Agenda completa de actividades presenciales y online de Emilio Carrillo para el Curso 2024-2025

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21/2/22

8.- Economía de los recursos naturales

(Comienzo del _Capítulo 2 de Bioeconomics, Biological Economics)


De la reserva de recursos naturales

La economía de recursos es la disciplina que trata del estudio de los recursos naturales desde el punto de vista de las poblaciones que están presentes donde se encuentran esos recursos y que ellas van a utilizar para sobrevivir. Es decir se trata del estudio de los recursos naturales utilizados por las poblaciones para su consumo y desarrollo. Sus índices y cifras expresan su nivel de vida.

Adam Smith sabía como fundador de la moderna economía que la Naturaleza era el “almacén “ de recursos naturales para la humanidad. Acorde con este pensamiento, él y otros pensadores como él, que estos recursos la naturaleza los reponía como un molino natural, pudiéndolos transformar en artículos para ser usados. Como la madera, que se extrae de los bosques para convertirla en muebles, pero a cada árbol talado, otro nace y lo repone.

La Economía Neoclásica que se basa en este criterio sobre los recursos naturales, trata los no-renovables de una forma singular e individualizadamente. Esto es, los economistas, respecto a los recursos, que saben son de vital importancia para los sistemas económicos, han apreciado que su teoría era desprovista de capacidad predictiva.. No han sabido predecir la magnitud de la explotación de estos recursos porque han carecido de la base científica necesaria para conocer el alcance del ritmo de explotación, hasta dónde puede llegar.

No saben que realmente los recursos naturales no renovables tienen un final.

No saben cuándo hay que reconocer que su agotamiento es una realidad irreversible.

Es por ello que, a pesar de temerlo, les ataca una gran incertidumbre sobre el punto de sobrepasamiento en el agotamiento de, por ejemplo, los combustibles fósiles.

En el deseo de que ese final no llega, cada día tratan de buscar nuevas evidencias de que ese final está lejos de llegar. Cada vez las predicciones por nuevos descubrimientos que lo hacen difícil en confiar lo que han predicado sobre el agotamiento de los recursos naturales.

Esto ha tenido un grave y negativo efecto en la mentalidad de algunos economistas, sin hacer mención del su efecto en el público general, así como el extravagante uso de estos recursos sin tomar conciencia de su inexorable final. Esto es especialmente aplicable al petróleo, donde a cada nuevo descubrimiento de nuevos yacimientos, provoca el estallido de alegría y nuevas optimistas estimaciones sobre su aparente inagotabilidad.

La cuestión no es saber cuándo exactamente se agotará el petróleo sino, como dijo Robert Kaufmann en 2000, cuándo la oferta de petróleo se estabilizará o costará más su extracción que los beneficios por su venta, frente a una creciente demanda. Aunque sea correcta esta predicción, si fuera posible conocerla, es sólo útil a corto plazo, pero no a largo, dado que lo que importa es conocer las tendencias a largo plazo del ritmo de consumo y agotamiento de las reservas para lograr una planificación sostenible en el tiempo del desarrollo económico. Este problema se agrava más por el hecho de que el grado de incertidumbre afecta al futuro de la sostenibilidad de uso y gestión de los recursos naturales y sobre todo lo hace impredecible. (Bohi & Toman 1983).

La economía de los recursos naturales se basa en la utilización y gestión sobre todo de los recursos escasos. Esto supone que la utilización de estos recursos es dinámica. La reducción en el uso de un recurso es por diferentes motivos, por ejemplo, por no ser coste efectivo, el stock debe ser repuesto después de un periodo de tiempo dependiendo de su capacidad de regeneración con la que el recurso ha de ser “replantado” de nuevo. La naturaleza dinámica de la utilización de recursos es contraria al modelo de equilibrio de la economía neoclásica y no es tenida en cuento por los defensores de esta teoría.

De la taxonomía de las especies a la Biodiversidad

Varios naturalistas han escrito la economía de la naturaleza, pero de estos, el que más se aproxima a mi propio punto de vista (de Mohammadian) ha sido Carl von Linneu (1707-1778), mejor conocido como Linnaeus, que escribió sobre la economía de la Naturaleza en 1749. El sostiene que “Comprender la sabia disposición del Creador en relación a las cosas naturales es que seas producidas para su uso en beneficio recíproco tanto del hombre como de la Naturaleza”. Que esto no se ha comprendido se demuestra por el hecho de que el hombre ha producido bienes en exclusivo beneficio propio y no en beneficio recíproco de él y la Naturaleza. Lo que ha recibido la Naturaleza ha sido los residuos y la contaminación del medio ambiente.

A Linnaeus se le conoce bien por la taxonomía de las especies basada en las características externas de la flora y de la fauna. No obstante, el gran número de especies se identifica por signos que van más allá del aspecto taxonómico. Más de dos siglos han pasado para que otro gran naturalista, George Hutchinson (1959) relacionará la gran biodiversidad con el concepto de complejidad y resultará de ello la estabilidad de los ecosistemas.

Esta idea es corroborada por largas décadas de investigación del botánico y químico brasileño Otto Richard Gottlieb que ha ideado un nuevo sistema de clasificación de las plantas basado en los productos químicos que producen dependiendo del entorno en el que son encontradas. Pero más recientemente mediante el uso de secuenciadores de ADN que desde el punto de vista genético, las plantas pensadas a pertenecer a diferentes especies están mucho más relacionadas entre sí, de lo que pensaba inicialmente. Por lo mismo, pensó que esas plantas genéticamente cercanas, estaban evolutivamente también muy relacionadas. Todo este conocimiento ha sido extremadamente útil para abordar la conservación y sostenibilidad de la biodiversidad.

