Al leer el
título de este artículo, un niño de entre tres y cuatro años que te acompaña
desde que tienes razón de ser, piensa:
-
¡Que bueno, por
fin algo detallado, profundo, si fuera muy largo mucho mejor, que me guíe para
alcanzar lo que necesito para vivir en ese Mundo Nuevo del que tanto se habla
en la actualidad.
A ese niño
pequeño le gustan los retos del aprendizaje práctico, la magia de poner a
prueba un nuevo conocimiento, algo tangible que pueda ser demostrado.
-
Si tengo diez
naranjas y quisiera repartirlas de forma equitativa a cinco niños ¿a cuantas
tocarían?
A ver
quién es más rápido haciendo el cálculo, quién es más listo y merece la nota
más alta.
Después va
aumentando el grado de complejidad en las operaciones y aparecen los quebrados.
Otras materias que tienen nuevos matices y hay que incorporarlas.
-
Las palabras
agudas que terminan en vocales o consonantes ene o ese, llevan tilde. Dos
átomos de hidrógeno y uno de oxígeno, forman una molécula de agua.
Y la
complejidad sigue hacia arriba, pero el niño es el mismo. La suma del cuadrado
de los catetos, es igual al cuadrado de la hipotenusa.
Y el niño
se estira físicamente y poco a poco va incorporando paradigmas: las reacciones
químicas que desprenden calor, se llaman exotérmicas, el prefijo endo,
significa hacia adentro, exo hacia afuera.
-
En idioma inglés,
“man” significa hombre.
Más tarde
el hombrecito llega a la universidad y vence el primer semestre de cálculo
integral, y ahora tiene que aplicar los
quebrados para poder descomponer las ecuaciones.
-
Una compleja
asignatura que se llama resistencia de los materiales y emplea las matemáticas
y la física y con tal que los experimentos digan que la fuerza necesaria para
romper una probeta es de veinte kilogramos,
¡ahí lo puedes ver en la práctica!
Así que
ese debe ser el camino. Si una carrera tiene una duración de cuatro años, tiene
menos valor que otra de cinco y será menos remunerada. Cuanto más doctorados y
tiempo en cursar, más reconocimiento, más importancia, mayor inteligencia del
alumno, mejor vista por todos.
Ahora el
niño o niña está capacitado para un trabajo, eso traerá aparejado una creciente
independencia financiera y llegará el momento de tomar las riendas y conducir
su barca en el turbulento mar de estos tiempos.
Cierto
día, algo sale mal y no cuadran los experimentos con los cálculos ni las
ecuaciones de Maxwell en el comportamiento de los compañeros. Alguien le llama
arrogante y prepotente y no sabe como averiguar la raíz cuadrada de esa ofensa.
Si mezcla
un poco de conocimientos con dos kilos de astucia, resulta que el resultado no
se parece al esperado.
Y el niño
grande comienza a sospechar, envuelto a veces en una crisis sistémica, en una
desconcertante tormenta de magnitud aceleradamente creciente, que le falta la
mano del Padre para cruzar la calle, que los diplomas que tiene colgados en
casa, son briznas de paja que mueve el remolino a su antojo.
Y vuelve
entonces a afilar la punta de los lápices, toma un cuaderno y decide volver a
matricular en la guardería de otra sapiencia, con maestros que podrían andar
encuadernados por los rincones de una biblioteca, seminarios de hacer malabares
con la existencia, sermones milenarios, frases que antes no tenían sentido.
De pronto
el niño de nuestra historia, o la niña, entra tímidamente en el aula de un
falso profeta, que le pinta villas y castillos, le promete que le mostrará un
curso acelerado de un año, para aprender la doctrina secreta, la esencia
profunda del tao y los mandamientos de la divina comedia.
-
Y al pasar ese
tiempo aplicado, vencer todas las materias y dejar tus ahorros en manos de
otros propietarios, te daremos el diploma de graduado y podrás cambiar el
destino para que tu futuro esté garantizado.
Lo más
probable es que nuestro amado alumno tenga que repetir de grado, y no pasa
nada, porque el tiempo de quien no conoce el tiempo, es ilimitado.
Si nuestro
niño ego supiera que no hacen falta lápices afilados, ni matrículas, ni nada.
Si por un
instante hiciera consciente que el manual para vivir en el mundo que se avecina
es el más sencillo, el más barato, el más claro y entendible de todos los
creados.
Ese manual
podría tener dos cláusulas:
-
1 Ve
desempolvando tu intuición a la vez que vives, deja espacios de silencio para
que tu corazón hable.
-
2 Está alerta en
cada instante del resto de tu vida, para que en ese eterno ahora, la brújula
sea la esencia que eres.
Y no hay
más lecciones para que el gozo de vivir te encuentre al doblar de cualquier
esquina y la muerte te salga huyendo.
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Autor: José Miguel
Vale (josemiguelvale@gmail.com)
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