Ya en tierra, echó mano del manual, buscando ávidamente el nuevo
contenido que, como mensaje en clave, supuso, llegaría al igual que los
anteriores. Lo que le embargaba era su falta de curiosidad por leer algo más
del manual distinto a lo que debía aprender en cada momento. Pero eso fue un
relámpago que pasó por la mente sin más análisis, al encontrar lo indagado. El
texto era algo más extenso en esta ocasión, pero igual de enigmático que los
anteriores: “Ser la causa, no el
efecto”. Otra vez un jeroglífico era palpable. ¿Cuándo iban a entender
estos que él era un piloto, no un filósofo? Pensó que tendría que volver a
recurrir a su instructora para solventar el galimatías, que para más pesar no
terminaba ahí, dado que acompañaba una coletilla en letra más pequeña. ¡La
temible letra pequeña! Imaginó que la trampa estaría en ella. Pero al igual que
la primera, ésta parecía aún más enigmática: “La impaciencia es un efecto producido o derivado de los efectos de
no estar en tu Ser”.
- ¡Tómate esa! – se dijo –. Por si fuera poco,
ahora tengo, no un acertijo, sino todo un puzle que montar sin que sepa, tan
siquiera, por dónde empezar.
- Ya te dije – mencionó Pal riendo camino de
la terminal principal y sacando a Jano de su cavilación –, que todo es fácil, sólo depende de cómo lo consideres.
Jano le devolvió la
sonrisa. Estaba contento, y a la par hambriento. Deseaba disfrutar de un buen
almuerzo caliente, incluso disfrutar de la compañía del General, de quién, en
principio, no guardaba un recuerdo muy halagador.
Soltaron todo el
material de vuelo en la oficina de equipo personal. Luego tomaron un de los
pequeños jeeps que, aparcados en la puerta norte, estaban a disposición del
personal para recorrer los dos kilómetros que les separaban del comedor.
Durante el trayecto, él
quedo extrañado de la gran actividad que reinaba en el aeródromo. Nairda poseía
el aspecto de una gran base aérea, y ese no era el recuerdo que poseía del
mismo, dos jornadas antes. ¿Qué había cambiado?... Creyó, en su momento, que
todo aquello estaba instalado para su uso personal exclusivo. Por unos momentos
pensó que la intimidad, que se reflejó a su llegada, había desaparecido.
- ¿Qué es lo que ocurre? ¿Qué ha pasado
aquí?
- ¿A qué te refieres exactamente? –
Respondía Pal girando velozmente en una curva.
- Bueno, cuando nos conocimos, Nairda estaba
vacío. Ahora parece que hubiese cobrado una inusitada actividad. ¿Acaso era un
día festivo cuando llegué?
- Aquí siempre estamos de fiesta. Esto es el evidente resultado de tu
cambio existencial. De tu nueva realidad. Sencillamente estás percibiendo las
cosas desde otra nueva dimensión. Has adquirido una perspectiva diametralmente
distinta a la que poseías. ¿No recuerdas las dos primeras reglas del
vuelo que has dominado?
La miró con sorpresa. No
comprendía. Una cosa era haber aceptado que, si pensaba en algo y creía en
ello, la manifestación material de eso se palparía como un reflejo exacto de su
querer al empezar a realmente Ser. Pero nunca pensó que Nairda estuviese
poblado de tanta cantidad de personas. Eso no formaba parte de su imaginación.
- Sigo sin acertar a vislumbrar lo que
pretendes decirme. Yo pensé que estaba sólo aquí. No consigo…
- Efectivamente. Lo pensaste. Y eso es pasado. En estos instantes estás de vuelta
porque simplemente sabías, en tu interior, que no lo estabas. ¿Por qué si
no pensaste en que fuese a Ís con un Phantom? Repásalo.
