Agenda completa de actividades presenciales y online de Emilio Carrillo para el Curso 2023-2024

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23/2/21

Te mereces lo que crees merecer (Memorias de un descarnado: 8 de 29). Por Deéelij


    “Para enseñar a los demás, primero has de hacer por ti algo muy duro: has de enderezarte a ti mismo”

Buda (Fundador del budismo. 563 AC-386 AC)

 

    “Ámame cuando menos lo merezca, ya que es cuando más lo necesito”

Proverbio chino

 

     -  Entonces, cuanto antes. Me muero de ganas de comprobar su evolucionar.

 Pitt y Pal, cruzaron sus miradas en un gesto cómplice.

     -     Bueno, yo había pensado que fuerais hasta Ís para traer de vuelta el DC-3. En el trayecto, ella podría mostrar las peculiaridades de este modelo. Pero por la hora que es, observo que es difícil que pudierais estar de vuelta antes del ocaso. Creo que la mejor opción sería volar en las inmediaciones. Mañana nos ocuparemos del resto. ¿Te parece?

     Jano estuvo meditativo unos segundos con el ceño fruncido. No quería restar operatividad a las necesidades que tuvieran en Nairda con los distintos aviones. Quizá algún alumno necesitaría del DC-3. Quizá él fuese la causa del retraso en la instrucción de alguien, y era algo que no quería producir. Ya había aprendido a no ser efecto de los demás, y no quería ser el efecto desagradable para los demás por su causa.

    -      Podríamos ir en un momento con el F4. Antes del anochecer ambos aviones estarían de vuelta. No quiero ocasionar trastornos a nadie.

    -     No te pre-ocupes – señaló Pitt; ocúpate exclusivamente de lo que estás haciendo en cada instante. Pre-ocuparse te conduce, tarde o temprano, a estar impaciente, y recuerda lo que hemos hablado y aprendido de ello antes – respondió colocando su mano derecha sobre su hombro –. Sólo dime una cosa: ¿Qué te gustaría Ser y hacer, de verdad, ahora mismo?

    -      Volar el motovelero manifestó Jano sin dilación, con rotundidad.

    -     Pues a ello. Disfruta de este momento, disfruta de lo que realmente quieres Ser y hacer. Sélo, y hazlo.

     Pitt miró a Pal, quien entendió que su turno estaba a punto de continuar. Él tenía trabajo pendiente.

     -      Bien Pal, dale un paseo al muchacho y que disfrute, si es que se lo merece.

     Pitt terminó despidiéndose, entroncando de nuevo su presencia para la cena. Instructora y alumno partían para realizar la revisión pre-vuelo. A Jano le impactó la última frase mencionada: “y que disfrute, si es que se lo merece”. ¿Qué querría haber insinuado el viejo? Pitt, no decía nada sin un motivo, sin un propósito. Sabía que medía cualquier frase que saliera de su boca. Es más, estaba seguro de que no decía nada que no pensara. Y eso era algo que en ése momento le mantenía en la incertidumbre. No quería ser más que su propia causa, y no el efecto de una frase emitida por el General.

     No quiso permitir que el debate interno, analizando la frase, interpusiera obstáculos a la función en la que estaba inmerso. Quería seguir siendo la causa de su Ser y no el efecto de circunstancias externas. Pacientemente siguió a la instructora sin perder ojo en la revisión del VZ. 

     Empujaron suavemente el planeador hasta el exterior del hangar. Era ligero; muy ligero. Imaginó que tendría que estar hecho de algún material muy resistente y poco pesado para poder desplazar aquel avión con tanta facilidad, sin apenas esfuerzo. Parecía trasladar una pluma con el empuje de un soplido. Parecía volar cuando aún estaba apoyado en el cemento gris que lo hospedaba. Parecía muchas cosas, pero no sabía qué le parecía aquélla frase no olvidada de Pitt sobre si se merecía o no disfrutar. ¿Estaba disfrutando ahora siendo y haciendo? Sí, fue la respuesta interior. No obstante, algo existía en la sentencia que le resquemaba, manteniéndole la mente incesantemente ocupada. Algo, analizó con certeza, de seguro, estaba a punto de serle revelado.

