“Para enseñar a los demás, primero has de hacer por ti algo muy duro:
has de enderezarte a ti mismo”
Buda (Fundador del budismo. 563 AC-386 AC)
“Ámame cuando menos lo merezca, ya que es cuando más lo necesito”
Proverbio chino
- Entonces, cuanto antes. Me muero de ganas de
comprobar su evolucionar.
Pitt y Pal, cruzaron sus
miradas en un gesto cómplice.
- Bueno, yo había pensado que fuerais hasta
Ís para traer de vuelta el DC-3. En el trayecto, ella podría mostrar las
peculiaridades de este modelo. Pero por la hora que es, observo que es difícil
que pudierais estar de vuelta antes del ocaso. Creo que la mejor opción sería
volar en las inmediaciones. Mañana nos ocuparemos del resto. ¿Te parece?
Jano estuvo meditativo
unos segundos con el ceño fruncido. No quería restar operatividad a las
necesidades que tuvieran en Nairda con los distintos aviones. Quizá algún
alumno necesitaría del DC-3. Quizá él fuese la causa del retraso en la
instrucción de alguien, y era algo que no quería producir. Ya había aprendido a no ser efecto de los demás, y no quería ser el
efecto desagradable para los demás por su causa.
- Podríamos ir en un momento con el F4.
Antes del anochecer ambos aviones estarían de vuelta. No quiero ocasionar
trastornos a nadie.
- No te pre-ocupes –
señaló Pitt; ocúpate exclusivamente de lo
que estás haciendo en cada instante. Pre-ocuparse te conduce, tarde o temprano,
a estar impaciente, y recuerda lo que hemos hablado y aprendido de ello antes –
respondió colocando su mano derecha sobre su hombro –. Sólo dime una cosa: ¿Qué
te gustaría Ser y hacer, de verdad, ahora mismo?
- Volar el motovelero – manifestó
Jano sin dilación, con rotundidad.
- Pues a ello. Disfruta de este momento, disfruta de lo que realmente quieres Ser y
hacer. Sélo, y hazlo.
Pitt miró a Pal, quien
entendió que su turno estaba a punto de continuar. Él tenía trabajo pendiente.
- Bien Pal, dale un paseo al muchacho y que
disfrute, si es que se lo merece.
Pitt terminó
despidiéndose, entroncando de nuevo su presencia para la cena. Instructora y
alumno partían para realizar la revisión pre-vuelo. A Jano le impactó la última
frase mencionada: “y que disfrute, si
es que se lo merece”. ¿Qué querría haber insinuado el viejo? Pitt, no decía nada sin un motivo, sin un
propósito. Sabía que medía cualquier frase que saliera de su boca. Es más,
estaba seguro de que no decía nada que no
pensara. Y eso era algo que en ése momento le mantenía en la incertidumbre.
No quería ser más que su propia causa, y no el efecto de una frase emitida por
el General.
No quiso permitir que el
debate interno, analizando la frase, interpusiera obstáculos a la función en la
que estaba inmerso. Quería seguir siendo
la causa de su Ser y no el efecto de circunstancias externas. Pacientemente
siguió a la instructora sin perder ojo en la revisión del VZ.
Empujaron suavemente el
planeador hasta el exterior del hangar. Era ligero; muy ligero. Imaginó que
tendría que estar hecho de algún material muy resistente y poco pesado para
poder desplazar aquel avión con tanta facilidad, sin apenas esfuerzo. Parecía
trasladar una pluma con el empuje de un soplido. Parecía volar cuando aún
estaba apoyado en el cemento gris que lo hospedaba. Parecía muchas cosas, pero
no sabía qué le parecía aquélla frase no olvidada de Pitt sobre si se merecía o
no disfrutar. ¿Estaba disfrutando ahora
siendo y haciendo? Sí, fue la respuesta interior. No obstante, algo existía
en la sentencia que le resquemaba, manteniéndole la mente incesantemente
ocupada. Algo, analizó con certeza, de seguro, estaba a punto de serle
revelado.
Esta vez sin dilación, y
dado que con una sola mano podía seguir desplazando la pluma blanca, sacó el
trajinado manual de vuelo. La página siguiente tenía una frase clarificadora,
junto a un breve comentario. Decía: “Te
mereces lo que crees merecer”.
