Quizá puedas decir: “¿Quietud?, ¿de qué estará hablando?. Todo lo que siento es zozobra, no descanso. Cuando intento seguir este consejo, el dolor y la lucha me salen al encuentro por todos lados. Por un lado, mis facultades me azuzan a dejar esta obra, y yo no quiero; por otro, anhelo perder la experiencia de mi mismo y experimentar sólo a Dios, y no puedo. ¿Cómo puede hablar de quietud?. Si esto es descanso, raro descanso es”.
Mi respuesta es sencilla. Hallas esta actividad difícil porque no estás acostumbrado a ella. Si lo estuvieras y comprendieras su valor, no la abandonarías por todos los goces materiales del mundo. Si, lo sé, es difícil y trabajosa. Pero, a pesar de ello, la llamo descanso porque tu espíritu descansa en una libertad alejada de toda duda y ansiedad acerca de lo que ha de hacer; y porque, durante el tiempo real de la contemplación, se halla seguro en el conocimiento, sin error posible.
Así, pues, persevera en ella con humildad y gran deseo, ya que es una obra que comienza aquí en
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarGracias Emilio.
ResponderEliminarTomame todo y Dateme Todo.
Gracias, gracias.
Gracias, Josan.
EliminarAbrazos.