Yo tomo el control
El ser humano, al estar dotado de una excelente capacidad de mando
y control respecto del entorno que le rodea, justamente por esa intrínseca
capacidad de tomar decisiones a partir de lo que observa del exterior por sus
sentidos externos y de su propio interior, por sus sensaciones propioceptivas,
es capaz de tomar decisiones, pero no siempre son correctas. Es decir, los
automatismos naturales que definen el comportamiento de los seres vivos,
gracias a los que la Naturaleza es dramáticamente sublime y perfecta (no se
equivoca, porque no puede tomar decisiones equivocadas, salvo las enfermedades
como el cáncer y las mutaciones inadaptables al medio, que conducen siempre a
la muerte), en el ser humano ha sido sustituida, gracias a su mente concreta,
por una capacidad de decidir a voluntad, las acciones a tomar para satisfacer
sus necesidades. Y en la medida en que, según se ha ido estructurando la famosa
pirámide de Maslow, sus necesidades han pasado de ser las básicas (comida,
bebida, respiración, alojamiento o vestido) para pasar, una vez satisfechas
estas primeras a desear cubrir las de más alto nivel, como la seguridad, la
necesidad de relación, de reconocimiento social y de autorrealización, es en la
medida en que su toma de decisiones ha ido pasando de las surgidas para
mantener el estado estable de sus organismos, a ir satisfaciendo deseos que han
ido yendo más allá de las primeras, para incrementar en complejidad, más allá
de lo puramente biológico e invadir el ámbito de la emotividad, lo instintivo y
lo puramente deseable sin que sea realmente necesario.
Es decir, frente a los seres vivos que se comportan en base a
conductas programadas en su software básico para la supervivencia y la
conservación de la especie, el ser humano ha dado un salto espectacular
mediante el cual, tiene capacidad de seguir las leyes de la Naturaleza, las
leyes sistémicas, o no, violarlas, transgredirlas, en función de su propia
elección, de su capacidad de elegir.
La situación que se ha producido al introducir el factor de
decisión y libre albedrío es similar a la de un completo ignorante en
ingeniería que, abriendo el capó de un motor, pretende, sin saber cómo funciona,
modificar su funcionamiento para conseguir mejores prestaciones. Es decir, nos
hemos metido a trastear los complejos sistemas naturales para tratar de que
funcionen mejor para nuestra satisfacción, que va mucho más allá de la mera
supervivencia.
Y en ese proceso de indagar cómo funciona la Naturaleza y cómo
funcionamos nosotros mismos (los grupos y las organizaciones humanas), hemos
empezado a manipular la Naturaleza a tientas y hemos empezado, sobre todo a
partir del Siglo XIX, a tocar cables y dispositivos de complejísimos sistemas
naturales y, de bruces, nos hemos enfrentado cara a cara con la COMPLEJIDAD.
Esa complejidad ha abrumado al ser humano desde sus orígenes, hasta
el punto que, como primera opción para comprender y explicar la compleja
realidad que veían sus ojos, acudió a la magia y a la intervención de las
divinidades; una forma sencilla de decir que, como no sabemos cómo funciona la
Naturaleza, está claro que seres superiores la controlan y para que nos sean
propicios los fenómenos naturales, lluvias, cosechas, salud – enfermedad, etc.,
se han desarrollado sistemas religiosos con un alto componente credencial y
litúrgico, a fin de mantener aplacada la ira de los dioses.
Pero siempre han habido seres humanos que han tratado de ir más
allá de esas simple explicaciones divinas, y con ellos, surgió la Filosofía y
la Ciencia, que arrancando de la antigua Grecia, dando un salto hasta el
Renacimiento, ha ido dando pasos de gigantes, con figuras como Galileo y Newton,
hasta llegar a los portentosos Siglos XX y XXI, en el que los seres humanos,
tras la declaración de defunción de Dios hecha por Nietzsche, “Dios ha muerto”,
nos hemos llegado a creer seres superiores, “superhombres”, capaces de tomar el
absoluto control de, al menos nuestro Planeta.
Y sí, ciertamente, los avances en todos los campos del conocimiento
han sido espectaculares y hemos profundizado muchísimo en la extrema
complejidad de la Naturaleza. Y sabemos que estamos ante sistemas de altísima
complejidad, pero lamentablemente, nuestra capacidad de comprensión jamás ha
estado a la altura total de las circunstancias y, por ello, hemos tenido que
acudir continuamente al “reduccionismo”, es decir, a la función de diseño de
modelos simples de realidad que, intentan explicar cómo funciona una realidad
llamativamente más compleja. Y con ello, venimos tratando de tomar el control
de nuestro mundo.
