No sabemos si el general
Soleimani era en verdad terrorista. Sus bolsillos y los de sus correligionarios
colmados de granadas se podrían incluso limitar a lo anecdótico. Lo que sí nos
consta es que todos somos un poco terroristas desde el momento en que ponemos
un interrogante encima de nuestro hermano que se inclina ante otro altar o abre
al alba otro libro sagrado o ayuna en un calendario diferente al nuestro. El
terrorismo es un estado del alma, un pavor enraizado, un exilio de nuestra
Esencia, no un expediente de la CIA.
Al general iraní nadie
tenía derecho de privarle de su aliento, entre otras poderosas razones porque
su asesinato nos acerca a un fuego planetario incontrolable. En realidad, no es sólo Trump el que, en
supremo estado de ignorancia, nos pretende llevar al borde de una nueva conflagración
mundial, es el inconsciente colectivo de quienes siguen
viendo enemigos por doquier. Es el alma compartida que bajo cada
turbante observa un peligro. Es el olvido grupal de quienes quieren ver sólo
grandes a su país, su religión, su raza… y aún no han comprendido que todos
unidos constituimos una grandeza superior, formamos una variada, entrañable,
irrepetible e infinitamente amada humanidad.
Los Trump de turno, su
peligrosas batallas de a destiempo, callarán para siempre en el momento en que
sintamos lo ajeno como riqueza, nunca ya más como amenaza; desde el instante en
que reunamos en el Oriente Medio de nuestros corazones a todos los credos del
planeta; en que comencemos a hollar sus arenas sagradas cogidos por fin de la
mano.
Las cruzadas modernas no
debieran tener quien las convoque. Nadie tuitee la anatema "Deus
vult". No hay ningún Dios, ninguna patria verdadera, que llame a las filas
de conquista alguna. Nuestra oración va por supuesto enfocada a que el
presidente de los EEUU deje de entretenerse con tan mortíferos botones, pero
también para que nosotros/as dejemos de jugar a buenos y malos, a indios y
vaqueros, a cristianos e infieles, y abracemos sin reserva alguna, entera, diversa,
siempre querida humanidad.
Bombardeos siempre cercanos
Nos
llegan whatsapps invitándonos a tomar "prudente" distancia del
acontecer mundial y más concretamente de la reciente crisis surgida a raíz del
asesinato del general Soleimani. Nos cuesta tomar esa distancia, más bien no la
deseamos. Queremos estar con la humanidad. Aspiramos a ser uno con ella.
Podemos
y seguramente deberemos dosificar telediario, limitar el tiempo que nuestro
oído ofrece al dolor del mundo, podemos mantener una conexión controlada con el
devenir de nuestros hermanos..., pero nunca de espaldas a ese dolor, nunca al
margen de esos avatares. Nos sentimos felices de estar en medio de este tiempo,
tan difícil como apasionante, tan complicado com esperanzado. No renunciaremos
a ese privilegio.
Los
misiles sobrevuelan nuestras cabezas, los cráteres del metal arrojado se
siembran en nuestros caminos, brotan a nuestros pies. Nos sentimos íntimamente
vinculados al devenir humano. No nos exiliaremos de la geografía ya sufriente,
ya carenciada. Las Grandes Almas no han dejado lugar a la duda al respecto: “No
queremos devotos nuestros. No necesitamos de nadie que nos alabe. Queremos
devotos de la humanidad…” (Maestro Dhwal Khul. Expresión no literal) ¿Cómo
podremos ser devotos de una humanidad de la que no sabemos lo que le acontece?
¿Cómo podremos ayudar a un necesitado de quien desconocemos sus necesidades?
No
es de Ley sacarla del "kit". La responsabilidad planetaria iba en el
contrato de vida. No representa un peso, sino una necesidad, una oportunidad
para revertir en clave de evolución. Ahora bien el compromiso que sea siempre
imbuido de cordura, respeto y ecuanimidad, restado de toda emocionalidad
negativa. No somos los labios de la maledicencia y el exabrupto. Pensamiento y
Verbo siempre rendirán a la Luz. Somos los labios del futuro, la expresión de
la esperanza, la manifestación de la nueva Tierra privada de toda suerte de
rencor y animadversión.
La
música de las esferas llegará después de haber agotado la oración, después de
haber atendido al grito del Sur y al estruendo de los bombardeos. Vacaciones de
telediario cuando el planeta se instale en amor y fraternidad. Disfrutaremos
exclusivamente del "tatami", el incienso y el silencio, cuando toda
herida cicatrizada, cuando todo estómago saciado, cuando todos nuestros
hermanos vivan en cooperar y compartir. Gozaremos de las mieles del descanso
cuando la humanidad y nosotros con ella, nos hallamos por fin liberado.
Autor: Koldo Aldai (koldo@portaldorado.com)
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Las Enseñanzas Teosóficas se publican en este blog cada domingo, desde el
19 de febrero de 2017
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