Agenda completa de actividades presenciales y online de Emilio Carrillo para el Curso 2023-2024

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15/5/10

Taller de Espiritualidad para Buscadores: Módulo 9 (Continuación)

PARA TODOS LOS QUE DESEEN SEGUIR POR ESTE BLOG EL

TALLER DE ESPIRITUALIDAD PARA BUSCADORES

(Se publican en el Blog las entradas correspondientes a los distintos Módulos que configuran el Taller conforme éste se va desarrollando para l@s que lo siguen de manera presencial, comenzando el sábado 6 febrero y concluyendo el domingo 30 de mayo de 2010)

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Taller de Espiritualidad para Buscadores:

+ Módulo 1: Ver entradas del sábado 6 y domingo 7 de febrero.

+ Módulo 2: Ver entradas del sábado 13 y domingo 14 de febrero.

+ Módulo 3: Ver entradas del sábado 20 y domingo 21 de febrero.

+ Módulo 4: Ver entradas del sábado 6 y domingo 7 de marzo.

+ Módulo 5: Ver entradas de los sábados 13 y 20 y domingos 14 y 21 de marzo.

+ Módulo 6: Ver entradas de los sábados 27 de marzo y 10 de abril y domingos 28 de marzo y 11 de abril.

+ Módulo 7: Ver entradas de los sábados 17 y 24 y los domingos 18 y 25 de abril.

+Módulo 8: Ver entradas del sábado 1 y domingo 2 de mayo.

+Módulo 9: Unidad

Sábado 8 de mayo:

75. Planteamiento

76. La Matriz Cósmica Holográfica complejidad infinita

Domingo 9 de mayo:

77. Geometría y sonido, música y matemáticas

78. Geometría fractal y morfología de biominerales

Sábado 15 de mayo:

79. Los campos mórficos y morfogenéticos

80. Akasha y “Campo Crístico”

Domingo 16 de mayo:

81. “Noosfera” y Teoría Sintérgica

82. La conexión cósmica de cada ser humano

83. “Akasha” y ADN

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79. Los campos mórficos y morfogenéticos

Retomando el término “morfo”, también se utiliza por la ciencia moderna para referirse a los campos mórficos –incluyen los llamados campos morfogenéticos- , que pueden ser definidos como campos de forma, patrones o estructuras de orden inmateriales que se hallan en la naturaleza y las especies de seres vivos que la pueblan.

Su existencia fue defendida por vez primera por el investigador Rupert Sheldrake al indagar acerca de las causas por las que un árbol de una determinada familia se estructura de manera idéntica en cualquier punto del planeta, a pesar de las enormes diferencias geográficas, climatológicas y ambientales; o por las que miembros de una misma especie animal reproducen cambios de conducta o procesos de aprendizaje aunque no haya contacto alguno entre ellos y los separen miles de kilómetros. Sus investigaciones lo llevaron a la conclusión de que la memoria es inherente a la naturaleza y a la hipótesis de causación formativa. A partir de lo cual, configuró un sistema teórico cimentando en la existencia de influencias no visibles que actúan sobre los seres y organismos a través del tiempo y el espacio y se localizan tanto en los sistemas que organizan como a su alrededor. Lo cual cuestiona la selección natural de Darwin al mostrar que, habiendo multitud de combinaciones y alternativas posibles, los organismos recurren siempre a una común.

Los campos mórficos inciden organizativa y estructuralmente no sólo en los organismos vivos, sino también en cristales y moléculas. Verbigracia, cada tipo de molécula -por ejemplo, cada proteína- tiene su propio campo mórfico -un campo de hemoglobina, un campo de insulina,…-. De igual manera, cada clase de cristal, cada especie de organismo, cada tipo de instinto o patrón de comportamiento cuentan con algún tipo de organización inherente: su propio campo mórfico. Estos campos son los que ordenan la naturaleza, constituyendo otra muestra de la Unidad que a todo engloba. Y aunque hay una enorme variedad de campos o patrones, porque muchas son las modalidades de vida, la sistemática y el “modus operandi” son similares.

Los campos mórficos o morfogenéticos contienen información y, una vez creados, son utilizables con independencia del tiempo y el espacio sin pérdida alguna de intensidad. Gracias a ello, permiten la transmisión de tal información entre organismos de la misma especie sin mediar ni proximidad física ni sincronicidad temporal. Es como si dentro de cada especie de las innumerables que pueblan nuestro planeta -o el Universo- existiese un vínculo que actuara instantáneamente en un nivel subcuántico, fuera del espacio/tiempo.

Sobre estos pilares, los investigadores han explorado la relación entre los campos mórficos y el ADN. Para ello se han fijado en el hecho de que el ADN codifica la secuencia de aminoácidos que forman las proteínas, pero que existe una gran diferencia entre codificar la estructura de una proteína y programar el desarrollo de un organismo entero. Es la misma diferencia que hay entre fabricar ladrillos y construir una casa con ellos. Los ladrillos son necesarios para edificar la vivienda; y la calidad de ésta dependerá de la de aquéllos. No obstante, el plano de la casa no está contenido en los ladrillos. Análogamente, el ADN codifica los materiales, pero no el plano, la forma, la morfología del cuerpo.

