Estamos acostumbrados a
pensar que el amor es una cualidad que depende siempre de alguien: el amor es
algo que doy a alguien y que alguien me da a mí.
Efectivamente, esto es
así a un nivel de la personalidad en que aparece como si fuera una cosa
transitiva, que se comunica, que se traslada del sujeto al objeto. Pero,
pensemos que este amor es so0lo una manifestación elemental de lo que es el
verdadero Amor. El verdadero Amor es el estado de éxtasis de Ser,
es la conciencia de plenitud de Ser del todo. El Ser, cuando se vive
directamente, es un estado tan perfecto, tan total, tan único, tan simple, tan
complejo, que se transforma en felicidad suprema.
El Amor es esta
conciencia subjetiva de realidad, de unidad, de simplicidad, de plenitud. Esto
es el Amor. Sólo en el aspecto personal esta plenitud interior se desborda, se
exterioriza en un grado menor; a esto es a lo que llamamos amor transitivo. Lo
mismo ocurre exactamente con una flor: la flor no necesita dar su perfume a
nadie, pero la naturaleza de la flor es que su perfume se irradie; por el mismo
hecho de ser perfume, irradia perfume, pero no es que su función sea la de
irradiar, es su misma naturaleza lo que hace que esta consecuencia sea
inevitable. Y lo mismo vemos en el sol: su naturaleza consiste en ser luz y
esta luz tiene su razón de ser en llenar el cielo de luz dando lugar a lo que
llamamos día.
Su naturaleza consiste
en ser luz y esta luz tiene una razón de ser en sí misma, que es única y
simple; lo que sucede es que esta razón de ser se manifiesta de un modo
irradiante, pero no posee este carácter transitivo con el que se nos manifiesta.
Igual pasa con el Amor: el Amor es la conciencia subjetiva de Ser, la felicidad
de Ser del todo, y esto, inevitablemente, trasciende, se irradia. Todo lo que
llamamos amor en nuestro mundo fenoménico, en el mundo de la personalidad, no
son nada más que unos pequeños aspectos de esta irradiación del Amor que Es.
De hecho, son muchas las personas que tienen problemas en este campo afectivo; podemos decir que un noventa por ciento de los problemas que tienen las personas en general provienen del hecho de no sentirse amados, de la frustración, de los fracasos afectivos, de los desengaños, de la soledad. Y son simplemente problemas de la personalidad. Lo que ocurre es que la persona está intentando vivir del exterior una cosa que ya es de un modo total en su centro. Estos problemas no existirían si la persona tomara conciencia de que el Amor es algo de su propia naturaleza, que es un Amor cuyo papel es el de irradiar, y no el de recibir.
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