Agenda completa de actividades presenciales y online de Emilio Carrillo para el Curso 2023-2024

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16/5/10

Taller de Espiritualidad para Buscadores: Módulo 9 (Continuación)

PARA TODOS LOS QUE DESEEN SEGUIR POR ESTE BLOG EL

TALLER DE ESPIRITUALIDAD PARA BUSCADORES

(Se publican en el Blog las entradas correspondientes a los distintos Módulos que configuran el Taller conforme éste se va desarrollando para l@s que lo siguen de manera presencial, comenzando el sábado 6 febrero y concluyendo el domingo 30 de mayo de 2010)

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Taller de Espiritualidad para Buscadores:

+ Módulo 1: Ver entradas del sábado 6 y domingo 7 de febrero.

+ Módulo 2: Ver entradas del sábado 13 y domingo 14 de febrero.

+ Módulo 3: Ver entradas del sábado 20 y domingo 21 de febrero.

+ Módulo 4: Ver entradas del sábado 6 y domingo 7 de marzo.

+ Módulo 5: Ver entradas de los sábados 13 y 20 y domingos 14 y 21 de marzo.

+ Módulo 6: Ver entradas de los sábados 27 de marzo y 10 de abril y domingos 28 de marzo y 11 de abril.

+ Módulo 7: Ver entradas de los sábados 17 y 24 y los domingos 18 y 25 de abril.

+Módulo 8: Ver entradas del sábado 1 y domingo 2 de mayo.

+Módulo 9: Unidad

Sábado 8 de mayo:

75. Planteamiento

76. La Matriz Cósmica Holográfica complejidad infinita

Domingo 9 de mayo:

77. Geometría y sonido, música y matemáticas

78. Geometría fractal y morfología de biominerales

Sábado 15 de mayo:

79. Los campos mórficos y morfogenéticos

80. Akasha y “Campo Crístico”

Domingo 16 de mayo:

81. “Noosfera” y Teoría Sintérgica

82. La conexión cósmica de cada ser humano

83. “Akasha” y ADN

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81. “Noosfera” y Teoría Sintérgica

Los campos mórficos tienen, por otra parte, similitudes significativas con la “noosfera”. Con este término denominó el científico ruso-ucraniano Vladímir Vernadski a una de las cinco realidades integradas que en superposición, sostenía, conforman la Tierra. Y Teilhard de Chardin lo hizo suyo para referirse a la capa de materia pensante con una consciencia propia que, según vislumbró, recubre el planeta: la noosfera sería análoga al pensamiento, al producto del córtex cerebral en los humanos.

En estos tiempos de ebullición de Internet, quizá el paleontólogo y filósofo francés la hubiera identificado como la “red planetaria pensante”: un sistema de conocimiento e información, una red global de autoconsciencia, instantáneamente retroalimentada y en comunicación total. Es decir, la mente de la Tierra. Línea de argumentación que Javier Candiera ha apurado con relación a la especie humana y su estadio evolutivo al afirmar que Internet se está configurando precisamente como el sistema nervioso artificial de la humanidad, que nos permite pensar como una comunidad y con facultades que superan a las de cada una de las partes, sea cualitativa o cuantitativamente.

Y citar en este contexto la noción de red, obliga a recordar el campo cuántico que subyace en el plano más profundo del mundo natural. Como ya se ha reiterado en capítulos anteriores, en ese nivel no hay materia sólida, sino vibraciones de energía que han tomado cierto aspecto de solidez. La física cuántica ha demostrado que todo lo que vemos está conectado por infinitos, eternos e ilimitados campos cuánticos: una especie de red invisible en la cual está entrelazada unitariamente toda la creación, hasta el extremo de que los límites de cada objeto son ilusiones impuestas por nuestra limitada capacidad de percepción.

En colación con lo cual, Einstein trabajó en la Teoría del Campo Unificado (guarda semejanzas con el “orden implicado” de David Bohm, reseñado en Módulos anteriores), sosteniendo la existencia de un Universo totalmente relacionado, aunque todavía no se ha logrado definir una única fórmula matemática que demuestre esa realidad unitaria y total del Cosmos. Y existirían distintas formas, con la vibración como base, de conectarse con tal campo unificado. Una de ellas, por ejemplo, sería el sonido, razón por la cual nuestra voz –el canto, la oración o la repetición de un “mantra”- puede coadyuvar a restablecer nuestro equilibrio interior y exterior y paliar o eliminar los trastornos energéticos de nuestro cuerpo.

Nociones que presentan indudables parecidos con la Teoría Sintérgica, del investigador mejicano Jacobo Grinberg, que se centra en la existencia de lo que él llama “campo sintérgico”: una matriz informacional, de perfil holográfico, que todo lo abarca y envuelve y que contiene en cada una de sus porciones la totalidad de la información. En tal nivel de cualidad de la experiencia no hay objetos separados unos de otros, sino un extraordinario campo informacional interconectado e interactivo de enorme complejidad. Los seres humanos interactuamos con él a través del cerebro.

