PARA TODOS LOS QUE DESEEN SEGUIR POR ESTE BLOG EL
TALLER DE ESPIRITUALIDAD PARA BUSCADORES
(Se publican en el Blog las entradas correspondientes a los distintos Módulos que configuran el Taller conforme éste se va desarrollando para l@s que lo siguen de manera presencial, comenzando el sábado 6 febrero y concluyendo el domingo 16 de mayo de 2010)
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Taller de Espiritualidad para Buscadores:
+ Módulo 1: Ver entradas del sábado 6 y domingo 7 de febrero.
+ Módulo 2: Ver entradas del sábado 13 y domingo 14 de febrero.
+ Módulo 3: Ver entradas del sábado 20 y domingo 21 de febrero.
+ Módulo 4: Ver entradas del sábado 6 y domingo 7 de marzo.
+ Módulo 5: Ver entradas de los sábados 13 y 20 y domingos 14 y 21 de marzo.
+ Módulo 6: Ver entradas de los sábados 27 de marzo y 10 de abril y domingos 28 de marzo y 11 de abril.
+ Módulo 7: Convivencia vibracional y Espíritu encarnado: Ver entradas de los sábados 17 y 24 y los domingos 18 y 25 de abril.
+Módulo 8: Bien y Mal:
Sábado 1 de mayo:
67. Acercamiento desde la objetividad
68. Ahora sí, Bien y Mal
69. El pecado no existe
70. La “interacción consciencial”: el “Juicio Final”
Domingo 2 de mayo:
71. La clave es el Amor
72. El Reino de los Cielos está cerca
73. Satanás
74. Hipótesis e imposibilidad del Mal Absoluto
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67. Acercamiento desde la objetividad
En páginas anteriores se ha hecho mención al “Bien” y al “Mal”. Es momento de profundizar al respecto, partiendo de que las ideas y percepciones en torno a ambos se mueven casi siempre en el ámbito del más absoluto subjetivismo. Con intensidad e inconsciencia, volcamos en los dos tanto los clichés y convencionalismos de la tradición cultural y religiosa en la que hayamos sido educados como los prejuicios generados por la mente de cada cual, en función de sus propias vivencias y respectivos deseos, apegos, fobias y frustraciones.
Sin embargo, resulta crucial que la objetividad presida la actitud y la aptitud para discernir sobre el Bien y el Mal. Objetividad que ha de estar fundamentada en el distanciamiento personal del asunto y el acercamiento a él por medio de la meditación serena y profunda, el conocimiento revelador que de ésta dimana y la experiencia cotidiana que la puesta en práctica de ese conocimiento aporta.
En este orden, es oportuno subrayar que, en el Omniverso multidimensional surgido de
El principio de polaridad afirma que todo tiene dos polos que son idénticos en naturaleza y diferentes en grado vibratorio. Esto es, que tanto los fenómenos físicos como los mentales tienen dos lados o aspectos extremos que, sin embargo, comparten la misma naturaleza, aunque se diferencien en el nivel de vibración, existiendo innumerables grados vibratorios entre ambos polos.
Para entender mejor lo anterior, hay que acudir a otro eje del saber hermético: el principio de vibración. Como se ha repetido en capítulos previos, la ciencia contemporánea se está acercando a él con celeridad tras reconocer que la materia y la energía son expresiones de ondas y movimientos vibratorios. Concretamente, el principio de vibración indica que todo vibra, que el Omniverso en su globalidad y en todas sus dimensiones es una plasmación de la vibración y que las diferencias entre las diversas manifestaciones -desde las intangibles a las tangibles, desde el espíritu más sutil a la materia más espesa- obedecen al distinto modo e intensidad vibratorios. Así, la frecuencia más elevada radica en la vibración pura del Espíritu divinal,
Sobre estas bases, hay que resaltar que la indagación que sustenta el principio de polaridad arranca de la formulación de interrogantes tan paradójicos y radicales como estos: ¿dónde termina la oscuridad y comienza la luz?; ¿dónde el frío y dónde el calor, o lo duro y lo blando?; y ¿lo pequeño y lo grande, o lo alto y lo bajo?. Sopesemos el hecho de que se trata de nociones -oscuridad, luz, frío, calor,...- que utilizamos asiduamente y con completa seguridad acerca de lo que son y significan. Pero, por centrarnos sólo en un botón de muestra entre los ejemplos expuestos, ¿dónde empieza el frío y dónde el calor?. Porque la temperatura es un concepto primario y sin ambivalencias; y el termómetro es un instrumento válido, neutral y sencillo para su medición. Hasta aquí todo perfecto, pero ¿dónde comienza el frío y dónde el calor?. Por vueltas que demos a la posible respuesta, siempre llegaremos a la conclusión de que frío y calor, por más que parezcan realidades del todo distintas, son en verdad, de idéntica naturaleza (la podemos denominar temperatura), siendo la diferencia entre ambos mera cuestión de vibraciones calóricas, grados vibratorios.
