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El
presente texto se inscribe en una serie de cuatro artículos escritos por Manolo López (glocalismo@gmail.com) y que se publican en este
blog en siete entregas, conforme al siguiente calendario y orden temático:
1. El
fin de la maternidad natural: lunes 14 de enero de 2019.
2. El
imperio de la pederastia (I): jueves 7 de marzo de 2019.
3. El imperio de la pederastia (II): jueves 14
de marzo de 2019.
4. ¿Qué
hay detrás del transhumanismo? (I): jueves 21 de marzo de 2019.
5. ¿Qué
hay detrás del transhumanismo? (II): jueves 28 de marzo de 2019.
6. La
Falocracia y el Nuevo Orden Mundial (I): jueves 4 de abril de 2019.
7. La
Falocracia y el Nuevo Orden Mundial (II): jueves 11 de abril de 2019.
Todos
ellos forman un todo, por lo que para su mejor comprensión conviene leerlos
desde el principio hasta completar las 7 partes que lo componen.
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La mayor parte de este artículo trata sobre la permisividad del delito de la pederastia. Su silenciamiento, su falta de castigo, su encubrimiento, la complicidad de muchos y su negativa a colaborar con la justicia, la convierte en una práctica internacional legitimada estructuralmente por las múltiples jerarquías institucionales y religiosas de todo el mundo en todos sus niveles y a través de una cadena de ocultamiento que va desde la más alta autoridad hasta los delincuentes pederastas de la calle, pasando por los eslabones intermedios de cada círculo del poder. Todas ellas confluyendo en la más alta jerarquía planetaria, a la que hacía alusión en mi artículo anterior, que al parecer nada ha evolucionado desde tiempos inmemoriales en relación a sus perversos métodos rituales de control y dominación, que simplemente han modernizado a través de la ciencia y las tecnologías.
Aviso de antemano que el contenido de este escrito puede herir la sensibilidad de algunas personas, pero también he de decir que al finalizar la serie de escritos que comencé con el artículo de la semana pasada, explicaré sintéticamente una posible solución definitiva en lo que he venido llamando el Desenlace Final. En cuanto a la inconmensurable lacra social de la pederastia, puedo anticipar que la gran mayoría de los perpetradores de estos delitos, sobre todo al más alto nivel del poder, también fueron víctimas infantiles de abuso y violación sexual, según ciertos testimonios que más adelante desvelaré.
Para mí, los niños en general representan la máxima pureza, inocencia y fragilidad del colectivo humano. Por eso son presa fácil y objetivos prioritarios para ciertas personas y colectivos malintencionados. Todos los que leemos esto, fuimos niños alguna vez y, en muchos casos, también somos padres con hijos pequeños o que ya han abandonado la infancia y, por tanto, sabemos lo que significa esta crucial etapa en la vida de cualquier ser humano. No es casualidad que los que ostentan el poder omnímodo del planeta, a los que en mi artículo anterior denominé la élite oculta o los amos provisionales del mundo, sigan practicando ciertos ritos de sexo y sangre, sobre todo con niños e incluso bebés, para mantener su status quo. Como más adelante demostraré, se trata de una práctica ancestral que poco o nada ha cambiado desde tiempos remotos. Ni tampoco es casualidad que las horrendas prácticas pederastas se hayan extendido desde dicha élite hacia todos los estamentos institucionales de cualquier nación, región y localidad, llegando incluso a contaminarse muchas familias mediante su práctica incestuosa. Pero antes de explicar el por qué y para qué los padres de familia de la élite oculta practican el incesto con sus hijos, voy a referirme a un famoso caso de crímenes pederastas de dimensiones europeas con repercusión mediática mundial: el caso de Marc Dutroux.
Cuando a principios de 2018 empecé a investigar sobre los casos del “Bar España” en Castellón y de las “niñas de Alcasser” en Valencia, para usarlos como argumentos de mi artículo “¿Nos gobiernan mentes psicópatas?”, me encontré en múltiples ocasiones con el renombrado “caso de Marc Dutroux” de Bélgica. Por tal motivo, adquirí dos libros relacionados con el caso: “Los cazadores de niños” del periodista alemán Dirk Schümer y “Yo tenía doce años, cogí mi bici y me fui al colegio…” de Sabine Dardenne, una de las dos víctimas encontradas con vida en un zulo de la vivienda de Marc Dutroux a los pocos días de ser detenido. Ambos libros, aparte de variada información obtenida a través de internet, me han dado una excelente perspectiva acerca de este caso que en 1996 conmocionó a Bélgica entera y a buena parte del mundo.