Es en este punto en donde los campos morfogenéticos juegan su papel. Definen la existencia de un patrón o estructura energética que organiza la vida de los miembros de todas y cada una de las especies existentes; y que se encarga de informar a las células sobre cómo deben disponerse para formar al individuo de cada especie, determinando de manera sutil los movimientos, comportamientos y tendencias de todos los ejemplares de la misma. Por tanto, el campo mórfico no se halla en los genes -en el ADN biológico-, sino en el exterior de cada individuo concreto, interactuando con su interior a través del ADN sutil -también llamado ADN chatarra-. Y es el depositario de la información esencial que permite que la vida se desarrolle.

En definitiva, el campo mórfico no pertenece al mundo físico, sino que es inmaterial; y conforma una especie de memoria colectiva. Y no sólo gobierna la estructura de los organismos vivos, sino también su conducta. Los hábitos y comportamientos de cualquier especie en el pasado se acumulan por obra de un proceso que se ha dado en denominar “resonancia mórfica”, la cual afecta a las conductas y prácticas de sus componentes actuales. La resonancia mórfica es, por tanto, una vía mediante la cual el conocimiento se transmite instantáneamente entre los miembros de una especie; y más allá del espacio y el tiempo.

La existencia de los campos mórficos se puede probar más por sus efectos, que de forma directa. La mejor manera de comprenderlos es trabajando directamente con grupos de organismos estructurados. Estas sociedades de individuos pueden transmitirse información a distancia sin estar conectados por medios sensoriales conocidos. No es sencillo comprender por medios tradicionales cómo se comunican las bandadas de pájaros para cambiar de dirección con rapidez y sin chocar unos con otros. De la misma forma es difícil conocer la naturaleza real de numerosos vínculos humanos, interpersonales y comunitarios. Se puede inferir que los campos mórficos trascienden el cerebro y nos unen a los objetos que percibimos, proporcionándonos la capacidad de afectarlos con nuestra atención e intención.

Siguiendo a Rupert Sheldrake, la resonancia mórfica representa en biología la existencia de una memoria intrínseca en el comportamiento de los organismos. A diferencia del instinto o morfogénesis, tal resonancia evoluciona de forma colectiva, observándose adaptaciones en gran escala y a enormes distancias en todo el planeta. Hace medio siglo, los caballos solían lastimarse con las vallas alambradas de los campos, pero en este tiempo toda la especie ha aprendido a evitar el alambre de púas. Y no solamente actúan de manera diferente frente a este obstáculo, sino que en general no reaccionan ya como sus predecesores ante otros avatares.

El concepto de resonancia mórfica permite igualmente comprender mejor el aprendizaje humano, incluyendo la adquisición del lenguaje. Las observaciones realizadas por lingüistas, como Noam Chomsky, han revelado que es imposible explicar la rapidez y la creatividad en la adquisición del lenguaje solamente por vías de imitación. Este proceso se hace evidente cuando se examina la evolución de nuevos lenguajes, que se desarrollan con suma rapidez. Los niños suelen agregar complejidad gramatical en palabras simples, llegando a elaborar un nuevo tipo de lenguaje altamente expresivo.

En un sentido similar, la existencia de la resonancia mórfica explica el por qué los rendimientos medios en los tests de inteligencia tienden aumentar: no es que las personas seamos cada vez más inteligentes, sino que la resonancia transmite a la especie el aprendizaje logrado al respecto por una porción de sus miembros. Valga como botón de muestra el Test de Matrices Progresivas de Raven, que mide la capacidad intelectual de sujetos de 12 a 65 años: tras ser usado durante decenios, hoy se considera prácticamente obsoleto debido a que, aunque los nuevos usuarios no lo conozcan y no tenga un mayor nivel medio de inteligencia, tanto los adolescentes como los adultos los resuelven con mucha más facilidad que antes.

80. “Akasha” y “Campo Crístico”

Por lo enunciado, si un aprendizaje ocurre en un campo concreto en algún punto espacial, esta información queda disponible en cualquier manifestación de este campo en cualquier lugar. Y, a través de los hábitos, los campos morfogenéticos van variando su estructura dando pie, así, a los cambios estructurales de los sistemas a los que están asociados.

El campo actúa como una especie de radio emisora que siempre está emitiendo en una franja de frecuencias específicas que define precisamente a ese campo. Por un lado, la radio, sus ondas, está permanentemente en el aire, propagando y haciendo disponibles las informaciones; por otro, también está constantemente recibiendo y almacenando nuevas informaciones lanzadas por otras radios que funcionan en la misma franja. Se configura, así, una compleja red de informaciones, con constantes “inputs” y “outputs”. A medida que van siendo repetidas y guardadas, el campo se configura en patrón morfogenético: algo así como la memoria de la especie o del individuo, lo que algunas escuelas llaman “Akasha” o “archivos akásicos”.