La frecuencia vibratoria es, igualmente, la que marca la diferencia en la escala musical entre los sonidos graves y los agudos; o la que en la gama de colores genera la variedad de los mismos; etcétera. Y esto no ocurre no sólo en los planos físicos y materiales, sino igualmente en los de carácter mental. Así, el amor y el odio, estimados por lo general como inapelablemente diferentes, son realmente denominaciones que otorgamos a los polos de una misma cosa, con muchos grados, eso sí, entre ambos. Empezando en cualquier punto de la escala, hallaremos más amor o menos odio, si ascendemos por ella; o menos amor o más odio si descendemos por la misma. Y esto es cierto sin importar nada el punto alto, medio o bajo que tomemos como partida. Hay muchos grados de amor y odio y un punto intermedio en donde el agrado y el desagrado se mezclan de tal forma que es imposible distinguirlos. El valor y el miedo quedan, igualmente, bajo la misma regla.
68. Ahora sí, el Bien y el Mal
Todo lo expuesto en el epígrafe precedente es aplicable al Bien y al Mal. Como ocurre con el calor y el frío, o la luz y la oscuridad, el Bien y el Mal comparten la misma naturaleza y se diferencian en la frecuencia vibratoria, existiendo innumerables estadios vibracionales entre ambos polos.
Retomando lo examinado en capítulos previos, cuando el ser humano ha elevado su grado de consciencia hasta niveles en los que desarrolla un estadio de conciencia y experiencias que se acercan a lo que es propio de su naturaleza y Esencia divina (Amor), se puede afirmar que hace el Bien, aproximándose a este polo tanto más cuanto mayor sea la prevalencia del Espíritu frente a los influjos de la materialidad y, por consiguiente, mayor el grado vibracional del alma: el Yo profundo habrá cogido las riendas de nuestra vida y el piloto automático del ego se habrá desactivado.
El Mal, en cambio, va ligado a un ser humano con bajo grado vibracional, sin consciencia acerca de su auténtica identidad y con olvido de su linaje divino, de modo que vive sus días bajo el control del piloto automático, del ego, y atado a los apegos y pasiones dominantes propios de la materialidad que nos rodea y de la que el cuerpo físico participa, lo que sitúa al alma en un reducido nivel vibratorio, tanto menor cuanto más cerca esté del polo del Mal.
Por tanto, el Bien y el Mal existen, pero, desde luego, no con el contenido y significado que muestran muchas corrientes culturales y religiosas vigentes. Los dos comparten naturaleza -estado de consciencia, gradación consciencial- y se diferencian por su frecuencia vibratoria: el mayor grado de consciencia es el Bien; el menor, es el Mal. Y entre los dos existen innumerables grados vibratorios (grados de consciencia – estadios de conciencia – experiencias).
El ser humano se acerca al Bien cuando ha elevado su grado de consciencia -lo que tendrá su reflejo en la alta frecuencia vibratoria del alma- y el Espíritu o ser interior lleva la batuta de su conducta y dirige la marcha y el rumbo del vehículo planetario (cuerpo) en el que mora por inmanencia, aportándole los valores, afectos y costumbres (Amor) innatos de la divinidad. En cambio, se aproxima al Mal cuando el grado consciencial es reducido -por lo que baja será la frecuencia vibracional del alma- y su día a día queda a merced del piloto automático, de los deseos del ego y de los influjos, tensiones y apegos de la materialidad del mundo que le rodea.
Pero que esto sea así no ha de llevarnos a efectuar juicios sobre buenos y malos, superiores e inferiores. Estas clasificaciones son propias del ego y los antagonismos y dualidades que tanto le agradan. Bien y Mal coinciden en naturaleza -estado de consciencia- y se distinguen en gradación consciencial y vibratoria: cualquier ser humano que goce de un elevado grado de consciencia y se mueva en la esfera del Bien habrá vivido en su cadena de vidas físicas experiencias de reducida gradación consciencial enmarcables en la esfera del Mal. Todo entra de lleno en el ámbito de la dinámica vibratoria interactiva y la conexión “grado de consciencia – estadio de conciencia – experiencias” analizada en los capítulos precedentes. El altruista de hoy fue egoísta ayer; y el que ahora desprecia por falaces los anhelos de poder y riqueza es porque ya los disfrutó y conoce en primera persona lo vacío que finalmente resulta la vivencia. Las experiencias de ausencia de Amor (Mal) permiten incrementar el grado de consciencia y avanzar hacia experiencias plenas de Amor (Bien).
Todo es perfecto y no debemos caer en dualismos, ni siquiera en lo relativo al Bien y al Mal. Cuando los oponemos, consideramos generalmente el Bien como perfección o, al menos, como una tendencia a la perfección, con lo que el Mal no es otra cosa que lo imperfecto. Pero, ¿cómo lo imperfecto podría oponerse a lo perfecto?. La perfección está en la esencia del Ser Uno, del que no puede derivar lo imperfecto; de lo que resulta que lo imperfecto no existe o sólo puede existir como elemento constitutivo de la perfección total. Y, siendo así, no puede ser realmente imperfecto, por lo que la llamada imperfección no es más que relatividad: el Mal sólo es tal cuando se le distingue del Bien.
