Hablar del miedo puede ser
tan extenso como hablar del amor o la felicidad, por tanto, el alcance de este
artículo es limitado. Mi objetivo es estimular el ejercicio de la mente
abstracta y el discernimiento individual, esto quiere decir que existirán muchos
enfoques y rumbos que no se tratarán líneas abajo y que son sumamente valiosos
también. No obstante, el enfoque que pretendo desarrollar muy sintéticamente
vale la pena usarlo para la reflexión y para aportar en el auto conocimiento
del vehículo que habitamos.
En la evolución de la
materia de abajo hacia arriba, o también conocida como la evolución biológica
de las especies, hemos pasado de minerales a vegetales, luego a reino animal y
por último a seres humanos. Los últimos
nos consideramos más conscientes por tener mas desarrollado nuestra capacidad
de raciocinio.
En esos reinos, puedo decir
solo con el ánimo de reflexión, que los primeros dos reinos no “sufren de
miedo.” En el globo terráqueo ni los
minerales, ni los vegetales tienen sensaciones de miedo.
¿De donde nace el
miedo?
Cómo dice Yuval Noah Harari,
el éxito biológico de las especies está medido en la supervivencia y en la
multiplicación de sus miembros. Esto
quiere decir que genéticamente todos los reinos tienen programado en su ADN la
misión de supervivir y de reproducirse.
Lo cual es lógico y evidente, nos basta con observar y podemos rarificar
esta afirmación.
Lo que hizo lo biología
siguiendo su propósito fue brindar “sensores” en los individuos que empezaban a
desplazarse para reconocer el mundo que lo rodeaba y para supervivir. A estos sensores hoy los conocemos como sentidos
y glándulas. Los primeros captan información y las segundas emiten hormonas
como alarmas que se activan en el interior del cuerpo y nos impulsan a
reaccionar para proteger nuestra vida. Las sensaciones que producen estas sustancias
en momentos de alerta son las que hoy en día llamamos miedo
¿Cómo evolucionó el miedo?
Lo que llamamos miedo ha
recorrido tres grandes escalones: físico, emocional y mental.
+El miedo físico, es un miedo incrustado en el ADN donde el organismo brinda sustancias como mecanismo de alerta para la supervivencia. Ejemplo de esto es: imaginemos una iguana (cerebro reptil), tranquila en un árbol, de repente la rama donde está se mueve bruscamente, en ese momento su cuerpo emite unas hormonas que alertan el organismo, activan el torrente sanguíneo, disminuyen la sensación de dolor, sensibilizan los sentidos y sin pensar la iguana salta de una a otra rama. Esto ocurre en centésimas de segundo.
+El segundo miedo es el
emocional, que está asociado a las relaciones sociales, por tanto, nació solo
en las especies que para su supervivencia requieren estar en manada o en pareja. Es decir, qué hay animales como las
serpientes que no desarrollaron el miedo emocional, pues genéticamente están
programadas a estar solas. En este caso un antílope (cerebro mamífero) que se
encuentre solo en una llanura tranquila, va a experimentar en su cuerpo
sensaciones químicas incómodas, como sensores que le indican que algo no está
bien. La especie, genéticamente sabe que estando solo no logrará sobrevivir. Igualmente,
como el miedo anterior, sin pensarlo el antílope buscará por todos los medios encontrar
a su manada y eliminar esa sensación incómoda (miedo) que está sintiendo.
+El siguiente miedo es el
mental; un buen ejemplo es el “homo sapiens” que desarrolló significativamente
el mundo mental. Este miedo se percibe
como un conjunto de sensaciones que sentimos en el cuerpo, mucho más sutil que
los miedos físico y emocional, pero que nos dan signos de alerta sobre la
supervivencia. En este ejemplo el
“animal” está en un sitio seguro, vive en comunidad, pero detecta peligro por
los cambios en la estructura de poder del grupo y siente amenazada su vida; por
ende, siente miedo. En este caso racionalmente el individuo tomará las
decisiones que considere para evitar su muerte.
¿Sucede lo mismo con los
seres humanos?
Nosotros los “homo sapiens
sapiens” somos resultado de la evolución, es decir, en nuestra información
genética ha quedado consignada la historia de la evolución de las especies y la
evolución de los miedos físico, emocional y mental. El caso es que no somos conscientes que
venimos evolucionando por miles de millones años y, por tanto, tampoco lo somos
de nuestra historia y ni porque sentimos lo que sentimos.
Por ejemplo: Sabemos
racionalmente que el transporte aéreo es uno de los más seguros del mundo, no
obstante, en el momento de una turbulencia sentimos lo mismo que la iguana del
ejemplo anterior o digamos por caso que terminamos la relación afectiva con nuestra
pareja y genéticamente sentimos lo mismo que el antílope que se encontraba solo
en la llanura. Pero resulta que, en la
sociedad actual, nuestra vida no está en peligro por experimentar una
turbulencia o por terminar una relación afectiva, pero de todas maneras
“sentimos morir de miedo”.
Para hacer más complejo el
asunto, las glándulas hormonales no distinguen los procesos mentales de vivir,
recordar o imaginar. Quiero decir con esto que las sustancias que emite nuestro
cuerpo y llamamos miedo, las vivimos solo por el hecho de imaginar o recordar
un evento sin que esté sucediendo en el momento presente.
Y no siendo suficiente para
el ser humano la cantidad de miedo que tenemos acumulados por la evolución, hoy
en día sumamos más, pues ellos también han evolucionado y los sentimos en
situaciones que nada tienen que ver con la supervivencia. Ejemplo: “tengo miedo
de no pasar a la universidad”, “tengo miedo a que me digan que no”, “esta
película me da miedo”, etc.
Lo que me lleva a la
conclusión de que entre más evolucionado sea el reino de la naturaleza más
“sufre de miedos”.
No obstante,
antes de terminar quiero indicar que este artículo no es pesimista, todo lo
contrario, pues en la evolución del ser humano las sensaciones de miedo tienen
un giro si seguimos el sentido de LA VIDA. Lo he recordado a través de Emilio
Carrillo y me dedico a ejercitarlo con cierta frecuencia, pues en la medida que
continuamos con la evolución podemos quitar protagonismo a la mente concreta,
ejercitar la mente abstracta y percibir la esencia manifestándose mas
activamente en la vida cotidiana, que como resultado nos lleva a tener más confianza
en la perfección de LA VIDA implicando ineludiblemente que los miedos se vallan
diluyendo.
Nota: parte de este artículo lo escribí en un avión sintiendo un poco de miedo, ja, ja, ja...
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Autor: Ernesto Yugueros (ernestoyugueros@gmail.com)
https://conexionconlaesencia.blogspot.com
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