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CUENTO DE ALÍ Y EL HARÉN DEL SULTÁN (2/2)
Las siguientes noches, después de cumplimentar sus tareas, Estabomba se deslizaba en la oscuridad como una gata en celo, llevándole los mejores majares, que pudiese conseguir, para reponer las fuerzas del muchacho, pero en cada día, le iba instruyendo sobre los deberes del agradecimiento, que toda persona debe de tener hacia quien lo cuida con tanta dedicación, esmero y cariño, y de esta manera, hoy te lavo y me das un beso, mañana, te froto la espalda y nos acariciamos, y así cada noche se iba camelando al inocente imberbe, mientras se reponía, y aquellos huesos se iban cubriendo de músculos y carnes.
Estabomba, no podría decirse que tuviese una cara agradable, estaba claro que la malvada madrastra de Blancanieve, no se hubiese atrevido hacerle ninguna pregunta al espejo mágico con ese rostro, pero su cuerpo prieto, sus abundantes senos y sus anchas y poderosas caderas, conformaban un todo poderoso y sensual. Pese a los días transcurrido, todavía no habían llegado a culminar ningún encuentro carnal completo, quería fortalecerlo lo mas posible, porque Estabomba, era muy Estabomba y muy mujer, iba paciente subiendo los escalones del deseo, de forma gradual, sin prisas pero sin pausas, como una pastora prepara con dedicación y sutileza, a su corderito para el matadero, pero aquella tarde mientras realizaba sus faenas en el palacio, observó por la ventana el perfil de Titán.
Titán era toda una estrella entre los sementales de la caballeriza del sultán, jamás se había visto un caballo de tanta belleza, brío y potencia, y los mamporreros lo estaban preparando pacientemente, para que pudiera hacerle un inmenso favor a una tímida yegua, recién salida de la adolescencia. Enfocando sus ojos a un detalle de la extraordinaria anatomía del animal, ya descaradamente encaramado de manos a los cuartos traseros de la núbil novia; y ante aquella visión, la sangre de Estabomba hervía mas que los pucheros del medio día, pensó para si, que esta noche, seria la noche. Apartó en la cocina, una pierna completa de cordero asada con abundante guarnición, y jarra con bebida embriagadora y la puso en buen recaudo, alejada de la vista de todos, ya fueran sirvientas, eunucos o las señoras del harén, no había que fiarse de nadie. Después de todo, el cuartucho donde estaba alojado Ali, está lleno de heno que le servia de confortable cama, una amplia barrica de madera donde se bañaban y una pequeña mesita, que ella con todo su cariño y convencido amor, por su recién adquirida virtud de la hospitalidad, le había procurado para que pudiese depositar una jarra, con agua y algunas pequeñas chucherias que le llevaba por la noche, solo una ventana con una cortina tan mugrienta que la propia luz solar fracasaba en su intento de atravesarla, servia como ventilación de la estancia. Pero toda ella estaba inundada de un olor a heno y humanidad concentrada, que despertaba los deseos más oscuros, profundos y ocultos de la sensualidad de cualquier persona.
Cuando a hurtadilla y sigilosa, Estabomba atravesó ya anocheciendo, el gran huerto rebosante de árboles frutales, tan frondosos, que aunque con anterioridad no había reparado en ellos, no los había iguales en el mundo. Canalillos llenos de agua los regaban tan a conciencia, que las frutas eran de un tamaño y una hermosura indecibles. Cogi´´o de ellas, especialmente bananas, y también dátiles, y granadas, manzanas y melocotones. Los depositó en la cesta que llevaba y se encaminó al cuchitril donde Ali la esperaba hambriento. Ya estaba mucho mas repuesto después de las dos semanas que llevaba alimentándose y ocioso, solo esperaba la noche para poder comer tan ricos manjares y beber esa agradable bebida embriagadora. Tras los sobeos de rigor, Estabomba se marchaba y mañana será otro hermoso día. Pero cuando se abrió la puerta aquella noche, sus ojos y su olfato quedaron subyugados, y presentía que iba a ser especial. Estabomba, traía una gazmoña de jazmín sobre su oreja derecha, como distintivo blanco destacado en su negra tez y oscuro pelo, lanzando su cuerpo señales de ataque, que hasta ese momento Ali no había observado. Sus ojos brillaban como dos carbones encendidos, que ni el mas feroz de los felinos podía igualar, y los clavó en la cara de la