Vivimos en la época de la inmediatez en la que con solo apretar un botón podemos conseguir cualquier cosa que deseemos prácticamente al momento.
Esta
inercia social consumista nos empuja a satisfacer nuestros deseos y pretender
una vida lo más cómoda posible. Buscamos que el exterior satisfaga unas
necesidades artificiales creadas por nosotros mismos para disfrutar de una
felicidad efímera y una existencia aparentemente sin complicaciones. Y, claro,
el ámbito espiritual no es una excepción a todo ello.
En los
últimos tiempos estamos asistiendo a la expansión de un modelo espiritual
basado en alcanzar la iluminación en cuatro días. Hace poco, pude ver atónita
vídeos de cinco minutos en los que se explicaba cómo alcanzar la
autorrealización en cinco sencillos pasos, como si de una receta de cocina se
tratara en la que combinando ciertos ingredientes de una determinada manera
tuviéramos el éxito garantizado. Esto desde luego asusta pero lo que asusta
todavía más es la reacción de la gente que se cae de culo al ver semejante
contenido diciendo que este tipo de información debería estar al alcance de
todos.
Sabemos de
sobra que hoy en día el trabajo personal no vende, lo que venden son los
resultados rápidos y sin esfuerzo. Sin embargo, permitidme sugeríos que
desconfiéis de estas propuestas espirituales pensadas únicamente para el
personaje (el famoso ego), que pretende que le solucionen sus problemas sin
despeinarse.
El viaje
del desarrollo interior es un camino apasionante de recorrer pero, como todo
aquello que merece la pena, en ocasiones es costoso y requiere de un esfuerzo
mantenido en el tiempo. Esto es así; de lo contrario, como cabe esperar, no
obtendremos resultados duraderos. Y es que, es lógico pensar que si la
autorrealización fuera algo tan sencillo de alcanzar, el mundo estaría un
poquito más equilibrado y las personas tendríamos una vida bastante más plena.
Por ello, cualquiera que se detenga un momento a reflexionar encontrará todas
estas promesas de realización personal inmediatas y sin esfuerzo, cuando menos
sospechosas.
Así pues,
pienso que es urgente alertar de los peligros de la proliferación de este tipo
de espiritualidad, que no son pocos. Os dejo una breve muestra:
Engordar el
personaje o ego:
En primer
lugar, hay que tener claro que ésta es una espiritualidad para el personaje y
como tal lo que hace es engordarlo todavía más haciéndonos creer muy
importantes y especiales para acabar desarrollando un súper personaje
espiritual. Ésta es la peor versión posible del personaje, ya que resulta muy
complicada de identificar: nos creemos muy despiertos o avanzados
espiritualmente cuando la realidad es que estamos más dormidos y perdidos que
nunca. El problema es que suele costar mucho darse cuenta y reconocer que se
está cayendo en esta postura narcisista, que es el primer requisito para poder
salir del embolado mental que la provoca.
Llenar un
vacío interior haciendo turismo espiritual:
Por otro
lado, es como mínimo preocupante comprobar cómo constantemente consumimos
compulsiva e inconscientemente en todos los ámbitos: ocio, relaciones,
productos de todo tipo y, por supuesto, espiritualidad. Aquí nos topamos con el
problema tan extendido de la gula espiritual: picotear de aquí y de allá yendo
de curso en curso, de experiencia en experiencia y de maestro en maestro sin
profundizar en nada. Digamos que es pasearse haciendo turismo espiritual para
distraernos y evadirnos del verdadero trabajo creyéndonos además muy modernos y
exóticos, con el peligro que ello conlleva. Antes de optar por este tipo de
prácticas, conviene abstenerse y quedarse como se está porque el cacao mental
puede llegar a ser tal que se acabe bastante peor de lo que se empezó, en todos
los sentidos. De lo que se trata es de escoger una línea de trabajo honesta y
profundizar en ella; indudablemente, esto es lo único que nos va a garantizar
que el trabajo dé sus frutos.
La
limitación de vivir pendiente únicamente de uno mismo:
Así mismo,
conviene tener presente que la espiritualidad no consiste en encerrarse en
nuestra cueva a meditar o a leer libros muy elevados sino en aplicar el
potencial que somos a las situaciones que la vida cotidiana nos presenta en
cada momento. Este es el mejor campo de prácticas para ejercitar nuestras
capacidades: la energía solo se desarrolla actuando, el amor interesándonos por
los demás y la inteligencia investigando aquello que desconocemos. Podemos
dedicar horas y horas a meditar sin darnos cuenta de que quien tenemos al lado
necesita nuestra ayuda. Y es que cuando te vives como parte de una realidad
total en vez de vivirte únicamente centrado en tu propio proceso, la
experiencia adquiere una realidad y una riqueza totalmente única.
La buena
noticia es que existen algunas líneas de trabajo espiritual serias y rigurosas;
propuestas estructuradas y metódicas alejadas de los fuegos artificiales y las
experiencias fuertes que enseguida se quedan en agua de borrajas. Ahora bien,
hay que estar atentos pues el personaje, en su afán de espectacularidad, se
deja deslumbrar y se engancha fácilmente a dichas experiencias que no dejan de
ser apegos que nos inyectan un engañoso chute de adrenalina momentáneo. Como en
todo, simplemente debemos aplicar el sentido común y dejar de pretender
soluciones milagrosas a nuestros problemas. El desarrollo pasa necesariamente
por adquirir el compromiso con nosotros mismos de hacer un trabajo sincero y
real, que es lo que nos permitirá vivir una existencia plena.
Debemos
tener claro que la espiritualidad verdaderamente transformadora es aquella
sencilla a la vez que honesta y profunda. Ésta nos ha de servir para
integrarnos en el mundo aportando lo mejor de cada uno con el objetivo de
construir una sociedad más consciente, en vez de situarnos por encima de los
demás creyéndonos personas más avanzadas. Por ello, de nada sirve una
espiritualidad egocéntrica enfocada únicamente en nuestro desarrollo
individual, ya que éste no puede darse si no vivimos lo colectivo como propio
trabajando para expandir en él la semilla de nuestra experiencia.
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Autora: Leyre Seminario
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