En la antigüedad, las intervenciones humanas de los fenómenos
naturales fueron a través de la aparición de la agricultura y la domesticación
de animales. Y así, el hombre ha evolucionado durante miles de años hasta
prácticamente el advenimiento de la “máquina de vapor”, momento en el cual, la
capacidad de intervención humana en estos procesos naturales empezó a crecer de
una forma exponencial.
Pero la intervención humana no sólo ha sido en estos procesos
naturales, principalmente relacionados con la alimentación. También ha estado
directamente relacionada con la aparición de las agrupaciones humanas, de cómo
los humanos se asocian y relacionan en grupos, tribus, agregados ciudadanos,
reinos, imperios y organizaciones de todo tipo. Es decir, el ser humano, para
desarrollar su actividad y su capacidad de supervivencia y desarrollo, se ha
asociado en grupos (sistemas humanos), que mediante agregados de grupos ha
creado organizaciones, desde una aldea, una ciudad, un feudo, un reino hasta
los propios imperios. Y el funcionamiento de estos sistemas sociales, cuya
estructura y funcionamiento veremos en próximas entregas, se ha forjado mediante
la “invención” de dos disciplinas fundamentales para la vida humana, la Ley y
el dinero, el Derecho y la Economía. Es decir, los seres humanos han
desarrollado a lo largo de la Historia un conjunto de fundamentos de
convivencia, que suponen las fuentes del Derecho y de la Economía, mediante los
que han pretendido “emular” las leyes de comportamiento sistémico que rigen la
Naturaleza.
En un intento de abandonar el “salvajismo animal”, con el Derecho,
la Economía y la “Tecnología”, el ser humano ha creado (o intentado crear) la
base de lo que se ha venido en denominar la “Civilización”, que es un sistema
humano aparte del sistema natural, esto es muy importante, en el que la
Naturaleza dota de recursos para alimentar y permitir el crecimiento de las sociedades
humanas, y recoge y trata de procesar, algo que jamás antes se había producido
en la Naturaleza como tal, la basura, el desperdicio, capaz de ser reciclado (o
no).
Dos mundos, el natural y el artificial, el primero abasteciendo al
segundo y el segundo viviendo a costa del primero. Mientras la proporción
relativa de mundo artificial y natural era de, digamos uno por millón, acaso el
impacto podría ser perfectamente asumido por el segundo, pero a partir del
disparo demográfico que supuso el paso del Renacimiento a la Revolución
industrial en el que se pasó de 500 a mil millones de habitantes en la Tierra,
tras la aparición de ”la máquina”, hemos pasado en 200 años, de mil a 7000
millones. El impacto del hombre sobre la Naturaleza ya no es de 1/1.000.000,
sino de muchísimo más, hasta conseguir provocar (o al menos colaborar) nosotros,
los humanos, al cambio climático y la sexta gran extinción de seres vivos.
Analizando sistemas con mentalidad lineal
Cuando nos enfrentamos a situaciones complejas, lo que solemos
hacer es afrontar análisis también complejos. Nos enfrentamos a la complejidad
real, con la complejidad de los análisis.
Y todavía más, solicitamos, o nos ofrecen llevar a cabo un
“análisis de sistemas”. El análisis de sistemas en términos generales no deja
de ser en realidad un “análisis de los componentes de un sistema”, tras el
cual, concluimos que nuestros sistemas organizativos son muy complejos, y esa
complejidad se describe en estudios que suelen ocupar centenares de páginas
distribuidas en varios volúmenes de carpetas.
Como quiera que parece como si lo que se les paga a las consultoras
y a los analistas está en función de los kilos de papel empleados, al final los
complejos estudios de los complejos análisis de los complejos sistemas, muchas
veces, una vez realizados y presentados en sofisticadas presentaciones en
ordenador, terminan descansando en las
estanterías, mientras lo que realmente desea el director general (porque es lo
único que le da tiempo a leer) es un resumen de una página donde se exponga,
qué pasa, y cuáles son las alternativas de
solución.
Nuestra mente occidental es cartesiana y lineal. Entiende un
diagrama de proceso que empieza en la esquina superior izquierda del gráfico y
termina en la esquina opuesta. Este pequeño detalle nos limita mucho a la hora
de entender la realidad. Un diagrama lineal lo interpreta nuestra mente como
que A ⇒ B ⇒ C ⇒ (...) ⇒ N. Es decir, una relación causal unidireccional y univariante.
