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El blog El Cielo en la Tierra publica todos los lunes, desde el 3 de septiembre de 2018, una entrada relacionada con el Proyecto de investigación Consciencia y Sociedad Distópica. Por medio de la web del Proyecto se puede tener información detallada sobre sus objetivos y contenidos y cómo colaborar con él:
http://sociedaddistopica.com/
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El astrofísico inglés sostiene en su nuevo libro que el destino
de nuestra civilización se decidirá en este siglo: "Gracias a los avances
científicos, podemos mejorar las vidas de todos", augura. "O, si
fallamos, destrozar nuestro planeta para siempre"
Si Martin Rees pudiera
viajar a cualquier época de la Historia, no elegiría el momento en que una
manzana golpeó la cabeza de Newton. Tampoco le interesa el juicio en el que
Galileo defendió el rigor científico frente al dogmatismo de la Iglesia. Ni
siquiera le tienta el big bang que dio origen a todo lo que nos rodea hace
13.700 millones de años.
No, Rees no cambia el
momento actual por ningún otro. «Para la persona media, la vida actual es mejor
que en cualquier época del pasado», asegura con su inconfundible acento de
gentleman inglés. «Tenemos mucha suerte de vivir en esta fase de la Historia...
Aunque también nos enfrentamos a peligros sin precedentes».
La respuesta dice mucho
sobre la actitud vital de Rees, uno de los astrofísicos más importantes de las
últimas décadas. A sus 76 años, cuando la mayoría de los intelectuales
coquetean con escribir sus memorias, acaba de publicar un ensayo sobre un
tiempo que, milagros aparte, jamás podrá vivir. Se trata de En el futuro
(Editorial Crítica), un tratado sobre la aceleración tecnológica de nuestra
era: una revolución que puede alumbrar el capítulo más brillante de la
Humanidad en las próximas décadas, pero también acabar con ella.
En 2003, usted publicó Nuestra hora final. En él, predecía que la
Humanidad tenía un 50% de posibilidades de extinguirse en el siglo XXI. ¿Ha
cambiado su pronóstico?
Sigo pensando que ronda
el 50%. Se avecina una era agitada por el cambio climático y por las nuevas
tecnologías, tan poderosas como difíciles de regular.
Suena alarmista...
No digo que vayamos a
extinguirnos por completo, pero sí sufrir una catástrofe que suponga un grave
retroceso para la Humanidad. Además, el mundo está tan interconectado que
cualquier tropiezo tendría consecuencias globales.
Por lo que dice, el principal peligro no son los asteroides o los
terremotos, sino los propios humanos.
Por supuesto. Sí, los
asteroides son una amenaza, pero podemos calcular las posibilidades de que
impacten sobre la Tierra en el próximo siglo. Es un riesgo pequeño y que,
además, no está creciendo.
¿Entonces?
Me preocupan más los
humanos. En la Guerra Fría, JFK estimó que había una posibilidad entre tres de
que sufriéramos un holocausto nuclear bajo su mandato. Pues bien: las cosas han
empeorado.
Explíqueme eso.
Por un lado, está el
cambio climático, que es una catástrofe a cámara lenta. A eso se le une el
riesgo creciente de sufrir una crisis global por culpa de los ciberataques o
las armas biológicas. Dicen que podemos regular las tecnologías, pero si hemos
sido incapaces de controlar el tráfico de drogas o los paraísos fiscales, no
veo motivos para el optimismo.
¿Por qué crece el riesgo?
Para construir un arma
nuclear, necesitas una infraestructura gigante con miles de trabajadores.
Ahora, se puede construir un arma biológica letal en un laboratorio básico, de
los que hay miles en el mundo. Por primera vez en la Historia, un pequeño grupo
de personas, ya sea por error o por maldad, puede destruir la Humanidad.
Usted nació en plena Segunda Guerra Mundial. ¿Está nuestra
sociedad preparada para vivir una situación así de extrema?
En absoluto. Cuando
surgió la peste negra, murió la mitad de la población, pero la gente se recompuso
y siguió con sus vidas de forma estoica. Ahora, en cuanto los hospitales se
saturasen por una epidemia y no pudieran atender a todo el mundo, habría el
riesgo de un colapso social.
