Sobrepasamiento
Donella
Meadows en su libro Más allá de los límites al crecimiento introduce el término “sobrepasamiento” (overshoot)
como expresión de ir más allá de los límites de viabilidad inadvertidamente,
sin habérselo propuesto. Los accidentes de tráfico son un claro ejemplo de cómo
una excesiva velocidad hace que inadvertidamente se cruce el umbral de
velocidad más allá del cual el coche queda fuera de control ante un imprevisto,
que de producirse (y se produce), conducen inevitablemente a la colisión.
Según Meadows el sobrepasamiento se
produce en tres fases, primero hay un crecimiento rápido, después surge alguna
barrera o límite, más allá del cual el movimiento debería cesar o ralentizarse.
Pero en una tercera fase de acomodación a esta dinámica, bien por distracción o
por subestima de los riesgos potenciales frente a los inmediatos beneficios,
hace que se confíe en que “no pasa nada”. Y así es durante mucho tiempo, hasta
que se cruza el umbral de viabilidad, y súbitamente se produce el colapso. La
causa de este problema es la falta de vigilancia de las variables críticas que
deberían estar bajo control.
Hemos analizado en entregas
anteriores cómo cualquier ser se mantiene vivo gracias a que alcanza y mantiene
el denominado estado estable (steady state), en biología “homeostasis”, por el
cual, las variables vitales (inapropiadamente denominadas “constantes vitales”)
se mantienen dentro de límites gracias a una estabilización del intercambio de
materia, energía e información entre el sistema y su entorno. Las variables
críticas se mantienen dentro de límites, más allá de los cuales, se produce la
muerte.
Las variables en biología, y por
extensión, en sociología, economía y organizaciones humanas, sólo se pueden
comportar de tres formas compatibles con la vida:
1.-
Estable, sin variación.
(Muy raro en la naturaleza, dado que las funciones lineales prácticamente no
existen, así como no suele darse el crecimiento lineal positivo o negativo)
2.-
Con fluctuaciones periódicas y comportamiento básicamente sigmoidal. (Es la forma normal
de estabilidad en la naturaleza, lo que implica la existencia de ciclos
compensadores de feed back negativo y respuestas a estímulos con un cierto
nivel de retardo)
3.-
Incrementando su valor hasta alcanzar un nivel superior o inferior
asintóticamente estable.
(límites al crecimiento).
Cuando
el comportamiento pasa a función exponencial, tanto positiva como negativa, el
límite se cruzará más tarde o más temprano, en ausencia de acciones
correctoras.
Mientras
los límites en la Naturaleza no son negociables por el hombre, en las
organizaciones humanas los límites son subjetivos, sujetos a normativa propia.
Aunque hay situaciones que no son negociables como la situación de quiebra
técnica en términos contables, al menos en el sector privado.
Estos ascensos exponenciales y estos descensos
exponenciales necesariamente en algún momento cruzan el umbral de la
viabilidad.
El gran problema que plantea el crecimiento exponencial
es que los efectos del sobrepasamiento aparecen de repente, de forma rápida y
además drástica. Cuando cruzamos el límite del overshoot, el sistema explota
como un globo, se desploma sin más ante los atónitos ojos de las personas que
pensaban que “no pasaba nada”.
Puede incluso existir una sensación de crecimiento
ilimitado, en la medida que nuestro horizonte temporal no acierta a vislumbrar
los límites. Es decir, si vemos la representación de una función exponencial,
con coeficiente 0.05, en las primeras unidades de tiempo, apenas hay un
crecimiento entre 1.8 y 2.0. Supongamos que este es un intervalo como de diez
años. Nadie imaginaría que en t=60 el valor de la variable será, de seguir las
cosas así, de 20. Ni que en t=100 llegue a 160.
Adrian Berri en su libro, “Los próximos diez mil años” ilustra este tema diciendo que, a
principios de siglo, todo el presupuesto de Estados Unidos no alcanzaba a tener
el dinero para comprar un solo avión Boeing 747. Que nuestro horizonte temporal
sea tan corto (cinco a diez años) que no alcancemos a ver ni a imaginarnos un
escenario a cien años (cien unidades de tiempo), no significa que la función no
sea exponencial.
Podemos concluir que, como en todas las facetas de la
vida, nada es blanco o negro, sino gris. A los efectos beneficiosos del
crecimiento que inducen los bucles reforzadores (feed back positivos), nos
enfrentamos a los peligros del disparo exponencial que realmente hacen que
podamos “morir de éxito”. Si la explotación pesquera de los mares crece de modo
indefinido, más tarde o más temprano la pesca quedará tan lesionada que será
imposible el ciclo reproductor de los peces. Terminaremos quedándonos sin
pesca.