victima, puso diligentemente sobre las piernas cruzadas de Ali la pata de cordero asada, aprestándole nerviosa para que se la comiese entera, y bebiese todo lo que quisiese de aquella gran jarra de hidromiel. Ella, mientras tanto, pausadamente se iba aligerando de ropas, exponiéndole a la vista del muchacho, todo lo potente de su gran cuerpo y sacando a flote sus enormes tetas, perdóneme el lector o la lectora por la forma tan explicita de explicarlo, pero no seria justo llamar senos a aquellos sabrosos melones, que se le aparecían radiantes y sabrosos antes los ojos del muchacho. Este, aunque no había acabado, dejó inmediatamente de comer, y un hormigueo empezó a recorrerle el cuerpo, lo atribuyó a la deliciosa bebida, pero no pudo por menos que levantarse y dirigirse hacia ella con la determinación de un toro en celo, ella se tendió en el heno y se metió una toalla en la boca mordiéndola fuertemente, cosa que extrañó mucho a Ali, pero pensó que sería costumbre de aquellas tribus centroafricanas donde había crecido. Cuando la arremetió, pese a la toalla que mordía, el grito se escucho como un trueno sordo en mas de cien metros a la redonda, cosa que no extrañó a nadie de los que lo oyeron en el silencio de la noche, pues se repitieron varias veces durante las horas siguientes y todos lo achacaron a una tormenta seca, cosa que nadie sabia muy bien lo que era, pero que existían.
Schalhrazada, veía como su mucama se arreglaba el pelo mas que nunca, una desesperante sonrisita floja siempre asomaba a su boca, ante cualquier nimiedad, su piel desprendía belleza, y sus ojos delataban una satisfacción y alegría, que nunca tuvo, y que ella misma no tenia capacidad de poseer en estos momentos de olvido de su amado, todo en ella era plenitud y gozo. No vamos a negar que eso le produjo un cierto recelo, ya que ella tenia todo, bueno casi todo, lo que una mujer pudiese desear, y no encontraba dentro de si, aquella luz brillante que desprendía de forma inconsciente los ojos de Estabomba, y sabemos, que la curiosidad es una cualidad innata al genero femenino, por lo cual, encomendó un delicado trabajo de vigilancia a Mondonga, su mas joven y fiel esclava, para que espiase todos sus movimientos, tanto de día como de noche y de paso, que dejase de acariciar a su dichoso gatito, pues todo el santo día, se lo pasaba con él en brazos acariciando el suave pelaje, de aquel arisco animal. Naturalmente, no tardó en descubrir el secreto, puesto que esa misma noche, la siguió hasta el cobertizo, observó desde el ventanuco y sus ojos no daban crédito a lo que veían, esperó pacientemente hasta que se marchara Estabomba, y entró decidida en el habitáculo, donde Ali dormía desnudo sobre el heno. Mondonga, que como ya dije, este era su nombre, pertenecía a la misma tribu que la recién salida, y claro, también es sabido, que las tribus primitivas lo comparten todo, despertó con sumo cuidado al interfecto, y ya se sabe las jugarretas que la madre naturaleza le tiene guardada a los jóvenes desnudos, sobre un lecho de heno en una noche oscura y con una hembra en celo. Sucedió lo que tuvo que suceder, y a los que participaron complacía. Las siguientes noches, aquello era, un esperar a que tu salga, para poder entrar yo después, entres aquellas hermanas de sangre, de la misma tribu, y de la misma raza, se habían creado lazos de unión tan fuerte como el acero. A Mondonga le empezó a suceder lo mismo que a su paisana, puesto que hay cosas, que una mujer le es muy difícil de ocultar, sus risas, sus ojos, su plenitud, y hasta el minino al que siempre había estado acariciando, y entregándole todo su amor, por un simple arañazo en el brazo, que pudiera desfigurar su hermosa y tersa piel, le dio un puntapiés que lo lanzó volando por los aire en dirección a la ventana por donde salió, pobre gato, victima de las incomprensiones humanas, podría decirse que Mondonga, pese a su juventud, tenia en su cabeza una visión perfectamente estructurada sobre lo que era el mundo y cuales eran sus prioridades.
El mosqueo de su señora Schalhrazada iba en aumento, a pasos agigantados, no es que no le hubiese llegado ninguna información relevante, en las ultimas semanas, sino que al contrario, su joven y hasta ahora fiel esclava padecía el mismo ataque de belleza y plenitud que Estabomba. Algo no va bien: pensó.