Según Dirk Schümer, “el 13 de agosto de 1996 fue detenido Marc Dutroux, de 39 años de edad, en Valonia (Bélgica). Tras varios días de interrogatorio reconoció ser el responsable del secuestro de varias niñas.” Según Dirk menciona en su libro, en dos de las numerosas propiedades de Dutroux se encontraron cuatro niñas enterradas. Con la detención de este hombre dio comienzo un drama que perturbó a todo el país y precipitó una grave crisis institucional y gubernamental que, temporalmente, desvió la atención internacional hacia la situación de Bélgica. Al parecer, debido a múltiples investigaciones y diversas fuentes de información, se barajó la posibilidad de la existencia de una red internacional de pederastia de la que Marc Dutroux no era más que un pequeño engranaje, pudiendo estar implicadas en el funcionamiento o encubrimiento de dicha red altas personalidades del mundo político, judicial y policial de Bélgica.
Al tercer día de la detención de Dutroux, éste condujo a la policía hasta su casa que poco antes fue revisada minuciosamente sin éxito, revelando la existencia de una puerta secreta detrás de un armario en el sótano. Cuando ésta se abrió aparecieron sobre dos camastros en un pequeño zulo dos niñas semidesnudas completamente aterrorizadas, Laeticia Delhez de 14 años y Sabine Dardenne de 12. La primera llevaba solo 5 días secuestrada y la segunda 80. Aquel día, las fotografías de las dos niñas en ropa interior, conducidas entre lágrimas al exterior, dieron la vuelta al mundo. “La presencia de estas niñas en el sótano ponía en evidencia que estos criminales (fueron arrestadas tres personas más y un cuarto colaborador fue encontrado muerto) capturaban niños por todo el país y eran capaces de mantenerlos prisioneros durante largo tiempo… La sistemática de su procedimiento y el zulo construido profesionalmente indicaban la existencia de una red criminal de pederastia y pornografía infantil”. Tres días después, en uno de los terrenos que Dutroux poseía (en numerosas ocasiones se le veía trabajar con excavadoras en dichos lugares donde, al parecer, construía zulos de distintos tamaños con pasadizos secretos), la policía encontró los cadáveres de Julie Lejeune y Mélissa Russo, las dos niñas de 7 años desaparecidas en julio de 1995 en los alrededores de Lieja. Dutroux declaró haber mantenido a las niñas prisioneras en su casa durante meses.
A medida que estos hechos iban saliendo a la luz fueron detenidas tres personas más como presuntos coautores y colaboradores, entre ellas la esposa de Dutroux, Michelle Martin. Semanas más tarde, tras numerosas excavaciones en las propiedades de Dutroux, se descubrieron otros cadáveres de otras dos niñas enterradas a seis metros de profundidad, An Marchal y Eefje Lambrecks, junto al cadáver de otro presunto colaborador de Marc Dutroux. Al parecer, éste mentía reiteradamete a la policía diciendo, en relación a estas niñas antes de que fuesen encontradas, que las vendió a un burdel eslovaco con la intervención de un intermediario de la Alemania del Este. Dicha declaración fue creíble, toda vez que se demostró que él viajó con cierta regularidad a Eslovaquia en los dos últimos años, declarando incluso que había traído niños de allí como mano de obra para sus distintas propiedades. En todo caso, parece que poco después de cada secuestro solía recibir transferencias de grandes cantidades de dinero. ¿Quiénes estaban detrás? Esto, según el periodista alemán, Dirk Schümer, nunca saldría a la luz.