Lo hizo; ¡vaya que si lo
hizo! El poco tiempo que tardaron en llegar a su destino fue suficiente para
que Jano se percatarse de ello. Quiso aquello porque estaba seguro de regresar
con un triunfo que poder mostrar a todos. Y ese “todos o todo”, era aquello que
podía ver y contemplar desde su nueva dimensión de Ser.
- Tienes razón Pal. En el fondo de mi
conciencia he querido esto, aunque casi no fui consciente de la trascendencia
que iba a suponer en ésta, tan particular, vivencia personal.
- Ten
en consideración que todo eso es sólo el efecto que tú has causado –
dijo ella.
De nuevo su perplejidad
quedó reflejada en su rostro, justo en el instante en que aparcaba.
- Lo entiendo, lo entiendo. Entiendo lo que es
“ser la causa, no el efecto”. ¡Claro! – se dijo propinando una palmada en
su frente –. Dime si no es verdad la deducción que acabo de tener. Verás – Pal,
aún sentada fijó su atención expectante –: Mi
pensamiento es el motor de todo lo que ocurre en mi vida, en mí Ser, al Hacer y
Tener. Con tan sólo creer en mí, y mis posibilidades, todo lo que piense es
creado en mí Ser, como de la nada; ello me lleva a encajar que soy la causa de
los efectos que experimento. ¿Es correcto?
- Tanto como que la comida que deseas tomar
está esperando a ser servida.
- ¿Tortilla de patatas con cebolla y pechugas
de pollo a la plancha con abundante mayonesa?
- ¿Por qué no compruebas los efectos que has
causado? – concluyó Pal invitándole a bajar del jeep.
El comedor estaba
repleto. El ruido efervescente. Caras animadas. Felicidad, buen ambiente y un
olor enriquecedor componían un conjunto excitante y muy agradable. Los
recuerdos de los primeros años de Cadete afloraron inmediatamente.
Una vez en la cola del
autoservicio, pudo cerciorarse de la tangibilidad de su pensamiento manifestado;
lo que supuso un crecimiento mayor del poder que estaba desarrollando: mayor fe en él. Como nunca, su creencia en sí suponía un escalar en su autoestima,
confianza y creencia como Ser. Se hallaba en un estado de plenitud y gozo
sin paliativos. La palabra que acontecía a través de la mente y desde su
conciencia sólo tenía un posible contenido y explicación: felicidad. Era feliz.
Un sentimiento, ¿o una emoción?, tantas veces implorado, anhelado y explorado
que no había alcanzado antes.
Jano seguía a Pal camino
de un lugar para sentarse. Al pasar cerca de una mesa donde un nutrido grupo
formado por seis hombres y una mujer reían con jovialidad, pudo reconocer cada
una de las caras. Quedó de golpe petrificado. Los miró. Ellos le devolvieron el
mismo gesto quedando, todos, en silencio. La tensión aumentó considerablemente.
Eran antiguos alumnos suyos. Tragó saliva queriendo que, por un momento, la
tierra se abriera y lo hiciera desaparecer. Supo que su antigua categoría de
Capitán no podría ejercerse en ese momento; algo que temía iba a ocurrir sin su
consentimiento.
- Mirad quién es. El que lo sabía todo sobre
el arte de volar – requería levantándose el de mayor envergadura en una muestra
mitad desafío, mitad agresividad, tirando la servilleta sobre la mesa con
desprecio –. El que tuvo la osadía de expulsarme de la Escuela Naval por no
tener aptitudes para el vuelo. Menudo instructor que estabas hecho. ¿Qué, estás
reciclándote, no? ¡¡Instructor de pacotilla!!
Jano quería encontrar un
lugar donde depositar su bandeja sin tirarla al suelo. Estaba a punto de zanjar
la situación a puñetazos limpios tal y como era su costumbre ante un incidente
similar. Pal le asió de su brazo atrayendo su cuerpo en la dirección contraria.
Quería evitar un lamentable espectáculo.
