Más allá de su definición como “el uso del modelado y la
simulación por computadora que permite a una persona interactuar con un entorno
sensorial tridimensional (3D) artificial u otro entorno sensorial"
según la Enciclopedia Británica, la Realidad virtual y con ella, el
ciberespacio, aunque son términos acuñados en los años ochenta, definen
perfectamente a la Sociedad 4.0. El advenimiento de Internet como revolución
informática 3.0, creó el ciberespacio como ente virtual donde con cada vez más
intensidad y duración, las personas realizan su trabajo y disfrutan de su ocio.
El advenimiento de 4.0, con sus cinco componentes que hemos visto, IA, 5G,
BigData, IoT y robótica + bioingeniería, prácticamente ha erigido la “matriz”
virtual como escenario normal en el que se desarrolla la vida humana y lo será
aún más en el futuro.
Así pues, en primera instancia, la Sociedad 4.0 es ya en un
porcentaje muy importante (no sabría dar una cifra, pero sí que es muy grande)
en el que se desarrolla la vida humana. Así que, si vivimos en un mundo feliz,
como se pregunta Martín González en su capítulo III de “Consciencia y Sociedad
distópica”, mi respuesta es “sí”, vivimos en un mundo feliz, en la medida en
que, por Realidad virtual, nos podemos engañar hasta la saciedad, creyéndonos
que vivimos en el espacio del móvil y los videojuegos y, como una droga
adictiva, con tolerancia y dependencia, provoca un síndrome de abstinencia que
se manifiesta con depresión, ansiedad y aislamiento porque funciona a nivel
adictivo como los opiáceos.
Por otra parte, los que ostentan el poder, ya no son los
políticos, que se encuentran en los barrios de aluvión del Poder Central del Mundo.
Con lo cual, la política que nos enseñan los telediarios es también virtual,
porque las decisiones ya no se toman en el Congreso ni en La Moncloa o el
Eliseo. El decisor real está bastante más arriba.
Y sí, vivimos ya en ese mundo feliz, garantizado por el NOM,
aunque nos costará adaptarnos, porque para eso tendremos que entregar nuestra
libertad individual a cambio de un móvil 5G capaz de descargarse una peli en
cero coma y de convertirnos en “clientes transparentes” con capacidad para
comprar lo que queramos a golpe de click en Amazon. Así que está claro y, no
voy a insistir más en nuestra calidad de entes autómatas que a base de una
progresiva pobreza subvencionada y un móvil que sea capaz de hacer nuestras
delicias, volvemos a dar la impresión que daba Charles Chaplin en “Tiempos
modernos” sólo que metido en un engranaje virtual en vez de físico.
En el capítulo III del libro, Martín González explica tan
bien nuestra realidad social, que me repetiría como el ajo si siguiera
abundando en la trágica descripción de nuestro mundo feliz. Pero, en la medida
en que estas entregas pretenden observar toda esta realidad con un enfoque
sistémico, procedo a ello, partiendo de un modelo dinámico en el que trabajé
personalmente allá por 2003, relacionado con el mundo de la droga, del narcotráfico.
Modelo sistémico del mundo de la drogadicción
En la medida en que estamos sometidos ladinamente a un
comportamiento adictivo por el advenimiento social de la tecnología 3.0 y 4.0,
lo que aquí voy a explicar, puede aplicarse perfectamente a lo que nos ocupa.
El problema de las drogas de abuso ha sido siempre uno de
los desafíos sociales que más literatura haya podido derramar. Se ha estudiado
desde todos los puntos de vistas posibles e imaginables. Es en sí mismo un
campo de conocimiento multidisciplinar. Da la sensación, por tanto, de que
estamos ante una enloquecedora tela de araña que se auto perpetúa en el tiempo,
se haga lo que se haga. El problema de la droga es sistémico por definición,
porque refleja un deterioro paulatino de la Sociedad con drogas que ahora son
drogas 4.0, tal y como describe el Capítulo III Sociedad.
La gente, en medio del ambiente social de nuestro “mundo
feliz virtual”, sometida a la tremenda tensión social que venimos
experimentando y catalizada por la actual pandemia, necesita huir de sus
problemas por la vía, no sé si fácil, pero sí más accesible. Y “voilà”, aquí
tenemos las drogas 4.0 para nuestro uso y disfrute.
Tal y como desarrollé en 2003 el modelo sobre la
drogadicción, pudimos ver que la droga se fundamenta en tres problemas, el
factor humano, el factor delictivo y el factor social.