Cuando una variable afecta a más de una variable y es afectada por más de una,
el problema comienza a complicarse y empieza a ser bastante difícil poderlo
comprender. Y cuando la variable N ⇒ A, es
decir, cierra el ciclo, entonces nuestra capacidad de comprensión
comienza a nublarse por momentos.
Este es un problema genético de
nuestro lenguaje. Tenemos un pensamiento lineal, propio del razonamiento
cartesiano que nos ha acostumbrado a ver las cosas en el plano con dos ejes que
representan dos variables. Simultanear tres o más variables ya nos cuesta, de
la misma forma que nos es imposible imaginarnos las geometrías no euclídeas, pero desentrañar todos los atributos de cada variable se
nos da bastante bien, y nuestra tendencia natural es a describir cada elemento
de un sistema, de una organización, hasta el más mínimo detalle; en conclusión,
quinientas páginas de informe, que la mayoría de las veces no consiguen
clarificar los elementos claves, ni indicar qué acciones son
las que se deben tomar para corregir los problemas.
Lo que se consigue con este tipo de análisis de sistemas es
analizar la complejidad de detalle. Variable a variable describimos todo lo que
se puede describir. Es decir, componemos un puzzle, a través del cual vemos una foto instantánea de la situación.
El ensamblaje de los componentes se suele hacer de forma empírica,
casi sin método, de modo lineal (procesos lineales), sin profundizar en las
relaciones causales, salvo en parejas, o como mucho en ternas. En suma, los
métodos de análisis no están estructurados para analizar el otro tipo de
complejidad, la complejidad dinámica. Sólo los matemáticos. Utilizando potentes
recursos de cálculo alcanzan un mínimo de comprensión de estos procesos.
Qué es la complejidad dinámica
Peter Senge, experto del MIT (Massachussets Institute of
Technology), afirma que una organización, un sistema presenta “complejidad
dinámica” cuando:
Primero: una
misma acción tiene comportamientos diferentes a corto, medio y largo plazo.
Segundo, cuando
tiene un conjunto de consecuencias diferentes a nivel local y otras a nivel
general o a distancia.
Tercero, cuando
relaciones que parecen lógicas u obvias, inducen consecuencias imprevistas,
ilógicas o no obvias.
Un ejemplo cotidiano lo ofrece una partida de ajedrez. Para los
ojos de los espectadores, llegado un momento de la partida, de repente los
jugadores comienzan a desbloquear el juego con una serie de movimientos
inesperados, y de repente, uno de ellos decide rendirse, acaso a cuatro, seis u
ocho movimientos antes del jaque mate. Ante un movimiento hay múltiples posibilidades.
El análisis en profundidad de las posibles repercusiones de cada movimiento y
sus posibles alternativas de respuesta, hace que la complejidad dinámica de la
partida haga que un inocente movimiento de un peón, cinco movimientos más
adelante, desencadene una auténtica hecatombe, y el abandono del adversario.
Esto es complejidad dinámica. De nada sirve un análisis exhaustivo de la
situación actual, sino una proyección de las posibles interrelaciones de las
piezas en función de cada movimiento futuro. Sólo así se puede ganar. Esto lo
explica muy bien Senge en su libro “La
quinta disciplina” (1999). Un libro muy recomendable para el que quiera
profundizar en el pensamiento sistémico.
La percepción dinámica de los sistemas es la vía de abordaje
del pensamiento sistémico, una disciplina que permite ver la totalidad. Ofrece
un marco de interrelaciones, en vez de las cosas y sus detalles.
La base del pensamiento sistémico, que permite comprender la
complejidad dinámica es el uso de los bucles feed back, tal y como hemos
indicado en las primeras entregas de esta serie.
Necio es aquel que desprecia lo que ignora
Esta frase, atribuida a Antonio Machado describe exactamente la
necedad del ser humano, el cual, durante muchos siglos ha despreciado su
ignorancia y se ha metido a ser casi Dios, intentando manejar lo que ignora y
no comprende. Quizás sólo ahora, nos estamos dando cuenta los seres humanos
“más ilustrados” (que no son precisamente los políticos), que no se puede jugar
a ser Dios. La complejidad dinámica, cada vez que intentamos tocarle las
narices a la Naturaleza, se muestra súbitamente rebelde ante nosotros y nos
responde con una cada vez más violenta muestra de venganza.
La pandemia de CoVid19 o el cambio climático puede que sean dos
ejemplos de la respuesta de la Naturaleza a nuestra necedad.
Y la máxima expresión de nuestra necedad, aunque sea uno de los
fundamentos de las teorías económicas, el “crecimiento económico”. Creer que
podemos crecer indefinidamente, que podemos aspirar a un “progreso continuo” y
sin fin, aunque sea lo deseable, sistémicamente es tan aberrante como creer que
los bucles reforzadores son factibles de modo ilimitado.