La Teoría Sintérgica mantiene que uno de los últimos pasos en el procesamiento que el cerebro realiza para <> la realidad es la creación de un “campo neuronal”: cada proceso energético que se lleva a cabo en el cerebro -en la estructura de cada neurona, dendrita o axón- crea una microdistorsión de la estructura del pre-espacio; y las interacciones entre todas estas microdistorsiones dan lugar a una macrodistorsión hipercompleja denominada campo neuronal. Así, éste es una matriz resultante de la actividad neuronal del cerebro y actúa, a su vez, con la matriz pre-espacial. A partir de esa interacción aparece la “realidad percibida”, la que captamos con los sentidos físicos, y se plasma el repetido “creas lo que crees”. Y dependiendo de la cualidad del campo neuronal -su sintergia, coherencia y densidad informacional- así será el nivel de interacción congruente con el campo cuántico. Se puede prever que una persona con un elevado desarrollo consciencial poseerá un campo neuronal de alta sintergia, que funcionará de manera muy coherente y equilibrada y con gran frecuencia vibracional.

Siendo el campo neuronal una particular distorsión de la estructura del pre-espacio, se puede inferir que existe un nivel de esta estructura que contiene la información de todos los campos neuronales existentes. La Teoría Sintérgica llama “hipercampo” a esa estructura informacional global y sostiene que somos una geometría dentro del hipercampo. Sólo un ser plenamente consciente (Cristo, Buda,...) puede actuar sobre él. Un grupo de seres humanos puede unir sus fuerzas para influir sobre el hipercampo, pero tienen que generar una onda muy intensa, una frecuencia especial, explosiva.

Ahora bien, la primera tarea al respecto de cada persona debe comenzar por uno mismo. Se trata de captar la energía propia que fluye por nosotros y aprender a sentir cómo vibramos –la emisión de sonido antes citada es una buena manera-. E, inmediatamente, ponerla en movimiento de modo consciente y expresarla mediante el cuerpo, creando una onda expansiva y proyectándola hacia el mundo que nos rodea y al Universo. A través de las rejillas energéticas que vamos creando se van abriendo puertas. Son de doble sentido y permiten trabajar con otras dimensiones.

La conexión cósmica de cada ser humano

Tras lo enunciado en los epígrafes precedente acerca de múltiples manifestaciones de la Unidad en esfera muy diferentes, es momento de recalcar que también el ser humano, por más que en la vida cotidiana se suela olvidar, se encuentra íntima y estrechamente integrado en la Unidad de la Creación. Y no sólo en su dimensión espiritual -el Espíritu (Espíritu Santo) inmanente en cada cual es realmente Uno (recuérdese el ejemplo del aire que respiramos, que siendo obviamente uno, al inspirarlo aparenta individualidad)-, sino también en su plano material.

De hecho, los seres humanos estamos conectados con el planeta en el que vivimos, la Tierra, y con nuestra estrella, el Sol, configurando un sistema que opera a modo de repetidor. Primero, cada uno de nosotros mantiene una relación energética y vibracional con la Tierra y, a través de ésta, con el Sol. Y segundo, ambos interactúan energéticamente y operan vibratoriamente configurado un sistema repetidor que nos incluye a nosotros. No sólo el cerebro humano, también ellos tienen hemisferios derecho e izquierdo, claros y oscuros. Hay un patrón circular de resonancia e interacción energética y vibracional entre cada persona y la Tierra -auténtico ser viviente del que formamos parte, de la misma manera que nuestro organismo se configura de múltiples órganos y células- y, por medio de aquélla, con el Sol -otro ser viviente, aunque de dimensión superior, en torno al cual se articula y configura el sistema solar de Ors, del que la Tierra, todo lo que la puebla y, por supuesto, la humanidad forman parte-.

Es más, nuestro planeta, además de interactuar con sus pobladores y con el Sol, lo hace con su satélite, la Luna, y con los restantes astros integrados en Ors. Y éste, y cada uno de nosotros dentro de él, interacciona en el contexto de la gran galaxia que es la Vía Láctea, cuyo Centro influye energética y vibratoriamente en todos sus componentes de manera análoga a como el Sol incide en nuestro sistema solar, en la Tierra y en cada persona. Es algo tan natural y espontáneo que ni nos percatamos de ello. Pero tan real como el hecho de que nuestro organismo, intelecto y energía corporal y vital notan la diferencia entre el día y la noche o entre el invierno y la primavera.

