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ESFINGES EN NOHE DE INSOMNIO
Si es verdad que en la vida hay que pagar todo lo agradable, debo de reconocer que me ha sido dado un espíritu y un carácter que siempre buscó la parte más amable, benévola y satisfactoria de la vida. Seguramente, tendré entonces que pagar por ello, puesto que hasta en mis peores momentos, siempre rebusqué dentro de mí y de mi alma, una y otra vez, con insistencia, tratando de encontrar felicidad; y pienso que la mayoría de nosotros viven y morirán en esta maravillosa y agradable ilusión.
Pero la insoportable lucidez del insomnio se abatió sobre mi, aquella noche, aquella noche cualquiera del mes de Abril, y consideré, después de ver un noticiero… donde las esfinges impasibles de los presentadores, sin apasionamientos, sin sentimientos y aun mas, sin muestra de agrado o desagrado alguno, narraban los penosos aconteceres de los sucedidos del día; no importaba que fuese verdad o bochornosa mentira, todo era escabroso, muertes sin causa justa, hambrunas, miserias, sinrazones que me hizo meditar… yo tampoco sentía nada al verlas, de alguna manera, también me había convertido en esfinge lo mismo que ellos; era un espectador impasible de un mundo en llamas, y con mi presencia al otro lado de la pantalla indirectamente o mejor dicho directamente, me había transformado en un cómplice pasivo de esta insoportable barbarie diaria, reiterativa, que veía estas calamidades humanas, sin que una pizca de piedad, de rubor, o de gratitud, por ser agraciado por otras circunstancias en mi vivir diario, hiciese que me sintiera afectado; una sombra negra nubló mi alma, me había y me habían insensibilizado, ya no sentía nada, la rutina, puesto que recibir diariamente estas noticias se había convertido en rutina, como digo, la rutina, que nos repite pero a la vez nos confirma, por arte de invisible magia, había mudado mi corazón, mi alma, y mis sentimientos; lo había, me lo habían, sustituido sin batalladora resistencia ni rebeldía, por una roca.
Digámoslo, vivimos en nuestra sociedad como huéspedes bastante ingenuos y acomodaticios; no queremos saber nada de los enormes sacrificios humanos sobre los cuales están edificados nuestros cimientos, nada de las dolorosas experiencias que hemos heredado y nada de la historia que ha construido nuestra civilización, que nos sostiene y seguirá sosteniendo a muchos, después de nosotros, pero que un día esta misma sociedad derribará y devorará nuestra cultura, nuestro pensamiento, como derriba y devora continuamente lo que ella ha dejado crecer.
El resultado útil por hoy y para nosotros es éste: nuestro sistema, nuestra cultura, nuestra civilización, ha superado ya el apogeo del florecimiento. Son tiempos de crisis, en todas partes se sienten los signos premonitorios de que el mundo quiere trasladar una vez más su centro de gravedad. Se preparan desplazamientos de poder, que no se realizarán sin grandes traumas. Podremos permanecer pasivos, expectantes y neutrales; pero será inútil. En estos mismos momentos, algunos de nuestros parlamentarios manifiestan, en oportunidades muy claramente, que nuestro sistema de vida, es un lujo caro para la mayoría de los países. Estamos maduros para el derrumbe y éste vendrá sin remedio, no hoy, no mañana, pero sí pasado mañana. El oleaje está en movimiento, un día nos arrollará. Tal vez esto sea justo y necesario. Pero antes nos corresponde, muy amables lectores, en la medida de nuestra comprensión de los hechos, de nuestra inteligencia y nuestro valor, aquella limitada libertad de decisión y acción, que está concedida a los seres humanos y que convierte la historia del mundo en historia de los hombres. Todo se puede leer, si se pone en la debida luz, y todo lo que no ha sucedido se puede encausar en otra dirección, si nos aprestamos en corregirlo.
Observé que sobre los mismos hechos, los presentadores, lo narraban de una forma y también de la contraria, según el canal que viese; la desmoralización del sentido de la verdad, se ha adueñado de todos, faltándonos la firme conciencia de la responsabilidad y el deber que tenemos de pedirla, y difícilmente nos equivocamos al suponer que tantas palabras de critica aguda: la asesinan, inmolándola ante intereses particulares y partidistas.