Entonces con la determinación de la que solo son capaces aquellas mujeres, que estan acostumbradas a mandar y tener personas a su servicio, decidió que no era momento ni ocasión, de delegar en nadie un trabajo de investigación tan delicado; si se quiere hacer las cosas bien hechas, pensaba, debo hacerlas yo misma. Estas esclavas son unas ignorantes, incapaces de distinguir ninguna información importante, que pudiese satisfacer su curiosidad, desdeñan matices, que tan imprescindibles son para una sabia y concreta conclusión de los hechos. No saben estudiar las cosas y lo complicado y sutil que puede llega a ser una investigación concienzuda, que desembocase, apartando las marañas y circunstancias ocasionales, para que la verdad aflore y aparezca en toda su plenitud.
El harén donde vivían todas las esposas del sultán, disponía de una sala espaciosa que daba al patio, adornada con brocados de seda, llena de lujosos muebles con incrustaciones de oro, jarrones, asientos esculpidos, cortinas y unos roperos cuidadosamente cerrados. En medio de la sala había una gran mesa de mármol, incrustada con perlas y esplendorosa pedrería, cubierto con un dosel de raso rojo. Sobre él estaba extendido los mas exquisitos y caprichosos manjares, un mosquitero de fina gasa, también roja, que se derramaba desde el techo como una catarata y protegía tanto a las comensales, como a la comida de los molestos insectos. Todas eran jóvenes de maravillosas hermosuras, con ojos babilónicos, talles esbeltos, y rostros tan bellos, que podía envidiarlo el astro rey. Eran unas estrellas brillantes, unas nobles hermosuras de Arabia. Solo Shakira, que había enmudecido incomprensiblemente desde que la trajeron al harén, hace ya años de este suceso, y Doniazada que una caída del caballo, aquel día en que quiso emular la hazaña de unos jóvenes guerreros, le partiese una pierna y lucia una molesta y a la vez enojosa cojera, que apenas podía disimilar, con la dispar altura de sus calzados, eran las mas alejadas de la perfección, de la que disfrutaban las demás esposas del harén. Esto le producía un andar de pato, que provocaba algunas indisimuladas risas entres sus compañeras del harén. El sultán las mantenía en su serrallo, pues eran las hijas de importantes jeques, que se la ofrecieron como regalo para que las desposase, y su fidelidad era necesario consérvalas por el bien del reino, pero ninguna de las dos, sabían ni donde vivía realmente el sultán, ni fueron llamada nunca a sus aposentos. Eran vírgenes obligadas desde que nacieron, pero tocaban la citara y el laúd como los mismo Ángeles, y Doniazada, la coja, tenia una voz digna de un querubín, aunque su carácter lo tenia un poco agriado, había que comprenderla, entre tantas malintencionadas, por eso trabó una profunda amistad con Shakira, pues nunca la contradecía, lleva muchos años sin decir ni mus. El resto con su belleza eclipsaban a la misma luna. Cuando estaban reunidas al atardecer para cenar, inmediatamente encendían numerosas bujías, y la sala quedaba iluminada como por el más espléndido sol. Luego extendían los manteles, y les servían los manjares más exquisitos y las bebidas más embriagadoras, y unas tañían instrumentos melodiosos, cantando con encantadora voz, otras bailaban, y de esta maneras pasaban aquellas melancólicas y tranquilas tardes, a la espera que el sultán tuviese la deferencia de llamar a alguna, regalándoles el inmenso honor de compartir su lecho, suceso que no siempre ocurría, provocando y creando en las esperanzadas, amargos sentimientos de frustración.
