(Comienzo del
_Capítulo 2 de Bioeconomics, Biological Economics)
De la reserva de recursos naturales
La economía de recursos es la disciplina
que trata del estudio de los recursos naturales desde el punto de vista de las
poblaciones que están presentes donde se encuentran esos recursos y que ellas
van a utilizar para sobrevivir. Es decir se trata del estudio de los recursos
naturales utilizados por las poblaciones para su consumo y desarrollo. Sus
índices y cifras expresan su nivel de vida.
Adam Smith sabía como fundador de la
moderna economía que la Naturaleza era el “almacén “ de recursos naturales para
la humanidad. Acorde con este pensamiento, él y otros pensadores como él, que
estos recursos la naturaleza los reponía como un molino natural, pudiéndolos
transformar en artículos para ser usados. Como la madera, que se extrae de los
bosques para convertirla en muebles, pero a cada árbol talado, otro nace y lo
repone.
La Economía Neoclásica que se basa en
este criterio sobre los recursos naturales, trata los no-renovables de una
forma singular e individualizadamente. Esto es, los economistas, respecto a los
recursos, que saben son de vital importancia para los sistemas económicos, han apreciado
que su teoría era desprovista de capacidad predictiva.. No han sabido predecir
la magnitud de la explotación de estos recursos porque han carecido de la base
científica necesaria para conocer el alcance del ritmo de explotación, hasta
dónde puede llegar.
No saben que realmente los recursos
naturales no renovables tienen un final.
No saben cuándo hay que reconocer que su
agotamiento es una realidad irreversible.
Es por ello que, a pesar de temerlo, les
ataca una gran incertidumbre sobre el punto de sobrepasamiento en el
agotamiento de, por ejemplo, los combustibles fósiles.
En el deseo de que ese final no llega,
cada día tratan de buscar nuevas evidencias de que ese final está lejos de
llegar. Cada vez las predicciones por nuevos descubrimientos que lo hacen
difícil en confiar lo que han predicado sobre el agotamiento de los recursos
naturales.
Esto ha tenido un grave y negativo efecto
en la mentalidad de algunos economistas, sin hacer mención del su efecto en el
público general, así como el extravagante uso de estos recursos sin tomar
conciencia de su inexorable final. Esto es especialmente aplicable al petróleo,
donde a cada nuevo descubrimiento de nuevos yacimientos, provoca el estallido
de alegría y nuevas optimistas estimaciones sobre su aparente inagotabilidad.
La cuestión no es saber cuándo
exactamente se agotará el petróleo sino, como dijo Robert Kaufmann en 2000,
cuándo la oferta de petróleo se estabilizará o costará más su extracción que
los beneficios por su venta, frente a una creciente demanda. Aunque sea
correcta esta predicción, si fuera posible conocerla, es sólo útil a corto
plazo, pero no a largo, dado que lo que importa es conocer las tendencias a
largo plazo del ritmo de consumo y agotamiento de las reservas para lograr una
planificación sostenible en el tiempo del desarrollo económico. Este problema
se agrava más por el hecho de que el grado de incertidumbre afecta al futuro de
la sostenibilidad de uso y gestión de los recursos naturales y sobre todo lo
hace impredecible. (Bohi & Toman 1983).
La economía de los recursos naturales se
basa en la utilización y gestión sobre todo de los recursos escasos. Esto
supone que la utilización de estos recursos es dinámica. La reducción en el uso
de un recurso es por diferentes motivos, por ejemplo, por no ser coste
efectivo, el stock debe ser repuesto después de un periodo de tiempo
dependiendo de su capacidad de regeneración con la que el recurso ha de ser
“replantado” de nuevo. La naturaleza dinámica de la utilización de recursos es
contraria al modelo de equilibrio de la economía neoclásica y no es tenida en
cuento por los defensores de esta teoría.
De la taxonomía de las especies a la Biodiversidad
Varios naturalistas han escrito la
economía de la naturaleza, pero de estos, el que más se aproxima a mi propio
punto de vista (de Mohammadian) ha sido Carl von Linneu (1707-1778), mejor
conocido como Linnaeus, que escribió sobre la economía de la Naturaleza en
1749. El sostiene que “Comprender la sabia disposición del Creador en relación
a las cosas naturales es que seas producidas para su uso en beneficio recíproco
tanto del hombre como de la Naturaleza”. Que esto no se ha comprendido se
demuestra por el hecho de que el hombre ha producido bienes en exclusivo
beneficio propio y no en beneficio recíproco de él y la Naturaleza. Lo que ha
recibido la Naturaleza ha sido los residuos y la contaminación del medio
ambiente.
A Linnaeus se le conoce bien por la
taxonomía de las especies basada en las características externas de la flora y
de la fauna. No obstante, el gran número de especies se identifica por signos
que van más allá del aspecto taxonómico. Más de dos siglos han pasado para que
otro gran naturalista, George Hutchinson (1959) relacionará la gran
biodiversidad con el concepto de complejidad y resultará de ello la estabilidad
de los ecosistemas.
Esta idea es corroborada por largas
décadas de investigación del botánico y químico brasileño Otto Richard Gottlieb
que ha ideado un nuevo sistema de clasificación de las plantas basado en los
productos químicos que producen dependiendo del entorno en el que son
encontradas. Pero más recientemente mediante el uso de secuenciadores de ADN
que desde el punto de vista genético, las plantas pensadas a pertenecer a
diferentes especies están mucho más relacionadas entre sí, de lo que pensaba
inicialmente. Por lo mismo, pensó que esas plantas genéticamente cercanas,
estaban evolutivamente también muy relacionadas. Todo este conocimiento ha sido
extremadamente útil para abordar la conservación y sostenibilidad de la
biodiversidad.