Bucles reforzadores
Los
bucles de realimentación positivos propician el desarrollo de los sistemas
humanos. En este sentido son positivos, porque son el motor del desarrollo
humano, personal, social y económico. Cada variable, si aumenta, hace que
aumente aquella sobre la que influye. Así sucesivamente hasta que se cierra el
ciclo.
Un ejemplo típico es el ciclo reforzador de las ventas, cuando el negocio
va bien.
Otro ejemplo que se ha esgrimido mucho en la
literatura ha sido la carrera armamentista entre Estados Unidos y la Unión
Soviética.
La amenaza que cada país sentía en su
integridad al ver como el otro desarrollaba nuevo armamento, se intentaba
neutralizar respondiendo con la potenciación del arsenal propio. Esto era visto
por el contrario como una nueva amenaza, lo que le inducía a incrementar a la
vez el suyo. Durante cuarenta años el mundo ha visto como la brecha este oeste
obligaba a una espiral que hacía posible algo absurdo, tener capacidad nuclear
para destruir este planeta, no una vez, sino cientos de veces (destruir el
planeta, reconstruirlo, volverlo a destruir completamente, reconstruirlo de nuevo...,
así unos cuantos cientos de veces).
Otro
ejemplo de realimentación positiva lo ofrece el crecimiento de las poblaciones
en situación de disponibilidad virtualmente ilimitada de recursos.
A
comienzos del siglo XIX la población mundial era de unos mil millones de
personas. A comienzos del siglo XX la cifra superaba los 1.500 millones. A
partir de entonces...
En
esta evolución se basan las predicciones alarmantes del crecimiento de la
población mundial. A este ritmo, en 2050 la población mundial alcanzaría la
pavorosa cifra de 12.000 millones. Cosa que se encargará la Naturaleza de que
no sea así.
Y
como este ejemplo podemos encontrar muchos. El crecimiento de una cuenta
corriente al acumular intereses devengados, la propagación de una epidemia, de
un rumor, de las crisis de pánico colectivo, del cáncer en el cuerpo, etc.
¿Qué
le sucede a los bucles reforzadores, al feed back positivo? Que las variables
sometidas a él crecen según un patrón denominado “exponencial”.
La
función matemática exponencial es del tipo y
= a x ect
Si
lo examináramos gráficamente, veríamos cómo se comporta una variable en cuyo
origen “y” tiene valor 1, pero el crecimiento está en función del valor de “c”:
0.03, 0.04 y 0.05 respectivamente. (El primer gráfico llega a t=37 y en el
segundo continúa la representación hasta 100)
En
el campo estrictamente teórico, este comportamiento no tiene mayor
trascendencia. La función con coeficiente 0.05 es la que más crece, pero a
tiempo 100, del valor 6 que tenía en t=35, pasa a nada menos que 148. Pero a
t=200, y valdría la escalofriante cifra de 22.026. En el otro extremo, las
caídas exponenciales conducen a valores asintóticamente cercanos a cero.
Pero
si en el campo teórico de los números este crecimiento no tiene mayor
trascendencia, salvo el interés matemático del tema, en la realidad no hace
falta pensar demasiado para darnos cuenta de que algo nos dice que esto es
imposible. Es decir, ni las poblaciones pueden crecer indefinidamente, ni el
coste de la carrera armamentística puede crecer indefinidamente, ni un cáncer
puede inundar absolutamente todo el cuerpo antes de que este muera, etc. Es
decir, en algún momento algo tiene que pasar de modo que se ponga freno a la
“locura” exponencial.
Esta
es, simple y llanamente, la situación actual de la Humanidad, enredada en el
empeño de un crecimiento económico indefinido.
Este
inútil empeño ya lo advirtió el Jay Forrester en 1972 en su primer informe “Los
límites al crecimiento”. Pero por lo que hemos podido ver, nadie ha hecho caso
a aquella severa advertencia.
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Autor: José
Alfonso Delgado (Doctor en Medicina
especializado en Gestión Sanitaria y
en Teoría de Sistemas) (joseadelgado54@gmail.com)
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La publicación de las diferentes entregas
de Visión sistémica del mundo se
realiza en
este blog, en el contexto del Proyecto
Consciencia y Sociedad Distópica, todos los lunes
desde el 20 de enero de 2020.
Se puede tener información detallada sobre los
objetivos y contenidos de tal Proyecto
por medio de su web: http://sociedaddistopica.com/
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