Queremos siempre lo mejor, lo más moderno, rápido, sofisticado. Y eso está muy bien.
Y, a la
vez, esa carrera de hoy nos está haciendo perder el rumbo. Vamos a
ejemplificar, vamos a profundizar.
Para
muchas personas en este mundo, hoy en día está claro que aquí hemos venido a
aprender algo, también es lógico que:
¿Hemos
venido a aprender a hacer negocios?
Puede
ser que hacer negocios sea un camino, no el objetivo final.
¿Hemos
venido a aprender a tener riquezas materiales y ser "triunfadores" en
el estrecho sentido que tiene esa palabra (tener un gran patrimonio, atesorar,
acaparar...)?
Puede
ser que ese sea otro camino.
¿Hemos
venido a aprender a construir una familia?
Puede
ser que sea otro y otro.
Bien.
Para ser más abarcadores vamos a decir que hemos venido a aprender a amar. Muy
bonito, decimos la mayoría. Entonces le pedimos a Dios, al Universo o Alá, que
nos ponga en el camino de la vida padres maravillosos para amarlos mucho, hijos
divinos para que al mirarlos se nos caiga la baba de orgullo y regocijo, amigos
rozando en lo perfecto y parejas encantadoras a las cuales idolatrar.
¡¡Pues
de eso nada!! Dice el Universo.
Estos
que tú me pides son como esos oasis que hay en el camino, sombras de árboles
frondosos para que descanses, vasos de agua fresca y además, en dependencia de
tu desarrollo de consciencia y tu proceso evolutivo, te pondré delante también,
los verdaderos maestros.
¿Pero
cómo aprender a amar a un mal agradecido, a un egoísta, a un rufián? ¿Cómo ser
amoroso y amable con un abusador, con un desalmado...?
La
pregunta proviene generalmente de una superficial mirada al amor, proviene del
paradigma de que el amor es la expresión sublime del acercamiento entre dos o
más egos, pequeños yo.
¿Y si la
paciencia fuera también una demostración de amor, si la capacidad para hablar
de forma correcta, en el momento adecuado, con las palabras que mejor se
acerquen, fueran el acicate que necesitamos para crecer como seres humanos?
Pues no
me da la gana, dicen algunos. Soy como soy y punto.
Vale,
dice el Universo que no tiene prisas. Te subiré la dosis de sufrimiento y ya
está.
Son esas
personas que se pelean con los hijos, con los padres, con los nietos, con los
hermanos, con los vecinos y los amigos. "Soy un tipo duro y no me hace
falta nadie"
Y
siempre habrá alguien que diga que así son felices, que se les nota "en su
salsa"
Pues de
eso nada, cuando se quedan solos, sufren, aunque a veces no lo reconozcan, ni
delante de ellos mismos.
No pasa
nada. Un día se mueren como todos y tendrán más oportunidades en otra y otra, y
otra vida. Conoceremos nuevos padres, nuevos hijos, otro entorno, otra cultura
(quien sabe si aquí o en otro planeta habitado de una galaxia vecina)
Pero
"a la hora de repartir las cartas" El Universo tendrá en cuenta
"cómo jugaste el anterior partida"
No te
sientas culpable de nada, no te entristezcas por esto que lees, no pienses que
lo estás haciendo mal, que eres torpe o bruto. Y lo único que puedo compartir
contigo es mi experiencia al cambiar el punto de vista, lo que he vivido cuando
me propuesto ser más comprensivo, cuando he tomado la decisión de aceptar un
poco más a las personas como son.
¿Sabes
una cosa? Me he sentido fabuloso, más fuerte cuando he perdonado a alguien, a
mi mismo, más vital y alegre, me he sentido más confiado, listo para enfrentar
el próximo reto.
"a ver a quien me tiene que presentar El
Universo ahora para que, antes de ofender y decir que es esto o aquello, yo me
tome un momento, sienta que tengo la libertad de tomar unos segundos antes de
responder a lo que ha dicho y hacer consciente que si el otro es mal educado y
grosero, yo puedo elegir, no ser igual"
Entonces parece ser que "El Maestro Interno" que tenemos, el que sabe todo de nosotros, se da cuenta que estamos "pasando de grado" y hasta puede ser que cambiemos de escuela.
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Autor: José Miguel Vale (josemiguelvale@gmail.com)
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