Usted sostiene que vivimos un momento único en la Historia. ¿No
piensa así cada civilización?
No. Es la primera vez en
los 4.500 millones de años de vida de la Tierra que una especie, la nuestra,
tiene el futuro del planeta en sus manos: si lo hacemos mal, podemos provocar
una extinción masiva.
Vaya.
No quiero ser totalmente
negativo. También puede ser el primer siglo en que expandamos nuestro hábitat
más allá de la Tierra, en que creemos seres post-humanos... La evolución va a
acelerarse exponencialmente: si con las reglas darwinianas una especie tardaba
cientos de miles de años en desarrollarse, mediante la modificación genética o
la tecnología informática podremos tardar décadas. Quizá a finales de siglo
haya una colonia post-humana viviendo en Marte y adaptada a su clima.
O sea, que hay margen para el optimismo...
Yo me defino como un
optimista tecnológico y un pesimista político. Las tecnologías nos permitirían
mejorar la vida de los 7.500 millones de seres humanos, pero la distancia entre
cómo son las cosas y cómo podrían ser no para de crecer.
De hecho, usted defiende que los científicos se metan en política.
Los políticos viven para
las próximas elecciones, así que se centran en los problemas a corto plazo que
sólo afectan a sus países. Si queremos que resuelvan problemas globales a largo
plazo, como el cambio climático, estos asuntos deben saltar a los medios y de
ahí a los ciudadanos. No seamos ingenuos: los políticos sólo tomarán medidas
dolorosas si saben que les darán votos o, como poco, no los perderán.
Póngame un ejemplo...
En todo el mundo, se
están restringiendo los plásticos de un solo uso. Creo que el mérito es de los
documentales de David Attenborough, que concienciaron a la opinión pública.
Como decía Jean-Claude Juncker: «Los políticos sabemos lo que hay
que hacer; lo que no sabemos es cómo conseguir que nos reelijan después».
Por eso los científicos
tenemos la obligación de allanar el terreno a los políticos para que actúen.
En cambio, la política cada vez se basa menos en lo racional. No
nos ponemos de acuerdo ni en los hechos más básicos.
Mucha gente que no tenía
altavoz se ha encontrado con uno. Y la gente les escucha, estén o no
informados.
¿Habla de las redes sociales?
Sí. Por muy extremas que
sean tus ideas, ahora puedes encontrar gente que piense igual y refuerce tus
convicciones. Antes, era casi imposible que tus vecinos compartiesen tu
fanatismo. Eso te moderaba.
El Brexit es el paradigma de una decisión basada en argumentos
irracionales...
Los referendos son
siempre un mal método de resolver problemas complejos. Espero que demos marcha
atrás.
También se mostró en contra del referéndum escocés...
Si se disuelve un país,
creo que debe votar todo el país, no sólo la región que quiere irse.
¿En Cataluña también?
Como principio general,
sí, aunque no sé lo suficiente sobre política española para pronunciarme.
Además de las redes, ¿por qué se ha degradado el debate público?
La calidad de los
políticos está cayendo. Ya no es una opción profesional apetecible: están mal
pagados, pierden su privacidad, se les somete a críticas brutales... Deberíamos
tratar a los políticos con más respeto. Que haya mucho más talento en las
finanzas que en la política es malo para todos.
Algo de culpa tendrán los votantes: ante un mundo cada vez más
complejo, se decantan por las recetas más sencillas. Y seamos realistas: el
mundo no se va a volver menos complejo.
Por eso necesitamos ser
inteligentes. Un ejemplo es el cambio climático. Sabemos que tenemos que lograr
una economía de carbono cero y que el precio de las energías limpias caerá
gracias al I+D. ¿Por qué no invertimos ya? Así, países como India pueden
adoptar directamente las renovables, igual que África se saltó las líneas fijas
de telefonía y pasó directamente a los móviles.
Vayamos con el lado optimista del libro. Usted sostiene que la
ciencia está viviendo una Edad de Oro.
