Ambos, Teosofía y Espiritismo, nacieron en el gran “athanor” del conocimiento que libera y que constituyó el siglo XIX. Son “quintos” de la misma humanidad que se sacudía largo y profundo sueño, hijos del mismo tiempo tan difícil como apasionante, vástagos de la misma alborada de conciencia. La Teosofía ha recelado históricamente del espiritismo, pero ha llegado el momento de superar esas distancias artificiales. Es el tiempo de aunar legados cabales, emancipadores, no de contraponerlos.
Puede subyacer en el sentir de algunas personas que engrosan el movimiento que inauguraran en 1875 Madame Blavasky y el coronel Olcott, cierto sentimiento de superioridad con respecto al que, con algo de anterioridad, había promovido Alan Kardec. Muy resumida y gráficamente la primera corriente le podría estar diciendo a la segunda: tu foco se centra en las esferas inferiores, el nuestro se enfoca más arriba. Tus fuentes de información se limitan a espíritus de segundo orden, nosotros sólo contactamos con las Grandes Almas. Sin embargo, todo constituye un mismo linaje de transmisión que en circunstancias y entornos culturales diferentes adoptan diferentes formas, se sirve de diferentes mensajeros.
Aún considerándonos más cercanos a la Teosofía, en la medida que supone un importante progreso revelatorio, para nada desdeñaría toda la capital información que nos han facilitado las fuentes espíritas serias como puedan ser el propio Alan Kardec, León Denis, Chico Xabier, Ivonne Pereira, Amalia Domingo Soler, Richard Simonetti... Es importante distinguir lo que constituyen las tan folclóricas como peligrosas sesiones de espiritismo de mesa, de lo que representan las grandes obras de estos emisarios celestes, de estos escritores mencionados que fueron contactados por espíritus muchas veces elevados y de indudable buena voluntad. El anhelo de sumar al Plan Divino demandará de nosotros siempre una actitud inclusiva, nunca exclusiva, un criterio de selección integrador y no discriminador.
Después de muchas horas de estudio nutriéndonos de tales puras y elevadas fuentes, deseamos afirmar con corazón y a la vez con rotundidad que ambos grandes movimientos se complementan. Me atrevería a decir que desde Arriba nos invitan a adoptar esta actitud integradora. Uno y otro movimiento forman parte del Plan revelatorio. Las revelaciones espíritas arrancan con un lenguaje más elemental, más novelado, a menudo dirigido a capas de población más sencillas y humildes. La Teosofía vendría en forma de ensayo, sólo un poquito más tarde, con todo su bagaje de sabiduría de destino universal, pero en la práctica mayormente asequible a las clases más ilustradas y liberadas del trabajo.
No comulgo con la aseveración vertida en “Carta a los Mahatmas” (Teosofía) en referencia a las descripciones del bajo astral en las que abunda el Espiritismo: “Esta es la gloriosa ‘Tierra de Estío’ de los espiritistas, a cuyos horizontes queda limitada la visión de sus mejores videntes”. En nuestro mapa espiritual necesitamos tener noción de todas las geografías, por supuesto de las de arriba, de las que queremos ser dignos, pero también de las abajo, a las que nuestro lastre moral también nos empuja.
La Teosofía puede ir quizás más allá en cuanto a progresión, alcance, orden, detalle, rigor…, pero no se puede desdeñar para nada a los movimientos que la precedieron y prepararon terreno. Donde a menudo se ha querido ver confrontación, somos llamados a contemplar sinfonía. Sólo hay que cruzar lenguajes, flexibilizar la mente y apurar generosidad imprescindible. En realidad, cada quien escucha la sinfonía que desea en sus oídos.
Todo respondería a un afinado Plan superior cuya perfección y acabado evidentemente nos desborda, pero al que de todas formas tratamos de servir con todo nuestro afán, desde nuestras limitadas posibilidades. Nos hemos nutrido de estos legados y por lo tanto tratamos humildemente de ayudar en su difusión. Más allá de las solo aparentes diferencias, estamos convencidos de que esas superiores enseñanzas estaban destinadas a fecundarse mutuamente.