El factor humano
Básicamente podemos denominarlo antes y ahora genéricamente
el “estrés”, ya que vivimos en la era de la angustia vital. Para mitigar el
estrés y, acudiendo al ya conocido arquetipo sistémico del desplazamiento de la
carga, acudimos a lo más rápido, el consumo de sustancias que aplaquen el
estrés, bien sean estupefacientes o toda la artillería tecnológica que nos
transporta al mundo feliz de la realidad virtual. Pero, como refleja el
arquetipo de desplazamiento de la carga, esa sedación del estrés provoca en el
caso de los estupefacientes, un progresivo deterioro personal a medio plazo,
que se refleja en el binomio tolerancia-dependencia y síndrome de abstinencia si
carecemos de la sustancia o de la tecnología. Pero a largo plazo esto terminará
mal, por una separación total de la realidad real (valga la redundancia), la
física, la de relación física con los demás seres humanos. Y sólo existe un
camino para evadirnos de la evasión virtual, el autodominio, la primera y más
fundamental de las disciplinas de las organizaciones inteligentes, saber para
qué nos levantamos todas las mañanas y tratar de ser dueños de nuestro propio y
personal destino.
El factor delictivo
En el caso del mundo de las drogas de abuso estupefacientes,
el narcotráfico está sostenido por una descomunal red de organizaciones
empeñadas en enriquecerse a costa del astronómico negocio que genera el
consumo, con una oferta regulada para mantener los precios de las papelinas. Son
ingresos que suponen, en el caso de México, el 5% de su PIB. Hablamos de
trillones de dólares a nivel mundial. Y estamos hablando de un mercado que
afecta a 270 millones de drogadictos en el mundo (el 5% de la población mundial).
El factor delictivo de las drogas 4.0 se dispara en un
factor de diez, para abrir boca (¿2.700 millones de personas?) Es decir, más o
menos, la población del mundo desarrollado (¿más o menos?). Es decir, nosotros,
todos nosotros. ¿Y quienes son los narcotraficantes 4.0? La comúnmente
denominada ya como “la élite”, con el inestimable apoyo de las corporaciones tecnológicas.
Es decir, si hacemos el esfuerzo de ver todo lo que nos rodea como un
descomunal despliegue tecnológico orientado a ese NOM que para nosotros
pretenden que sea finalmente “el mundo feliz”, vemos que los agentes que están
detrás del uso de las armas silenciosas para la actual Guerra tranquila
(entrega 34 del 7 de septiembre) son los narcotraficantes tecnológicos 4.0, con
unos réditos por semejante comercio de proporciones inimaginables.
Lo malo es que si en el narcotráfico convencional, al menos
se supone que la policía y la justicia supuestamente lo persiguen, aquí, en el
“narcotráfico 4.0”, ya no hay ni policía ni justicia que lo vaya a perseguir,
porque ambas forman parte del entramado. Queda poco para que quede instaurada
la Policía del Pensamiento.
El factor humano (las personas como individuos) y el factor
delictivo, tal y como los describo, constituyen el modelo del sistema. Pero fuera
del modelo existen externalidades que influyen; el factor social y las redes
internacionales.
El factor social se puede calificar con el término inane de
“progresismo”, una palabra talismán esgrimida por todos los gobiernos
progresistas que en realidad no es más que la zanahoria que se le pone al burro
para que ande. En varias de las entregas he referido que el motor del
comportamiento humano está razonablemente descrito por Maslow y su famosa
pirámide. Todo el mundo quiere progresar, crecer, tener mayores niveles de
confort y, la sociedad en su conjunto parece como que quisiera lo mismo y a ese
deseo le llama “progresismo”, aunque sea un desiderátum inalcanzable, pero bien
manejado y manipulado electoralmente, da bastantes réditos a los sagaces políticos,
aunque sea un espejismo. Pero a poco que pensemos, el progresismo es un
engañabobos, dado que si dibujamos un diagrama causa efecto (Ishikawa) sobre
las causas que sociológicamente conducen a la Sociedad al consumo de drogas,
básicamente tenemos tres fundamentales: 1.- la crisis de valores, 2.- la mala
calidad de la educación y 3.- la Tensión social debida al paro, la desigualdad
y la progresiva delincuencia. Y etc., etc. Así que, si a este caldo de cultivo
se le mete en la estufa de la oferta de elementos evasivos, tenemos el
escenario perfecto para que la gente quede encantada con el consumo de drogas,
químicas y tecnológicas.