Schalhrazada, estaba acostumbrada a esas interminables veladas, que por repetidas, la aburrían, y aquellas desilusionadas caras, ya no le provocaban ningún sentimiento, si acaso una socarrona alegría, si no está conmigo, que no esté con nadie, pensaba para si. Pero lo que si le provocaba una gran curiosidad y recelo, era ver las caras de Estabomba y Mondonga, con una felicidad y una sonrisa y plenitud, sirviendo los platos y bandejas, y vaciando las bebidas en las copas, que se diría que ellas eran las únicas elegidas diariamente por el sultán en aquel harén. Parecían más unas amantes satisfechas, que las mucamas pertenecientes al servicio de todo lo que le mandasen. Aquella tarde-noche se alargó la fiesta más de lo habitual, y Estabomba, se deslizó discretamente y salió a hurtadilla de aquel hermoso salón, acción que no pasó desapercibida para Schalhrazada, y decidió seguirla secretamente, ocultándose de tal manera, que no pudiese ser descubierta por su sirvienta. Atravesó el jardín, atravesó la caballeriza, y observó que entraba, en una pequeña choza, que anteriormente era desconocida para ella, la ligereza del paso de su mucama, hizo que tuviese que ser muy diligente, para no perderla a la vista. Rodeó el cuartucho y descubrió la ventana, empezó a espiar lo que hacían, y vio que le estaba dando parte de los ricos manjares que habían comido en el harén aquella noche, esto tranquilizó su alma, sus enseñanzas sobre las leyes de la hospitalidad, habían producido su efecto, su fruto, y calado hondamente, y de tal manera, que aquella arisca sirvienta pecherona, hasta corriese para convertirse en un ejemplo de cuido, amabilidad y hospitalidad, sobre los enfermos, náufragos y desvalidos, y que todo ello había contribuido a llenar su corazón, que digo corazón, su alma, su cara ,su piel, sus ojos y hasta sus pechos, de la mayor felicidad imaginable. Ciertamente el espíritu se imponía claramente, sobre el ingrato convivir diario de su servidumbre y de la lascivia de la carne. Pues, digámoslo, ella secretamente había pensado que tenia una aventura amorosa oculta con algún esclavo de los que cuidaban el palacio, ya era mujer de mediana edad, y sabia de los secretos de la carne, pero aquel delgaducho no parecía el hombre adecuado que pudiera complementarse, con las apetencia de una mujer tan poderosa, y además, solo le llevaba comida. Apartó avergonzada esos pensamientos de su cabeza, y descansó un poco, sentándose bajo el ventano, antes de tratar de reanudar la vuelta al palacio; de pronto escuchó un alarido animal a la vez cercano y remoto, como los truenos sordos de las tormentas secas, que desde hace varios meses, se oían varias veces todas las noches, pero mas fuertes, mas próximos. Se levantó y vio al muchacho, en la misma posición que adoptaba Titán con la inocente yegua, con la misma dedicación, afición y determinación, y casi con el mismo tamaño, y observaba como los ojos de Estabomba, que ocupaba el sitio y posición de la yegua, se perdían sobre su frente; y pensó, que quizás no la había enseñado lo suficientemente bien sobre las leyes de la hospitalidad, que claro está, tienen sus limites. Pero observó, observó, observó y… observó, cayendo ella misma en la cuenta, que quien de verdad no había entendido en toda su extensión las leyes de la hospitalidad era ella; a pesar de ser quien de verdad le ha salvado la vida a aquel muchacho bobalicón, ya fortalecido, que porque negarlo era todo un semental. Sintió remordimientos y decidió claramente remediar aquella imperdonable deficiencia en su aplicación, y que ella misma estaba dispuesta a cumplir dichas leyes hasta las ultimas consecuencias, en cuanto saliese Estabomba, a la que en la menor ocasión que se le presentase, mandaría a otra de las isla como misionera, para que practicase las tan asumida y metabolizada leyes de la hospitalidad, en la que ella misma le había adoctrinado, por cierto con gran éxito.
Cuando Schalhrazada, entró en la habitación cerrada, un fuerte olor a sudor, heno y humanidad combinado, se le estampó en la cara, aquello la incitó mas todavía a cumplir con las leyes de la hospitalidad, todo cuanto pudiese. Ali la miró y se quedó atónito, no podía olvidar aquellos párpados aparecidos ante sus ojos, bajo el velo, fue su primera visión en aquella isla maravillosa; pensar no era una actividad que practicase mucho, pero su cerebro de vez en cuando, le tendía esa clase de emboscada, entonces cerraba sus ojos y su mirada quedaba definitivamente perdida en el infinito y su boca abierta. Schalhrazada, ante aquella muestra de timidez de aquel mancebo, tomó inmediatamente las riendas de la situación, y se despachó a gusto, aquella noche…aquella noche, hubieron mas tormentas secas, que todas las noches de la semana anterior juntas. Naturalmente, todos lo achacaron al cambio climático.