     Esta vez sin dilación, y dado que con una sola mano podía seguir desplazando la pluma blanca, sacó el trajinado manual de vuelo. La página siguiente tenía una frase clarificadora, junto a un breve comentario. Decía: Te mereces lo que crees merecer.

     -     No es éste el momento para eso – reclamó Pal sonriendo al ver su sobresalto como si le hubiesen sorprendido haciendo algo prohibido –. Esta vez te has adelantado, pilotillo. Estate ocupado en lo que haces, sin más. Sé lo que Eres, en el instante, sin más. Empuja para que salgamos al aire cuanto antes. Ahí es donde tomarás la siguiente lección.

     Jano guardó, atolondradamente, el manual intentando devolver la misma sonrisa, aunque su rostro enrojecido mostraba, con claridad, el sentimiento de haber sido pillado haciendo algo a destiempo.

     Pal no dejaba de empujar, mirarle y reírse con gran fluidez. En sus miradas había cierta complicidad. Un brillo especial despertó el iris de sus ojos. Las pupilas de él comenzaron a dilatarse delatando cierta intención hacia ella. Pero desde la intuición llegó el aviso de apresar ciertos pensamientos. Ella podría leerle y no quería ser descubierto por lo que, en ese momento, su corazón pensante, parecía expresar.

     -     Bien. Ya es suficiente. Subamos a bordo.

     Sin otro dilucidar obedeció al instante; ruborizado aún. Una media sonrisa, algo malévola, llegaba desde su instructora, consciente de la estupefacción producida en su apreciado alumno.

     -   Ten cuidado al subir. Hazlo con suavidad. Ten en cuenta que las ruedas que mantienen el equilibrio están muy juntas y no podemos permitir, con un salto brusco, que las alas toquen el suelo. Es, éste, el único inconveniente del aparato, que pese a todo, está muy bien equilibrado en su peso y balance.

     Jano obedecía con suma cautela. Levantó su pierna izquierda apoyando sus kilos sobre la contraria hasta que la primera estuvo totalmente introducida y fija en el interior de la cabina. Dejó caer el resto de su cuerpo con precisión sobre el asiento ergonómico y exquisitamente cómodo del VZ. Terminada su evolución, ella le imitó.

     -      Colócate el casco y enchufa el cable de audio.

     Sin rechistar cumplimentó la orden; todavía se sentía cohibido. Pal, desde su alojamiento trasero, encendió el circuito de interfonía.  

     -     ¿Me recibes?

     -     Alto y claro.

     -   De acuerdo. El manejo de este avión es muy elemental. No tiene ninguna complicación especial. Sólo hemos de saber muy bien encender y apagar el motor cuando sea necesario o se requiera. Fíjate en la parte derecha. Verás un cebador, una llave de contacto y un botón azul. ¿Lo ves?

     -      Afirmativo.

     -   Bien. Sólo hay que cebar una vez la mezcla al motor antes de encenderlo; sólo una. Si lo haces más de una, ahogarás las bujías en su encendido con un exceso de combustible. Luego giras la llave hasta la derecha. Una luz roja se encenderá en la parte de arriba. Esa es la señal de que la batería está activada y preparada para dar la corriente necesaria en el encendido. Luego, para finalizar pulsa el botón azul. ¿Entendido?

     -     Entendido y copiado.

     -  Tan sólo una cosa más. Para apagar el motor el procedimiento se invierte. ¿Ha quedado claro?

     -  Claro y manifiesto. Perfecto Pal. ¿Hay otras cuestiones que deba conocer?

     -     Todo a su momento, pilotillo. Todo a su momento. No seas impaciente.

     -   No lo soy, Pal, simplemente quiero estar al corriente de cualquier contingencia.

     Ella no contestó inmediatamente. Ajustaba a su pierna derecha el piernógrafo desde donde visualizar el resto del procedimiento y hacer las anotaciones pertinentes. Dio tiempo y margen para comprobar si realmente Jano caía en su trampa. Suponía que le vencería la impaciencia por encender el motor y lanzar el motovelero al aire. Desde su posición accionó la cúpula de la cabina cerrándola y anclándola. Maniobra que podía realizarse desde cualquiera de los dos asientos.

     -     Bueno, Pal, ¿a qué esperamos?