- Vamos, no te dejes llevar
por tus instintos, demuestra que no eres así. Ya empiezas a estar en tu Ser sin
identificarte con el exterior, con lo que te envuelve.
- Déjame que arregle esto a mi manera –
contestó mirando hacia atrás, contemplando cómo era mofa de todo tipo de
insultos y gestos considerados obscenos y reprobables –; sólo son unos cuantos
antiguos alumnos a los que puedo resolver con facilidad.
- De eso estoy segura, pero ¿Vas a ser tú la causa o el efecto de los
demás? ¿No recuerdas la tercera norma?
Esa frase le extrajo de
la ofuscación. La miró fijamente. La felicidad que había experimentado hacía
unos instantes estaba perdida, desgraciadamente. Encontró cómo el dolor, de un
fuerte golpe, proveniente del pasado, parecía perseguirle allí donde fuera; y
eso era una cuestión que suponía estaba olvidada y sepultada. Aunque los hechos
manifestaban justo lo contrario. Todo éste conjunto de sentimientos le hacía
parecer estúpido. Creyó por un momento
que lo aprendido no serviría para nada si su calamitoso pasado se empeñaba en
aferrarse a sí sin separarse del momento actual. Por otro lado, lo que Pal
acababa de exponer le había conducido a la reflexión. Su enajenación mental transitoria, su estancia fuera de su Ser y
conciencia, se extinguió con esa pauta de pensamiento.
- Perdona ¿Puedes repetir eso que acabas de
decir? – Indagaba colocando su bandeja sobre una mesa alejada del lugar del
incidente, lo que no quitaba que ciertos silbidos y abucheos llegase con cierto
tormento a sus tímpanos –. Eso de “no ser el efecto de los demás”.
- ¿Sabes, Jano? A veces pareces no atender
o prestar la atención pertinente. Me sorprendes agradablemente por un lado con
tus rápidos avances, pero me dejas perpleja ante actitudes que creía estaban
resueltas. En primer lugar, y antes de que conteste a tu pregunta, permíteme
una: ¿Por qué crees que existe todo lo
que ves?
Jano quedó dubitativo
mientras con ansias entregaba a su boca un excesivo trozo de tortilla. Tenía
que llevar algo el estómago antes de poder contestar. Bebió un buen sorbo de
agua, y, sin apenas masticar el alimento lo ingirió de un trago. Tuvo el tiempo
justo para poder formular una respuesta coherente, sin salirse por la tangente,
procurando que la actual experiencia no le afectara en su análisis.
- Imagino
que es el fruto de mi pensamiento – Dijo con la cabeza inclinada; algo
humillada –. Aunque me cuesta reconocer
que es así, pues no es lo que realmente quería.
- Exacto – Acompañó la dulce voz limpiando
su boca con la servilleta –. Todo
esto, a lo que se podría denominar tu mundo particular y personal; tu universo,
lo has creado tú. Tú eres la
causa de ello. Has de entender que cada cual vive en el universo que decide
crearse. Este es el tuyo. Y has de aceptarlo. Y aquéllos efectos que no te
gusten, puedes cambiarlos, de tal forma que esos efectos no se vuelvan contra
ti. Porque si así fuese, dejarías de ser la causa para pasar a ser el efecto de
los efectos y/o causas provocadas por los demás. ¿Lo entiendes?
- Creo
que sí. Aunque le falta un poco para comprenderlo y asumirlo – Dijo, con
asombro para Jano, la voz recién llegada de Pitt, quien se sentó a su derecha
depositando su bandeja con el propósito de acompañarles en el almuerzo.
Los de la mesa conflictiva,
al ver la actuación del Jefe de Instrucción, dejaron sus proclamas e
improperios. Pitt marcaba un respeto al que todos obedecían sin rechistar. Fue
algo que el aventajado alumno supo apreciar con claridad.
