la fe de catecismo, la de la Iglesia católica. Y
esa pregunta se la hice a un sacerdote que nos dio en ICADE, hace muchos años,
una conferencia sobre no recuerdo qué tema en concreto, pero yo le formulé esta
misma pregunta, si existía o podía existir una fe Universal, asumible por todos
los pueblos de la tierra. Su respuesta fue, como siempre, ambidiestra y
bicóncava, es decir, ni sí ni no, sino todo lo contrario, aunque en ella se
resbalaba (al menos para mí) la idea de que, entre esa fe universal y los seres
humanos, se interponían las religiones, altamente especializadas en separar al
mundo con un mismo Dios.
Ahondando
en esta idea, que me dejó preocupado, descubrí otra idea inquietante, de un
conocido teólogo español, de cuyo nombre no logro ahora acordarme, que es la de
“eclesiastizar la fe”, es decir convertir el mensaje de Jesús en un conjunto de
códigos canónicos que convierten la fe en una adhesión incondicional a ese
conjunto de códigos, que basados, ciertamente, en el mensaje de Jesús, se
convierten en exclusivos, excluyentes y biunívocamente asociados a una
organización religiosa; de ahí la importancia capital de los actos sacramentales,
que son la base y cimiento de la Iglesia.
Y
la hipótesis nula ha sido la de asociar el mensaje de Jesús, o Fe Universal, a
ese conjunto de códigos canónicos que aprendemos en el catecismo que la Iglesia
católica ha ido elaborando a lo largo de dos mil años. Bajo esa hipótesis nula,
se ha llevado a cabo la evangelización, desplazando la fe de los infieles
(consideradas falsas y paganas) por la fe verdadera de la Iglesia.
En
su aventura americana de colonización, la cosa tuvo relativo éxito, porque se
pudo desplazar la fe de los considerados salvajes en sus dioses, por la
verdadera fe católica o cristiana, si incluimos a los protestantes
anglosajones. Pero peor fue el resultado en Oriente, donde se trató de expulsar
la fe del hindú o budista o sintoísta y sus paganas divinidades, por la fe
católica. Ahí la Iglesia pinchó en hueso, porque fue a dar con una cultura
bastante más evolucionada y antigua a nivel espiritual que la de los pobres
indios americanos.
Al
final de los tiempos, los actuales, nos encontramos con un mundo convertido en
un puzzle de religiones, cada cual excluyente de las demás, donde sí, como
diría aquel cura en ICADE, la Fe Universal es un desiderátum bastante
imposible, porque está bloqueada por los rígidos códigos religiosos.
Evolucionar
en la espiritualidad, de una fe de catecismo a la mística, supone sacar los
pies del plato, tanto que decirlo abiertamente es como cantar la Traviata. Por
eso, cuando te obligan, como en política, a tomar partido (o dentro o fuera, o
izquierda o derecha), abrazar la hipótesis alternativa y proclamar, acorde con
la Filosofía perenne, y decir que mi fe es Universal, y la comparto con todos
aquellos que aspiran a una espiritualidad no-dual, donde Dios y Jesús y la
Trinidad (por cierto, idea que no es originaria del cristianismo, sino que ya
residía en las culturas orientales[1]), es dar el cante y que te miren con recelo.
Pero
la lectura de la “Filosofía perenne” de Aldous Huxley, la increíble obra del
maestro benedictino y también maestro zen Willigis Jäger “La ola es el mar”, y
volver a leer a San Juan de la Cruz, me devolvieron la paz al hacerme
comprender que el Universo, ese infinito océano de estrellas, no puede estar
atomizado en creencias incompatibles entre sí.
La
Fe Universal en Dios, es una verdad absoluta, aunque muy incómoda para los
líderes religiosos. Si esto es cierto, me pregunto si los apóstoles supieron
entender el mandato de Jesús de “id y predicad”. ¿Qué debían haber predicado,
sus palabras o nuestro elaborado catecismo? ¿Era justo desplazar y destruir las
ancestrales creencias de los “salvajes infieles” por las nuestras, bastante más
elaboradas y cultas?
Pero,
si creo firmemente en que Dios se manifiesta permanentemente en el mundo a lo
largo de la Historia, concluyo que “todo está bien”. De una forma u otra, todo
es correcto tal y como se han desarrollado los acontecimientos, así como
también está bien, la situación actual con un 80/20 de evangelización mundial.
Me
quedo con la creencia de que, para el nivel evolutivo de la consciencia
de los seres humanos, en nuestra quinta raza raíz, la era de las religiones,
como camino hacia la Divinidad, ha sido conveniente y necesaria; pero estamos
en el umbral de que quede definitivamente superada, con el próximo final de
“esta generación” (Mt 24, 34). Creo que estamos, la Humanidad entera, como el
joven rico ante el dilema que le planteó Jesús “déjalo todo y sígueme”
(Mt 19, 21).
Puede
que esta idea sea demasiado agresiva para el común de las gentes, por eso no
suelo compartirla abiertamente. Pero esta
es la idea que desde que fui consciente en mi adolescencia, de las sendas de la
vida interior, de la vía directa de relación mística del alma con Dios, la he
convertido en el Centro de mi Vida, “la amada en el Amado transformada”. El
Cantar de los Cantares.
Y
cuando llegas a esta intuición profunda, todo lo demás sobra.
Sólo
el hecho de vivir en comunidad me induce a participar de la fe de las gentes.
Creo ser un buen católico, como sería un buen hindú, de haber nacido en la
India.
[1] En el ámbito hindú, a
Dios Padre se le conoce como Brahm, el Dios trascendente, el Creador de todo.
Pero también se le conoce como Vishnu, el avatar encarnado y también como Shiva
o dios interior, el inmanente.
[i] Hipótesis alternativa
Muchas veces me he
cuestionado por qué no termino de abrazar abierta y plenamente los
planteamientos del catecismo católico, con todos sus múltiples aspectos
credenciales. De alguna forma me ha hecho sentir muy incómodo. Leyendo la vida
de los santos, todos sin excepción han vivido el centro nuclear de la fe
católica. Así que, según esta evidencia, jamás podré aspirar a la santidad
católica, por mi inevitable tendencia a ver y aceptar como plenamente legítima
las creencias y la fe de “los paganos” de las demás religiones. Creo
profundamente en “Todos los Santos de Dios”, personas de buena voluntad y
sincero corazón que creen en Dios.
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Autor: José Alfonso Delgado
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Las Enseñanzas Teosóficas se publican en este blog cada domingo, desde el
19 de febrero de 2017
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