     -    Sólo a que volvieses a hablar reiterando tu falta de paciencia. Veo que has olvidado lo que anteriormente dijiste sobre ello. ¿Acaso no lo recuerdas?

     En ese instante Jano cayó en la cuenta, y en el ardid en el que sucumbió. Su instructora es una mujer muy lista, se decía; alguien que sabe jugar bien sus cartas. No necesitó hacer un recordatorio. Sabía bien lo que dijo, aunque tuvo que reconocer en su interior que aún no lo tenía asumido.

     -    Sí, lo recuerdo. Dije que la impaciencia es la falta de paciencia. Y – dudó al seguir herido en su orgullo –, que, por consiguiente, es la falta de vivir en paz con uno mismo, de no estar en mí Ser.

     -    Bien, pero la última parte, que es la que considero más importante, la mencionó Pitt – manifestó Pal con algo de mofa –: de tal forma que procura no delatar tu estado de ánimo. Procura ser paciente. Si lo consigues, todo lo demás es fácil, muy fácil.

     -    De acuerdo Pal. Entendido. ¿Qué he de hacer ahora?, si con esta pregunta no denoto, según tú, impaciencia.

     Ella rio de nuevo, con soltura. Observó que seguía igual. Ya aprendería. Éste alumno, como casi todos, quería las cosas al instante. Era normal. Parecía inevitable. Y conociendo cómo es el recorrido del camino del aprendizaje, que en su momento tuvo que realizar ella misma, fue condescendiente.

     -     Piloto a copiloto. Proceda a encender el motor.

     -     Recibido, encendiendo motor.

     Aplicó el cebador una vez. Giró la llave: la luz roja se encendió. Entonces pulsó hasta el fondo el botón azul que quedó aprisionado en esa posición junto al sonido de un clip. Obediente y raudo, los cincuenta caballos de potencia comenzaron a ronronear, con suavidad, sin apenas ruido. Sorprendía el escaso rumor que producía el mismo, teniendo en cuenta que lo tenía, Pal, justo detrás de su asiento. Las vibraciones eran mínimas. Más bien parecía un sonido de acompañamiento en contraposición al estruendo que solía percibir en los reactores.

     -     De acuerdo, es todo y sólo tuyo. Llévanos al inicio de la uno seis izquierda.

    Sin perder un segundo, Jano fue manejando sosegadamente el VZ.

     Llegando a las inmediaciones de la cabecera de pista apreció que otros dos aparatos estaban en espera. Era algo ya avisado por la torre a través de la radio. Ellos serían los terceros en la cola.

     -     Bien, Jano, realicemos las últimas comprobaciones antes del despegue.

     Él, extrajo el procedimiento y siguió la rutina establecida sin dilación.

     -     Todo en perfecto orden – concluyó tras terminar la revisión solicitada.

     -     Torre de Nairda a VZ. Autorizado despegue tras Cessna 150.

     -      Recibido – contestó Pal.

     La Cessna emprendió la carrera. En segundos se había elevado girando a estribor dejando libre el campo para ellos.

     -     Jano, procede. Es nuestro turno.

     -     Procediendo.

     Introdujo el motovelero sin pararse a enfilar la pista, girando en su evolucionar, despacio, con suavidad al principio, hasta alinearse en el centro. La potencia en ese instante se incrementó al máximo. Al alcanzar los treinta nudos las largas alas empezaron a curvarse hacia arriba indicando que sustentaban el resto de la ligera estructura. No habrían usado ni cien metros cuando los tres flotaban en el gaseoso elemento, suspendidos; elevándose plácidamente, sin apenas ruido. Era como escalar una montaña sin esfuerzo ni fatiga; sin sudor, sin perder el aliento o sentir el desgaste de las fuerzas en el empeño. Parecía que el VZ sabía, mejor que ellos, cómo volar; cómo alzarse sin necesidad de decirle el modo.

     -     Elévanos a cuatro mil pies y nivela – ordenaba Pal –.  Luego, corta el motor.

     -     Entendido, cuatro mil pies. Allá vamos.

     Procedió a regular el compensador de profundidad de tal manera que, sin tener que estar sujetando la palanca de mando, el VZ mantuviera un régimen de ascenso firme de acuerdo a la velocidad y las revoluciones del motor.