También fue emergiendo a la opinión pública el hecho de que Dutroux ya contaba con un amplio historial penal y que no debería haber salido de la cárcel en 1992. En 1988 le condenaron a 13 años y seis meses de prisión por secuestro y violación de cinco niñas. Y a su mujer a 5 años por cómplice. En realidad, Dutroux no llegó a cumplir ni un tercio de la condena total puesto que en 1992 él y su mujer fueron puestos en libertad gracias a un dictamen psicológico que les permitió incluso conseguir una pensión de invalidez a pesar de que no hubiesen trabajado o cotizado nunca. Esto permitiría que, a partir de entonces, Marc Dutroux perfeccionara su carrera criminal y teniendo mucho cuidado a partir de entonces de que cada niño o niña que pasara por sus manos nunca recobrara la libertad. Todo ello, sin levantar sospechas entre sus vecinos puesto que de manera muy consecutiva Michelle, su mujer, dio a luz a tres hijos, con lo cual aparentaban ser una familia normal. Cabe destacar que la dirección penitenciaria del centro donde estuvo recluido Dutroux se pronunció en contra de la reducción de la condena, pero nada pudo hacer ante el dictamen decisivo que llegó de manos del entonces ministro de justicia belga, Melchior Wathelet.
Después de conocerse públicamente en Bélgica este trato de favor del ministro hacia el pederasta asesino, a finales de agosto de 1996 las multitudes se congregaron frente a las dependencias judiciales de todo el país y, sobre todo, los padres de las cuatro niñas encontradas muertas hasta ese momento junto con otros padres de hijos también desaparecidos que sospechaban o temían que hubiesen corrido la misma suerte. Antes de que se supiese nada de todo esto y según explica Dirk Schümer: “Pocos días después de la liberación de las niñas ya estaba en boca de todos que un anónimo e influyente círculo había protegido a Dutroux. Se creyó que sus crímenes eran parte de un entramado económico encubierto, y quizás alimentado, por autoridades corruptas y un gobierno negligente”.
Tras 8 años de investigación y cientos de miles de folios en el sumario judicial, en Julio de 2004 Marc Dutroux fue condenado a cadena perpetua. Su mujer a 30 años de cárcel, Lelievre (quien ayudaba en los secuestros) a 25 años y Nihoul (quien supuestamente intermediaba con la red mafiosa y con los contactos de la cúpula del poder político y judicial belga con quienes se codeaba) solo a 5 años de prisión. Este último, a ojos del jurado, no tuvo nada que ver con ninguna red mafiosa, pues lo consideraron un caso de crímenes cometidos por un “grupo aislado”. El quinto implicado, Mikhail Diakostavrianos, fue encontrado muerto y enterrado junto a An Marchal y Eefje Lambrecks. En cuanto al fiscal Bourlet y el juez de instrucción Connerotte, que tanto trabajaron para descubrir y atrapar a Dutroux, fueron apartados del caso meses más tarde de iniciada su instrucción en 1996.
Paralelamente pude encontrar en el libro “El mayor secreto” de David Icke lo siguiente: “El anillo de homicidio pederasta que salió a la luz en Bélgica en 1996 no es sino una parte de la red satánica que opera en y desde ese país. Fue organizada por Marc Dutroux, que está conectado a la orden satánica de Abrasax con sede en Forchies-la-Marche, cerca de Charleroi y del Castillo de la Oscuridad, lugar donde Michel Nihoul organizaba las orgías para la jueces, políticos, abogados y policías”.
Por otra parte, he querido conocer en profundidad el punto de vista de una de las víctimas de Marc Dutroux y sus colaboradores leyendo el duro testimonio que, con 21 años de edad, publicó la valiente Sabine Dardenne, que durante 80 días estuvo esclavizada sexualmente por el llamado “monstruo” de Bélgica. En la contraportada de su libro “Yo tenía doce años, cogí mi bici y me fui al colegio…” aparece lo siguiente: “Si he tenido el valor de reconstruir este calvario, es sobre todo para que ningún juez vuelva a liberar a un pedófilo por buena conducta en mitad o antes de finalizar su pena y sin ningún tipo de precauciones”.
Según explica Sabine, en cuanto Dutroux y Lelievre la capturaron el 28 de mayo de 1996 cuando iba al colegio en bici, la drogaron con una pastilla. Una vez llegó a su destino, Dutroux comenzó a manipularla mentalmente, sin violencia física, de tal manera que consiguió meterle muchísimo miedo con historias atroces, que eficazmente impidieron que ella ni siquiera intentara escapar durante los 80 días siguientes. Al parecer dominaba la manipulación mental de sus víctimas a la perfección: “Ni siquiera se me ocurrió que pudiera estar secuestrada. El lavado de cerebro se hizo muy bien, muy rápido, desde el primer día. Me lo creí todo. Ese hombre era mi salvador. Había conseguido que me creyera un guion diabólico según el cual me había liberado a tiempo de las garras de otro monstruo. Para no morir, debía obedecer a este desconocido, hacer todo lo que él quisiera y aceptar que me tocara a su antojo”.
