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El blog El Cielo en la Tierra publica todos los lunes, desde el 3 de septiembre de 2018, una entrada relacionada con el Proyecto de investigación Consciencia y Sociedad Distópica. Por medio de la web del Proyecto se puede tener información detallada sobre sus objetivos y contenidos y cómo colaborar con él:
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Yuval Noah Harari (Kiryat Atta, Israel,
1976) es el pensador/divulgador más influyente de la actualidad, aunque uno aún
no sabe si estamos ante una Casandra con visiones apocalípticas o un vendedor
de humo de maneras sofisticadas. Lo cierto es que Harari tiene el gran mérito
de transformar el ensayo antropológico en un producto mainstream. Avalado por
15 millones de libros vendidos (750.000 en español) y fans como Barack Obama,
Mark Zuckerberg o Bill Gates, publica a escala mundial sus 21 lecciones para el
siglo XXI (editado
por Debate y, en catalán, por Edicions 62). La expectación es enorme.
Quien era hace poco un
autor de contacto asequible, ahora es un fenómeno editorial con blindaje de
futbolista o cantante pop. Según su agente, tiene en cartera 400 peticiones de
entrevistas. Tras una selección, contesta de forma presencial, en Israel, o vía
email. Siempre con un kilometraje medido de tiempo y espacio. Un control de
esfuerzo que exige previamente decir qué extensión deben tener sus respuestas.
Es el puzle de la promoción, el gulag del hacedor de bestsellers. Puede que
Harari sea ya el ciborg que aventura que todos seremos -medio humano, medio
máquina-, que haya asumido la conciencia (y consciencia) de lo que representa.
Se lo preguntamos.
«Uno de los grandes principios de la ciencia es que si no sabes algo, hay que
decir 'no sé'. Hay que reconocer que aún no somos capaces de entender la
conciencia. No deberíamos inventar historias para cubrir nuestra ignorancia
afirmando, por ejemplo. que es la chispa mágica concedida por Dios», dice.
Harari es ateo, gay, rico
y vegano. Cuando escribe lo hace con caligrafía universal, sin distinción de
razas, credos o equipos de fútbol. Habla del destino del ser humano como un
profeta en el desierto de Judea. Pero el mundo, aunque lo lea, no va todavía a
su ritmo. Trump ha rescatado el ombliguismo estadounidense, Europa está formada
con muchos gobiernos que no creen en ella y los
flujos migratorios de África y Venezuela son taponados con leyes y
barreras.
Harari vive con su marido
en un mushavl, una comunidad rural similar al kibutz. Hace cinco años era un
anónimo profesor de Historia medieval de la Universidad Hebrea de Jerusalén que
escribió una historia de la humanidad (una de tantas que parecía destinada a la
sección de saldos de cualquier librería israelí) tituladaSapiens.
De animales a dioses. Sin embargo, sus conclusiones radicales y un estilo
elegante y divulgativo lo hicieron irresistible, primero en Israel y luego en
el mundo.
Poco después, Harari
publicó Homo Deus (también en Debate) y de la noche a la mañana pasó de ser
un gurú de nuestro pasado a uno del futuro. Sus profecías dicen que el ser
humano será inmortal gracias a la inteligencia artificial y la biotecnología.
En el universo Harari, las masas tendrá sus necesidades cubiertas, bajo el yugo
de una élite tecnológica. No nos espera un mundo muy feliz. En 21 lecciones
para el siglo XXI el escritor se atreve a tocar todos los temas: educación,
posverdad, terrorismo, Dios... Da la impresión de que ahora se va a convertir
en el gurú del presente continuo.
La gente vuelve a creer que el nacionalismo puede resolver mejor
sus problemas...
Se equivocan. Los tres
mayores desafíos de la humanidad son la guerra nuclear, el cambio climático y
la disrupción tecnológica. Sólo pueden afrontarse con cooperación. Ninguna
nación puede detener sola el calentamiento global o la guerra nuclear y tampoco
regular la bioingeniería o la inteligencia artificial. Si China reduce las
emisiones de gases de efecto invernadero mientras Estados Unidos no lo hace, no
será suficiente. Igual que si la Unión Europea prohíbe los superhumanos nacidos
de la ingeniería genética mientras Rusia o Corea apoyan esta investigación.
Es difícil para el ciudadano tener una perspectiva sobre temas tan
complejos más aún cuando vivimos rodeados de desinformación.
Para protegernos de la
desinformación primero debemos conocer nuestras propias debilidades. Los troles
[quienes polemizan y difaman en las redes sociales], que se dedican a lanzar
noticias falsas, siguen el lema dividir y gobernar. Ya sea en los EEUU, Francia
o España, ellos intentan encontrar algún fisura para inflamar el pensamiento
colectivo. No pueden crear miedo o odio de la nada, pero cuando descubren lo
que la gente ya teme y odia, aprietan botones emocionales que disparan nuestra
furia.
¿Cómo lo solucionamos?