     -    Muy bien Cadete. Ahora sí es el momento de aprender la siguiente regla de vuelo. ¿Por qué no lo miras en el manual?

     Aunque ya lo había hecho, obedeció. Sólo tenía que leer el comentario que seguía a la frase en cuestión.

     -    Lo tengo Pal. La cuarta regla dice: “Te mereces lo que crees merecer”. Además, existe un apéndice al igual que en la anterior lección. Pero, imagino que tú lo sabes de memoria.

     -    Así es. Pero si lo siguiente te sirve para incrementar tu ego, a mí, te informo, me costó mucho más tiempo que a ti aprenderlo.

     -   No puedo creerlo. ¿Cómo fue eso? No concibo que una instructora como tú haya aprendido con lentitud. Por cierto, estamos llegando a los mil quinientos.

     -   No es imprescindible que cantes continuamente la altitud; tengo altímetro en mi panel. El vuelo está en tus manos: Haz lo que tengas que hacer, siéndolo. Continúa con el ascenso y vigila que no descienda la velocidad.

     -     Entendido. Pero contesta a la pregunta por favor.

     -     ¿Qué pregunta?

     -    Vamos Pal, no te hagas la remilgada. ¿Cómo es que tardaste tanto, según dices, en aprender las normas de vuelo? – le incitaba Jano a responder en su impaciencia.

     -   Eso es algo muy personal. Prefiero guardarlo para mí.

     -     Pal, no lo entiendo. No te hagas de rogar. Pienso que, si has sacado el tema es por algo; pues tú, al igual que Pitt, no decís nada porque sí. Así que escupe, eres mi instructora y he de aprender. ¿No es el protocolo?

     -    Bien. Es cierto que mi misión es enseñarte, pero no desde la base de mis sucesos íntimos, sino usando la experiencia adquirida y desarrollada en mi Ser; mostrando las reglas del vuelo. Las normas están ahí. Sólo has de asimilarlas y ponerlas en práctica para poder gobernar tu vuelo y Ser feliz; para hacer lo que quieras hacer cuando quieras hacerlo desde tu Ser. No hay otro secreto.

     -    Entonces, no entiendo por qué has recurrido a ese artificio. Pero si no quieres entrar en detalles, lo respetaré – masculló Jano algo sumiso, pese a que sólo pretendía hacerse el desinteresando y así soltarle la lengua –; de cualquier manera, sigamos con la lección ¿Qué quiere decir esa frase? Dos mil y subiendo.

     -      Baja el ángulo de ascenso, la velocidad empieza a disminuir.

    Con tanta charla Jano había perdido la noción que antes le había requerido Pal. No estuvo atento a tal circunstancia.

     -   De acuerdo, así está mejor. Este motor tiene una potencia limitada; tendrás que ir corrigiendo continuamente. ¿Qué más dice el manual?

     -   Después de esa frase, que espero expliques, se lee lo siguiente: “El merecimiento no es una teoría, es un axioma. Es tan evidente que sólo es necesario comprobarlo; sólo hay que experimentarlo. Sólo por Ser Quién Eres te mereces lo mejor. ¿Y ahora qué?

     -      Vamos Jano. Eres capaz de entenderlo. No te hagas el remolón.

     -    Dos mil quinientos y subiendo. Veamos, Pal. He oído hablar muchas veces de si merezco esto o lo otro, o si no lo merezco... Pero, extraer alguna consecuencia de lo que se especifica en el contenido de esta lección, es algo que no alcanzo. Sólo sé que merezco algunas cosas, aquellas para las que esté preparado; eso si realmente las merezco; o si realmente estoy concienciado para ello. Hay otras, sin embargo, que, evidentemente, llegan a tu vida y, pese a no merecerlas, tienes que “soportarlas”, aunque es mejor decir aceptarlas. No sé qué más quieres que te diga. Además, considero que tendríamos que haberlo hablado en tierra; esto de hacerlo a través del intercomunicador, sin verte la cara, resulta algo distante e incómodo. Es como tomar clases de matemáticas por teléfono.

     -   Cuando lleguemos a tres mil corrige de nuevo el ángulo de ataque. Volverá a disminuir la velocidad.