- No es éste el momento
para eso – reclamó Pal sonriendo al ver su sobresalto como si le hubiesen
sorprendido haciendo algo prohibido –. Esta vez te has adelantado, pilotillo. Estate ocupado en lo que haces, sin más.
Sé lo que Eres, en el instante, sin más. Empuja para que salgamos al aire
cuanto antes. Ahí es donde tomarás la siguiente lección.
Jano guardó,
atolondradamente, el manual intentando devolver la misma sonrisa, aunque su
rostro enrojecido mostraba, con claridad, el sentimiento de haber sido pillado
haciendo algo a destiempo.
Pal no dejaba de
empujar, mirarle y reírse con gran fluidez. En sus miradas había cierta
complicidad. Un brillo especial despertó el iris de sus ojos. Las pupilas de él
comenzaron a dilatarse delatando cierta intención hacia ella. Pero desde la
intuición llegó el aviso de apresar ciertos pensamientos. Ella podría leerle y
no quería ser descubierto por lo que, en ese momento, su corazón pensante,
parecía expresar.
- Bien. Ya es suficiente. Subamos a bordo.
Sin otro dilucidar
obedeció al instante; ruborizado aún. Una media sonrisa, algo malévola, llegaba
desde su instructora, consciente de la estupefacción producida en su apreciado
alumno.
- Ten
cuidado al subir. Hazlo con suavidad. Ten en cuenta que las ruedas que
mantienen el equilibrio están muy juntas y no podemos permitir, con un salto
brusco, que las alas toquen el suelo. Es, éste, el único inconveniente del
aparato, que pese a todo, está muy bien equilibrado en su peso y balance.
Jano obedecía con suma
cautela. Levantó su pierna izquierda apoyando sus kilos sobre la contraria
hasta que la primera estuvo totalmente introducida y fija en el interior de la
cabina. Dejó caer el resto de su cuerpo con precisión sobre el asiento
ergonómico y exquisitamente cómodo del VZ. Terminada su evolución, ella le
imitó.
- Colócate el casco y enchufa el cable de
audio.
Sin rechistar
cumplimentó la orden; todavía se sentía cohibido. Pal, desde su alojamiento
trasero, encendió el circuito de interfonía.
- ¿Me recibes?
- Alto y claro.
- De acuerdo. El manejo de este avión es muy
elemental. No tiene ninguna complicación especial. Sólo hemos de saber muy bien
encender y apagar el motor cuando sea necesario o se requiera. Fíjate en la
parte derecha. Verás un cebador, una llave de contacto y un botón azul. ¿Lo
ves?
- Afirmativo.
- Bien. Sólo hay que cebar una vez la mezcla
al motor antes de encenderlo; sólo una. Si lo haces más de una, ahogarás las
bujías en su encendido con un exceso de combustible. Luego giras la llave hasta
la derecha. Una luz roja se encenderá en la parte de arriba. Esa es la señal de
que la batería está activada y preparada para dar la corriente necesaria en el
encendido. Luego, para finalizar pulsa el botón azul. ¿Entendido?
- Entendido y copiado.
- Tan sólo una cosa más. Para apagar el motor
el procedimiento se invierte. ¿Ha quedado claro?
- Claro y manifiesto. Perfecto Pal. ¿Hay otras
cuestiones que deba conocer?
- Todo a su momento, pilotillo. Todo a su
momento. No seas impaciente.
- No lo soy, Pal, simplemente quiero estar al
corriente de cualquier contingencia.
Ella no contestó
inmediatamente. Ajustaba a su pierna derecha el piernógrafo desde donde
visualizar el resto del procedimiento y hacer las anotaciones pertinentes. Dio
tiempo y margen para comprobar si realmente Jano caía en su trampa. Suponía que
le vencería la impaciencia por encender el motor y lanzar el motovelero al
aire. Desde su posición accionó la cúpula de la cabina cerrándola y anclándola.
Maniobra que podía realizarse desde cualquiera de los dos asientos.
- Bueno, Pal, ¿a qué esperamos?
- Sólo a que volvieses a hablar reiterando tu
falta de paciencia. Veo que has olvidado lo que anteriormente dijiste sobre
ello. ¿Acaso no lo recuerdas?