Sí. En mi tiempo en este
mundo, hemos descubierto los agujeros negros, las ondas gravitacionales, que
infinidad de estrellas tienen sistemas planetarios, lo que abre la posibilidad
de que alberguen vida... ¡Y esto es sólo en mi campo, la astronomía!
¿Cuál es el hallazgo más relevante en otros campos?
Creo que los avances en
computación y en inteligencia artificial. Le doy un ejemplo. Si quisieran, los
chinos podrían gestionar la economía de forma totalmente centralizada. Ya
cuentan con un registro del 80% de las transacciones económicas, que se hacen
mediante tarjeta, más una red de ordenadores capaz de controlar el stock de
cada tienda. Ni Marx se atrevió a soñar algo así.
¿Y en su ámbito?
La búsqueda de la vida en
el espacio. Llevamos décadas especulando con ello, pero ahora es ciencia real.
Gracias a los telescopios de última generación, podemos buscar rastros de vida
en otros planetas y entender cómo empezó la vida aquí.
¿Qué posibilidades hay de que exista vida extraterrestre?
Desde Darwin, entendemos
cómo las primeras formas de vida evolucionaron hasta la actual biosfera. Lo que
no sabemos aún es cómo surgieron las primeras entidades con metabolismo y
capacidad de replicarse: es decir, los seres vivos. Pero en 20 o 30 años sí que
lo sabremos. Y también dispondremos de suficiente astronomía para averiguar si
hay vida en otros planetas.
¿Vida inteligente?
Por supuesto, no hablamos
de los extraterrestres de película. Quizá haya vida ahí fuera pero no sabemos
identificarla, igual que un mono no entiende la teoría cuántica. Hay que
entender que somos producto de 4.500 millones de años de evolución y que este
proceso no se acabará con nosotros. Quedan miles de millones de años por
delante.
Usted sostiene que ya han nacido los primeros humanos que viajarán
a Marte.
Sí, pero serán
aventureros que colaboren con empresas privadas, como Space X, de Elon Musk, o Blue Origin, de Jeff Bezos. Si gastas
dinero público, tienes que asegurarte de que los astronautas corren riesgos
reducidos, así que estas instituciones deben limitarse a usar robots. Pero un
aventurero privado puede asumir peligros, igual que los montañistas o los
exploradores del pasado. Muchos aceptarían ir sólo con un billete de ida.
Pero no cree que mudarnos a Marte sea una solución a nuestros
problemas...
Seamos serios: es más
fácil arreglar el cambio climático que conquistar Marte, cuya atmósfera es
infinitamente más hostil que el Polo Sur o la cima del Everest.
¿Seremos inmortales?
Quizá seamos capaces de
expandir unas décadas la vida humana. Otra cosa es que seamos capaces de
descargar nuestros cerebros en dispositivos electrónicos. En ese caso,
¿seguimos siendo nosotros? ¿O nuestra personalidad está tan vinculada a
nuestros cuerpos y nuestros sentidos que dejaríamos de ser nosotros? Es un
asunto que los filósofos llevan debatiendo desde hace milenios, pero que ahora
se ha vuelto tangible.
Imagine que tiene a las 100 personas más poderosas del mundo en
una sala y le dicen que pida un deseo. ¿Cuál sería?
Que usen su poder para
desarrollar la agricultura, la carne artificial y las energías limpias. Así
ayudaríamos al mundo en desarrollo y, de rebote, mejoraríamos el futuro de toda
la Humanidad. Debemos recuperar lo mejor del espíritu de la Edad Media.
¿A qué se refiere?
En esa época, la gente
emprendía proyectos mastodónticos como Notre-Dame, aunque sabían que jamás los
verían terminados. Calculaban que los disfrutarían sus descendientes, los hijos
de sus hijos. Así que la Humanidad se la juega en las próximas décadas: podemos
usar la Ciencia para mejorar las vidas de todos o, si fallamos, destrozar este
planeta para siempre.
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Autor: Martin Rees (Astrofísico
y autor del libro “En el futuro”)
Fuente:
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