Ayer domingo, los católicos de todo el mundo celebraron
----------------------------------------------------
Uno de los mitos de Occidente –a decir de Raimon Panikkar- consiste en considerar la individualidad como el mayor valor. Lo cual llevó, entre otras consecuencias, a que Occidente pensara a Dios como un “individuo”.
Parece claro que, en el proceso de evolución de la conciencia, lo que podemos designar como el “momento individual” –con el consiguiente afianzamiento del yo- supuso un paso adelante significativo; el ser humano se pensaba a sí mismo como un individuo: había nacido la autoconsciencia.
Pero lo que fue, sin duda, un avance, implicaba un riesgo en el que se terminó cayendo: la absolutización de la individualidad, que llevó a considerar el yo como la cima de la evolución y nuestra identidad definitiva. Se identificó “persona” con “individuo” y se definió a aquélla a partir de éste. El resultado salta a la vista: la comprensión de la humanidad como una multiplicidad de individuos –yoes- enfrentados entre sí.
En el terreno religioso, al hablar de Dios como “persona”, se le otorgó inmediatamente un carácter “individual”, que lo convirtió en un ser “aislado” o “individuado”, separado (!) del conjunto de lo Real.
Por esta misma dinámica, cuando en la tradición cristiana se hablaba de la “Trinidad”, se caía, en la práctica, en un triteísmo, que pensaba a las “tres Personas” como “individuos”. Incluso en algunos ámbitos cristianos, teológicos y devocionales, se llegaba incluso a hablar, sin pudor, de “Los Tres”.
Originariamente, sin embargo, el término “persona” no hacía referencia a una “sustancia” (individuo separado), sino a una “relación”. Todos los seres somos gracias a la relación que nos define: del mismo modo que no puede existir el padre sin el hijo, ni el hijo sin el padre –“padre” e “hijo” son realidades radicalmente relacionales-, nadie puede existir al margen de la relación que nos constituye con respecto al conjunto.
Llevado al plano religioso, habría que decir que el Misterio de
Decía al principio que la individualidad supuso un avance en el despliegue evolutivo de la conciencia. Pero caemos en un error cuando la consideramos como la meta del mismo. El nivel mental-egoico de la conciencia, tras ser integrado, empieza a ser transcendido en un nuevo estadio, ahora transpersonal, caracterizado precisamente –no podía ser de otro modo- por la interrelación, en una Conciencia percibida cada vez más unitaria, global e integradora.
He pensado que estas reflexiones pueden ayudarnos a purificar imágenes de Dios demasiado parecidas a nuestros propios conceptos mentales y deudoras de los mitos y prejuicios que, colectivamente, arrastramos. Pero, realmente, ante el Misterio nos toca quedarnos callados, en un Silencio que no es indiferencia, sino adoración admirada ante ese “no sé qué, que se alcanza por ventura”, como diría san Juan de
Por toda la hermosura
nunca yo me perderé,
sino por un no sé qué
que se alcanza por ventura”
Glosa 12, en S. Juan de
-----------------------------------------------------------------------------------------
Fuente: www.enriquemartinezlozano.com
Ahora vivimos y sentimos cosas maravillosas porque es nuestro momento; seguimos,sin embargo,envueltos en el Misterio,en humildad y silencio.
ResponderEliminar