En ese instante Jano
cayó en la cuenta, y en el ardid en el que sucumbió. Su instructora es una
mujer muy lista, se decía; alguien que sabe jugar bien sus cartas. No necesitó
hacer un recordatorio. Sabía bien lo que dijo, aunque tuvo que reconocer en su
interior que aún no lo tenía asumido.
- Sí, lo recuerdo. Dije que la impaciencia es la falta de paciencia.
Y – dudó al seguir herido en su
orgullo –, que, por consiguiente, es la
falta de vivir en paz con uno mismo, de
no estar en mí Ser.
- Bien, pero la última parte, que es la que
considero más importante, la mencionó Pitt – manifestó Pal con algo de mofa –:
de tal forma que procura no delatar tu estado de ánimo. Procura ser paciente. Si lo consigues, todo lo demás es fácil, muy
fácil.
- De acuerdo Pal. Entendido. ¿Qué he de hacer
ahora?, si con esta pregunta no denoto, según tú, impaciencia.
Ella rio de nuevo, con
soltura. Observó que seguía igual. Ya aprendería. Éste alumno, como casi todos,
quería las cosas al instante. Era normal. Parecía inevitable. Y conociendo cómo
es el recorrido del camino del aprendizaje, que en su momento tuvo que realizar
ella misma, fue condescendiente.
- Piloto a copiloto. Proceda a encender el
motor.
- Recibido, encendiendo motor.
Aplicó el cebador una
vez. Giró la llave: la luz roja se encendió. Entonces pulsó hasta el fondo el
botón azul que quedó aprisionado en esa posición junto al sonido de un clip.
Obediente y raudo, los cincuenta caballos de potencia comenzaron a ronronear,
con suavidad, sin apenas ruido. Sorprendía el escaso rumor que producía el mismo,
teniendo en cuenta que lo tenía, Pal, justo detrás de su asiento. Las
vibraciones eran mínimas. Más bien parecía un sonido de acompañamiento en
contraposición al estruendo que solía percibir en los reactores.
- De acuerdo, es todo y sólo tuyo. Llévanos
al inicio de la uno seis izquierda.
Sin perder un segundo,
Jano fue manejando sosegadamente el VZ.
Llegando a las
inmediaciones de la cabecera de pista apreció que otros dos aparatos estaban en
espera. Era algo ya avisado por la torre a través de la radio. Ellos serían los
terceros en la cola.
- Bien, Jano, realicemos las últimas
comprobaciones antes del despegue.
Él, extrajo el
procedimiento y siguió la rutina establecida sin dilación.
- Todo en perfecto orden – concluyó tras
terminar la revisión solicitada.
- Torre de Nairda a VZ. Autorizado despegue
tras Cessna 150.
- Recibido – contestó Pal.
La Cessna emprendió la
carrera. En segundos se había elevado girando a estribor dejando libre el campo
para ellos.
- Jano, procede. Es nuestro turno.
- Procediendo.
Introdujo el motovelero
sin pararse a enfilar la pista, girando en su evolucionar, despacio, con
suavidad al principio, hasta alinearse en el centro. La potencia en ese
instante se incrementó al máximo. Al alcanzar los treinta nudos las largas alas
empezaron a curvarse hacia arriba indicando que sustentaban el resto de la
ligera estructura. No habrían usado ni cien metros cuando los tres flotaban en
el gaseoso elemento, suspendidos; elevándose plácidamente, sin apenas ruido.
Era como escalar una montaña sin esfuerzo ni fatiga; sin sudor, sin perder el
aliento o sentir el desgaste de las fuerzas en el empeño. Parecía que el VZ
sabía, mejor que ellos, cómo volar; cómo alzarse sin necesidad de decirle el
modo.
- Elévanos a cuatro mil pies y nivela –
ordenaba Pal –. Luego, corta el motor.
- Entendido, cuatro mil pies. Allá vamos.
Procedió a regular el
compensador de profundidad de tal manera que, sin tener que estar sujetando la
palanca de mando, el VZ mantuviera un régimen de ascenso firme de acuerdo a la
velocidad y las revoluciones del motor.