- Verás Jano. Tienes la facultad de
adquirir los conocimientos con rapidez. Pero
este tercer paso puede parecer complicado. También has de procurar intuir que cada
uno de los pasos, están íntimamente ligados el uno al otro, y que uno sin el
otro, nada son. Cuando los asumas todos, entrarás en una dinámica absolutoria
que clarificará cualquier circunstancia que pueda acontecer, pues comprenderás,
con gran entendimiento, que sólo tú eres el causante de tus efectos –
Bebió algo que contenía una jarra de barro azul, y prosiguió –. En la medida en que tú sepas que eres la
única causa de los efectos que percibes en tu vida, podrás controlar tus
momentos, tu vida y tu existencia. Podrás volar donde quieras, y tan alto
como imagines, aunque eso es algo que terminarás de complementar con las
restantes normas de vuelo que tienes que aprender…
- ¡Pitt! – cortó radical Pal –. ¿No te das
cuenta de la cantidad de información que acabas de soltar? ¡¡Siempre me has
dicho que han de aprender poco a poco, como si comieran degustando, no como lo
hacen lo pavos: todo de un trago!!
- Perdonadme los dos – Inquirió Jano
zanjando la cuestión –. Gracias por pelearos por mí; pero creo que puedo
resolverlo yo solito.
Terminó de engullir el
resto de comida que permanecía en su cavidad bucal con algo de agua, y
prosiguió mientras, con una mano en alto, solicitaba esperar en silencio.
- Bien, “si todo es fácil”, proclama favorita de Pal, yo he causado todo lo que soy, tengo, percibo, veo, huelo, siento,
experimento, etc. Incluso el altercado de antes, aunque me cueste
reconocerlo; lo admito, yo soy la causa de los efectos que recibo. Incluso
mi propia muerte. Además, de alguna manera, os he creado a vosotros para que me
mostréis cuál es la esencia del vuelo; o lo que es lo mismo, la realidad del
sentido de la vida. ¿Es eso así?; porque si no lo es, realmente estoy muy
confuso – Concluyó mirando a sus interlocutores, a la espera de una
respuesta definitiva.
- ¿Ves Pal? Ya te dije que con este
alumno tendrías pocos problemas, es realmente inteligente. Lo capta todo al
vuelo.
Jano rio agradecido. De
nuevo la serenidad había anidado en su mente, algo enturbiada, por tener que
especificar en tan pocas palabras tanto contenido.
- No es para tanto. A veces es obstinado y
testarudo. Pero sí, he de reconocer que no es difícil hacerle entrar en razón
con un poco de lógica y paciencia
- Gracias Pal. Eso es todo un halago. Quizá
el mejor que he podido recibir en mucho tiempo. Pero dejadme que pregunte algo
que aún no alcanzo a descifrar. ¿Por qué ese montón de gañanes desaforados
están en mi personal universo cuando en realidad no los quiero ni ver ni
recordar? Sólo son un montón de estúpidos que se creen pilotos – Concluyó, algo
despectivamente.
- Están
ahí porque en verdad tú quieres que no estén – respondía Pitt solicitando,
con sus dos manos abiertas, tranquilidad antes la “contradicción” proclamada –. Sé que te parecerá una estupidez en sí
la frase, pero intenta seguir el juego de palabras. Ellos han sido y son parte
de tu existencia. Ellos han estado ahí y están ahí, para que de una vez
termines de entender que sólo tú eres la causa de tus efectos, y no para ser el
efecto de las causas de ellos, y las que provocaste en el pasado. Cuando
comprendas esto, ellos dejarán de estar ahí siendo un efecto que te afecte. Si
te pones en causa, puedes causar que dejen de ser un efecto para ti.
- ¿Cómo? ¿Sólo con pensar y creer que ya no
están ahí dejarán de formar parte de mi pasado y de afectarme? ¿Algo así como
si los hiciera desaparecer?