Pongamos el ejemplo de la
inmigración. Los troles propagan una noticia falsa sobre inmigrantes que violan
a mujeres locales. Como ya estás preparado para creer esas historias, ni
siquiera te vas a molestar en contrastar la información. Y, al contrario, si
eres de los que crees que las personas que se oponen a la inmigración son
idiotas fascistas, los troles te mostrarán una fake new sobre racistas pegando
a inmigrantes. Y también te la creerás. Para salvar el sistema democrático,
antes es necesario conocer nuestras debilidades, nuestros miedos y nuestros
odios.
Si la tecnología influye en nuestras elecciones políticas, la
automatización va a revolucionar el mercado laboral. ¿Es inevitable la
'sociedad de inútiles' que usted predica?
Dependerá de lo que hagan
individuos y gobiernos. La automatización destruirá algunos trabajos, pero
también creará otros nuevos. La pregunta es si la gente tendrá las habilidades
para desarrollarlos. Imaginemos a una mujer de 40 años que pierde su trabajo
porque un robot lo hace mejor. Obviamente necesitará reciclarse, pero, quién la
ayudará mientras lo hace. Para afrontar estos cambios tan bruscos, los
gobiernos han de proteger a los humanos, no a los empleos en sí, con formación
y prestaciones.
Sobre ese ejemplo que ha puesto, ¿cree que en el siglo XXI se
alcanzará la igualdad real de género?
Es poco probable que
hombres y mujeres alcancen la igualdad total. En lugar de una división rígida y
binaria, los humanos se moverán cada vez más sobre un amplio espectro de
identidades de género. En el futuro, por la mañana podrás ser un hombre
heterosexual y por la tarde convertirte en un transexual bisexual en un juego
de realidad virtual en 3D.
¿Está en peligro nuestro libre albedrío con el big data?
El big data [recolección
y análisis de ingentes cantidades de datos para obtener conclusiones concretas]
podría derivar en una dictadura digital. En el pasado, nadie tenía suficiente
conocimiento biológico ni el poder para hackear personas. Si la Inquisición o
la policía secreta franquista le hubiera vigilado día y noche, jamás habría
averiguado lo que pensaba. Pero en el futuro, la tecnología sí podrá hacerlo.
Gracias a sistemas que combinan biología e inteligencia artificial se podrá
manipular a las personas con una eficiencia sin precedentes...
Hoy ya hay agentes todopoderosos como Google y Facebook que saben
lo que nos gusta...
Cualquiera que acumule
demasiados datos sin rendir cuentas es demasiado poderoso. Eso es cierto para
Google y Facebook, y también lo es para el FSB [servicio de inteligencia ruso]
y el Partido Comunista Chino. Los datos se han convertido en el activo más
importante del mundo. En la Antigüedad, la tierra era el más importante. La
política era una lucha para controlarla y cuando se concentraba en muy pocas
manos, la sociedad se dividía en aristócratas y plebeyos. En los últimos 200
años, las máquinas y las fábricas se volvieron más importantes que la tierra, y
las luchas políticas se centraron en su dominio. Entonces la sociedad se
dividió en capitalistas (pocos) y proletarios (muchos). En el siglo XXI, el
bien más preciado va a ser la información. Si ésta es controlada por una élite,
la humanidad podría dividirse no en clases, sino en diferentes especies.
En Occidente la religión y la ideología han perdido muchísima influencia.
¿Hacia dónde se dirige la moral?
La moral significa
básicamente tratar de reducir el sufrimiento en el mundo. Los ciudadanos de una
sociedad aconfesional se abstienen de asesinar no porque algún libro lo
prohíba, sino porque el asesinato inflige inmenso sufrimiento a los seres
conscientes. Hay algo profundamente preocupante en las personas que evitan
matar sólo porque 'Dios así lo dice'. Están motivadas por la obediencia en
lugar de la compasión,. ¿Qué van a hacer si llegan a creer que su dios ordena
matar a herejes, brujas o mujeres? Por supuesto, en ausencia de mandamientos
divinos absolutos, la ética secular a menudo se enfrenta a grandes dilemas.
¿Qué sucede cuando la misma acción lastima a una persona pero ayuda a otra? ¿Es
ético imponer impuestos altos a los ricos para ayudar a los pobres? ¿Hay que
librar una guerra con el fin de eliminar a un dictador sanguinario? Cuando los
seculares se plantean estas cuestiones, no se preguntan: '¿Qué manda Dios?'. Se
sopesan los sentimientos de todas las partes y se busca un camino intermedio
que cause el menor daño posible.
Sobre la violencia, resulta curioso que en contra de lo que piensa
la gente, vivimos en uno de los periodos más pacíficos de la Historia. ¿Veremos
el fin de la guerra como la conocemos?
Confío en ello, pero como
historiador sé que nunca debemos subestimar la estupidez humana.
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Entrevista a: Yuval Noah Harari
Fuente:
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