- Muy bien Cadete. Ahora sí es el momento de
aprender la siguiente regla de vuelo. ¿Por qué no lo miras en el manual?
Aunque ya lo había
hecho, obedeció. Sólo tenía que leer el comentario que seguía a la frase en
cuestión.
- Lo tengo Pal. La cuarta regla dice: “Te mereces lo que crees merecer”. Además,
existe un apéndice al igual que en la anterior lección. Pero, imagino que tú lo
sabes de memoria.
- Así es. Pero si lo siguiente te sirve para
incrementar tu ego, a mí, te informo, me costó mucho más tiempo que a ti
aprenderlo.
- No puedo creerlo. ¿Cómo fue eso? No concibo
que una instructora como tú haya aprendido con lentitud. Por cierto, estamos
llegando a los mil quinientos.
- No es imprescindible que cantes
continuamente la altitud; tengo altímetro en mi panel. El vuelo está en tus manos: Haz lo que tengas que hacer, siéndolo.
Continúa con el ascenso y vigila que no descienda la velocidad.
- Entendido. Pero contesta a la pregunta por
favor.
- ¿Qué pregunta?
- Vamos Pal, no te hagas la remilgada. ¿Cómo
es que tardaste tanto, según dices, en aprender las normas de vuelo? – le
incitaba Jano a responder en su impaciencia.
- Eso es algo muy personal. Prefiero guardarlo
para mí.
- Pal, no lo entiendo. No te hagas de rogar.
Pienso que, si has sacado el tema es por algo; pues tú, al igual que Pitt, no
decís nada porque sí. Así que escupe, eres mi instructora y he de aprender. ¿No
es el protocolo?
- Bien. Es cierto que mi misión es enseñarte,
pero no desde la base de mis sucesos íntimos, sino usando la experiencia
adquirida y desarrollada en mi Ser; mostrando las reglas del vuelo. Las normas
están ahí. Sólo has de asimilarlas y ponerlas en práctica para poder gobernar
tu vuelo y Ser feliz; para hacer lo que quieras hacer cuando quieras hacerlo
desde tu Ser. No hay otro secreto.
- Entonces, no entiendo por qué has recurrido
a ese artificio. Pero si no quieres entrar en detalles, lo respetaré – masculló
Jano algo sumiso, pese a que sólo pretendía hacerse el desinteresando y así
soltarle la lengua –; de cualquier manera, sigamos con la lección ¿Qué quiere
decir esa frase? Dos mil y subiendo.
- Baja el ángulo de ascenso, la velocidad
empieza a disminuir.
Con tanta charla Jano
había perdido la noción que antes le había requerido Pal. No estuvo atento a
tal circunstancia.
- De acuerdo, así está mejor. Este motor tiene
una potencia limitada; tendrás que ir corrigiendo continuamente. ¿Qué más dice
el manual?
- Después de esa frase, que espero expliques,
se lee lo siguiente: “El merecimiento no
es una teoría, es un axioma. Es tan evidente que sólo es necesario comprobarlo;
sólo hay que experimentarlo. Sólo por Ser Quién Eres te mereces lo mejor”.
¿Y ahora qué?
- Vamos Jano. Eres capaz de entenderlo. No
te hagas el remolón.
- Dos mil quinientos y subiendo. Veamos, Pal.
He oído hablar muchas veces de si merezco esto o lo otro, o si no lo merezco...
Pero, extraer alguna consecuencia de lo que se especifica en el contenido de
esta lección, es algo que no alcanzo. Sólo sé que merezco algunas cosas,
aquellas para las que esté preparado; eso si realmente las merezco; o si realmente
estoy concienciado para ello. Hay otras, sin embargo, que, evidentemente,
llegan a tu vida y, pese a no merecerlas, tienes que “soportarlas”, aunque es
mejor decir aceptarlas. No sé qué más quieres que te diga. Además, considero
que tendríamos que haberlo hablado en tierra; esto de hacerlo a través del
intercomunicador, sin verte la cara, resulta algo distante e incómodo. Es como
tomar clases de matemáticas por teléfono.
- Cuando lleguemos a tres mil corrige de nuevo
el ángulo de ataque. Volverá a disminuir la velocidad.
