José Carlos García Fajardo, del Centro de Colaboraciones Solidarias, ha escrito un hermoso texto a propósito de los Viajes con Herodoto, obra de Ryszard Kapuscinski. Su lectura me ha traído al recuerdo una referencia crítica de la misma obra efectuada por Ana Portnoy y publicada en su blog Gusto por
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“Veo que me ha sucedido lo mismo que ocurre a los manuscritos pegados en sus rollos tras largo tiempo de olvido: Hay que desenrollar la memoria y de vez en cuando sacudir todo lo que allí se halla almacenado” (Séneca)
“Todo recuerdo es el presente” (Novalis)
“No somos sino peregrinos que, yendo por distintos caminos, trabajosamente se dirigen al encuentro de los unos con los otros” (Antoine de Saint-Exupéry)
Con estas tres citas comienza Ryszard Kapuscinski Viajes con Herodoto, uno de los últimos libros que publicó antes de morir en 2007, en su Polonia natal.
Herodoto
Herodoto nació hacia el 485 a.C. en Halicarnaso, hoy Turquía. Siempre me ha impresionado la constelación de sabios coetáneos en el curso de un siglo, como Buda, Laotzé, Chuangtzú, Confucio, Zoroastro, Isaías, Sócrates, Platón, Herodoto, Aristóteles. Aparte de Pericles, Fidias, Esquilo, Sófocles, Eurípides, Tucídides, y un largo etcétera.
Es impresionante constatar que, si los atenienses no hubieran vencido en Salamina, no habrían sido posibles Pericles y el genial grupo de artistas y pensadores que encontraron en Atenas las condiciones idóneas para que su talento estallara.
Herodoto es el fundador del género literario de
Sus Historias narran las guerras médicas entre el 490 y el 480, entre griegos y persas, reconociendo el heroísmo y las cualidades intelectuales de éstos.
No sin causa gran amigo de Sófocles, contempla al hombre atrapado por su destino. En Esquilo, el hombre no puede nada contra el destino diseñado por los dioses; con Sófocles, Edipo ya intenta oponerse a sus designios, pero finalmente “mientras huye de su destino se dirige hacia él”; y habrá que esperar a Eurípides, con el que el hombre puede alzarse contra su destino y no doblegarse a él.
Herodoto empieza su libro así: “Herodoto de Halicarnaso va a presentar aquí frutos de sus investigaciones llevadas a cabo para impedir que el tiempo borre la memoria de la historia de la humanidad, y menos que lleguen a desvanecerse las grandes y maravillosas hazañas, así de los griegos como de los bárbaros”.
Esta frase es la clave de todo el libro.
Kapuscinski
Si he escogido el libro de Kapuscinski (Anagrama, 2007), y no la obra de Herodoto, es por el dinamismo de uno de los más grandes viajeros y periodistas de nuestro tiempo que emprendió sus viajes con este regalo de su redactora jefe en una Polonia comunista y camino de India, sin saber una palabra de inglés. Fue su compañero inseparable en China, África y en tantos de sus periplos y fue decisivo para la formación profesional y personal del futuro autor de obras tan diferentes entre sí, pero inconfundiblemente kapuscinskianas, como El Emperador, El Sha y La guerra del fútbol, El Imperio y Ébano, Un día más con vida y Lapidarium IV.
Y todo esto, plasmado en magníficas historias –grandes y pequeñas, trágicas y divertidas- en las que los soldados de Salamina conviven con un niños sin zapatos en
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Unos pocos años antes de morir en 2007, el reconocido periodista y escritor polaco, tan reconocido que obtuvo el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades (2003) y a quien que nominó para el Premio Nobel de Literatura, Ryszard Kapuscinski publicó un libro que tal vez debió ser de los primeros de su obra y no de los últimos.
En él narra sus primeras experiencias como enviado de un diario polaco, Sztandar Mlodych, en los tiempos en que el bloque soviético se fortaleció a través del Pacto de Varsovia, época en la que se conformaba el bloque de los países no-alineados y en el que el liderazgo de la orbe socialista estaba en manos de Nikita Khrushov.
Obra autobiográfica, viaje en busca de traspasar las fronteras –no sólo territoriales sino también culturales-, encuentro con la alteridad al descubrir otras culturas, mentalidades y modelos políticos, Ryszard Kapuscinski tuvo, como Dante Alghieri en La Divina Comedia, un chaperón.
En 1955, y para su sorpresa, llevó como acompañante en sus primeras encomiendas internacionales a India, China y después a África, a Herodoto, el padre de la historia, pues recibió como insólito regalo de la redactora en jefe del diario en el que trabajaba Los Nueve Libros de
En Viajes con Herodoto, el periodista entremezcla sus primeras misiones, sus lecturas de Los Nueve Libros, sus reflexiones sobre las razones de Herodoto y de las narraciones sobre los hechos en el mundo mediterráneo del siglo V a.c.. El griego, viajero internacional (¿podríamos decir que uno de los primeros turistas?), casi lleva de la mano a uno de los últimos grandes viajeros de nuestra época. Y nos topamos conque no hay novedad bajo el sol. Las grandezas y las mezquindades del hombre hace 2,500 años siguen siendo similares.
Si el entorno del autor era
Si la traducción al polaco de la obra clásica se demoró por la censura y se publicó apenas 2 años después de la muerte de Stalin, quien había llevado a cabo sanguinarias purgas que eliminar a la clase intelectual y a los oficiales del ejército soviético, Kapuscinski recuenta la recomendación de Trasibulo, gobernante de Mileto, a Periandro, tirano de Corintio en el siglo V a.c., de eliminar a cualquier miembro de una sociedad que llegara a destacar y pudiera opacar al gobernante: “Era, empero, de notar que no paraba entretanto Trasibulo de descabezar las espigas que entre las demás veía sobresalir, arrojándolas de sí luego de cortadas… hasta que dejó talada aquella mies, que era un primor de alta y bella…. Periandro dio al instante en el blanco… comprendiendo muy bien que con lo hecho le prevenía Trasibulo que se desembarazase de los ciudadanos más sobresalientes del Estado”.
Herodoto es maestro de Ryszard Kapuscinski. Le enseña cómo mirar al Otro, cómo indagar sobre los acontecimientos, cómo comprobar verdades y cómo recelar de interpretaciones. Es una lección en metodología y construcción del conocimiento. En una entrevista autor polaco declaró: “Siempre creí que los reporteros éramos buscadores de contextos, de las causas verdaderas que explican lo que sucede en nuestro mundo”.
Con él las fronteras entre periodismo, literatura e historia se diluyen para dejarnos un testimonio de primera mano de las sociedades, en especial en África, en la última mitad del siglo XX.
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