Nadie podía negar la grandeza de espíritu de que era poseedora Schalhrazada, pero se superó así misma, cuando sin dilación en el tiempo, se privó de sus dos mas queridas y fieles sirvientas, que digo sirvientas, casi familia, enviándolas a las mas remotas islas de aquel disperso archipiélago, para que difundiesen a todos, las leyes de la hospitalidad, que en aquellas tierras, no eran suficientemente practicadas. Por ello las envió por separado y lo mas distante posible la una de la otra, para de esta manera, hacer mas efectiva su misión apostólica. Todas pensaron que su tierno corazón, era tan dulce como la miel, hubo algunas que embargadas por el sentimiento, derramaron algunas lágrimas de emoción.
Si hay algo por el que cualquier ser humano, ya sea hombre o mujer, siente debilidad es por los secretos, por eso mismo son tan respetadas las personas que hablan poco, se les tienen como poseedores de secretos inescrutables, que jamás soltaran aunque lo torturen con hierros candentes, si son mudos, que contar, por ello gusta tanto confesarles los nuestros. Pero hay que desconfiar de toda confidencia, pues un secreto revelado es secreto perdido. Porque contarlos hay que contarlos, si no para que sirve un secreto, aunque si es cierto que tiene su propia liturgia, y hay que hacerlo de una persona cada vez. Schalhrazada, tan llena de grandes virtudes ella, no era distinta al resto de los mortales, y puso sus ojos en Shakira, la muda. Cuando las personas son felices son mas propensa a la charla y la confidencia, quieren hacer partícipe a todos de sus alegrías, y se podría decir que el grado de felicidad alcanzado por Schalhrazada, era del grado sumo. Va para un mes, desde la marcha de sus bien queridas sirvientas, y toda pena había quedado olvidada, aunque todas las señoras del harén pensaron, que su alma era tan amplia, que sintieron que lo había superado al día siguiente de su partida, ocultando hondamente su pesar y que no lo había exteriorizado de ninguna manera perceptible. Pues bien, todas las tardes daba largos paseos con Shakira, contándole con todo lujo de detalles sus correrías nocturnas, al principio debido a su virginidad, se sonrojaba, pero a los pocos días, los ojos y los oídos de aquella preciosa joven, captaban mas, que la parabólica mas potente que pudiese existir en un mundo futuro, y claro la pobre había perdido el habla cuando llegó a
Shakira, había recuperado el habla, con el consiguiente mosqueo de Schalhrazada, que no dudaba, que de nuevo las leyes de la hospitalidad habían obrado un grandioso milagro, y naturalmente Shakira hablaba hasta por los codos, es que no paraba la criatura, hasta el mismo Ali le metía la toalla en la boca apenas entraba, había que recuperar el tiempo perdido, pensaba ella y claro, las amigas son las amigas, y sin ningún miramiento se lo contó todo y del tiron a Doniazada, la coja, y aquella mujer por las noches en sus visitas, ni un guepardo era capaz de alcanzarla, y así fueron sucediéndose los acontecimientos, de tal manera y con tanta rapidez, que todo el harén era un continuo jolgorio, peleas entre ellas sobre los días que visitarían el cuartucho, el tiempo que deberían estar dentro, y un sin fin de problemas organizativos tan necesarios para el buen funcionamiento de cualquier proyecto sea de la naturaleza que fuere.
Aquel harén se había convertido diariamente en un continuo, festín de año nuevo, con sus correspondientes bebidas, conversaciones procaces, sobre la especialidad de que cada una, ya sabemos lo desinhibidas que son las mujeres hablando entre ellas de estos temas, después de la ingestión de unas copas de bebidas embriagadoras, todo se había salido del cause normal, hoy a una se le ocurre que le confeccionen, una tarta del tamaño del alminar de la mezquita, mañana a otra que cada noche que le apetezca, le lleven un disfraz de gata, y de esta manera, cada una iban desarrollando su ingenio creativo, convirtiendo aquel harén que era un remanso de paz, de moderación y buenas costumbre, en un despiporre, que era imposible que al sultán se le pudiese pasar desapercibido.
Los últimos resplandores del amor son demasiado dolorosos, pensó Ali, y tras previo aviso de Shakira, la muda que hablaba hasta por los codos, que recibiría aquella noche la visita de los amargados eunucos, el pobre muchacho saltó la tapia de la caballeriza, y alcanzó a nado, una de la muchas honradas naves piratas, que se encontraba anclada y a punto de partir, sabia que le llegarían días mas amargo que el jugo de la mirra, y como todo el mundo tenia sus días crepusculares, lloró tristemente mirando a
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