- Sí y no
– clamó lacónicamente Pitt, mientras Pal, sonriente, seguía degustando su
almuerzo dejando que los dos hombres resolvieran lo que tendría que haber hecho
ella como instructora –. No es necesario que los borres de la faz de éste, tú
universo. De hecho, no lo lograrías porque son parte del mismo. Sólo es necesario que los efectos que ellos
producen no tengan impacto sobre ti. De esa manera tú podrás causar lo que
quieras, sin que interfieran los efectos externos de los demás, que de alguna
manera también quieren participar en tu universo. ¿Lo captas?
Jano estaba concluyendo
con sus filetes de pollo untados en mayonesa. Otro buen trago de agua ayudó a
bajar el bolo alimenticio mientras su dilucidar procuraba resumir, en una breve
exégesis, todo aquél formato explicatorio. Además, quería manifestar otra vez
más, que era un tipo, o mejor expresado ya, un Ser, inteligente, sagaz y
concreto. Se sentía orgulloso, como nunca, de sí.
- Bien, veamos, queridos instructores –
proclamó con autoridad –, queréis,
entiendo, transmitir que cuando vuele no permita que el viento, venga de donde
venga y posea la fuerza que tenga, me desvíe de mi rumbo, porque el viento
estará ahí, siempre. Que cuando vuele, el sol en toda su intensidad y plenitud,
no consiga cegar la visión de los objetivos, porque estará ahí, siempre. Que
cuando vuele, la lluvia, las tempestades o cualquier otro agente atmosférico
impida culminar el curso que tenga previsto. Queréis inculcar que cuando vuele,
mantenga claridad en mis planteamientos, independientemente de cualquier efecto
que se interponga en mi deriva; pues entiendo, que para poder volar, todas esas
circunstancias y eventos son “necesarios” para culminar mi vuelo hacia donde me
plazca. Porque, en definitiva, mi universo, mi mundo, es parte por igual del de
los demás, ya que todos estamos en el mismo universo siendo parte esencia del mismo,
además, de eliminar definitivamente los efectos desagradables producidos por mi
causa ¿Es así de fácil lo que queréis explicar?
Ambos quedaron mirándose
y sonriendo. Nunca, antes, nadie lo había resumido con tanta sencillez
plástica.
- Creo, querida, que éste muchacho está listo
para pasar a la siguiente lección. Y creo que en poco tiempo habrá culminado su
formación si sigue tan lúcido y cuerdo en sus conclusiones.
- No tan rápido, querido Pitt –
anunció Pal con sorna –; aún está la letra pequeña. Me gustaría saber qué opina
nuestro alumno al respecto. Además,
quiero apuntillar que, para saber volar, o ser feliz, lo que realmente
importa es Ser la causa de los
efectos, Ser la causa de los
pensamientos, Ser quien crea en lo
que quiere, y no sea por el contrario el efecto de los pensamientos externos,
pues sería de esa forma la manifestación real de que el poder no está en su Ser
sino en el efecto de lo exterior.
- Es verdad, querida – replicó Pitt –.
Marginé la letra pequeña; pero estoy seguro que también albergará una
explicación sencilla para ello. Aunque ése apéndice, supongo, lo habrá
archivado en la mente para no olvidarlo nunca jamás.
Jano estaba empezando a
hincar el diente al postre. El resumen último que pronunció Pal le resultó
clarificador, muy clarificador. Por otro lado, recordó la existencia de la
letra menuda, ya olvidada. Y tuvo que hacer uso del manual, sin vergüenza.
- Os referís a esto de: “La impaciencia es un efecto producido o derivado de los efectos de no
estar en tu Ser”.
Ambos asintieron con un
sí gestual, expectantes ante una explicación lógica, fundamentada.