- De acuerdo; lo haré si te explayas en
detalles. Entiende que no es mi impaciencia al respecto; solamente, quiero
saber.
Pal provocó un breve
silencio. No tenía intención de contarle, inmediatamente, lo que a ella le
había pasado. Le costaba desnudar su alma. No obstante, cada vez que algunos de
sus alumnos o alumnas llegaban a este punto sin conseguir avanzar mucho al
respecto, sólo tenía el argumento de su propia lección. Era algo que ya había
consensuado con Pitt. Éste, siempre le respondía lo mismo: decidiste enseñar, es tu decisión continuada; por tanto, hazlo hermoso.
Hazlo Perfecto.
- Bueno Cadete, ésta regla del vuelo fue la
que más tiempo me llevó asimilar, comprender y poner en práctica hasta Ser yo
misma. Y si para que tú alcances la lógica de tal cuestión he de contar una vez
más el porqué, lo haré. Lo haré con la condición de que todo ello quede entre
nosotros. ¿Está claro?
- Tan claro como que estamos a tres mil pies,
subiendo y corrigiendo ángulo de ataque.
- Sin bromas, Jano. Voy a contar una parte muy
íntima de mi Ser –pronunció y respiró en profundidad; algo que percibió su
alumno, quién captó con el suspiro que le siguió, la seriedad del instante –.
Cuando vine a Nairda, y al igual que todos los que aquí llegamos, lo hacemos de
forma voluntaria, pese a que al principio no lo recordemos. Lo hice de una
forma un tanto… digamos estrafalaria… – paró y dejó espacio, no le afectaba su
pasado, no le importaba relatarlo, pero consideraba oportuno mencionar otras
cuestiones previas –. Bueno, antes de seguir quiero que sepas algo que quizá,
en principio, no asimiles, pero más adelante lo entenderás. Has de saber que nunca vamos de un lado para otro en la
existencia forzados; es una cuestión de libertad. Somos libres para ir y venir,
hacer o deshacer. Sólo hemos de aplicar las normas que voluntariamente
olvidamos cuando nacemos a cada vida, y que, con el tiempo, en esa vivencia,
vamos adquiriendo de nuevo a base de experiencia y conocimientos – volvía a
resoplar –. Como te decía, el día que aterricé aquí, y no se te ocurra reírte,
lo hice sobre los contenedores de basura que hay tras el comedor…
Se producía otro breve
silencio. Ella esperaba su reacción. Él estaba atento a sus palabras y al
ascenso. Le pareció cómica su entrada en Nairda, pero no se atrevió a espetar
sentimiento alguno; había captado el tono de sus palabras.
- Estuve inconsciente algún tiempo, hasta que
el camión de la basura llegó para llevarse los desechos y desperdicios
amontonados. No lo sentí. Sólo el impacto de mi cuerpo contra el fondo de la
caja del mismo hizo que despertara. Al verme dentro de aquella oscura
podredumbre, empecé a gritar desesperada, enloquecida. Lloré sin consuelo.
Entonces alguien en el exterior percibió mi clamor, ordenando parar la
evacuación de desechos. Afortunadamente, el conductor no accionó la prensadora;
eso me hubiera destrozado completamente, aunque hubiese dado igual en aquellas
circunstancias. Me sacaron y avisaron a Pitt. Cuando llegó pudo adivinar el
origen de mi visita, cuestión que me indicó posteriormente. Contempló durante
días a una mujer que andaba de un lado para otro sin sentido, sumida en
lamentos y argumentando desprecios sobre sí misma. Nunca me presionó. Dejó que
escupiera todo el malestar que llevaba sembrado en mis entrañas. Para él no era
necesario que tuviera que contarle cuál era mi gran problema. Quién ha pasado
antes por los mismos sabe comprender, a la perfección, a los
demás con sólo observarlos…hemos llegado a los cuatro mil, pilotillo. Nivela.
Estaba tan inmerso en la
narrativa que olvidó la orden dada con anterioridad. Inmediatamente impulsó la
palanca hasta mantener recto y nivelado el planeador. Redujo la velocidad y
ponderó el compensador de profundidad.
- Continúa, por favor.
- Tenemos que parar el motor antes. Sólo lo
hemos usado para subir rápidamente. El depósito de combustible que llevamos es
mínimo y hay que reservarlo por si fuese necesario en una emergencia. Páralo.
