-----------------------------------------------------------------------------------------
LOLA
Dicen, y estoy segura de que es muy cierto, que a lo largo de nuestra vida vamos recibiendo influencias, conscientemente o no, de todas las personas que pasan por ella y que van dando forma, modelando de alguna manera, nuestra personalidad. Estas influencias, algunas veces positivas y otras veces no tanto, nos llegan de personas que, de una forma u otra, nos han impactado; a las que hemos admirado por distintos motivos. Son personas a las que hemos, como ya he dicho antes, envidiado, admirado e incluso emulado y, a algunas, también querido. Esas personas que pasan con el tiempo al archivo definitivo de nuestra mente, han aportado algo importante a nuestro carácter, a nuestra personalidad, para bien o para mal y nos guste o no. A veces ni siquiera somos conscientes de su influencia.
Cuando tomo como propio el nombre de Lola – evidentemente no es el mío - bien como seudónimo (Lola Humo), o bien para relacionarme con gente desconocida a la que no tengo porqué decir mi nombre verdadero, lo hago porque una vez existió en mi vida una mujer que se llamaba así y que creo que, sin ningún tipo de vergüenza ni de duda , su influencia ha sido importante, más bien muy importante, pues me ha hecho pensar y actuar de formas muy diversas a lo largo de mi vida, incluso plantearme otras formas de vivir y de ser más tolerante y respetuosa con los que me rodean.
En algunos momentos me cuesta entender y aceptar que Lola fuese lo que era; una puta. Me entra el mal rollo durante algunos segundos, menos mal que son pocos. El mal sentimiento y los pensamientos negativos o el rechazo que ello me pueda producir algunas veces, se convierte en admiración y agradecimiento muchas otras.
La conocí en la primavera del año 85; en ese momento compaginaba mi trabajo en la radio con otros que me reportaban más beneficios económicos y que me permitían vivir muy bien además de pagarme algunas clases de los temas más peregrinos y el apartamento para mí sola que tenía alquilado - mi madre llegó un momento en que se negó a hacerlo; estaba harta de mí - .
Como iba diciendo, aquel año me llamaron del Ayuntamiento de la ciudad para trabajar en los Servicios de Beneficencia (creo que ya te he comentado que cursé estudios sanitarios y no llegué a terminar ninguno de los proyectos de estudios que inicié en mi juventud). Acababa de finalizar un curso de Drogodependencias y Alcoholismo y había solicitado trabajo para Hospitales de día pero me llamaron para trabajar con marginales (drogadictos, desarraigados, gente extraña...) y acepté. No podía imaginar en aquel momento lo que me esperaba en aquella zona. Garcilaso, el chico que hacía el padrón por las zonas de riesgo de la ciudad, me ayudó bastante al principio; una no llega nunca a acostumbrarse a esa forma de vida tan desquiciante (por decirlo suave) desde la perspectiva de la propia. Yo, tan aseada, tan escrupulosa y tan delicada, tuve que familiarizarme con putas, proxenetas (chulos en el lenguaje de la calle), chaperos, yonquis, chorizos y todo lo peor de la fauna marginal.
Un día me llamaron para realizar una inspección en un patio o casa de vecinos, dedicado a la prostitución; una casa de putas para ser más clara. Allí descubrí todo un mundo; fascinante y terrible al mismo tiempo. Había una mujer sentada en una silla que se mecía y canturreaba nanas mientras peinaba a una muñeca que abrazaba como a una hija. Me acerqué a la mujer y descubrí que su cabeza estaba en bastante mal estado, tenía que intentar hablar con ella, intentar darle conversación para ver si sacaba algo en claro o eran necesarios otros servicios de apoyo psicológico para la mujer. Así fue como conocí a “
Me marché de allí una hora más tarde sin ganas y con pesar. Cuando llegué a la oficina le pregunté a Garcilaso por ella y me dijo que lo único que sabía era que llevaba muchos años como dueña del prostíbulo y de toda la casa de vecinos, y que se la veía los domingos en la capilla de la calle San Clemente, en misa de doce.
Pasé toda la semana pensando en
Como soy tan insistente y mi cabeza nunca para de darle vueltas a las cosas hasta que no consigue salirse con la suya, me dirigí al patio con la excusa de preguntar por
Recuerdo que era por la tarde porque me encontré con las cinco mujeres tomando café en el patio.
Volví a aquel patio muchas veces a tomar café con Lola, casi todos los lunes durante aproximadamente tres años, nunca nos veíamos ni quedábamos fuera del patio, ella no quería que me viesen con ella y muchas veces me regañaba por darle mi cariño: Una puta no es buena compañía, hija. Pero yo la apreciaba de verdad. Me contó que nació en Cambil (no iba yo muy descaminada), que se casó a los catorce años con un acomodado del pueblo que era mayor que su padre, que tuvo un hijo a los diecisiete y que a los veintidós años se quedó viuda. Nunca me confirmó si le dolió o no quedarse viuda, imagino que no le importó demasiado.