- Creo que también es fácil de explicar. Más
bien sencillo. Bien… podría decirse que la
impaciencia es la falta de paciencia. Lógico ¿Verdad? – el asentimiento fue
unísono –. Otra conclusión puede ser que ser
paciente es estar en paz ¿No? – La conformidad de su auditorio se repetía
–. Por tanto, haciendo una deducción matemática, se puede concluir que cuando tenga falta de paz, de armonía o,
serenidad, existiría impaciencia, dudas, inseguridades, problemas, y, por
tanto, esas son señales evidentes de estar siendo, entonces, el efecto de
causas ajenas; no la causa de los efectos provocados por uno mismo al no estar
en mi Ser ¿He vuelto a
acertar?
- Te lo dije, Pal, con, Jano, tenemos poco
trabajo. Es realmente bueno. Aunque estoy seguro que terminará resolviendo el
conflicto que se le ha planteado al entrar en ésta sala para que no sea un
efecto contra él nunca más. Y eso es algo que estoy deseando contemplar. Pero
no quiero que te quedes corto en tu deducción al igualar el estar en paz con
ser paciente. Verás. Jano, ser
paciente es estar en paz en el Ser.
Y que siempre que estés en tu Ser
siendo la Causa del mismo, creyendo en ti, crearas el efecto pensado en tu Ser.
- Gracias, Pitt, no lo olvidaré. Tengo que
admitir que es una extracción excelente la que has aportado.
- Eso espero, pilotillo, porque de ti se
puede esperar cualquier cosa, en cualquier instante; y si no al tiempo, que no
me suelo equivocar – apuntilló su instructora con una sonrisa malévola.
Esa última agudeza le
hizo intranquilizarse; aunque no le otorgó mayor importancia. Pensó que ella
era de las que siempre quieren pronunciar la última palabra; cuestión en la que
no erraba; pero no le entró a la réplica y resolvió dar tiempo al tiempo, como
ella amartilló. No quería ser el efecto de su andanada.
Evidentemente, Jano
estaba en causa de sus efectos. Sabía muy bien qué es lo que tenía que hacer en
breves instantes. La seguridad en su arrojo florecía en la mente con
expectación. Su sentimiento era reconciliador, e iba a resolver con causa aquellos desagradables efectos.
La conversación
transcurrió por otros derroteros ajenos a la instrucción del vuelo, y a la
espera de que Pitt diera cuenta final al contenido de su almuerzo. Luego,
determinaron ir al barracón número catorce; allí Pitt quería ofrecerle algo
nuevo al piloto. Era una sorpresa. Jano, por un instante, quedó desconcertado
pues no tenía previsto nada al respecto en su pensamiento. No obstante, se dejaría arrastrar hasta donde fuese con
la certeza de procurar Ser, él, la causa de sus efectos, y no el efecto de los
demás. Tenía bien aprendida la lección. O al menos, eso pensaba.
Recogieron las bandejas
vacías para disponerlas en el carro de lavado. Jano inició el camino
dirigiéndose hacia la mesa de sus ex alumnos. Llegando a su altura y
percibiendo la escolta de sus instructores en la distancia, se dirigió ante el
público que le esperaba; otra vez en un silencio desafiante. En esta ocasión el
grandullón no se levantó.
- Quisiera… bueno, en primer lugar, espero
que hayan tenido buen provecho. Quisiera
decirles que pese a todo lo pasado, todos, sin exclusión, estamos aquí para
aprender. Pero para aprender de verdad lo que no supimos enseñar, en su
momento, ni asimilar en los instantes posteriores; es mi único pensamiento,
desearles una feliz estancia con una próspera instrucción. Señores, espero
verles allí arriba muy pronto; en ese cielo que pacientemente albergará cada
uno de nuestros vuelos. Por cierto, gracias por enseñarme una buena lección
– hizo el ademán de marcharse, pero reaccionó apuntando una última frase con un
tono conciliador –. Y si de algo les puede servir mi presencia, no duden en
recurrir. Lo que pueda hacer por ustedes, no tengan dudas, si en mi mano está,
lo haré. Les puedo asegurar que aquí se aprende, de verdad, a volar. Buenas
tardes.