Este último hallazgo indica que el sistema de clasificación taxonómica puede significar la interrelación, interdependencia y más importante, la interacción entre la multitud de flora y fauna y entre ellos y su entorno natural. La clasificación taxonómica, además de la expresión biológica, contiene información sobre la evolución y desarrollo de la flora y la fauna, para la gestión y conservación, es además una expresión económica y su sutileza para múltiples propósitos. Esto indica que el orden taxonómico debe ser evaluado de un modo holístico y es mucho más que la media danza de números y la relación superficial que indica la diversidad y variedad de especies. Es decir, el orden taxonómico no es sólo todo esto, sino más significativamente la “expresión bioeconómica” de la integridad de la Naturaleza. La característica bioeconómica de la Naturaleza puede proporcionar una revolucionaria base para el estudio y clasificación de los organismos desde el punto de vista de la Bioeconomía, base a su vez de su desarrollo evolucionario muy fructífera para una investigación sobre la sostenibilidad.

Taxonomía bioeconómica

La taxonomía bioeconómica, además, permite revisar las relaciones taxonómicas de acuerdo con los avances en el conocimiento y las circunstancias biológicas y socioeconómicas cambiantes. Esta noción es soportada por la taxonomía filogenética propuesta por Kevin de Queiroz del Instituto Smithsonian y Jaques Gautier, de la Universidad de Yale. Ellos sugieren que el orden taxonómico puede ser la base de una unidad menos rígida que el concepto “especie” y reemplazar por lo que ellos denominan “la unidad taxonómica menos inclusiva”, enfatizando la relación evolutiva parental.

El interés por los recursos naturales mostrado por los economistas ha hecho más evidente que ellos se han interesado en estos recursos sólo desde el punto de vista económico, es decir, que ellos han estudiado y estudian los recursos naturales sólo desde la perspectiva “coste-beneficio” y el análisis del precio acorde a la abundancia o escasez del bien natural (Tisdell 1990). Sin embargo, el estudio de los recursos naturales, en orden a ser completo requiere tener en cuenta el punto de vista biológico. Por lo tanto, esto significa que los economistas han de estudiar con los recursos naturales acorde con los principios de conservación y preservación, los ciclos de uso y regeneración. En otras palabras, el punto de vista económico como se puede esperar está completamente orientado al mercado y desprovisto de las limitaciones biológicas. Los aspectos económicos de los recursos no-renovables y su gestión han de estar basados en ambas consideraciones, la puramente económica del mercado y coste beneficio, más la que considera las restricciones impuestas por los inevitables ciclos de la Naturaleza. De no ser así, hay acceso abierto ilimitado o competencia ilimitada y cada uno ignora su propio efecto sobre el otro en lo que respecta a las existencias presentes y futuras.

Debería ser obvio entonces que estos dos puntos de vista son opuestos, a saber, que mientras que lo biológico considera el uso y regeneración de los recursos naturales; esto es la sostenibilidad es independiente de lo económico que sólo se preocupa por las fuerzas del mercado. Además, el punto de vista económico toma nota de los precios de los recursos naturales, no de sus valores, que pueden considerarse como una propiedad especial de una mercancía que tiene, por ejemplo, una cierta cantidad de valores biológicos incorporados de los recursos naturales ahora o lo que podrían valer para las generaciones futuras. Por tanto, la mejor forma de estudiar los recursos naturales para determinar la forma más eficiente de utilizarlos y gestionarlos es combinando lo biológico con lo económico para realizar un análisis bioeconómico integrado.

Este tipo de análisis integrado toma en cuenta el mecanismo económico del mercado de costos y precios y también es consciente de la realidad biológica del agotamiento de los recursos y el mecanismo biológico de la tasa de crecimiento y la capacidad de carga necesaria para la regeneración de los recursos y, por lo tanto, su sostenibilidad. Sin embargo, debe enfatizarse que los mecanismos del mercado, como los precios, fallan en el caso de la propiedad pública de acceso abierto y también cuando nos preocupamos solo por la calidad (aire limpio, agua y suelo). Aunque algunas fuerzas del mercado pueden ser útiles para fines de asignación, otras, como los precios, no son buenos parámetros para indicar que un recurso se está acercando al límite de la sostenibilidad. Una razón es el hecho de que el precio de un recurso puede no reflejar ni su verdadero valor biológico ni siquiera su verdadero precio de mercado debido a que conlleva un subsidio que distorsiona por completo la condición real del recurso. En estas circunstancias, el mecanismo biológico será el único que se utilizará como guía.

Los economistas de recursos naturales, al preocuparse últimamente por el estudio de las exigencias biológicas que gobiernan los recursos naturales, han proporcionado a la economía de la naturaleza una base científica. Como tal, la subjetividad económica se mejora parcialmente y la disciplina se acerca a una actividad con algún anclaje científico. El esfuerzo del economista de recursos fue un comienzo y, considerando la inmensidad del tema y los numerosos recursos naturales de importancia económica para la humanidad, quedaba un largo camino por recorrer. Esto ha sido tratado lentamente por otros paradigmas con el fin de proporcionar a los tomadores de decisiones información específica como la relación entre los recursos energéticos y el desempeño económico; la emisión de gases nocivos y los medios necesarios para controlarlos y su costo económico o el uso del análisis coste-beneficio para el diseño de la política ambiental, entre otros.

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Autores: Mansour Mohammadiam y José Alfonso Delgado (traducción)

Nota: La publicación de las diferentes entregas de El Tercer Camino

se realiza en este blog, todos los lunes desde el 3 de enero de 2022.

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