Por tanto, cada ser humano está conectado al Cosmos. Emitimos energía que influye vibracionalmente en la Tierra, que la repite hacia el Sol y, desde éste, al Centro Galáctico, desde dónde sale hacia los cuerpos celestiales -como las supernovas- situados más allá de la Vía Láctea. Recíprocamente, los cuerpos celestiales transmiten energía al Centro Galáctico; éste, a toda la galaxia, incluido el Sol, que lo hace, a su vez, a la totalidad de Ors y, por tanto, a la Tierra; y ésta, finalmente, la propaga a todo lo que la conforma, incluida cada persona.

El Cosmos entero está interconectado, lo que, lejos de empequeñecernos, ha de aumentar espectacularmente nuestra consciencia y sentido de responsabilidad. Un pensamiento o acto dañino transmite y repite energéticamente el dolor que lleva asociado por todo el Cosmos; un pensamiento o acto amoroso, expande el Amor hasta los confines del Universo. Cuando adquirimos consciencia de esta pertenencia a la Unidad cósmica y de nuestra íntima conexión con el Omniverso, nos convertimos en participantes activos de tan colosal interconexión energética y vibracional. Tiene su base en el Amor Incondicional y se despliega, como se verá en el próximo capítulo, en ondas de torsión: tanto arriba como abajo; en lo grande como en lo pequeño; en lo lejano como en lo cercano.

De hecho, como ya se ha indicado, todas las personas somos un campo o vórtice de energía vibratoria. Espíritu, alma y cuerpo, los tres componentes interrelacionados que se hacen unidad en nuestra condición de ser humano, son vibración: pura y de altísima frecuencia, la del Espíritu; densa y de baja gradación, la del cuerpo; e intermedia, la del alma. Y, como vórtices de energía, somos parte de un campo o vórtice superior, la Tierra, que lo es, a su vez, de otro mayor, el sistema solar de Ors, que lo es, a su vez, de la Vía Láctea. Todo el Omniverso, en sus distintas dimensiones, es un campo infinito de energía de Amor Incondicional y vibratoria, emanada del Principio Único. Y está conformado por múltiples subcampos o vórtices energéticos: cada uno es suma de otros y forma parte de una suma o vórtice superior. Cada vórtice emite y recibe energía, haciendo que el Cosmos entero se mantenga en permanente interacción.

“Akasha” y ADN

Dentro de éste inmenso y colosal campo unitario de influencias e impactos energéticos y vibracionales vive el ser humano su existencia –cadena de vidas físicas-. En el seno del cuerpo, el ADN está perfectamente preparado para participar activamente en estas interacciones. Para ello, volviendo a lo expuesto en epígrafes previos acerca de los registros akásicos, en el interior del ADN existe un registro akasha de perfil nítidamente interdimensional.

De hecho, hay una capa del ADN que tiene la información completa acerca de quiénes hemos sido en cada eslabón de la cadena de vidas que configura la encarnación en el plano humano. En cada nueva vida, tal registro o capa se conforma energéticamente en el contexto de la fecundación y en las ocho células madre o “células del alma” referidas en el Módulo 7. Al ser interdimensional, ajeno al espacio/tiempo, contiene el registro de cada vida disfrutada y el potencial de las que viviremos. Todas son realmente una –una encarnación en una serie de reencarnaciones- y están entremezcladas energética y vibracionalmente. En nuestra visión tridimensional, nos gustaría percibirlas lineal y cronológicamente ordenadas, una tras otra. Pero no se organizan así, sino en función de su frecuencia vibratoria y con la capa de mayor gradación -más iluminada- arriba del todo. El nivel vibratorio constituye el eje operativo del sistema.

Además, este registro interdimensional, estando en el ADN de cada uno, también se muestra en el campo energético que rodea a cada cual. De ahí que haya personas capaces de percibirlo en los demás y de efectuar prácticas de recuerdos de otras vidas, tanto regresiones (pasadas) como progresiones (futuras). Pero cada ser humano, en la secuencia grado de consciencia – estadio de conciencia – experiencias, puede acceder al registro akásico y escoger los mejores atributos de su cadena de vidas. Con ello se relaciona lo comentado en capítulos anteriores acerca de la posibilidad de elevar al máximo el grado de consciencia de manera instantánea, sin necesidad de recorrer la cadena de vidas. Como se ha insistido, el que busca, halla; y en la búsqueda ya está el encuentro. El tiempo es una ficción tridimensional y no seremos un ser humano con mayor grado de consciencia “algún día”. Lo que seremos, ya lo somos. Se trata de tomar consciencia y situar el centro de atención en lo que se desea. Así se accede a lo que seremos; y lo podremos incorpora a nuestra vida actual.

Todo está ligado en una energía hipercuántica envuelta como en un atado, en un momento presente continuo en el que lo eterno se desenvuelve. De ahí que también se pueda describir un acontecimiento futuro tal como si estuviese ocurriendo ahora.

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FIN MÓDULO 9

Próximo: Módulo 10 (entradas del sábado 22 y domingo 23 de mayo de 2010)

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