¿Te acuerdas de cómo hacerlo?
- Afirmativo.
- Procede.
Jano pulsó el botón azul
que retrocedió hasta el inicio de su orificio. El ruido del motor desapareció.
Giró la llave de contacto hacia la izquierda, y cebó el combustible.
- De acuerdo. Ahora pon la hélice en bandera
para que no siga girando y restando velocidad. Y cuando se paré acciona la
palanca retráctil y el motor quedará oculto en el fuselaje.
- ¿Cómo lo hago? Eso no lo explicaste.
- En la parte superior izquierda del panel
hay una palanca de color negro en posición horizontal; gírala hacia la
izquierda noventa grados, hasta que se quede anclada. Una vez compruebas la luz
verde encendida en frontal de la palanca, tira hacia atrás de la misma y el
resto es automático.
- Entendido.
Ella comprobó que el
procedimiento se había ejecutado según las normas. El silencio, no de la
conversación, sino de la parada de motor, produjo un embargo repleto de paz y
serenidad. Desde aquella posición todo parecía fluir. No percibían ruidos. Parecía
que la nada los había acogido en sus brazos, y los mantenía en el cielo
meciéndolos con los vaivenes de las corrientes de aire que llegaban de un lado
y otro. Flotaban a merced del viento. A eso sí se le podía llamar estar en el
cielo, palpar la plenitud, pensó Jano.
- Ahora es cuando empezamos con la clase.
- ¿Qué clase? – interrumpió él incómodo. No
quería comenzar ninguna clase sin que antes ella concluyera su historia –.
¿Acaso no la iniciamos cuando empezamos a sacar este aparato del hangar?
- No te hagas el remolón. Mi intención era
explicarte la lección cuarta desde ésta altura, pero como he podido comprobar
que no asimilaste el sentido de la misma mientras ascendíamos, he tenido que
recurrir a contarte una parte de los sucesos vivenciados. Y ahora vamos con
retraso, pero no importa; tenemos todo el tiempo que necesitemos. Además, tú
vas muy adelantado. Llevas dos jornadas y medias con nosotros y has avanzado
considerablemente.
- ¿Y qué es lo habitual?
- Cada
uno tiene su evolucionar, Jano. He tenido todo tipo de alumnos; unos tardan
más, otros menos. Si bien es cierto que vas muy rápido, no creas que todo pueda
ser igual. En algún momento de la instrucción, puedes tropezar con tu verdadero
escollo, si es que sólo tienes uno. Por mi parte puedo añadir que no empecé con
las clases de vuelo hasta pasada doce jornadas de lloriqueos, menosprecios,
insultos… y lamentos sobre mí misma.
- ¿Mi verdadero escollo? ¿Qué quieres
decir con eso?
Posdata:
En el artículo del día 1 de diciembre (?¿Rojo octubre, peligroso noviembre y brillante diciembre? III Parte?) comuniqué que personalmente había recibido por psicografía una serie de técnicas y procesos para aplicar en
psicoterapia que solucionaba el 80% de los problemas psicológicos del ser humano. La explicación resumida de esta psicoterapia es que elimina el ego, te reconecta con tu alma (conecta la Particularidad con la Singularidad) y tienes control emocional siendo feliz en tu vida actual; al mismo tiempo dije que lo había transferido a dos Almitas maravillosas (psicólogas) que os los podía ofrecer mediante terapia, obvio que, con remuneración, pues es su trabajo, y que además ellas lo harán pues mis tiempos están contados para seguir en esa labor. No se trata de dar una formación, sino de recibir terapia para quien lo necesite. Durante un tiempo os habéis puesto en contacto conmigo para luego realizar el contacto con ellas (Rosario y Yesenia), pero ahora ya podéis hacerlo de forma directa mediante su correo profesional: terapia.psico2@gmail.com También podéis visitar su Web: http://www.psico2-internacional.es
Nota a la posdata: si quieres recibir esta ayuda terapéutica más vale que te comprometas contigo mismo, pues es exigente. Sólo apto para valientes y no timoratos.
Para las actualizaciones de Todo Deéelij y preguntas sencillas: deeelij@gmail.com
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