Después de todo lo que he dicho sobre las dos vocaciones a la vida de gracia, veo que surge una pregunta en tu mente. Quizá estés pensando algo parecido a esto: “Dime, por favor, ¿hay uno o más signos que me ayuden a discernir este creciente deseo que siento por la oración contemplativa y este embriagador entusiasmo que se apodera de mi siempre que oigo hablar o leo sobre él?: ¿es mi Yo Verdadero y, por tanto, Dios mismo quien realmente me llama a través de ellos a una vida más intensa de gracia tal como la has descrito en este libro, o es que los da como un simple alimento y fuerza para mi espíritu, de forma que pueda esperar sosegadamente y trabajar en esa gracia ordinaria que tú llamas la puerta y la entrada común?”. Contestaré lo mejor que pueda.
Ante todo, advertirás que te he dado dos clases de pruebas para discernir si tu Ser Profundo y divino te llama o no espiritualmente a la contemplación. Una era interior y la otra exterior. Mi convicción es que para discernir un llamamiento a la contemplación, ninguna de las dos, por si sola, es prueba suficiente. Han de ir juntas, indicando las dos la misma cosa, antes de que puedas confiar en ellas sin miedo de equivocarte.
La señal interior es ese deseo creciente por la contemplación que se mete constantemente en tus meditaciones diarias. Y puedo decirte además lo siguiente sobre este deseo. Es un ciego anhelo del espíritu y, sin embargo, viene acompañado de una especie de visión espiritual que persiste después de él, y que renueva el deseo y lo acrecienta (llamo ciego a este deseo porque se asemeja a la facultad de moción del cuerpo -como en el tacto o al andar-, que como tú sabes no se dirige directamente a sí mismo y es, por tanto, en cierto sentido, ciego). Así, pues, observa cuidadosamente tus meditaciones y fíjate en lo que sucede. Si están llenas del recuerdo de los actos sin Amor que tu pequeño yo impulsó antes o de otra cosa cualquiera perteneciente a la forma ordinaria de oración que he descrito anteriormente, has de saber que la intuición espiritual que acompaña y sigue a este ciego deseo es fruto de la gracia ordinaria. Y esta es una señal segura de que tu Yo Verdadero todavía no te mueve ni te llama a una vida más intensa de gracia. Te da, más bien, este deseo como alimento y fuerza para seguir esperando tranquilamente y actuando con la gracia ordinaria.
La segunda señal es exterior y se manifiesta como un entusiasmo gozoso que mana desde tu interior, siempre que oyes o lees sobre contemplación. La llamo exterior, porque se origina fuera de ti y entra en tu mente a través de las ventanas de tus sentidos corporales (tus ojos y tus oídos), cuando lees. Por lo que respecta al discernimiento de esta señal, fíjate en si persiste este gozoso entusiasmo, quedando contigo cuando has dejado tu lectura. Si desaparece inmediatamente o poco después y no te persigue en todo lo que haces, sábete que no es un toque especial de la gracia. Si no está contigo cuando vas a dormir y al levantarte, y si no va delante de ti, introduciéndose en todo lo que haces, encendiendo y robando tu deseo, no es la llamada divina a una vida más intensa de gracia, más allá de lo que llamo la puerta común y la entrada. En mi opinión, su misma transitoriedad demuestra que es simplemente la alegría natural que toda persona siente cuando lee u oye sobre la verdad y más especialmente una verdad como esta, que tan profunda y sutilmente habla de Dios y de la perfección del espíritu humano.
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