El año pasado se celebró
el primer centenario de la Asamblea de las Provincias Andaluzas o Asamblea de
Ronda, celebrada en esta localidad entre el 12 y el 14 de enero de 1918. Fue
convocada por los denominados Centros Andaluces –el primero en crearse fue el
de Sevilla, en 1916, y surgieron por toda Andalucía, en otros puntos de la
geografía española e incluso fuera de la península ibérica- y se acordó durante
sus sesiones la adopción de lo que Blas Infante denominó “las insignias de
Andalucía”: su bandera y su escudo. En la Asamblea se hizo referencia a
Andalucía como país y nacionalidad y se reclamó su autonomía ante la Sociedad
de Naciones -fundada en 1919 y antecedente de la Organización de Naciones
Unidas (ONU)-. Además, sirvió para asumir el proyecto de Constitución Federal para Andalucía de 1883 –más conocida como Constitución de Antequera- cual Carta
Magna para Andalucía y para pergeñar un programa político de actuación que
suponía la continuación del despliegue del movimiento andalucista iniciado en
el tramo final del siglo XIX.
Y el encuentro de Ronda
fue seguido de inmediato por la Asamblea de Córdoba, cuyo primer centenario se
acaba de cumplir, pues tuvo lugar el 1 de enero de 1919. En ella se reclamó la
abolición de los poderes centralistas en España, se abogó por la configuración
de una Federación Hispánica y se aprobó el Manifiesto
Andalucista o Manifiesto de la
Nacionalidad, redactado por Blas Infante y varios miembros de los Centros
Andaluces, que defiende la “realidad nacional” de Andalucía y proclama la
necesidad de que Andalucía se constituya en una “democracia autónoma”.
Estamos, por tanto, en un
momento muy oportuno para rememorar estos hechos históricos tan sobresalientes
en el devenir reciente de Andalucía. Lo que en las páginas de esta revista vamos
hacer recordando la conexión del andalucismo histórico, en general, y de Blas
Infante, en particular, con la teosofía, circunstancia que no debe extrañar,
pues es conocido el interés que el propio Infante y numerosos de sus compañeros
y acompañantes mantuvieron toda su vida por los temas de trasfondo espiritual
desde una perspectiva oculta y esotérica.
Así, es sabido que Blas
Infante, declarado oficialmente “Padre de la Patria Andaluza” por el Parlamento
de Andalucía- perteneció a la masonería, concretamente a logias como “Isis y
Osiris” y “Fe y Democracia”, llegando a ser maestro de la “Logia de Perfección
Fermín Galán nº 6” .
En cuanto a su interacción
con la teosofía, como ha puesto de manifiesto José Palomares en su estudio Para la anotación del Ideal Andaluz (Revista Internacional de Pensamiento
Político, Universidad Pablo de Olavide, Vol. 7, 2012), en esta obra de Blas
Infante subyacen “algunos conceptos teosóficos de enorme predicamento en el
contexto cultural de la época. No olvidemos que Infante poseía en su biblioteca
La doctrina secreta de H. P.
Blavatsky (1888, 2 vols.) y la Antroposofía
de M. de Brioude y Prada”.
La edición en dos tomos de
La doctrina secreta que poseía Infante (hoy se puede ver en la biblioteca de su Casa Museo, en Coria del Río) es de los años 1925 y 1926 (Editorial Bauza, Barcelona), por lo que,
habiendo sido publicado el Idea Andaluz
en 1915, es probable que Infante tomara consciencia del pensamiento teosófico a
través del propio ambiente intelectual del momento y de personas como el citado
Manuel de Brioude –teósofo, político republicano y médico sevillano que llegó a
ser máximo responsable de la Sociedad Teosófica Española- y Antonio Alonso
Vital –otro teósofo hispalense, desterrado por el franquismo a una finca sita
en los aledaños de la Peña de Aria Montano, en la serranía onubense, donde fue
conocido como “el sabio de Alajar”-, con los que Blas Infante tuvo relación,
tal como muestra María Isabel Cintas en su libro Alajar, Alhaja. Biografía de Antonio Alonso Vital (Ayuntamiento de
Sevilla, 2009).
Lo que sí es evidente,
como ha resaltado S. Brent Plate en El
mundo de Infante a través de la simbología universal de las estrellas (Egea
Fernández-Montesinos, A (Coord.), La casa
de Blas Infante en Coria del Río, Junta de Andalucía, Centro de Estudios
Andaluces, 2005), es que Infante “no pudo haber encontrado un mejor aliado que
la tradición teosófica, especialmente por su exploración mítica de los orígenes
nacionales y la búsqueda de una mitología que incluyera varias tradiciones,
sobre todo y en su caso, la islámica”.