     -     De acuerdo; lo haré si te explayas en detalles. Entiende que no es mi impaciencia al respecto; solamente, quiero saber.

     Pal provocó un breve silencio. No tenía intención de contarle, inmediatamente, lo que a ella le había pasado. Le costaba desnudar su alma. No obstante, cada vez que algunos de sus alumnos o alumnas llegaban a este punto sin conseguir avanzar mucho al respecto, sólo tenía el argumento de su propia lección. Era algo que ya había consensuado con Pitt. Éste, siempre le respondía lo mismo: decidiste enseñar, es tu decisión continuada; por tanto, hazlo hermoso. Hazlo Perfecto.

     -    Bueno Cadete, ésta regla del vuelo fue la que más tiempo me llevó asimilar, comprender y poner en práctica hasta Ser yo misma. Y si para que tú alcances la lógica de tal cuestión he de contar una vez más el porqué, lo haré. Lo haré con la condición de que todo ello quede entre nosotros. ¿Está claro?

     -    Tan claro como que estamos a tres mil pies, subiendo y corrigiendo ángulo de ataque.

     -   Sin bromas, Jano. Voy a contar una parte muy íntima de mi Ser –pronunció y respiró en profundidad; algo que percibió su alumno, quién captó con el suspiro que le siguió, la seriedad del instante –. Cuando vine a Nairda, y al igual que todos los que aquí llegamos, lo hacemos de forma voluntaria, pese a que al principio no lo recordemos. Lo hice de una forma un tanto… digamos estrafalaria… – paró y dejó espacio, no le afectaba su pasado, no le importaba relatarlo, pero consideraba oportuno mencionar otras cuestiones previas –. Bueno, antes de seguir quiero que sepas algo que quizá, en principio, no asimiles, pero más adelante lo entenderás. Has de saber que nunca vamos de un lado para otro en la existencia forzados; es una cuestión de libertad. Somos libres para ir y venir, hacer o deshacer. Sólo hemos de aplicar las normas que voluntariamente olvidamos cuando nacemos a cada vida, y que, con el tiempo, en esa vivencia, vamos adquiriendo de nuevo a base de experiencia y conocimientos – volvía a resoplar –. Como te decía, el día que aterricé aquí, y no se te ocurra reírte, lo hice sobre los contenedores de basura que hay tras el comedor…

     Se producía otro breve silencio. Ella esperaba su reacción. Él estaba atento a sus palabras y al ascenso. Le pareció cómica su entrada en Nairda, pero no se atrevió a espetar sentimiento alguno; había captado el tono de sus palabras.

     -   Estuve inconsciente algún tiempo, hasta que el camión de la basura llegó para llevarse los desechos y desperdicios amontonados. No lo sentí. Sólo el impacto de mi cuerpo contra el fondo de la caja del mismo hizo que despertara. Al verme dentro de aquella oscura podredumbre, empecé a gritar desesperada, enloquecida. Lloré sin consuelo. Entonces alguien en el exterior percibió mi clamor, ordenando parar la evacuación de desechos. Afortunadamente, el conductor no accionó la prensadora; eso me hubiera destrozado completamente, aunque hubiese dado igual en aquellas circunstancias. Me sacaron y avisaron a Pitt. Cuando llegó pudo adivinar el origen de mi visita, cuestión que me indicó posteriormente. Contempló durante días a una mujer que andaba de un lado para otro sin sentido, sumida en lamentos y argumentando desprecios sobre sí misma. Nunca me presionó. Dejó que escupiera todo el malestar que llevaba sembrado en mis entrañas. Para él no era necesario que tuviera que contarle cuál era mi gran problema. Quién ha pasado antes por los mismos sabe comprender, a la perfección, a los demás con sólo observarlos…hemos llegado a los cuatro mil, pilotillo. Nivela.

     Estaba tan inmerso en la narrativa que olvidó la orden dada con anterioridad. Inmediatamente impulsó la palanca hasta mantener recto y nivelado el planeador. Redujo la velocidad y ponderó el compensador de profundidad.

     -      Continúa, por favor.

     -    Tenemos que parar el motor antes. Sólo lo hemos usado para subir rápidamente. El depósito de combustible que llevamos es mínimo y hay que reservarlo por si fuese necesario en una emergencia. Páralo. ¿Te acuerdas de cómo hacerlo?