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Puede subyacer en el sentir de algunas personas que engrosan el movimiento que inauguraran en 1875 Madame Blavasky y el coronel Olcott, cierto sentimiento de superioridad con respecto al que, con algo de anterioridad, había promovido Alan Kardec. Muy resumida y gráficamente la primera corriente le podría estar diciendo a la segunda: tu foco se centra en las esferas inferiores, el nuestro se enfoca más arriba. Tus fuentes de información se limitan a espíritus de segundo orden, nosotros sólo contactamos con las Grandes Almas. Sin embargo, todo constituye un mismo linaje de transmisión que en circunstancias y entornos culturales diferentes adoptan diferentes formas, se sirve de diferentes mensajeros.
Aún considerándonos más cercanos a la Teosofía, en la medida que supone un importante progreso revelatorio, para nada desdeñaría toda la capital información que nos han facilitado las fuentes espíritas serias como puedan ser el propio Alan Kardec, León Denis, Chico Xabier, Ivonne Pereira, Amalia Domingo Soler, Richard Simonetti... Es importante distinguir lo que constituyen las tan folclóricas como peligrosas sesiones de espiritismo de mesa, de lo que representan las grandes obras de estos emisarios celestes, de estos escritores mencionados que fueron contactados por espíritus muchas veces elevados y de indudable buena voluntad. El anhelo de sumar al Plan Divino demandará de nosotros siempre una actitud inclusiva, nunca exclusiva, un criterio de selección integrador y no discriminador.
Después de muchas horas de estudio nutriéndonos de tales puras y elevadas fuentes, deseamos afirmar con corazón y a la vez con rotundidad que ambos grandes movimientos se complementan. Me atrevería a decir que desde Arriba nos invitan a adoptar esta actitud integradora. Uno y otro movimiento forman parte del Plan revelatorio. Las revelaciones espíritas arrancan con un lenguaje más elemental, más novelado, a menudo dirigido a capas de población más sencillas y humildes. La Teosofía vendría en forma de ensayo, sólo un poquito más tarde, con todo su bagaje de sabiduría de destino universal, pero en la práctica mayormente asequible a las clases más ilustradas y liberadas del trabajo.
No comulgo con la aseveración vertida en “Carta a los Mahatmas” (Teosofía) en referencia a las descripciones del bajo astral en las que abunda el Espiritismo: “Esta es la gloriosa ‘Tierra de Estío’ de los espiritistas, a cuyos horizontes queda limitada la visión de sus mejores videntes”. En nuestro mapa espiritual necesitamos tener noción de todas las geografías, por supuesto de las de arriba, de las que queremos ser dignos, pero también de las abajo, a las que nuestro lastre moral también nos empuja.
La Teosofía puede ir quizás más allá en cuanto a progresión, alcance, orden, detalle, rigor…, pero no se puede desdeñar para nada a los movimientos que la precedieron y prepararon terreno. Donde a menudo se ha querido ver confrontación, somos llamados a contemplar sinfonía. Sólo hay que cruzar lenguajes, flexibilizar la mente y apurar generosidad imprescindible. En realidad, cada quien escucha la sinfonía que desea en sus oídos.
Todo respondería a un afinado Plan superior cuya perfección y acabado evidentemente nos desborda, pero al que de todas formas tratamos de servir con todo nuestro afán, desde nuestras limitadas posibilidades. Nos hemos nutrido de estos legados y por lo tanto tratamos humildemente de ayudar en su difusión. Más allá de las solo aparentes diferencias, estamos convencidos de que esas superiores enseñanzas estaban destinadas a fecundarse mutuamente.
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Autor: Koldo Aldai (coordinacion@foroespiritual.org)
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Las Enseñanzas Teosóficas se publican en este blog cada domingo, desde el
19 de febrero de 2017
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