Dio un cuarto de giro a
babor concluyendo. Eso fue todo. Con esas palabras se había liberado del
posible efecto anterior y de los posibles que llegasen. Ahora, era la causa de
sí y de sus instantes. La claridad afloraba como un manantial fresco y limpio a
su entendimiento. Su capacidad para percibir las pautas que podrían guiar con
la adecuada soltura, valor y eficiencia, cualquier evento, se resolvían con un
exquisito esplendor.
Parecía renacer a cada
instante. Su satisfacción le otorgaba
poder. Su poder le incrementaba el grado de felicidad, y la felicidad era su
causa, sin que él aún fuera la Causa real de su causa.
Durante el recorrido en
el jeep, Pitt, alabó su resolución con brevedad; no esperaba otra cosa de él.
Concluyó que ésa fue una excelente forma de no dejarse llevar por las acciones
de otros, estando seguro de que había conseguido adquirir la destreza para
proclamarse la causa real de sus efectos.
El resto del trayecto
transcurrió en silencio, dejando que la agradable brisa, que penetraba en el
descapotable, inundara sus pulmones y esencias. Disfrutaron del paseo hasta
llegar al hangar indicado.
Al entrar, pudo
percibir la presencia de lo que seguramente sería la sorpresa que Pitt tenía
preparada: un esbelto motovelero ultraligero biplaza VZ con motor retráctil.
Permanecía, incólume, apoyado sobre dos ruedas paralelas bajo la panza, y que
podía recogerse, y otra pequeña en la cola que permitía el giro. Blanco y
reluciente. Parecía nuevo; a estrenar. Era perfecto. Una amplia cabina
adivinaba la gran capacidad de visión exterior que podría ofrecer desde las
alturas. La envergadura de sus alas, seguramente, sobrepasaría los treinta
metros. Un motor reducido, pero esbelto, con una hélice, a su antojo, pequeña,
estaba anclado justo en la parte trasera donde concluía la cabina. Realmente
era majestuoso; de líneas limpias y sencillas. Estaba seguro que volar en él
sería un contagio continuo de placer; un auténtico deleite.
- ¿Qué te parece? – indagó Pitt.
- No lo esperaba – respondió algo confuso aún
–. Me podía haber imaginado cualquier otra cosa, menos esto. Tiene muy buena
pinta. Seguro que es una de esas joyas que tenéis guardada por aquí. ¿Cuándo
puedo probarlo?
- Está a tu disposición. Cuando quieras.
Posdata:
En el artículo del día 1
de diciembre (Rojo octubre, peligroso noviembre y brillante diciembre.
III Parte) comuniqué que personalmente había recibido por psicografía una
serie de técnicas y procesos para aplicar en psicoterapia, que solucionaba el
80% de los problemas psicológicos del ser humano. La explicación resumida de
esta psicoterapia es que elimina el ego, te reconecta con tu alma (conecta la
Particularidad con la Singularidad) y tienes control emocional, siendo feliz en
tu vida actual; al mismo tiempo dije que lo había transferido a dos Almitas
maravillosas (psicólogas) que os los podía ofrecer mediante terapia, obvio que,
con remuneración, pues es su trabajo, y que además ellas lo harán, pues mis
tiempos están contados, para seguir en esa labor. No se trata de dar una
formación, sino de recibir terapia para quien lo necesite. Durante un tiempo os
habéis puesto en contacto conmigo para luego realizar el contacto con ellas
(Rosario y Yesenia), pero ahora ya podéis hacerlo de forma directa mediante su
correo profesional: terapia.psico2@gmail.com También podéis visitar su Web: http://www.psico2-internacional.es
Para las actualizaciones de Todo Deéelij y preguntas sencillas: deeelij@gmail.com
Notificación: La semana próxima añadiré a la siguiente parte de "Memorias de un descarnado" un resumen de cómo está el follón del lío mundial y la confusión que se ha establecido con el proceso de ascensión.
===============================================
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.