     -      Afirmativo.

     -      Procede.

     Jano pulsó el botón azul que retrocedió hasta el inicio de su orificio. El ruido del motor desapareció. Giró la llave de contacto hacia la izquierda, y cebó el combustible.

     -   De acuerdo. Ahora pon la hélice en bandera para que no siga girando y restando velocidad. Y cuando se paré acciona la palanca retráctil y el motor quedará oculto en el fuselaje. 

     -     ¿Cómo lo hago? Eso no lo explicaste.

     -     En la parte superior izquierda del panel hay una palanca de color negro en posición horizontal; gírala hacia la izquierda noventa grados, hasta que se quede anclada. Una vez compruebas la luz verde encendida en frontal de la palanca, tira hacia atrás de la misma y el resto es automático.

     -       Entendido.

     Ella comprobó que el procedimiento se había ejecutado según las normas. El silencio, no de la conversación, sino de la parada de motor, produjo un embargo repleto de paz y serenidad. Desde aquella posición todo parecía fluir. No percibían ruidos. Parecía que la nada los había acogido en sus brazos, y los mantenía en el cielo meciéndolos con los vaivenes de las corrientes de aire que llegaban de un lado y otro. Flotaban a merced del viento. A eso sí se le podía llamar estar en el cielo, palpar la plenitud, pensó Jano.

     -     Ahora es cuando empezamos con la clase.

     -   ¿Qué clase? – interrumpió él incómodo. No quería comenzar ninguna clase sin que antes ella concluyera su historia –. ¿Acaso no la iniciamos cuando empezamos a sacar este aparato del hangar?

     -     No te hagas el remolón. Mi intención era explicarte la lección cuarta desde ésta altura, pero como he podido comprobar que no asimilaste el sentido de la misma mientras ascendíamos, he tenido que recurrir a contarte una parte de los sucesos vivenciados. Y ahora vamos con retraso, pero no importa; tenemos todo el tiempo que necesitemos. Además, tú vas muy adelantado. Llevas dos jornadas y medias con nosotros y has avanzado considerablemente.

     -      ¿Y qué es lo habitual?

     -     Cada uno tiene su evolucionar, Jano. He tenido todo tipo de alumnos; unos tardan más, otros menos. Si bien es cierto que vas muy rápido, no creas que todo pueda ser igual. En algún momento de la instrucción, puedes tropezar con tu verdadero escollo, si es que sólo tienes uno. Por mi parte puedo añadir que no empecé con las clases de vuelo hasta pasada doce jornadas de lloriqueos, menosprecios, insultos… y lamentos sobre mí misma.

     -       ¿Mi verdadero escollo? ¿Qué quieres decir con eso?

 

Posdata:

En el artículo del día 1 de diciembre (?¿Rojo octubre, peligroso noviembre y brillante diciembre? III Parte?) comuniqué que personalmente había recibido por psicografía una serie de técnicas y procesos para aplicar en
psicoterapia que solucionaba el 80% de los problemas psicológicos del ser humano. La explicación resumida de esta psicoterapia es que elimina el ego, te reconecta con tu alma (conecta la Particularidad con la Singularidad) y tienes control emocional siendo feliz en tu vida actual; al mismo tiempo dije que lo había transferido a dos Almitas maravillosas (psicólogas) que os los podía ofrecer mediante terapia, obvio que, con remuneración, pues es su trabajo, y que además ellas lo harán pues mis tiempos están contados para seguir en esa labor. No se trata de dar una formación, sino de recibir terapia para quien lo necesite. Durante un tiempo os habéis puesto en contacto conmigo para luego realizar el contacto con ellas (Rosario y Yesenia), pero ahora ya podéis hacerlo de forma directa mediante su correo profesional: terapia.psico2@gmail.com También podéis visitar su Web: http://www.psico2-internacional.es


Nota a la posdata: si quieres recibir esta ayuda terapéutica más vale que te comprometas contigo mismo, pues es exigente. Sólo apto para valientes y no timoratos.

Para las actualizaciones de Todo Deéelij y preguntas sencillas: deeelij@gmail.com

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