Agenda completa de actividades presenciales y online de Emilio Carrillo para el Curso 2023-2024

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25/5/10

¡Qué sencillo es el mundo!

Albert Casals tiene 20 años. De pequeño estuvo a punto de morir en varias ocasiones. Con 5 años sufrió una mononucleosis que desencadenó en leucemia y cuyo tratamiento provocó una minusvalía como condición para seguir en este lado de la vida.

Ha viajado sin compañía por todo el mundo desde los 14 años y su filosofía de vida, que él denomina Felicismo, rezuma sabiduría práctica, confianza y optimismo. En la entrevista que se inserta a continuación, publicada en La Vanguardia, Victor M. Amela resume con acierto el mensaje vital de Albert.

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¿Desde cuándo vas en silla de ruedas?

Desde los ocho años. Tuve mononucleosis y leucemia: o me trataban a saco, con riesgo de provocarme alguna discapacidad, o me moría.

Y fueron a saco

Sí. ¡Y el resultado ha sido perfecto!

¿No te importa la silla de ruedas?

Si hubiese querido ser futbolista… ¡Pero no hay nada que yo no pueda hacer en mi silla!

¿No?

Subo, bajo, entro, salgo, he atravesado selvas y playas, he viajado por Francia, Italia, Grecia, Alemania, Escocia, Tailandia, Malasia, Singapur… Acabo de regresar de un viaje de seis meses por toda Sudamérica…

¿Con quién viajas?

Me gusta viajar solo.

¿En silla de ruedas… ¡y solo!?

La silla es más ventaja que inconveniente: la gente te pregunta qué te pasa, de dónde vienes…, y así haces un montón de amigos.

¿Desde cuándo viajas así?

A los catorce años les dije a mis padres que me iba. Fue muy duro para ellos permitir mi felicidad. Pusieron una condición: el primer viaje lo haría acompañado por mi padre. Fuimos a Bruselas y aprendí cosas útiles para viajar. Y, a partir de los quince años, ya he hecho todos esos viajes yo solo.

¿Y qué dicen hoy tus padres?

Sufren un poco, pero están contentos viéndome contento. Agradezco que se hayan esforzado tanto en no ayudarme, en no decirme: “Esto no puedes hacerlo porque vas en silla de ruedas”. Ellos facilitan mi felicidad.

¿Eres feliz, pues?

Plenamente, pues no hago nada que no quiera hacer en cada momento. Ahora me apetece hablar contigo, y si no, no estaría aquí.

¿Con qué dinero viajas?

Con tres euros al día.

No es posible.

Hace seis meses salí de casa con 20 euros para irme a Sudamérica, ¡y he vuelto con 20 euros en el bolsillo!

Pero… ¿y dónde duermes, y cómo comes y… cómo lo haces?

¿Por qué nos complicamos tanto la vida? Siempre hay dónde dormir, siempre hay algo que comer. Conoces a gente, y todo fluye. ¡Qué sencillo es el mundo! Lo he entendido viajando. Bastan cuatro cosas: dormir, comer, ducharse y hacer amigos.

Dicho así, sí parece fácil.

Claro. ¿Qué impide a todos los europeos hacerse vagabundos? Es maravilloso…

¿Qué buscas en tus viajes?

Ver cómo vive la gente, ver cómo son, conocerles, vivir con ellos, ser su amigo.

¿Y qué opinan tus amigos de aquí?

Me entienden, mis amigos son como yo: todos están haciendo lo que desean hacer, aunque a ellos no les apetece viajar.

¿No te da miedo viajar solo?

¿Qué puede pasarme peor que no realizar mis sueños?

Pueden robarte…

Al poco tiempo volveré a tener lo necesario, ¡seguro! Y nunca podrán robarme lo vivido. Puedes sufrir un accidente, morir… Aun así, habría hecho lo que realmente quería, ¡habría sido más feliz que quedándome aquí contra mi deseo!

¿Qué haces al llegar a un sitio nuevo?

Voy a un parque, a una plaza, saco mis naipes… Al cabo de un rato hay niños, ¡y luego medio pueblo está alrededor!

¿Qué te dice la gente nueva con la que te vas encontrando?

Los adultos repiten dos preguntas: “¿De dónde sales?”, “¿Y tus padres?”. Algunos se escandalizaban de mis padres por dejarme solo… Alguna vez la policía me ha detenido por si me había escapado… Un niño solo por el mundo, feliz…, ¿qué tiene de malo?

¿Qué llevas en tu mochila?

Una libreta, algún libro, un boli, una linterna, los naipes para juegos de manos, jabón, cojín, dos pantalones y dos camisetas, calzoncillos, chaqueta, botiquín, la tienda de campaña y el kit de reparación de la silla.

Dime lugares en que hayas dormido

Playas, vagones de tren, parques, estaciones, coches, campos, comisarías, castillos en ruinas, casas abandonadas, casas de gente, cuevas, mansiones…

¿Cuál ha sido el mejor momento?

Viajar de noche en la caja de un camión en marcha, destapada. Podía sacar la cabeza al viento o acurrucarme. Fue chulísimo.

¿Y tu momento más peligroso?

He estado a punto de palmar volcando en un camión, y atravesando una selva con vampiros, y en una lancha de traficantes de motores entre islas caribeñas, zarandeados por una tormenta con olas de cinco metros: me golpeé, caí al agua inconsciente… y pudieron rescatarme por pelos.

¿Qué planes tienes ahora?

Recorrer toda el África oriental hasta llegar a Madagascar.

¿Nada te frena?

Cuando haces lo que de verdad quieres, el universo entero conspira a tu favor. Mira alrededor y decide: tú puedes elegir vivir triste o contento. Yo elijo la felicidad. No veo entre nosotros razones para ser infeliz.

¿Y no piensas estudiar, trabajar…?

No, si no me divierte. Me gustaría ser mediador o acoger niños… A veces me dicen: “Si no trabajas, ¡de viejo serás pobre!”. Pero, si llego a viejo, ¡tendré amigos por todo el mundo! ¿Se puede tener más?

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En su web (http://www.elmonsobrerodes.cat/), Albert Casals sintetiza así su visión del Felicismo:

Felicismo es el nombre que suelo dar a mi filosofía o manera personal de ver el mundo y la vida. Una filosofía que no he podido dejar de resumir en un libro como éste, donde hablo precisamente de eso: de mi manera de hacer y ver las cosas.

Como el nombre ya indica, la clave del felicismo es la felicidad. Y es que la felicidad es el único motor, la única razón de la existencia humana. Todas las acciones del ser humano están motivadas por el deseo de ser feliz, lo sepamos o no, y sólo mediante una existencia feliz podemos proporcionar felicidad a los demás.

En consecuencia, es lógico que destinamos todos los esfuerzos de nuestra vida a encontrar y mantener esta felicidad: una felicidad plena, estable y permanente.

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1 comentario:

  1. Albert es feliz porque es sencillo, puro, bueno, sin complicaciones..., La silla de ruedas ¿qué más da? ¿por qué nos empeñamos en ver sólo la silla de ruedas? El problema lo tenemos nosotros que los vemos "desde arriba" y no desde frente, mirando a los ojos y viendo a la persona.Olvidemos que la silla está ahí. Sólo es un artilugio que precisan algunas persons para desplazarse. Nada más. Su mente, su corazón, sus sentimientos, sus necesidades, sus alegrías, sus tristezas, sus preocupaciones..., siguen siendo las mismas.El problema lo tenemos los que miramos. Un beso

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