Pero es que, casualmente, ahora, en los años 2015 en
adelante hasta hoy, la opinión pública, “de repente”, está viendo asombrada,
cómo actitudes de consumo “normales”, de toda la vida, están haciendo que
salten “todas las alarmas” que advierten de, los microplásticos, de la sexta
gran extinción de millones de especies, del calentamiento global, del consumo
extremo de ropa contaminante del medio ambiente, de la necesidad urgente de
energías renovables etc., con lo que, de súbito, todas nuestras
costumbres de consumo de toda la vida, son nocivas para el medio ambiente. En
la opinión pública, ayer (es decir, en 2015) eran “normales” y ahora, 2020, son
nocivas. ¿Por qué este cambio “de repente”? Porque las funciones de consumo,
que siempre han sido exponenciales, ahora muestran su cara más dramática y nos
sitúan directamente en el “límite de nuestra propia viabilidad como especie”
La solución al problema que provocan los bucles reforzadores
puede venir por dos vías, la primera de modo consciente y la segunda de modo
inconsciente.
Volvamos al ejemplo del llenado del vaso de agua.
En el primer caso, llenamos el vaso, controlando su
nivel. La acción depende del nivel y del objetivo de llenado. Se alcanza el
llenado (1000) en este caso en 81 segundos, al ritmo de llenado que nos hemos
marcado.
En el segundo caso, si el proceso de llenado no
estuviese controlado por nosotros, lógicamente el flujo sería constante, y el
vaso se llenaría y rebosaría. Nadie cerraría el grifo. Pero lo peor sucede si
se introduce un dispositivo de llenado que depende exclusivamente del nivel
previo. Puede parecer inicialmente que el llenado es más lento, pues en el
momento 130, el llenado está a nivel 410, pero veinte segundos más ya ha
alcanzado el nivel 1043. Pero resulta que 10 segundos más, el nivel supera los
1600. Es decir, si no existe control, aparentemente puede que nos creamos que
todo va bien, pero de repente, todo explosiona y el sistema rebosa, sobrepasa
sus posibilidades de viabilidad.
Bucles
compensadores
El bucle compensador se corresponde con la
realimentación negativa. Lo que subyace en este caso es la existencia de un
límite, de una meta; bien una meta implícita, inconsciente, bien una meta
explícita (objetivo final).
En el ejemplo del crecimiento demográfico, todos sabemos
que la población no puede crecer indefinidamente, porque más tarde o más
temprano, los recursos alimentarios se agotarán, entonces comenzará la
mortandad de la población, y comenzará la fase de declive. Esto significa que,
si nadie hace nada, la Naturaleza tomará el mando, y regulará la población por
la fuerza de los hechos, tal y como veremos cuando tratemos el comportamiento
sistémico que subyació en la tragedia de la desaparición de la cultura maya.
Es decir, en el mundo real, los bucles reforzadores que
tienden a impulsar el crecimiento, se ven de una forma o de otra frenados por
elementos limitadores.
La representación gráfica del ciclo compensador aplicado
a la población, es un bucle de segundo orden de este aspecto.
Podemos observar cómo, en caso de que estuviésemos ante
una comunidad totalmente parásita, que sólo se dedica a comer, pero no a
producir, la población crecería hasta llegar a agotar todos los recursos. A
partir de entonces, descendería, bien por mortandad, bien por emigración hacia
otras zonas, caso de los mayas.
Es decir, el crecimiento, inicialmente exponencial de la
población (hasta la unidad de tiempo 15, la curva era exponencial “y = 95.743e0.08x
“), comienza a suavizarse, hasta comenzar a decrecer por efecto del factor
compensador del agotamiento de los recursos.
Si la población fuese algo más trabajadora, y tratara de
producir alimentos, el panorama sería completamente diferente, estabilizándose
tanto el crecimiento como la producción.
Los bucles compensadores se oponen al cambio, pero
consiguen mantener el sistema en estado estable. La denominación de bucle de
realimentación negativa no tiene un cariz “negativo” en el sentido de
perjudicial, sino que representa todos los mecanismos compensadores que tratan
de mantener al sistema dentro de límites, lo que es absolutamente necesario si
el sistema pretende sobrevivir.
Se suele asemejar los bucles de realimentación positiva
al efecto bola de nieve, y los bucles de realimentación negativa a una balanza,
Se puede decir que los bucles compensadores persiguen un
objetivo, la estabilidad.
