Cuando se toma consciencia de que los cambios que se desean por fuera son reflejo de los cambios que se desean por dentro, lo externo queda relegado a un segundo plano.
Esta es la historia de una
persona que llegó a obsesionarse con la necesidad de reformar una vivienda y
cómo logró tomar consciencia de que el tabique que deseaba tirar se encontraba
en su interior.
"Recibí en el estudio una llamada por parte de una
chica. Me contó que se había divorciado y se había visto obligada a irse a
vivir con sus dos hijos a casa de su madre. La madre hacía poco que había
enviudado. La chica me expuso la necesidad de hacer una reforma integral en la
vivienda y solicitó una primera visita.
Cuando visité la vivienda, tras escuchar la idea de
reforma de la chica, quise hablar un poco con su madre. La mujer, mientras la
hija hablaba y exponía su idea mental, buscaba con su mirada un refugio que no
encontraba y sentí la necesidad de averiguarlo.
Dos preguntas fueron suficientes para que la mujer
expusiera sus reticencias a aquella reforma. Ella era feliz con su vivienda de
toda la vida, había sido feliz así con su marido y aunque reconocía que la
vivienda podría tener una estética o distribución diferente, ella no lo
necesitaba. Se sentía bien pudiendo acoger a su hija y sus nietos tras el
divorcio, pero no contaba con que su hija quisiera hacer esos cambios y,
además, se alterase cada vez que la mujer exponía su punto de vista más conservador.
Desde mi posición era fácil ver el desorden familiar que
aquella reforma podría generar; el reto era lograr que la chica lo entendiera.
Tomé datos para estudiar las zonas vitales de la vivienda
y lograr, no sólo tener una perspectiva del estado actual, sino también una
perspectiva futura en el caso de llevar a cabo los cambios deseados.
En una segunda visita puede exponer lo que había logrado
percibir: La distorsión vital actual que vivían era fruto de una represión
interna de la chica y que se veía previamente reflejada en las zonas que
deseaba reformar.
Aquella actitud obsesiva e imponente, era un claro síntoma
de represión interna y por las zonas que deseaba intervenir, tenía que ver con
su inocencia y su bondad.
Ante esta exposición, la madre asintió y contó que su hija
había sido siempre una chica bondadosa, paciente y dulce, pero desde hacía unos
años su carácter se había transformado y era difícil tener opiniones opuestas a
las suyas.
A su vez, la chica dejó entrever un poco de su mundo interior
y reconoció que en su matrimonio había adquirido una posición de sumisión que
le llevó a reprimir su bondad por considerarla un problema y una debilidad.
Les recomendé aparcar durante una semana la idea de la
reforma y a la chica le ofrecí que, durante esa semana, habláramos
personalmente sobre el bloqueo de su bondad -en muchas ocasiones, una simple
conversación ha cambiado muchas cosas- y tras un primer rechazo reconociendo
que no quería volver a sufrir por ello, decidió aceptar la invitación.
Durante la siguiente semana tuvimos un par de
conversaciones en las que la chica se atrevió a abrirse internamente un poco
más.
Quedamos de nuevo para una nueva visita y al subir de
nuevo a la casa, me encontré con varias sorpresas; entre la madre y la hija había
mejor clima, la hija había soltado su idea de realizar la reforma y me contó
que, "casualidades de la vida" el mismo día en que se comprometió
consigo misma a recuperar su bondad, se puso en contacto con ella un antiguo
novio con el que fue feliz y por quien sentía un gran cariño.
Me contó que el chico se acababa de divorciar, tenía
también dos niños y había encontrado de manera "casual" su contacto
en un ordenador que creía estropeado.
Ambas, madre e hija, ilusionadas, me contaron que aquella
casualidad parecía un regalo del Cielo. El reencuentro y volver a tener
contacto con aquel chico, le llevó de bueno a ser ella misma, a soltar el miedo
por amar. Desde entonces, ya no solo la reforma quedó en un segundo plano, sino
que la bondad de la chica ante alguien que realmente le valoraba, volvía a
reflejarse en su rostro".
Estos casos son muy comunes.
Ponemos tabiques internos ante determinadas experiencias, pero, al igual que el
agua busca su curso, nuestra verdad también lo hace.
En este caso, la chica buscaba
espacio externo, pero la armonía nunca se crea con tensión, por ello es
necesario poner el material de obra en el tabique adecuado. En este caso fue en
su propia resistencia interior.
Una vez se movió el primer
ladrillo de su muro interno, la lucidez personal que logró hizo el resto del
trabajo.
Si en algún momento sientes un
deseo tenso de realizar cambios a tu alrededor, tómate un poco de tiempo y
busca primero serenar tu interior. Los cambios externos creados con tensión generan
más tensión. Si en estos casos te comprometes a estudiar y a replantear tus
tabiques interiores, probablemente encuentres mucha más satisfacción.
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Autor: Andrés Tarazona (andres@andrestarazona.com)
Todos los jueves, desde el 7 de
noviembre de 2019, Andrés comparte en este blog una serie
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