Piénsense en las indagaciones científicas. En ellas, el error no es sino verdad relativa, ya que todos los errores deben ser englobados en
El Bien y el Mal son creados al distinguirlos el uno del otro, pues realmente comparten naturaleza e interactúan vibracionalmente para hacer posible la elevación del grado de consciencia. Es la fatal ilusión del dualismo la que sustituye a
69. El pecado no existe
Por tanto, el pecado no existe, sino un ser humano con un grado de consciencia mayor o menor y con más o menos Amor Incondicional y compasión en sus pensamientos y actos (decía San Antonio Abad que el pecado es una pérdida de tiempo: el que deberías dedicar a Amar; a ser lo que eres, Amor). Si todo es creación del Ser Uno, ¿cómo podría alguna parte tuya, mía o del Omniverso, por remota o insignificante que sea, ser menos bendita que otra?.
El plan divinal consiste en que te busques a ti mismo. Como se enunció en el Capítulo 3, dentro del epígrafe dedicado al “dador”, si deseas explorar cómo ser egoísta, ignorante, asesino o carecer totalmente de fe, Dios (tu Verdadero Yo, el Yo Auténtico) permite todas estas experiencias; no eres juzgado, ninguna de tus acciones es buena o mala desde la óptica divina. Recuérdese lo allí señalado: un asesino y un santo son iguales si el pecador y el santo son sólo máscaras que te pones. Estos papeles son sólo ilusiones desde la perspectiva divina. Lo único significativo es el Amor y el grado de consciencia que la persona haya logrado; y, por tanto, su contribución a la expansión de la consciencia de la suma de la que forma parte y, a través de ella, de
El Amor es universal y no toma partido. Al ego no le gusta esto y piensa “yo merezco el amor de Dios, pero ese otro no”. Mas esta perspectiva es ajena a Dios. El ladrón inflige pérdida de propiedad; el asesino, pérdida de vida. Mientras estas pérdidas sean reales para ti, condenarás a la persona que las causa. Pero, ¿acaso el tiempo mismo no acabará robándote la propiedad y la vida?. El pecado es ilusión; nada de lo que llamamos pecado puede causar la más mínima mancha en el Amor de Dios. Y hay que tener sumo cuidado con expresiones como “mejor” o “superior”: es el ego el que habla de buenos y malos.
Por supuesto, es absolutamente rechazable que un ser humano cause dolor o daño a otro, de cualquier forma o manera; y es pertinente que la sociedad establezca leyes y normas que lo prevengan y, en su caso, lo sancionen o castiguen. Pero entendiendo el papel que todo ello desempeña desde la perspectiva de la dinámica vibratoria interactiva y la compresión de lo que supone en términos de elevación del grado de consciencia, avance en el estadio de consciencia y vivencia de experiencias que permitan un nuevo aumento consciencial.
70. La “interacción consciencial”: el “Juicio Final”
Llegados a este punto, ¿qué sentido tiene hablar de lo que el cristianismo califica como “Juicio Final”, mencionado también, aunque con diversos nombres, por otras corrientes espirituales?. Pues con tal expresión se hace mención a un fenómeno real de carácter cosmogónico y trascendente cuyo verdadero contenido ha quedado postergado tras siglos de ignorancia. Tiene su base en un hecho reiterado a lo largo de las páginas precedentes: en
Lo anterior es perfectamente aplicable a cada uno de nosotros. Como ser humano soy suma de partes, ya que estoy conformado por multitud de órganos y células que en mi unidad vital se vivifican. Y formo parte de una suma superior: la humanidad; y, aún más, el planeta Tierra, ser vivo en el que vivo y me vivifica. Igualmente,
Ors pertenece y se halla en un brazo menor (denominado brazo de Orión, por su proximidad a esta constelación) de una galaxia,
Y
En este espectacular marco se desarrolla la vida en una innumerable cantidad de modalidades de existencia, encuadrables en muy distintos planos dimensionales y de frecuencia y rango vibratorio. Y en él también se despliega la consciencia, pues, como ya se ha reiterado,
Ahora bien, junto a esta perspectiva “de lo menor hacia lo mayor” (incremento mi grado de consciencia y contribuyo a la expansión de la consciencia de la suma de la que formo parte y, con ello, de
Ambas perspectivas –de lo menor hacia lo mayor y viceversa- son plenamente coherentes entre sí y están perfectamente interrelacionadas, dando cuerpo a la “interacción consciencial” de la suma y sus partes. Por tal interacción, cada persona, si eleva el grado de consciencia, contribuye a la expansión de la consciencia de la suma a la que pertenece y de
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Continúa mañana domingo:
71. La clave es el Amor
72. El Reino de los Cielos está cerca
73. Satanás
74. Hipótesis e imposibilidad del Mal Absoluto
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