Inconsciente

La entrada publicada ayer acerca del arte de ensoñar (El arte de ensoñar: la percepción de otros mundos) ha llevado a vari@s de vostr@s a escribirme acerca del denominado inconsciente, lo que me anima a efectuar algunas precisiones al respecto, dado que en los últimos tiempos se han acumulado nuevos descubrimientos acerca de las funciones del inconsciente en la vida humana.

De hecho, tradicionalmente se ha creído que el inconsciente ocupa un papel oscuro e, incluso, peligroso, en la cotidianeidad de cada ser humano. Desde las indagaciones de Freud hasta nuestros días, se ha venido sosteniendo que dicha estructura psicológica funciona con lenguaje propio, ausencia de valores y unas leyes que nada tienen que ver con lo conocido. Para colmo, se ha supuesto que sus contenidos provienen y se alimentan de los aspectos reprimidos y agresivos y las pulsiones instintivas y sexuales, es decir, de todo aquello que la persona en su desarrollo madurativo no habría podido manejar desde su consciencia plena.

Sin embargo, las investigaciones científicas más modernas están poniendo en solfa todas estas creencias y tesis para asentar una nueva visión y percepción del inconsciente.

Según éstas, el inconsciente constituye una estructura esencial que ocupa más de dos tercios del conjunto de la estructura mental de cada ser humano y atesora el conocimiento adquirido en nuestra evolución ontogenética y filogenética –incluye no sólo nuestra actual vida física, sino la cadena de vidas físicas que conforma nuestra encarnación en el plano humano-. De este modo, es el responsable no sólo de hacer funcionar todos nuestros automatismos cotidianos, sino que, además, toma todas nuestras decisiones importantes de la forma adecuada.

Hasta ahora se pensaba que era nuestro componente consciente quien termina imponiendo sus puntos de vista ante una elección. Pero esto es sólo la apariencia del proceso de toma de decisiones. La realidad es que es el inconsciente -apegado a nuestra esencia e invisible a nuestras facultades intelectuales y sentidos físicos y racionales- quien desempeña el papel fundamental y asume el verdadero protagonismo. Él es quien elabora las respuestas examinado el momento presente y relacionando toda la información acumulada en nuestro dilatado periplo como especie y como individuos y nuestro tránsito trascendente por una cadena de vidas físicas.

Tras estos descubrimientos científicos recientes, el rol que juega nuestro llamado consciente se reduce en gran manera, aunque sí parece confirmado, como muestra su desarrollo no antes de los cuatro años, que es el que nos permite tener memoria temporal, es decir, de pasado y futuro a través de los recuerdos o las proyecciones.

Con todo, estas novedosas aportaciones científicas relativas al inconsciente no hacen sino ratificar lo que muchos hombres y mujeres, a lo largo de la historia de la humanidad y en muy distintas culturas y ámbitos geográficos, han apuntado desde distintos campos de la experiencia profunda, saberes y tradiciones espirituales. Y, es aún más importante, lo que nuestra propia vivencia, honda y profunda, como Buscadores va poniendo de manifiesto en la medida que nos aproximamos al encuentro íntimo con nuestro Verdadero Yo.