La Nube del No-Saber: Orientación Particular (LXXXVIII)

La Nube del No-Saber y El Libro de la Orientación Particular son obras escritas en inglés por un autor anónimo del siglo XIV. A medida que las leo y medito, escribo y cuelgo en el Blog estas Variaciones sobre las mismas, respetando sus respectivas estructuras, lo que supone un total de 99 breves capítulos (fecha de publicación del primero: 20/07/09)

Y así, cuando en esta obra empieces a darte cuenta de que percibes y experimentas tu pequeño yo y no a tu Yo Verdadero, Dios mismo, llénate de sincera tristeza y anhela con todo tu corazón ser absorbido totalmente en la experiencia de Dios solo. No ceses de desear la pérdida de ese despreciable conocimiento y conciencia de tu ciego ego. Ansia huir de ti mismo como de un veneno; olvida y desprecia tu yo.

No entiendas mal mis palabras. No dije que debas desear No-Ser, pues eso sería locura y un imposible. Dije que debes desear perder el conocimiento y la experiencia del ego; y que tu Yo Soy se expandirá tanto más cuanto más percibas el No-Soy por estar integrado en una Unidad, la divina, sin fragmentación, separación ni fisura alguna. Esto es esencial, si quieres llegar a experimentar el amor de Dios tanto como es posible en esta vida. Has de comprender y experimentar por ti mismo que si no pierdes toda identificación con tu pequeño yo, no alcanzarás nunca tu meta.

Pues dondequiera que estés, en cualquier cosa que hagas, o de cualquier modo que lo intentes, esa elemental sensación de tu propio ego ciego quedará entre ti y tu Yo, lo mismo que al principio de esta obra los variados detalles de tu Ser fueron como una barrera para la conciencia directa de tu Yo. Entonces te darás cuenta de lo pesado y doloroso que es el peso del pequeño yo.

Toda la miseria del mundo junta te parecerá como nada al lado de esta, pues entonces serás una cruz para ti mismo. Este es, sin embargo, el camino. Y el significado real de estas palabras de Jesús: “Que el hombre tome su cruz” (la dolorosa cruz del yo), para que después pueda “seguirme a la gloria”, o, como si dijéramos, “al monte de la perfección”. Pero escucha su promesa: “Le haré saborear la delicia de mi amor en la inefable experiencia de mi divina persona”. Fíjate en lo necesario que es llevar este peso doloroso, la cruz del yo. Sólo así estarás preparado para la experiencia trascendente de Dios tal como es y para la unión con él en la consumación del amor.

Y ahora, a medida que esta gracia te toca y te llama, podrás ver y apreciar más y más el valor altísimo de la obra contemplativa.