Y Blas Infante no fue la
excepción a este respecto, pues bastantes de las personas que promovieron y
lideraron las Asambleas de Ronda y Córdoba y el movimiento andalucista de la
época pertenecieron a sociedades y entidades de claro perfil esotérico,
fundamentalmente la masonería y también la teosofía, y dejaron especialmente constancia
de ello a la hora de elegir los símbolos de Andalucía.
Más específicamente, los símbolos
principales de Andalucía son la bandera, el escudo, el himno y el lema, que se
encuentra en el propio escudo y en el himno. Pues bien, de estos cuatro
símbolos, salvo la bandera, de evidente origen islámico, todos tienen una
patente influencia esotérica en su confección. En este orden, téngase en cuenta
que, según el Diccionario de la Academia
Española de la Lengua, el término “esotérico” significa “oculto, reservado,
impenetrable, de difícil acceso para la mente y doctrina transmitida oralmente
a los iniciados”.
Escapa del objeto de este
artículo examinar el importante repertorio de signos esotéricos presentes en
los símbolos de Andalucía. Remitimos al respecto a la investigación realizada
por Estanislao Naranjo Infante, nieto de Blas Infante y estudioso de la figura
de su abuelo y de su legado, que ha expuesto en numerosas conferencias e
intervenciones públicas (muchas de ellas estás recogidas en la web del
Instituto de Identidad Andaluza).
No obstante, si es
conveniente citar, en lo que a estas páginas atañe subrayar, algunos de esos
signos esotéricos, a modo de botones de muestra, que pueden ser más familiares
y evidentes para aquellos que los contemplen desde una mirada teosófica.
Por ejemplo, en lo
relativo al himno, contiene una clara referencia esotérica disimulada como
anhelo cultural: “Los andaluces queremos volver a ser lo que fuimos, hombres de
luz que a los hombres almas de hombres les dimos”. Como indica Estanislao
Naranjo, la interpretación más corriente de estos versos es una referencia al
ambiente cultural bético y andalusí en los que la cultura procedente de
Andalucía era un foco de luz en el mundo occidental y oriental. Sin embargo, “hombre
de luz”, el iluminado, es un término muy concreto en cualquier escuela
esotérica y, desde luego, en la teosofía, haciendo referencia a la persona muy
avanzada en el camino de perfección (nunca se termina) y que ejerce de maestro
(en el sentido de la palabra más grande, que no amplio) de los que caminan
detrás.
Pasando ahora al lema,
“Andalucía Por Sí, para España y la
Humanidad”, tiene una triple estructura, incluyendo, en la última, el concepto
de Humanidad, ajeno a cualquier nacionalismo excluyente decimonónico e
íntimamente unido a la noción de fraternidad (también a la hermandad de la masonería)
que configura el primero de los tres principales objetivos teosóficos. En este
punto, el propio Blas Infante señala lo siguiente: “Nuestro regionalismo
federalista, fraternal, verdaderamente humano, tipo de organización universal,
social y política de todos los pueblos, al tener tan alta inspiración, había de
ser formulado por este lema”.
En cuanto al escudo
de Andalucía, tiene gran enjundia simbólica, aunque ha de tenerse en cuenta,
como igualmente recalca Estanislao Naranjo, que el elevado actualmente a la
categoría de escudo oficial ha supuesto una adulteración consciente de su
genuino mensaje esotérico. En concreto, el escudo oficial tiene dos elementos diferenciadores
con el original: uno es la utilización de basas en las columnas (en algunas versiones);
y otro es coronar a Hércules con la piel del León de Nemea, sustituyendo a la
tiara del iniciado que porta el original.
Volviendo a Blas Infante,
esto es lo que, entre otras cosas, dice sobre el escudo en la carta que remitió
a Pedro Demófilo Gañán, publicada en la Revista
Andalucía (nº 19, Diciembre de 1.919): “Ancestrales de griegos y griegos,
fueron nuestros ascendientes autóctonos y primitivos… El Hércules andaluz es
más antiguo que el divino héroe creador de la leyenda hesiódica... En Andalucía,
este Hércules fundador hubo de ser también dominador de la consciencia del
mundo, al desarrollar las civilizaciones más creadoras de la Tierra. La
civilización de Tartesia es muy anterior y del mismo nervio que la llamada
civilización grecolatina, comunicada en sus comienzos, de Occidente al Oriente
europeo, adonde llegó conducida por los pelasgos, después de haber caminado por
el norte de África hasta Asia Menor”.