Este último hallazgo indica que el
sistema de clasificación taxonómica puede significar la interrelación,
interdependencia y más importante, la interacción entre la multitud de flora y
fauna y entre ellos y su entorno natural. La clasificación taxonómica, además
de la expresión biológica, contiene información sobre la evolución y desarrollo
de la flora y la fauna, para la gestión y conservación, es además una expresión
económica y su sutileza para múltiples propósitos. Esto indica que el orden
taxonómico debe ser evaluado de un modo holístico y es mucho más que la media
danza de números y la relación superficial que indica la diversidad y variedad
de especies. Es decir, el orden taxonómico no es sólo todo esto, sino más
significativamente la “expresión bioeconómica” de la integridad de la
Naturaleza. La característica bioeconómica de la Naturaleza puede proporcionar
una revolucionaria base para el estudio y clasificación de los organismos desde
el punto de vista de la Bioeconomía, base a su vez de su desarrollo
evolucionario muy fructífera para una investigación sobre la sostenibilidad.
Taxonomía bioeconómica
La taxonomía bioeconómica, además, permite revisar las
relaciones taxonómicas de acuerdo con los avances en el conocimiento y las
circunstancias biológicas y socioeconómicas cambiantes. Esta noción es
soportada por la taxonomía filogenética propuesta por Kevin de Queiroz del
Instituto Smithsonian y Jaques Gautier, de la Universidad de Yale. Ellos
sugieren que el orden taxonómico puede ser la base de una unidad menos rígida
que el concepto “especie” y reemplazar por lo que ellos denominan “la unidad
taxonómica menos inclusiva”, enfatizando la relación evolutiva parental.
El interés por los recursos naturales
mostrado por los economistas ha hecho más evidente que ellos se han interesado
en estos recursos sólo desde el punto de vista económico, es decir, que ellos
han estudiado y estudian los recursos naturales sólo desde la perspectiva
“coste-beneficio” y el análisis del precio acorde a la abundancia o escasez del
bien natural (Tisdell 1990). Sin embargo, el estudio de los recursos naturales,
en orden a ser completo requiere tener en cuenta el punto de vista biológico.
Por lo tanto, esto significa que los economistas han de estudiar con los
recursos naturales acorde con los principios de conservación y preservación,
los ciclos de uso y regeneración. En otras palabras, el punto de vista
económico como se puede esperar está completamente orientado al mercado y
desprovisto de las limitaciones biológicas. Los aspectos económicos de los
recursos no-renovables y su gestión han de estar basados en ambas
consideraciones, la puramente económica del mercado y coste beneficio, más la
que considera las restricciones impuestas por los inevitables ciclos de la
Naturaleza. De no ser así, hay acceso abierto ilimitado o competencia ilimitada
y cada uno ignora su propio efecto sobre el otro en lo que respecta a las
existencias presentes y futuras.
Debería ser obvio entonces que estos dos
puntos de vista son opuestos, a saber, que mientras que lo biológico considera
el uso y regeneración de los recursos naturales; esto es la sostenibilidad es
independiente de lo económico que sólo se preocupa por las fuerzas del mercado.
Además, el punto de vista económico toma nota de los precios de los recursos
naturales, no de sus valores, que pueden considerarse como una propiedad
especial de una mercancía que tiene, por ejemplo, una cierta cantidad de
valores biológicos incorporados de los recursos naturales ahora o lo que
podrían valer para las generaciones futuras. Por tanto, la mejor forma de
estudiar los recursos naturales para determinar la forma más eficiente de
utilizarlos y gestionarlos es combinando lo biológico con lo económico para
realizar un análisis bioeconómico integrado.
Este tipo de análisis integrado toma en
cuenta el mecanismo económico del mercado de costos y precios y también es
consciente de la realidad biológica del agotamiento de los recursos y el
mecanismo biológico de la tasa de crecimiento y la capacidad de carga necesaria
para la regeneración de los recursos y, por lo tanto, su sostenibilidad. Sin
embargo, debe enfatizarse que los mecanismos del mercado, como los precios,
fallan en el caso de la propiedad pública de acceso abierto y también cuando
nos preocupamos solo por la calidad (aire limpio, agua y suelo). Aunque algunas
fuerzas del mercado pueden ser útiles para fines de asignación, otras, como los
precios, no son buenos parámetros para indicar que un recurso se está acercando
al límite de la sostenibilidad. Una razón es el hecho de que el precio de un
recurso puede no reflejar ni su verdadero valor biológico ni siquiera su
verdadero precio de mercado debido a que conlleva un subsidio que distorsiona
por completo la condición real del recurso. En estas circunstancias, el
mecanismo biológico será el único que se utilizará como guía.
Los economistas de recursos naturales, al
preocuparse últimamente por el estudio de las exigencias biológicas que
gobiernan los recursos naturales, han proporcionado a la economía de la
naturaleza una base científica. Como tal, la subjetividad económica se mejora
parcialmente y la disciplina se acerca a una actividad con algún anclaje
científico. El esfuerzo del economista de recursos fue un comienzo y, considerando
la inmensidad del tema y los numerosos recursos naturales de importancia
económica para la humanidad, quedaba un largo camino por recorrer. Esto ha sido
tratado lentamente por otros paradigmas con el fin de proporcionar a los
tomadores de decisiones información específica como la relación entre los
recursos energéticos y el desempeño económico; la emisión de gases nocivos y
los medios necesarios para controlarlos y su costo económico o el uso del
análisis coste-beneficio para el diseño de la política ambiental, entre otros.
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Autores: Mansour Mohammadiam y José
Alfonso Delgado (traducción)
Nota: La publicación de las diferentes entregas
de El Tercer Camino
se realiza en este blog, todos los lunes desde el 3 de enero de 2022.
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