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Durante el año que hoy termina, una ola global de convulsión y confrontación se ha extendido de una punta a otra del planeta. Ciertamente, no es nueva. Pero en 2019 se ha agigantado, permitiendo constatar que la distopía está tomando cuerpo en la humanidad actual. Y es solo el anuncio de lo que traerá consigo la década que mañana empieza.
El término “utopía” se atribuye a Tomás Moro, quien en su obra cumbre lo usa como título, y describe una sociedad tan idílica como inexistente. Su antónimo es la palabra “distopía”, que se refiere a una humanidad también hipotética, pero indeseable. El Diccionario de la Academia Española de la Lengua la define como “representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana”.
Sin embargo y al hilo de los acontecimientos que se suceden y multiplican en ámbitos como la ecología, la economía, la educación, la política, la salud o las tecnologías, se hace cada vez más evidente que la distopía ya no narra un futuro imaginario, sino que desvela el presente cierto. Y es que la Sociedad Distópica ya no es una ficción, ni algo por venir. Es muy real y está aquí, avanzando entre nosotros.
Por esto, la humanidad se halla inmersa, metafóricamente expresado, en un huracán de magnitud aceleradamente creciente. Un escenario previsto hace tiempo por diversas tradiciones espirituales –hinduismo, budismo, judaísmo, cristianismo, el Islam…- y que conllevará situaciones y experiencias extremadamente duras y dolorosas: muchas de ellas ya son conocidas por la humanidad (guerras, hambre, enfermedad, apropiación y acumulación por unos poco de la riqueza colectiva y los recursos naturales, dominio, alienación e injusticia social, daños masivos al medio ambiente y a las distintas formas de vida, terremotos e inundaciones…), pero alcanzarán una intensidad sin precedentes; y otras que nunca antes se habían dado (de la “big data” a la manipulación genética).
Y las citadas tradiciones espirituales señalan que circunstancias tan abominables no son fruto de la casualidad, sino que tienen que ver con la expansión en consciencia de la humanidad hacia un nuevo ciclo evolutivo, situando a las personas en dos grandes categorías: los que, ante ellas, sacarán lo peor de sí mismos; y los que extraerán lo mejor. Lo que supondrá la "foto" del estado de consciencia de cada cual, sin lugar a auto-engaños.
No en balde, como señala la psicóloga Patricia Gebrim, la forma en que reaccionamos ante los hechos distópicos revela nuestras sombras. Y esto no es malo: de hecho, solo podemos limpiar la suciedad que vemos... Mientras nos ocupamos de apuntar la oscuridad allá afuera, en los demás, en la política, en aquellos que atacamos por pensar diferente de nosotros, dejamos de actuar y transformar en lo único que realmente nos corresponde: nosotros mismos.
El momento requiere que cada uno saque lo mejor de sí y lo comparta y lo ponga al servicio de los demás. Incluyendo en "los demás" no ya a nuestros familiares y amigos -limitarse a eso sería quedar atrapados en el círculo de lo egocéntrico-, sino a todos nuestros congéneres y, muy especialmente, a todas las formas de vida, sin excepción, con las que compartimos la vida en la Madre Tierra.
Y necesitamos evitar la trampa de ser abducidos por esa ilusión colectiva que dice que nuestro destino está en manos de alguien, y no en nosotros mismos... Mientras nos atacamos unos a otros, alimentando esa ola que causa angustia y miedo, dejamos de hacer lo único que es verdaderamente revolucionario: ¡Ser la luz que somos!
Como subraya Gebrim, no importa la sombra que nos rodea, estamos aquí para manifestar nuestra luz. Una sola vela encendida rompe la oscuridad. Dónde quiera que estés, sean cuales sean tu actividades, laborales y no, haz el bien, sé un buen amigo de todos y de todo y práctica la compasión universal, sin distingos de personas o especies. Deja de desperdiciar tu energía juzgando, polarizando, atacando, negando, rechazando, rompiendo, dividiendo, pataleando… Esto no resuelve nada. Profundiza más allá del velo de separatividad y ceguera en el que nos quieren envueltos. Ante el ya referido huracán de magnitud aceleradamente creciente en el que vivimos, no huyas de él: colócate, desde tu toma de consciencia, en su centro -donde no hay viento, el cielo permanece despejado y la temperatura es cálida- y, desde ahí, tiende tu mano y sirve de ejemplo a todos los que aún continúan atrapados en el torbellino.
Un ciclo muere para que nazca otro. Las fuerzas conscientes, creativas y creadoras, que han germinado en el viejo ciclo que está concluyendo son la semilla del nuevo; y las densas y auto-destructivas que en el viejo han adquirido tanto protagonismo llevan a cabo ahora su último intento para impedir que surja lo nuevo procurando mermar la energía que lo impulsa. Pero todo depende de nosotros mismos. Tenemos un poder inmenso y todo puede transformarse si somos sabios y valientes para hacer lo único que nos corresponde. No nos dejemos engañar por lo que vemos a nuestro alrededor: ¡Vibra con la luz que eres! Avanza en tu propia auto-transformación, poniéndola al servicio de la evolución en consciencia de la humanidad, de todos los seres sintientes y de la Vida. Es el momento. ¡Date cuenta!
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