La Naturaleza es prolija en ejemplos sobre el uso de los
bucles compensadores. Es el caso de la competencia entre especies descrita por
Volterra en sus famosos modelos de simulación que vimos al tratar el tema de
los comensales y depredadores. Zorros que se mantienen y se multiplican gracias
a la población de conejos. Pero cuando hay muchos zorros, escasean los conejos,
y los zorros comienzan a morirse de hambre.
Los ciclos compensadores provocan la resistencia al
cambio y, por consiguiente, imprimen estabilidad al sistema. Marcan límites al
crecimiento, que, según vimos, contrarrestan el peligro de un crecimiento o caída
acelerada que daría al traste con la viabilidad del sistema. Pero en el otro
extremo tienen un efecto en cierto modo paralizante, que lo veremos más
evidente al tratar la cuestión de los límites al crecimiento.
Este dilema crecimiento – estabilidad se da siempre en
la Naturaleza. Por ejemplo, el organismo humano, los mamíferos en general,
dispone de dos sistemas nerviosos vegetativos, el sistema simpático que
básicamente tiende a acelerar las funciones vitales y el sistema parasimpático
que básicamente las frena (en realidad, según qué funciones, el simpático
acelera unas y frena otras, y el parasimpático al revés). Esto demuestra que la
estabilidad en los sistemas abiertos se consigue mediante un balance muy
delicado entre las fuerzas aceleradoras que impulsan el crecimiento y las
compensadoras que imponen un límite. Volvemos a la omnipresente ley de fuerzas
antagónicas.
En las organizaciones humanas, los bucles compensadores
tienen un efecto no deseable, la “proalimentación”.
Cuando nos tememos que algo no va a salir bien, probablemente terminará no
saliendo bien. Las esperanzas, miedos y convicciones respecto de nuestro
futuro, hace que éste al final, de modo premonitorio termine siendo así.
Decía
un empresario que conocí hace algunos años, que cuando él se enfrentaba ante un
problema técnico francamente difícil, no se lo encomendaba a los expertos
ingenieros seniors, sino a los jóvenes ingenieros recién salidos de la Escuela.
Los ingenieros experimentados, justamente debido a su experiencia, antes de intentar
resolver el problema, ya vaticinaban que sería casi imposible solucionarlo, y
que no merecía la pena intentarlo, cuando ellos mismos ya lo habían hecho y
fracasaron. Por contra, el ingeniero joven, que salía de la Escuela como un
toro joven sale del toril, que además tiene que hacer méritos para progresar en
la empresa, trataría de abordar el problema, incluso con abordajes imaginativos
y poco ortodoxos. Si no lo consigue – me decía el empresario -, no importa, de
sobra sé yo que es un problema difícil, pero ¿y si lo consigue? De ahí viene el
refrán que dice: “¡Lo conseguimos, porque
cuando comenzamos no sabíamos que era imposible!”
La proalimentación que genera la experiencia, la
sabiduría sobre las cosas, tiene por tanto un doble efecto curioso, por una
parte, da gran conocimiento para enfrentarse a los problemas, pero también
frena y amortigua iniciativas audaces.
También la proalimentación tiene un interesante efecto
social. Cuando se avisa que va a escasear un determinado producto de consumo de
primera necesidad (pan, gasolina, carne...) se suele producir un efecto de
alarma social que hace que todo el mundo, por si acaso acapare estos bienes en
su despensa; lo vemos ahora con la pandemia de CoVid19. Al final, las tiendas
se vacían, no porque haya escasez, sino por el pánico que la noticia provoca.
Ningún banco, por ejemplo, tiene fondos para que todos sus clientes retiren su
dinero a la vez. El fondo de garantía de depósito bancario, obliga a los bancos
a tener un determinado porcentaje de liquidez de sus activos, un 17%, por
ejemplo. Si ante la noticia de insolvencia de un banco la gente se asusta y
trata de retirar sus fondos, descubriría con pavor que el banco es
efectivamente insolvente, pero eso no le pasaría al banco bajo sospecha, sino a
todos. Es decir, que las sospechas y el miedo hace que dichas sospechas sean
reales por efecto del miedo.
=========================================================
Autor: José
Alfonso Delgado (Doctor en Medicina
especializado en Gestión Sanitaria y
en Teoría de Sistemas) (joseadelgado54@gmail.com)
=========================================================
La publicación de las diferentes entregas
de Visión sistémica del mundo se
realiza en
este blog, en el contexto del Proyecto
Consciencia y Sociedad Distópica, todos los lunes
desde el 20 de enero de 2020.
Se puede tener información detallada sobre los
objetivos y contenidos de tal Proyecto
por medio de su web: http://sociedaddistopica.com/
=========================================================
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.