Cuanto más elevada es la cultura de un hombre, cuanto mayores los privilegios de que goza, tanto más grandes deben ser en caso de necesidad los sacrificios que ha de hacer, esperemos que esto sea algún día cosa lógica y natural para cualquier persona habitante de nuestro Planeta. Si lo preferimos, podemos cerrar los ojos porque pensemos que el peligro está aún lejano; probablemente, nuestra generación de hoy podrá seguir tranquila en sus funciones y morir también tranquila, antes de que el peligro esté cerca y sea visible para todos. Pero para mí, y ciertamente no para mí sólo, esta tranquilidad estaría llena de remordimientos. No quisiera sentirme satisfecho porque lo que vendrá no me hallará más con vida. No, sino que me parece necesario recordarme a mí mismo que también nosotros los apolíticos pertenecemos a la historia y colaboramos para hacerla. El hombre culto y con responsabilidades ya sea orador o político, escritor o maestro, rico o pobre que dice a sabiendas una falsedad, no sólo obra contra leyes humanas y religiosas fundamentales, sino que además, a pesar de toda apariencia que el momento pudiera justificar, no hace ningún bien a sus adeptos, sino un grave daño, le corrompe el aire y la tierra, el alimento y la bebida, le envenena el pensar, y ayuda a todo lo malo y hostil que amenaza con la destrucción de la cultura y la civilización de la que formamos parte. Hay que realizar una tormenta de ideas, donde cada uno exponga la suya por muy disparatada que sea, para sacar conclusiones validas para todos.
Han comenzado a trabajar en todas partes en pequeños y pequeñísimos núcleos, grupos que desean barrer los lemas falsos y a construir, completamente desde abajo, una espiritualidad, una enseñanza, una investigación, una cultura nueva que todos deseamos que sea la semilla que germine y florezca en este siglo y que las generaciones futuras puedan comprender, asimilándola como suya en su corazón; debemos ir en comunión con la naturaleza, haciendo mas amable nuestra existencia en el planeta, colaborando con ella, sin violentarla, sin saquearla, nos creemos sus dueños, y es al revés, les pertenecemos totalmente y estamos obligado a respetarla agradeciéndole su regalo de vida, si actuamos de forma distinta nos convertiremos en traidores de nuestra propia esencia, en locos matricidas que infestarían de dudas cualquier pensamiento coherente. En estos momentos, estos proyectos, deben de agotar el espacio entero de nuestras almas. Puesto que disponemos de una parte vacía y desocupada de nosotros mismos, de nuestros corazones y de nuestras almas, que ahora desean tener sus derechos y quieren realizarse, colmarse en plenitud, interactuando con el medio ambiente que nos rodea, y del que formamos parte, no esencial. Estas ideas que expongo no es obra de la naturaleza, sino creación tardía, y perecedera como todo lo realizado por la voluntad del hombre. La naturaleza obra impersonal y pausadamente, como los vegetales y los astros… exponía el profesor del curso de Buscadores, que debemos sabernos hoja, rama o raíz de un mismo árbol, del que todos formamos parte, puesto que la humanidad es solamente una parte de un todo mayor, mas completo y satisfactorio.
El espíritu se convierte en bienhechor y adquiere nobleza, solamente en la obediencia a la verdad; si la traiciona, si se le pierde el respeto, si se torna condescendiente o se vende, es lo diabólico en potencia; mucho peor que la bestialidad animal de los instintos, que conserva siempre, a pesar de todo, un residuo de la inocencia pura de lo natural. Sacrificar el sentido de la verdad, la honestidad intelectual, la fidelidad a leyes y métodos del espíritu a cualquier otro interés, aun el que denominamos patria, es traición. Podemos sacrificar en caso de emergencia nuestra persona, pero nunca la fidelidad a nuestro espíritu, pues en estos años se ha sufrido una gran pérdida de los grandes valores del alma, dichos valores germinaron y florecieron conduciéndonos hasta este momento de desarrollo y bienestar, pero apenas lo notamos, tan ocupado como estamos, tratando de salvar lo que todavía sea posible salvar en esta gran crisis, que adivino que es mucho mas profunda en sus valores que en su economía. Si no lo vemos, no lo solucionaremos. Necesitamos líderes que lo comprendan, puesto que pienso que es la única salida posible, todo lo demás, serán tratamientos sintomáticos, que no curaran la enfermedad, sino solo los síntomas y los problemas seguirán repitiéndose hasta que agotemos la paciencia de
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