Cuentan las leyendas que cuando el hombre vivía en las tinieblas, un ser deifico, sublime, se apiadó de la humanidad, sintiendo el deseo de ayudarla. Y le entregó el fuego, sigue diciendo la leyenda, que sagrado; les enseñó como utilizarlo, haciendo de esta forma disipar las tinieblas que hasta entonces, reinaban en sus alrededores y en sus cerebros.
A partir de entonces, las sombras, la oscuridad y la ignorancia, empezaron a desaparecer de la mente de aquellos seres casi humanos; y comenzaron a comportarse con juicio. De esta forma el hombre empezó su andadura coherente por la Tierra.
Este ser sublime no fue comprendido y, en lugar de ser premiado, recibió el rechazo de sus iguales. De nada le valió sentir un aprecio especial por los humanos, de nada le sirvió tratar de despertar la conciencia de aquellos seres ariscos y prehistóricos.
Esta es resumida la leyenda de Prometeo, el titán amigo de los mortales, honrado especialmente por robar el fuego sagrado de los dioses en el tallo de una rama, darlo a los humanos para su uso y, a su vez, siendo castigado por ello. Como introductor del fuego divino, es considerado en la mitología como protector de la civilización humana.
En la mayoría de las tradiciones religiosas, desde oriente a occidente, aparece un ser deifico, que es condenado por su deseo de salvar a los humanos de su condición animal. Sin excluir a nuestra propia tradición bíblica, cuando se le ofreció el fruto del árbol del conocimiento a Eva.
De hecho, cualquier iniciativa contra las deidades, terminaba siendo recompensada con castigos horribles y eternos: de alguna manera se consideraba una rebelión. Ya es conocido de todos que los rebeldes no gustan a las autoridades, ni divinas ni humanas, inclusive hoy mismo a los mandatarios les gustan mas los obedientes que los eficientes con ideas propias, que suelen ser mas molestos.
El reino de los Cielos no es distinto a los reinos que existen en la tierra. Y dispone de su corte celestial, que disfrutan en su lugar de privilegio cerca del Altísimo.
En el escaño más alto y, por tanto, más cerca del Creador existen y en este orden, según los más prestigiosos investigadores de los libros antiguos: Los Serafines, seguidos de Los Querubines y Los Tronos. En un escalón inferior: Las Dominaciones, Las Virtudes, y Las Potestades, que a pesar de lo sospechoso de sus nombres, eran más que Ángeles. En el último peldaño y por ello los más próximos al contacto con los hombres: Los Principados, Los Arcángeles y Los Ángeles. Podríamos decir que estos últimos conformaban lo que se podría llamar los mensajeros y el ejército de Dios.
En la iconografía eclesiástica, las alas no aparecen hasta el siglo V, antes, hasta la aparición ordenada y seleccionada de los textos sagrados, tanto Ángeles como Arcángeles, se mezclaban según la leyenda con los humanos en su vivir diario, sin necesidad de intermediarios religiosos, de esta mezcolanza o mestizaje nacieron los Beni Elohim o los hijos de los Elohim y sus relaciones con las mujeres humanas, dejado por tanto su ADN divino entre los mortales.
Son innumerables para mí los nombres de Arcángeles y Ángeles que aparecen en dichos textos y leyendas, citaré solamente algunos: Uriel, Miguel, Gabriel y Rafael. Destacando entre todos ellos a Uriel como el más poderoso, porque siendo un Arcángel redimido, había padecido la cólera de Dios.
En cuanto a los Ángeles, les gustaban ir en grupo y por eso sus nombre son prácticamente desconocidos, eran los soldados de a pies del ejercito celestial. Cuando el Altísimo quería dar un escarmiento mandaba a sus legiones de Ángeles, para reponer el Orden establecido.
A los que llamamos demonios, no son otra cosa que los Ángeles de la sombra, los caídos, los responsable de una rebelión fallida, los expulsados del paraíso, y en cierta medida son los que mas se parecen a nosotros, que también nos expulsaron, y que también nos rebelamos del precepto divino de no comer del árbol del conocimiento, son mas ignorantes y débiles que los Ángeles de luz.
No creo que la maldad de los demonios, según tengo analizado en los testimonios leídos, llegue más lejos que la maldad de los hombres, si analizamos
Siempre con un fin justificado y perfectamente entendible, unos tratan contra todo deseo personal, la salvación de nuestras almas; los otros, buscando también contra nuestra voluntad la perdición de las mismas. Todos quieren nuestra alma con voluntad firme de dejarnos sin ella. Hasta las autoridades y mandatarios han perseguido esta meta: despojarnos de nuestra almas personales e imbuirnos de las suyas para tratar de hacerlas más grandes. Pobre alma mía, hasta mi familia quiere lo mismo.
Pero los humanos tenemos una cualidad dual sobre ellos: nuestra bondad nos convierte en Ángeles de luz; nuestra maldad nos transforma en demonios. Nuestros actos nos mudan en unos o en otros, como si de un disfraz de quita y pon se tratase. Parece meridianamente claro que si el camino de nuestra evolución es inteligente, nos puede llevar al conocimiento, consiguiendo nuestras alas de luz. Creo que esto no es solo tarea de la religión.
No sé si hasta ahora lo estamos logrando, pero, por encima de todo, creo en la capacidad de reacción de la raza humana ante las dificultades que se le presentan y vencerlas.
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