El estudio de la genealogía de la humanidad que hace la
teosofía (de la actual raza-raíz y de las que, como la Atlántida, la
precedieron) permite entender estas palabras, que, por lo demás, pueden llenar
de sorpresa al no iniciado y contradicen la historia oficial, pues afirma que
la Historia, con mayúsculas, surge de Occidente a Oriente y no al revés, que es
lo que se suele dar por sentado. Y nos habla de los pueblos del mar (pelasgos
en griego), de los atlantes de Platón y de los dioses egipcios, que vinieron de
Occidente; incluso de los Vedas hindúes. El gran teósofo Mario Roso de Luna,
que se afincó largo tiempo en Sevilla, sabía mucho sobre todo ello y bien que
lo dejó expuesto en buena parte de su prolija obra literaria, que agrupó en la denominada Biblioteca de las
Maravillas. Memorable fue, por ejemplo, su búsqueda ocultista de la Atlántida,
iniciada el primer día de 1917 en compañía, entre otros, de los ya mencionados Manuel
de Brioude y Antonio Alonso Vital, dando lugar, como crónica de tamaña
aventura, a esa
joya titulada De Sevilla al Yucatán.
Baste todo lo
expuesto para resaltar la conexión entre el andalucismo histórico y la
teosofía. Un andalucismo que estuvo presente, sin duda, en las reflexiones y la
actividad de aquellas primeras ramas teosóficas que –véase Historia de la Teosofía en España, de Emilio Carrillo y Armando Gutiérrez
(Ediciones Adaliz, 2018)- se fundaron en Andalucía en los primeros lustros de
la pasada centuria:
+En Sevilla, el 7 de junio de 1911, la Rama
Fraternidad, dirigida por José Fernández Pintado, un anticuario muy activo
socialmente que realizó una gran labor de difusión de la teosofía. Amigo de
Roso de Luna, propició que, en 1917, este impartiera sendas conferencias en el
Ateneo de Sevilla y en el propio domicilio de Fernández Pintado.
+En Sevilla, el 21 de julio de 1918, la Rama
Zanoni (nombre del protagonista de la novela del mismo nombre escrita por
Edward Bulwer-Lytton), presidida, en primer lugar, por Manuel de Brioude y
dirigida posteriormente por Enrique Mensaque. En 1919, esta rama instaura un
centro de estudios teosóficos con carácter propagandista en la calle Sierpes,
desde cuya tribuna se da un curso de diez conferencias en el que intervienen
personalidades del mundo cultural del momento. Entre los fundadores de esta
rama estuvo Hermenegildo Casas Jiménez, ejemplo significativo de la procedencia
social y las conexiones políticas y masónicas del núcleo germinal de la
teosofía en Sevilla y Andalucía. Procedente de la logia masónica Joven
Andalucía, desplegó una importante actividad política: ligado a Diego Martínez
Barrios, fue concejal andalucista del Ayuntamiento de Sevilla en vísperas de la
dictadura de Primo de Rivera; después ayudó a reorganizar el PSOE y fue
presidente de la Diputación Provincial de Sevilla y diputado en Cortes.
+En Cádiz, en 1919, se pone en marcha una
rama bajo el liderazgo del comandante de infantería César Bordoy García.
+También en 1919 se forma un grupo de estudios teosóficos en
Granada y otro, poco después, en Córdoba,
+Morón de la Frontera
(Sevilla), el 7 de diciembre de 1923, la Rama Blavatsky, sumándose así a las
dos ramas ya operativas en la capital hispalense, bajo el impulso del doctor
Manuel Olmedo Serrano, que realizó una gran labor proselitista entre los
médicos y desarrolló una notable actividad política durante la II República
Española.
+Málaga, el 8 de mayo de
1915, la Rama Maitreya, promovida por José Palma.
+Almería, el 28 de marzo de
1926, el grupo Morya, a instancia, entre otros, de Miguel Gabín.
+Y por fin, igualmente en
1926, Málaga, la Rama Pitágoras.
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Autor: Emilio Carrillo
Fuente:
Revista Fraternidad. Enero, 2019. Grupo de Estudios Teosóficos de Sevilla
Revista Fraternidad. Enero, 2019. Grupo de Estudios Teosóficos de Sevilla
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19 de febrero de 2017
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