Agenda completa de actividades presenciales y online de Emilio Carrillo para el Curso 2024-2025

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25/12/19

Los días nublados también tienen su sol oculto


Eran los meses de invierno, en uno de los inviernos, valga la cacofonía, más crudos de mi vida y me sentía amenazado por el mundo, por el miedo de no tener un techo donde guarecerme de las inclemencias ni un mendrugo con que calentar el estómago.

Entonces encontré un anuncio que ponía que buscaban personas para vigilante de obras y fui y me aceptaron.

A las siete de la tarde los trabajadores terminaban su faena y yo empezaba la mía y cuando todos se iban y el lugar se quedaba en silencio, me metía en un contenedor de esos que acondicionan un poco con aire caliente, para que no te hieles a la intemperie.
Olía fatal porque los obreros dejaban sus ropas de trabajo y estaba sucio, polvoriento y cerrado herméticamente.

Entonces me preguntaba:

¿Qué hago aquí, a miles de kilómetros de donde nací, solo, desamparado, vendiendo mis horas de descanso por unas monedas que me permitan sobrevivir?

¿No serán bastantes las noches que hice guardias durante 25 años en el ejército?

Y una tristeza profunda me taladraba un riñón como si fuera un objeto punzante, una impotencia sorda, ganas de emprenderla contra cualquiera que estuviera cerca, para poder descargar la rabia que me consumía.

¿Fui un gandul en mi juventud?

¡Vamos hombre! Por el contrario: me esforcé, estudié dos carreras universitarias, fui ejemplar trabajador, me superé constantemente, tuve la mente abierta y la voluntad necesaria para asumir riesgos, me adapté a nuevas exigencias, y seguí trabajando después de ser pensionista en el ejercito y, sin embargo, el paralelo geográfico donde vivía, me ponía límites constantemente, me restregaba en la nariz que el subdesarrollo y las economías que están al sur del río Bravo, son para que el vecino del norte les ponga la bota encima y les extraiga el zumo, son caldo de cultivo para abismales diferencias entre clases sociales y, si hay algún pueblo que intente descarriarse de la manada, le ponen zancadillas y fabrican alguna mano criminal que le apriete el cuello hasta que no respire. Si a eso se le suman errores y tozudez de algunos gobernantes, el agua le llega a la nariz a cualquiera,  y entonces tomé una de las decisiones más arriesgadas de mi vida: emigrar a Europa sin que nadie me estuviera esperando, con la osadía de creer que pasados los cincuenta se puede comenzar de nuevo.

Recuerdo que dormitaba un rato sentado en un banco, dentro de aquel "lujoso apartamento" después salía a hacer una ronda y así hasta que amanecía.

Y al amanecer, había unos naranjos cerca e iba a oler esa aroma que desprenden, tomaba algunas mandarinas recién cogidas del árbol (esto fue hace años, así que espero que haya proscrito el delito por robo)

Mientras la luz del sol, como cada mañana, se empeñaba en darnos esa lección de perseverancia y ese mensaje, de que la noche no es eterna, ni el día. Y ahí encontraba la ternura de mi alma, la humildad para aceptar y agradecer por lo que tenía y no quejarme por lo que pensaba que faltaba.

Ayer pasé por ese sitio, casi sin darme cuenta, porque viajábamos en coche de regreso a casa y nos detuvimos a comer algo en ese pueblo y mi corazón hizo cabriolas al recordar, los ojos se humedecieron y tuve la humilde sospecha de que no fue tan casual como pensé.

A veces la sabiduría del Universo te da una palmadita en el hombro, te hace un guiño, te trae a sitios donde libraste batallas y te hiciste más fuerte.

No hay nada tan reconfortante como hacer consciente que en el corazón hay reservas insospechadas de amor por la vida, hay un manantial inagotable de confianza en ti mismo, en la divinidad que habita en uno. No hay gozo comparable con la certeza de haber vencido a tus miedos, de haberte refugiado en la nobleza del corazón y haber tenido la dignidad de seguir adelante a pesar de los reveses. No hay mayor fortuna que contar, como un avaro cuenta sus monedas a escondidas, ¡¡los gramos de FE que has atesorado en la vida!!.

Gracias Universo.

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Autor: José Miguel Vale (josemiguelvale@gmail.com)
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