Los grandes generadores a duras penas logran subir unos grados la
temperatura de ese pequeño y frío “planeta” rectangular. Es la Cumbre Social
del Clima anclada en un aparcamiento de la Universidad Complutense de Madrid.
Sentados en las frías sillas de plástico, nadie se desprende de su abrigo.
Mucho voluntarismo en medio de condiciones muy militantes. El amarillo es el
fondo de toda su adusta cartelería sin concesiones. Rigor de militancia en la
gran carpa sobre el duro asfalto, tímido calor revolucionario que no termina de
contagiar más allá del ámbito antisistema. Por la ciudad universitaria la
mayoría de los estudiantes no han trucado apuntes y libros por pancarta. La
revuelta del clima no vacía las aulas durante la Cumbre.
La otra Cumbre, la oficial está en boca de todos. Duras críticas a
las grandes empresas que subvencionan el magno evento y a la vez aumentan sus
beneficios con el desarrollo de proyectos extractivos sin medida y
contaminantes. Escucho los duros testimonios de las mujeres chilenas a las que
el Estado ha dejado tuertas por tratar de empujar el país hacia delante.
Asombro también ante el coraje de las palabras de la hija de Berta Cáceres. La
líder ambientalista e indígena hondureña fue asesinada hace tres años, no sin
antes soltar aquella frase premonitoria “Dar la vida por la defensa de los
ríos, es dar la vida por el bien de la humanidad y este planeta”. “El
capitalismo es contrario a la vida”, también fue otra contundente sentencia de esa
mujer generosa que sabía que no alcanzaría los cincuenta años. Su lema esencial
también podría ser el de todos esos militantes alternativos enfundados en sus
parcas oscuras, blindados en sus ideales. Todo empuja un poco en el túnel del
tiempo, cuando no salíamos de esas críticas afiladas, de esos inviernos y sus
carpas de batalla.
La Cumbre mundial por el clima oficial no es otra galaxia. El otro
planeta verde se encuentra a siete paradas de metro. Líneas gris y rosa y un
poco de paseo acelerado para sacudirse el invierno prematuro. El otro planeta
más resguardado, se encuentra acomodado en el sistema, pero también es muy
crítico con él. Es un ecosistema más tropical, más colorido y confortable para
el cuerpo. Es la “Green zone” de la Cumbre en la madrileña feria de IFEMA. Es
un espacio inmenso y abierto, luminoso y sin tabiques. El foco mediático está
más ahí, tal como lo certifican la gran cantidad de cámaras profesionales que
se distribuyen por la gran sala y envían señal al mundo entero. El público muy
variado. Cohabitan empresarios trajeados y escolares uniformados. Políticos,
scouts, voluntariado de ONG’s, Greta fans, meditadores... animan esa otra
“acampada” tan diversa. En torno al ágora central se articulan multitud de
satélites muy participativos. Mucho foro, mucho círculo dando a entender que
éste es un reto que nos atañe a todos/as. Los cojines tirados por los suelos
sugieren igualmente que el empeño ecologista puede ser gozoso; las obras de
arte con materiales reciclados, los dibujos y pinturas, los originales paneles
explicativos reafirman que la lucha contra el cambio climático puede ser amable
y creativa. A los rigores del clima no sería preciso añadir nuevos rigores
humanos.
La zona azul es un ecosistema aparte, ése sí tabicado. Allí se urden
las grandes decisiones. Allí el común de los mortales tenemos el acceso vedado
y sin embargo no quitamos el ojo de sus salas. Deseamos que de su marco
amurallado emanen medidas valientes y eficaces, de forma que se cumpla la
profecía más verde, al tiempo que esperanzada: “Hemos llegado tarde, pero hemos
llegado a tiempo”. Muchas de las corbatas que veíamos en la zona verde
procedían de la azul. Con aldeano y cortés inglés, les hubiéramos mostrado el
reloj de muñeca al tiempo que suplicado que hagan los posibles para llegar a
tiempo. Al escribir estas líneas, las noticias son aún de falta de acuerdo y
decepción. Los países más contaminantes no habrían sabido estar a la altura del
momento, del requerimiento cabal, de la demanda ciudadana planetaria más comprometida y responsable.
“Time for action”, pero si puede ser esta vez que sea por fin todos
juntos, los que se instalan sobre la blanda y cómoda moqueta y sobre el duro y
gris asfalto. La Tierra es la causa que puede unirnos a los de la zona azul,
verde y amarilla. Hemos de encontrarnos todos los ecosistemas humanos en este
desafío vital. La urgencia planetaria demanda que nos reunamos todas las
porciones de humanidad no importa el color, el origen, el estrato social, el
“curriculum” de incendiario o de bombero... La defensa de la vida y de un
futuro sostenible requiere la mayor suma de corazones y voluntades que nunca
jamás concitara otra causa. Las grietas aumentan sobre una tierra reseca. El
hielo merma, corre diluido y se olvida de ser hielo. Nuevas catástrofes
climáticas se gestan no sabemos dónde. El tiempo es ahora y no podemos perder
un minuto.
Ya corrió la sangre altruista, ya han caído cuántos héroes hicieron
falta a favor de los ríos y los bosques. Ya hemos pasado frío en las inmensas
carpas clavadas a la vera de los inviernos. Ya nadie por favor cuestionando lo
palmario, haciendo oídos sordos a la evidencia. Ahora vamos todos juntos/as sin
excepción a salvar la Tierra. Es Madre y sólo hay una.
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Autor: Koldo Aldai (koldo@portaldorado.com)
Fuente: http://www.koldoaldai.org/
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