Con esto llegamos a lo que podríamos denominar el Síndrome
de Huxley o paradoja de que tanto por la escasez de necesidades satisfechas por
la parte baja y alta de la pirámide, los seres humanos estamos siempre sometido
a ansiedades de las que quisiéramos salir como sea.
Las redes sociales internacionales a las que todos estamos enganchados
constituyen el mercado mundial de la droga 4.0, donde cualquiera puede vender
su libertad y su privacidad a cambio de navegar, eso sí, libremente, por las
redes y poder acceder a todo tipo de recursos de información, por el módico
precio de “todos nuestros datos tanto públicos como privados e íntimos”.
El modelo dinámico que desarrollé hace diecisiete años, en
esencia no ha variado y se ve perfectamente cómo todo el comportamiento
personal, del narcotráfico y de la sociedad es básicamente el mismo. Todo son
bucles reforzadores y compensadores que hacen, en este caso, que todo el
sistema en el que se fundamenta la adicción sea el mismo, una respuesta fácil a
una situación difícil de soportar por la población (el pan y circo de los
romanos), pero intencionadamente provocada por aquellos que ostentan el poder a
gran escala, siendo la finalidad, la expresada en la entrega 34, una guerra
tranquila contra una población a la que se desea mantener dócilmente
amaestrada.
Como todo, el futuro social 4.0 tiene una cara y una cruz,
un lado luminoso y un lado oscuro, un Yin y un Yang, con sus puntos
correspondientes. Es decir, por un lado, los avances tecnológicos, vistos con
una perspectiva utópica, impresionan de espectaculares. Los frikis de la
tecnología están de suerte, dado que, como Martín González describe en el punto
3 del capítulo, con perspectiva utópica, el mañana es un sueño tecnológico
donde ¿todos? seremos tecnológicamente felices. La retahíla de avances
sencillamente geniales es tan apetecible que, como soñar no cuesta dinero, nos
podemos embelesar con los maravillosos avances. Pero desde una perspectiva
distópica, el futuro se vuelve sombrío. Sobre todo lo que más asusta, lo que parece
más peligroso es que el hombre decida (ya lo ha hecho) eliminar a Dios del
Proyecto de la Creación y ser él, el hombre, el dueño absoluto de la propia
evolución biológica, lo que se trata al final del capítulo describiendo el
Proyecto Ávatar en sus diferentes fases, desde el avatar A, que ya parece
conseguida (un robot controlado por la mente humana), a los avatares B, C y D,
para el año 2045, en el que sobrepasaremos el anteriormente referido “Punto de
singularidad tecnológica” en el que la tasa de
crecimiento de la evolución biológica será ampliamente superada por la
Inteligencia Artificial, con una potencia de cálculo mil millones de veces
superior a la inteligencia humana.
Esta situación supone, en
términos matemáticos un disparo exponencial de ascenso literalmente vertical,
un crecimiento de inteligencia y desarrollo tecnológico por el que la mente
humana de la práctica totalidad de los seres humanos quedará a más distancia de
la IA, que ahora están las propias hormigas de nosotros mismos.
Si el crecimiento jamás puede
ser ilimitado (si aceptamos el arquetipo sistémico de los límites al
crecimiento), en algún momento, tiene que aparecer la función logística,
poniendo freno a ese inimaginable disparo de crecimiento, en el entorno al
menos terrestre. Es decir, el futuro post humanista es inimaginable. Nos pueden
drogar con la visión utópica de las ventajas de una sociedad tecnológicamente
muy avanzada, aunque peligrosamente estancada en su desarrollo espiritual
(nivel 1 de Sagan). Si esto es así, salir de este bloqueo supondrá la gran
tribulación predicha desde antiguo.
Y mientras los principios de
la ética se hacen añicos, tratarán de mantenernos drogados con las chuches
tecnológicas que nos hagan felices, mientras al abrigo del proyecto Ávatar, se
van perfilando las clases biológicas humanas, de sujetos alfa, beta, etc.,
hasta llegar a los épsilons, que seremos la generalidad de los humanos que
sobrevivamos a semejante conmoción tecnológica y social.
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Autor: José Alfonso Delgado (Doctor en Medicina especializado en Gestión Sanitaria y
en Teoría de Sistemas) (joseadelgado54@gmail.com)
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La publicación de las diferentes entregas de Visión sistémica del mundo se realiza en
este blog, en el contexto del Proyecto Consciencia y Sociedad Distópica, todos los lunes
desde el 20 de enero de 2020.
Se puede tener información detallada sobre los objetivos y contenidos de tal Proyecto
por medio de su web: http://sociedaddistopica.com/
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