Al principio pudo subsistir con el dinero que había en la casa y cobrando algunos préstamos que había hecho el marido pero que poco a poco se acababa y que las tierras que el hombre había cedido para que cultivasen otros no le eran devueltas, es más, que sus dos cuñados le estaban quitando todo lo que tenía. Cuando quiso darse cuenta se lo habían quitado todo. Su casa y las tierras del marido pasaron a manos de los hermanos sin que ella pudiera hacer nada. Se lo quitaron todo, hasta la dignidad. El cuñado más joven le propuso criar a su hijo y mantenerla en su casa si le concedía algunos “favores”. No se negó y se tragó toda esa porquería para conseguir criar a su hijo lo mejor posible. Así estuvo hasta los treinta años en que murió el cuñado y la mujer de éste la puso en la calle reclamándole la casa. Lola se fue a hablar con el cura de Cambil para pedir ayuda y no quedarse en la calle y con los estudios del hijo sin terminar. El cura le prometió ayuda. Mandó al crío a un internado de Córdoba y tuvo a
Con treinta y cinco años y todo lo que pudo robar (que fue bastante) de las colectas y las urnas de los santos, durante todo el tiempo que vivió con el cura, más todo lo que le dio el alcalde y lo que le sacó a los desgraciados que se la pasaron por la piedra,
Me contaba que se especializó en todas las artes del placer que le enseñaron sus amantes, los queridos y los impuestos por necesidad, más otras que le llegaron a través de sus experiencias con marroquíes que llegaban a Jaén sobre los años cincuenta. Se hizo una experta en todas las variantes amatorias, incluidos el sadomaso y el lesbianismo. Me dijo que no le habían gustado nunca las mujeres pero que no era tan malo hacérselo con una mujer, que era más dulce y menos rudo que hacerlo con un hombre y que le gustaba acariciarles la piel. Lo que sí le gustaba era hacer el amor con dos hombres a la vez, si había algo que la emputecía de verdad, era eso.
Tras conocer todo el pasado de Lola y el porqué de su profesión la llegué a querer mucho, ella me aconsejaba con respecto a muchas cosas y muy bien, te lo aseguro. Llegué a tener un montón de aprecio a
Así mantuve mi amistad con aquella mujer, como ya he dicho, durante tres años. Un lunes fui a verla como tantos lunes, y me dijo una de las putas más jóvenes,
Lola no volvió a recuperar la conciencia, la trombosis la aniquiló. Yo me marché a la emisora y de madrugada me llamaron del hospital y me dijeron que había muerto. Cuando terminé el trabajo me bajé al hospital, su hijo estaba esperándome para que lo acompañara a Cambil para enterrar a su madre y me fui con él. No me dijo absolutamente nada, no cruzó conmigo una sola palabra. Allí solo estábamos los dos en el entierro. Al volver me dejó en la puerta de mi casa y siguió su camino, el coche tenía matrícula de Córdoba.
¡Y lo que es la vida!. Hace dos años estaba en la caseta de Jaén en la feria de abril y llegaron unos amigos con los que habíamos quedado. Mi amigo es cirujano cardiovascular, venían con otro médico del hospital de Córdoba. Cuando me fijé en su cara casi me da un pasmo, era el hijo de Lola. No sé si me reconoció o no, ni me importa, venía con su mujer, muy mona por cierto y más joven que él. Sólo recordé que en el entierro de Lola estábamos los dos solos y él ni siquiera me miró, no era de extrañar que no me reconociera, además ahora estoy bastante pesada y por aquel entonces era más bien ligera de peso. Yo fui amable con él por mis amigos y, tal vez, por su madre, pero creo que Lola pudo vivir de otra manera si el se hubiese hecho cargo de ella cuando consiguió acomodarse. Tampoco voy a ser yo quien lo juzgue, seguro que su conciencia lo juzga todos los días.
Lola forma parte de mi vida como todas las cosas buenas que me han pasado, ella es una de ellas, de las mejores. Los trucos de
No pienses que en sus enseñanzas hay algo morboso o escabroso, qué va todo es fácil, nada rebuscado, es tan solo aprender a controlar tu propio cuerpo y el del otro. Si hay mucha pasión se gradúa, si falta ésta en alguna de las dos partes, se busca y se enciende. Es conseguir el “tempo” del placer entre dos para no quedarse a dos velas.
Muchas veces, después de una buena batalla entre las sábanas, o no necesariamente entre sábanas, cualquier sitio es bueno, cuando el estallido de pasión te deja entre la flojera y el sueño, vienen a mi mente dos palabras y la imagen de aquella gran mujer. Esas palabras están llenas de reconocimiento y cariño, es un pequeño homenaje a ella, a “
-----------------------------------------------------------------------------------------
Otros textos de Teresa López publicados en el Blog:
+Manuela (20 de abril)
+Estrella Celeste (26 de abril)
+Carmen (3 de mayo)
+Alicia (10 y 11 mayo)
+Elena (24 mayo)
MAGNIFICO RELATO, FUERTE Y A LA VEZ ENTERNERCEDOR.
ResponderEliminarMI ENHORABUENA
JOSE MANUEL PIÑERO
Muy, pero que muy bueno.
ResponderEliminarGracias.
Ramón