Por
mucho que maduremos y experimentemos, siempre permanece en nosotros la
inocencia con la que nacimos. Aquella que nos permitía, de niños, decidir de
forma espontánea qué es lo que realmente deseábamos hacer por el mero hecho de
disfrutarlo. Aquella que la mayoría de nosotros metimos en un cajón interno
conforme despertó y cogió fuerza nuestra racionalidad.
Racionalidad
que emergió de ver a nuestros padres cómo afrontaban sus propios retos y de
comenzar a concebir que debíamos también afrontar los nuestros. Una forma de
usar la mente que pasó, de enfocar la vida como medio de disfrute, a un lugar
donde se debe sobrevivir.
Muchas
personas caminan por la vida con una mirada triste fruto de la profundidad del
cajón donde metieron su inocencia y acumularon responsabilidades de
supervivencia. Una mirada que refleja el mismo peso que soporta la alegría de
su alma.
Si tu
vida interna se ha vuelto muy seria, mira a tu alrededor y observa si también
se ha convertido así tu casa. De ser así, en el caso de que te cueste recuperar
la sonrisa interna, crea un pequeño espacio en tu vivienda donde tu inocencia
asome y recobre vida. Puede ser un pequeño cuadro, una foto, un pequeño dibujo,
o mejor aún; un cajón...
Prepara
un cajón de tu casa con recuerdos de lo que disfrutabas en tu infancia e
incluye también unas hojas en blanco y un bolígrafo cuyo tacto despierte tu
ternura.
Dedica
unos minutos del día a abrir conscientemente ese cajón, rememora tus antiguas
pasiones y coge una de esas hojas en blanco y el bolígrafo. Al hacerlo, trata
de conectar con tu inocencia y permítele que escriba, que exprese aquello que
le duele y cuente lo que anhela. Permítele que llore y también que sonría.
Tu
racionalidad es necesaria en este mundo, forma parte de él, pero no para
ocultar tu sentimiento más íntimo auto dañándote, si no para protegerlo y
disfrutar de él.
Cuando
en la relación contigo mismo cobra de nuevo valor tu inocencia, se trasparenta
tu mirada, logras identificar con más nitidez aquellos quienes también cuidarán
de ella y aquellos de quienes debes protegerla.
El
compromiso de abrir cada día ese cajón, también lo hará en tu interior y más
allá de recuperar la alegría, recuperarás tu mejor y más importante relación,
aquella que un día, creyendo que la prioridad estaba en sobrevivir, se rompió.
Siempre
tienes la oportunidad de volverte a nacer.
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Autor: Andrés Tarazona (andres@andrestarazona.com)
Todos los jueves, desde el 7 de noviembre de 2019, Andrés comparte en este blog una serie de publicaciones centradas en
el Diseño Sentido: interiorismo y diseño consciente de viviendas, comercios y empresas que mejoran la calidad de vida.
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