La historia de Sabine es al mismo tiempo desgarradora y sorprendente puesto que con su valiente testimonio demuestra ser una persona muy enérgica y de una gran inteligencia, incluso de niña mientras duró su cautiverio con tan solo 12 años de edad. Además, explica muy bien cómo fue reponiéndose del trauma y cómo creció y maduró en los años siguientes hasta la llegada del juicio ocho años después. Como anécdota sobre su carácter, el día que fue liberada, mientras esperaba en la comisaría a sus padres y con gran sorpresa para los policías allí presentes, Sabine se sintió tan enojada cuando descubrió la gran mentira y manipulación en la que vivió, que quiso ir a la celda de Dutroux para mirarlo a la cara y soltarle todo lo que sentía por su culpa. Pero los policías no la dejaron, así que, como cuenta ella, tendría que esperar ocho años para poder hacerlo.
Sabine explica algo precioso cuando descubrió el amor de pareja por primera vez: “Algún día tenía que enamorarme como las demás chicas. Lo necesitaba y a la vez me daba miedo. El amor es importante, sobre todo a los 17 años. Mi novio conocía mi pasado, igual que todo el mundo, pero casi nunca hablábamos de ello. Hacer el amor sería la primera vez para ambos, para mí por el amor y para él por la experiencia. Yo fui la primera en hablarle sobre mis temores. Y finalmente, salió bien. Sólo el verdadero amor podía liberarme de mis fantasmas del pasado. No era el tipo de relación que fuera a durar toda la vida, pero por desgracia entonces así me lo creí y me llevé mi primer desengaño amoroso. ¡Al menos fue una historia de amor de principio a fin… y voluntaria! El psicópata ese, sí que no sabe lo que es el amor, ni siquiera que existe.”
Hay un momento crucial en la parte final del libro, durante la celebración del juicio, cuando Sabine le pregunta a Dutroux, mirándole a los ojos, el motivo de por qué no la llegó a asesinar como a las demás. Dutroux, cabizbajo y mirando sus apuntes, le respondió que tenía que haberla entregado a la red de prostitución de Nihoul (el que tenía buenos contactos a nivel político y judicial pero que fue condenado tan solo a 5 años por delitos menores) pero finalmente no pudo hacerlo porque se encariñó de ella. A lo que Sabine le respondió “O sea, ¿entonces le tengo que dar las gracias por salvarme la vida?... Pensé que había sido solo para colmar el vacío dejado por Julie y Melissa (las dos niñas predecesoras encontradas muertas)”.
A mi modo de ver, lo que hace tan especial este caso dentro del mundo de la pederastia organizada es que se trata únicamente de la punta del iceberg que, como dije al principio, nos señala la existencia de un problema estructural muy extendido dentro de las instituciones nacionales e internacionales de todo el mundo, con una clara obstrucción y encubrimiento por parte de los estamentos policiales, judiciales y políticos, sobre todo cuando hay altas personalidades que parecen estar implicadas. Además, estos sucios asuntos suelen estar conectados en muchos casos con el abuso de menores en los centros de acogida tutelados por la administración y, también, con la continua desaparición de niños para usos diversos como pudieran ser la prostitución de menores y la pornografía infantil, sin olvidar otros posibles fines (con mucha mayor incidencia en los países del Sur) como son la esclavitud infantil, el tráfico de órganos o los horrendos finales de algunos niños que mueren torturados mientras son grabados en los vídeos snuff o mediante sacrificios rituales de sexo y sangre.
En el libro “Los cazadores de niños” aparece lo siguiente: “Tal y como venían advirtiendo desde hacía tiempo los criminólogos, la industria pornográfica se había convertido en una actividad profesionalizada, que llegaba incluso a cometer atroces asesinatos de niños pequeños, con beneficios millonarios”. Esto mismo, lo he escuchado de unas declaraciones del famoso criminólogo español Juan Ignacio Blanco en relación a los posibles vídeos snuff del crimen de las niñas de Alcasser, llegando a declarar también que existe una intrincada red internacional de agencias de acogida y adopción de niños huérfanos, abandonados, vendidos o robados, controlada por unos pocos y perversos pederastas muy poderosos.
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