Aplicando los campos mórficos y la resonancia mórfica al caso humano y a la esfera espiritual, cada escuela o corriente puede crear su propio campo, que se ve reforzado por cada una de las personas que emprenden esa senda iniciática. Y a medida que miembros de esa red avancen en grado consciencial, estadios de conciencia y experiencias y profundicen y descubran nuevas vías neuronales y novedosos recovecos psíquicos, irán abriendo camino para todos los que lleguen después.

Así aconteció cuando el primer humano se realizó como ser plenamente consciente: el primer Buda, usando terminología oriental. Con él se configuró el embrión de lo que suele calificarse como “Campo Búdico” o “Campo Crístico”. El paso siguiente fue la continuación por ese camino de otras personas y la conformación de la primera comunidad alrededor de aquel primer Buda, lo que reforzó el campo original. Posteriormente, el surgimiento de este Campo Búdico primigenio forjó la posibilidad de la aparición de otros seres conscientes dentro y fuera de la comunidad inicial. Lentamente, por el mundo fueron surgiendo más seres que alcanzaron su “Ser Crístico” o “Estado Crístico” y enriquecieron el Campo Búdico Planetario con nuevas “informaciones afásicas”. Cada Buda crea su propio campo específico, que incorpora las informaciones de los otros Campos Búdicos a las suyas propias. Y el campo es renovado si, con el paso del tiempo, un campo búdico concreto recibe nuevas informaciones generadas por la aparición de otros budas dentro del linaje del primero. Los campos búdicos creados por todos los Budas, a través de los tiempos, constituyen el Campo Búdico Planetario o Resonancia Mórfica Búdica.

En este orden, el Campo Búdico o Campo Crístico puede ser entendido en un doble sentido. Por un lado, como Ser Crístico o plano superior de cada ser humano -el ligado a su realidad como Espíritu, de carácter multidimensional- al que éste accede cuando el Yo Verdadero asume definitivamente las riendas de la existencia, quedando “fuera de servicio” el ego o piloto automático. Y, por otro, como puerta consciencial y energética que ha sido abierta para toda la humanidad por aquellos hombres y mujeres que han realizado su Ser Crístico y han situado al Yo Verdadero en el centro de sus vidas. La apertura y ensanchamiento de tal puerta facilita las experiencias espirituales de los demás seres humanos, con independencia del tiempo y del espacio, y que estos puedan acceder y traspasar la misma siguiendo el camino crísticamente ya trazado. Obviamente, cuantas más personas y con mayor intensidad contribuyan a abrir y engrandecer esa puerta, más se ayudará al resto de los seres humanos (la palabra “Cristo” procede del griego, pronunciándose originariamente como “Jristós”).

Con este telón de fondo, la figura histórica de Jesús de Nazareth merece por derecho propio la denominación de Jesucristo (“Jesús-Cristo”), pues realizó su Ser Crístico de manera espectacular y expandió con ello el Cuerpo Crístico de la humanidad de modo francamente excepcional. Con seguridad, su Yo profundo gozaba –goza- de un grado consciencial y espiritual enormemente elevado y de ninguna forma le correspondía encarnarse en el plano humano (valga el símil de quien calzando un número 45, introduce voluntariamente su pie en un zapato del 35). Si lo hizo fue para, desde su vivencia como hombre y sólo como hombre, plasmar pletóricamente su Ser Crístico y ampliar y dilatar enormemente la referida puerta. Por lo expuesto, esto no podía efectuarse desde fuera de la dimensión –especie- humana: era imprescindible su encarnación en ella y experimentar como hombre la realización crística. Por ello convivió con nosotros, desarrolló una existencia plenamente humana y en ella cristalizó radicalmente su Ser Crístico, mostrando a los demás el camino a seguir y agrandando colosalmente el Cuerpo Crístico de la humanidad y el planeta (dado que en la expresión griega antes citada –Jristós-, sus dos primeras letras, “J” y “R”, se escriben “X” y “P”, respectivamente, los seguidores de Jesús adoptaron como primer signo para representarlo el llamado Crismón: la “X” y la “P” entrelazadas o superpuestas).

Gracias a él y a otros muchos seres humanos de menor grado consciencial y espiritual, hemos llegado a un momento de la historia en el que el Campo Crístico planetario ha alcanzado una estructura bastante desarrollada. Por ello, ya no se precisa la presencia física del Maestro Jesús para crear dicho campo; basta con que un grupo de personas conscientes y con el Ser Crístico despierto se reúnan para que la Presencia se manifieste: “porque allí donde dos o tres se reúnan en mi nombre, allí estaré yo” (Mateo, 18,19). Y esta manifestación puede traducirse en gozo, en éxtasis, en celebración de la vida, en sanaciones sorprendentes, en la sensación de estar estableciendo fuertes lazos de amistad o solidaridad, etcétera. En definitiva, en una gran expansión de la consciencia.

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Continúa mañana domingo:

81. “Noosfera” y Teoría Sintérgica

82. La conexión cósmica de cada ser humano

83. “Akasha” y ADN

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